TERRORISMO:  LA FÓRMULA INFALIBLE DE PINOCHET La insurgencia social contra Pinochet . Sebastián Jans

El nuevo diseño de Jarpa  

El terrorismo de Estado en acción   

El agitado despertar de 1984  

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EL NUEVO DISEÑO DE JARPA.

El año 1983 llegó a su término con sombríos resultados. Durante su transcurso murieron 96 personas por la violencia represiva, hubo 15.077 detenciones por causas políticas, 130 relegaciones a distintos lugares del país y 4 expulsados del país. Se denunciaron 434 casos de torturas de detenidos y se contabilizaron 1.557 heridos. En las cárceles, el número de presos políticos llegaba al medio millar.

Además de las detenciones registradas anteriormente, se produjeron otras 17.699 detenciones “preventivas”, como resultado de redadas nocturnas. De las 15.077 detenciones por causas políticas, solo 138 terminaron ante un tribunal y fueron inevitablemente encargados reos, mientras, los demás fueron librados sin cargos, después de haber sufrido algún tipo de apremio ilegal o  tortura.

En el orden económico, la situación era particularmente desastrosa. Según el Departamento de Economía de la Universidad de Chile, el Producto Geográfico Bruto (PGB) en 1983 cayó en un 1,6 %. La CEPAL (Comisión Económica para América Latina), en tanto, registraba una tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de -0.8% y un déficit de 529 millones de dólares en la balanza de pagos (Notas sobre Economía y Desarrollo, Nro. 409/410).

En lo político, el régimen había logrado superar una de las peores coyunturas, pero, en su frente interno existían profundas grietas. Jarpa había tenido que rumiar el polvo de la derrota, al fracasar su intento aperturista. De hecho, la iniciativa política pasaba por manos que no eran las suyas, y su pretensión de ascender a una posición de liderazgo de una fórmula centro-derechista, al estilo español de Suárez, se vino estrepitosamente al suelo, cuando los ex dirigentes y ex parlamentarios del disuelto Partido Nacional, se dividieron en dos alternativas opuestas.

Luego de tensos trajines, los antiguos nacionales terminaron expresados, por un lado, en el Movimiento de Unidad Nacional (MUN), los pro-jarpistas liderados por el joven Andrés Allamand, y por otro, quienes buscaban reflotar al PN, los anti-jarpistas liderados por Patricio Phillips y Carmen Sáez.

Este último sector pronto apareció abandonando posiciones cercanas al gobierno, incluso mostrándose muy cerca de la oposición, lo que no ocurría con el MUN, que se la jugaba por respaldar la gestión Jarpa, lo que fue explicitado por Allamand por ser una alternativa concreta de retorno a la democracia. Ello significaba que no estaban apoyando a Pinochet, sino la confianza que éste depositara en su Ministro del Interior. Allamand puntualizaría que si el gobierno no era capaz de hacer las rectificaciones necesarias – deslindando toda responsabilidad de Jarpa -, el MUN mantendría su independencia y harían “una dura crìtica” (Revista “Hoy”, febrero 1984).

Claro está que, aunque el MUN pretendiera deslindar toda responsabilidad individual de Jarpa, este seguía siendo el jefe político del gabinete ministerial de Pinochet, y las posibilidades de que pudiera readecuar su plan político de septiembre eran muy remotas, ya que Jarpa era tan desconfiado de la democracia como Pinochet. Eso lo denunció la Alianza Democrática, en enero de 1984, en una declaración pública, a propósito de unas apreciaciones del Ministro, expresadas ante los periodistas, donde afirmó que el había participado en el diálogo con la AD sin el propósito de concesiones, ya que la Constitución de 1980 no contemplaba rectificaciones al haber sido aprobada plebiscitariamente.

En vista de tales argumentos, los más convencidos dialogantes de la AD, estuvieron ciertos de que habían sido objeto de una parodia de diálogo. Así, pues, pusieron la firma a la declaración que decía: “El país es testigo de cómo ha variado sus dichos iniciales el señor Jarpa, quien comenzó por ofrecer todo un plan de recuperación democrática, para terminar ahora con esta declaración que importa reconocer que nunca tuvo intención seria en el diálogo con la oposición”. Pero, la decepción no llegó hasta allí, puesto que la AD, en los primeros días de marzo, reafirmaría que era inútil cualquier diálogo con Jarpa, sin que previamente anunciara de manera pública que quería y que podía negociar.

Para entorpecer aún más las cosas, la Unión Democrática Independiente (la nueva derecha nacida del llamado gremialismo), proponía la formación de un Parlamento designado, muy al estilo de las ideas selectivas de su líder Jaime Guzmán, arguyendo el propósito de aliviar la tensión política y social, especialmente a nivel de los empresarios, y que permitiría mostrar una nueva cara ante los países amigos, especialmente EE.UU. Esa propuesta era una de las demostraciones que la UDI estaba dispuesta a arrebatarle la iniciativa a Jarpa, para arrinconarlo y hacerlo caer.

