DISYUNTIVAS EN LA CONDUCCIÓN POLÍTICA La insurgencia social contra Pinochet . Sebastián Jans

¿Cómo retornar a la democracia?   

Las políticas de exclusión  

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LAS POLÍTICAS DE EXCLUSIÓN.

La solidaridad hacia el pueblo chileno, creó en el mundo una de las campañas más grandes en favor de su democratización, a partir de 1973. Partidos, gobiernos, partidos,  movimientos, organizaciones sindicales, de derechos humanos, etc. se sumaron a un gran esfuerzo para denunciar y proscribir en la comunidad internacional a la dictadura.

Es cierto que el régimen de Pinochet no fue peor que las dictadura de Videla y Viola, en Argentina; o que la dictadura de “Goyo” Alvarez, en Uruguay; o que la de Somoza, en Nicaragua; por citar a algunas de sus contemporáneos. Pero, el hecho de haber puesto fin a uno de los sistemas institucionales democráticos más antiguos de América Latina, y del mundo, y de haber derrocado a uno de los presidentes más democráticos del Tercer Mundo, era algo que las naciones del orbe no estaban dispuestas a olvidar.

Año tras año, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ese repudio fue ratificado por la comunidad internacional, uniendo al Tercer Mundo subdesarrollado con la Europa industrializada. El Tercer Mundo lo hacía por un compromiso con la aspiración de sus pueblos de justicia y respeto a la diversidad; nada tenían que perder o ganar, a cambio de su solidaridad con el pueblo chileno. Muchos de ellos abrieron sus fronteras para que ingresaran los exiliados. Venezuela, México, Costa Rica, Argelia, Cuba, entre ellos, hicieron de su solidaridad con el pueblo chileno un acto militante. En el mismo contexto se puede entender a países como Suecia, Dinamarca, Italia, Francia, Noruega, Finlandia, Bélgica, etc.

Sin embargo, hacia fines de los 1970, varios partidos políticos de países europeos de plantearon el propósito de influir para la democratización chilena de manera activa, aprovechando el peso de sus países en el concierto de la naciones. Muchos de ellos eran partidos de gobierno, o aspiraban a serlo en lo inmediato. Las dos grandes uniones internacionales de partidos – la socialdemócrata y la demócrata cristiana – expresaron su solidaridad más activa con la democratización en Chile. A ello se sumaba la misma voluntad anti-Pinochet que expresaban los gobiernos de los países del este europeo, con la Unión Soviética a la cabeza. Posteriormente, cuando la dictadura de Francisco Franco fue sepultada por la democratización, España se sumaría al repudio contra Pinochet, especialmente cuando asumió el gobierno el PSOE con Felipe González a la cabeza.

De este modo, buscaron tener sus interlocutores para influir en Chile, y en la consolidación de un proyecto de  recuperación de la democracia. Sus interlocutores surgieron en el mismo exilio, donde se crearon instancias para potenciar ese proyecto: centros de estudios, seminarios, etc. Sin duda, el más significativo, por su trascendencia, será el Seminario realizado en Ariccia, Italia, donde se plantea la idea de la convergencia socialista, que buscaba el aglutinamiento de la izquierda no comunista, en la perspectiva de una política de alianza con la Democracia Cristiana, realidad que Italia mostraba en su gobierno, formado por socialistas y demócratas cristianos. En la Democracia Cristiana chilena, quien será el exponente más activo de esa política será Gabriel Valdés.

La Alianza Democrática, como expresión concreta de ese diseño, significaba la primera oportunidad histórica en que demócratas cristianos y socialistas se unían en una alianza política. Si no hubiera estado subyaciendo privilegiadamente esa impronta, es posible que la AD pudiera haberse convertido en un gran espacio para toda la oposición, porque estaba en inmejorables condiciones de hacerlo. Sin embargo, se impuso la idea de los privilegios en las relaciones políticas, determinando una conducta excluyente, por lo cual, quedó condenada a ser solo una parte de la oposición.

Equidistante, en consecuencia, surgiría el Movimiento Democrático Popular (MDP), como consecuencia de la política que asumirá el Partido Comunista, en un momento en que su peso político era todavía determinante en la escena política chilena.

Durante siete años, el PC había tratado de establecer una alianza con el PDC, a fin de dar forma al llamado Frente Amplio Antifascista, pero, la vieja dirigencia que la propugnara había terminado por desalentarse. Esa frustración incentivó las políticas de rebelión e insurrección, sobre todo en los sectores más jóvenes, lo que dio paso a la “perspectiva insurreccional de masas”, conocida como PIM.

Sin embargo, la situación política del invierno de 1983 estimuló las opciones políticas al interior del partido, y la dirección clandestina del PC hizo todos los esfuerzos para ingresar a la Alianza Democrática. A nivel de los socialistas, especialmente en los sectores históricos del Comité Político de Unidad (CPU), se veía con preocupación el que se dejara aislado al PC, porque ello, inevitablemente, provocaría la división de la oposición, en un momento en que se requería el máximo de unidad. Por otro lado, estaba el riesgo que dejar a los socialistas en una posición demasiado cargada hacia el centro político, dejando libre el espacio de la izquierda al PC.

De allí que, los socialistas propusieron al PC firmar un documento conjunto, que recogiera los tres puntos básicos de la Alianza democrática, que los comunistas compartían, pero, que recogiera las reivindicaciones políticas y sociales de la izquierda, subsanando transitoriamente en veto existente interior de la AD. Ese documento se conocería como la “Propuesta Democrática Popular”, la que serviría para ir aunando un consenso cada vez mayor, superando los transitorios obstáculos orgánicos.