En tanto, a nivel de la cúpula militar, se producirían algunos sorprendentes acontecimientos, que no habían tenido precedentes, al manifestarse en la Armada una pugna pública entre el Ministro de Defensa, el vicealmirante (R) Patricio Carvajal, un acérrimo pinochetista, y el Comandante en Jefe, almirante José Toribio Merino, cuando el primero sostuvo, en un acto religioso-militar en el Templo Votivo de Maipú, la conveniencia de mantener el itinerario de la Constitución de 1980 y no innovar en ese gran diseño político. Merino, molesto con su ex subalterno, desautorizó a Carvajal, y olvidando su condición de Ministro, puso el acento en su condición de oficial retirado. Ese hecho ponía en evidencia una parte de los conflictos que se estaban presentando, en la lucha de posiciones dentro del régimen.

Parapetados en las Comisiones Legislativas, los miembros de la UDI estimulaban a Merino y Matthei (jefe de la Fuerza Aérea), para reducir el campo de maniobra de Jarpa. El Ministro, en consecuencia, fue quedando cada ve más en manos del equipo asesor de Pinochet. La cúpula del Ejército, al término del verano, optó por dar una fuerte señal de poder, que se graficó en la intervención del general Canessa, a principios de marzo, en un acto especialmente preparado en el Palacio de La Moneda, donde manifestó la unidad férrea y monolítica del Ejército en torno a su comandante en jefe.

¿Por qué ocurrió eso y en esos términos? En primer lugar, porque Canessa estaba poniendo en movimiento una política de fuerza hacia las otras FF.AA., cuyo destinatario principal era el almirante Merino, y, en segundo lugar, advertía a las otras ramas que, independientemente de lo que pensaran, el Ejército era una garantía de continuidad del régimen.

Producto de los conflictos manifestados en la cúpula militar, y que obligaron a Pinochet a consolidar aliados, y de los problemas que enfrentaba Jarpa en la dirección política del gobierno, se produjo lo que en septiembre y diciembre del año anterior no había sido posible: la alianza entre Pinochet y Jarpa, que unieron sus esfuerzos para reacondicionar el plan político, basado en la reafirmación del liderazgo del primero y la consolidación del protagonismo del segundo.

El Ministro, perdida la interlocución con la AD, logró establecer un frente político con el cual aparecer dialogando, tal fue el llamado “Grupo de los 8”, y que integraron varias organizaciones políticas de derecha, algunas de ellas casi inexistentes y solo promesas o esperanzas de partidos: la Democracia Radical, el Movimiento de Unidad Nacional (MUN), el Partido Nacional, el Movimiento de Acción Nacional (MAN), el Movimiento Social Cristiano, la Unión Democrática Independiente (UDI), Talleres Socialistas Democráticos, y un reflotado Partido Democrático Nacional (PADENA).

De la conjunción Pinochet-Jarpa, salió un engendro que buscaba, en primer lugar, poner en jaque a Merino y Matthei, frente a las FF.AA., de paso que favorecía el endurecimiento de la represión: el Ministro envió con carácter de urgencia a las Comisiones Legislativas, encabezadas por los miembros de la Junta Militar, un proyecto de ley anti-terrorista, que ampliaba las facultades de la Central Nacional de Informaciones (CNI) – que respondía directamente de Pinochet -, al cual se le otorgaban facultades que antes solo podían efectuar legalmente Carabineros e Investigaciones. Por cierto, la CNI no necesitaba de ese marco legal para lo que hacía, ya que operaba a su gusto y gana. El proyecto, en el fondo, buscaba desacomodar a los miembros de la Junta que podían estar tibios frente a propósitos aperturistas, y, en cierto modo, distantes del liderazgo pinochetista.

Contribuyó también, a la alianza Pinochet-Jarpa, el asilo de cuatro miembros del MIR en la Nunciatura Apostólica, la embajada vaticana, ocurrido el 15 de enero. Este hecho creó una grave situación con la Santa Sede, en momentos en que se llevaba a cabo la mediación del Papa, entre Chile y Argentina, por el conflicto del Beagle. La impasse entre el gobierno chileno y la legación papal, provocó un nuevo episodio de recriminaciones entre las autoridades de la Iglesia chilena y el gobierno. De la misma forma, por aquellos días se desató el escándalo por la construcción de la faraónica casa presidencial de Lo Curro, que luego fue seguido por el escándalo de las propiedades de Pinochet, en Melocotón y Limache. En estos eventos, Jarpa mostró una alta obsecuencia con Pinochet y lo defendió de manera muy personal.

Desde luego, esta alianza tendría efectos en la reactivación del terrorismo de Estado. Ya no solo la CNI se dedicará al uso indiscriminado de sus atribuciones, sino que se desarrollan acciones abiertamente criminales, o bien montajes incriminatorios. Uno de estos actos criminales fue el atentado contra Jorge Lavanderos, el 20 de marzo, quien fue brutalmente golpeado hasta dejarlo al borde de la muerte. Ese mismo día, el ex jefe de la CNI, el sombrío general Contreras, se fabricó un auto-atentado, para provocar las “vueltas de mano” de los organismos del régimen.

A fines de marzo de 1984, se había producido medio centenar de atentados, que iban desde apagones hasta los bombazos, provocados algunos por miembros de los organismos de seguridad, para justificar la represión, y otros por una nueva organización anti-pinochetista: el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), para mostrar su estreno en sociedad, y señalarle al régimen que tendría un nuevo tipo de adeversario. Por cierto, en ambos casos, se imponían las lógicas militares.

 

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La insurgencia social contra Pinochet

Sebastián Jans ©


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