Sin embargo, el PC no estaba dispuesto a jugar roles secundarios, y a quedar condicionado a la política de los socialistas, que quedaría ejerciendo el papel de articulador de la política de la oposición. De allí que los comunistas optaron por una política de fuerza y resolvieron crear su propio referente opositor, formando el Movimiento Democrático Popular (MDP), que fue dado a conocer con la firma de más de un centenar de artistas, profesionales e intelectuales, de militancia PC, PS almeydista, MIR y otros grupos menores.

Surgido de las necesidades de la coyuntura, el MDP hizo gala de una política ideologizante y marcado por la exclusión, pues, su fundamento se dio siempre en producir alternativas a la AD en todos los espacios en que se hacía política opositora. Ello, obedecía de manera importante, a los factores que se expresaban en la escena política internacional, que estaba determinada por la confrontación de la guerra fría, teniendo a Reagan y Andropov en el liderazgo de las dos potencias hegemónicas a nivel mundial. La acentuación de los conflictos regionales, llevó al PC a endurecer sus políticas y su protagonismo, en tanto, ya estaba en marcha su política insurreccional para Chile, a través del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Por otro lado, a nivel de los socialistas, mezcla de la coyuntura y del proyecto convergencista, surgió el Bloque Socialista, cuya génesis atraviesa por distintas etapas. Como los señaláramos, en 1979, se realizó un seminario de dirigentes chilenos de la izquierda no comunista, en Ariccia (Italia).

Patrocinante de este seminario fue Lelio Basso, un teórico neo-izquierdista italiano, y su organizador principal fue Raúl Ampuero, respaldado por la Liga de los Derechos y la Liberación de los Pueblos. Este seminario tuvo dos etapas: abril de 1979 y enero de 1980, que arrojaron como síntesis las siguientes conclusiones: la existencia en la izquierda chilena de dos áreas; un área socialista, compuesta por el socialismo histórico y los partidos afines a esa identidad; y un área comunista, compuesta por el PC y los grupos afines a una ideología y una política pro-soviética. El objetivo que se planteaba frente a ese diagnóstico, era desarrollar un proceso de convergencia, que debía culminar en una sola organización política. De una u otra manera, se buscaba repetir la experiencia del congreso socialista francés de 1956, o el proceso similar que encabezara Craxi, en la refundación del PS italiano.

La idea de Ampuero era lo que el llamaba la teoría del camión, es decir, se trataba de ir subiendo a ese camión llamado “Convergencia Socialista” a todos los que estuvieran por una política de izquierda no comunista, y que, en el camino, se vería quienes llegaban hasta el final. La idea convergencista se transformó en un “boom” en el exilio, y ello tuvo sus efectos en Chile.

En Chile, un grupo de intelectuales comenzó a operar bajo el nombre de Grupo por la Convergencia Socialista, donde destacaría Manuel Antonio Garretón y José Joaquín Brunner; activistas del MAPU crearon la Convergencia Socialista Universitaria; en las filas del radicalismo se creó una tendencia “radical-socialista”, donde operaba Aníbal Palma en el exilio y Víctor Manuel Rebolledo en el interior; en Europa comenzó a operar un Movimiento de Convergencia Socialista. En Chile, el altamiranismo tomó la iniciativa de un modo audaz y creó un Secretariado para la Convergencia Socialista, junto a la Izquierda Cristiana, el MAPU, el MAPU Obrero-Campesino, y la tendencia “radical-socialista” del PR.

Toda esta política puntaba a un proyecto refundacional del PS, lo que provocó el rechazo de las tendencias históricas, que vieron en esa propuesta un intento liquidacionista del PS. La pugna entre históricos y convergencistas se desarrolló en todo su apogeo, tanto en el Comité de Enlace Permanente (CEP) como en el posterior Comité Político de Unidad (CPU), y solo bajó en intensidad al constituirse el Comité Central Unitario (septiembre de 1983) y con los partidos convergencistas el Bloque Socialista.

Antes de formar el Bloque, al interior del Comité Político de Unidad (instancia paritaria de las tendencias), luego de un intenso debate, se estableció como prioridades, en primer lugar, producir la síntesis del partido histórico, esto es, de las fracciones que integraban el CPU,  y que, antes de producir la segunda síntesis, con los grupos convergencistas, era necesario tener una instancia que permitiera desarrollar políticas conjuntas, y medir la lealtad de esos grupos con la política que el PS estaba expresando en la Alianza Democrática. Se discutió sobre la conveniencia de que fuera un frente político, en tanto otros lo veían como un movimiento político. En definitiva se transó en llamarlo bloque.

La fuerza de los hechos provocaría que el Bloque Socialista fuera una realidad, ante la emergencia del MDP, que podía ser un polo atrayente para los partidos menores de la llamada área socialista, dejando al PS aislado y condenado a una imagen centrista que podía ser fatal. De hecho, la Izquierda Cristiana estaba fuertemente inclinada a volcarse hacia el MDP, en tanto, el MAPU se mantuvo expectante.

De este modo, de una u otra manera, cada frente opositor surgió y se consolidó sobre la base de los objetivos que se validarían cuando cayera la dictadura, situación que evaluaban de pronta ocurrencia, pero, parece que ninguno sopesó que tenían en Pinochet a un enemigo muy poderoso, y que se necesitaría mucha fuerza para derribarlo. Es cierto que la insurgencia social había debilitado al régimen, pero, faltaba el golpe decisivo, el cual tenía que ser propinado ya no por las masas, sino por las fuerzas políticas de la oposición.

Las exclusiones no hicieron más que acentuar las diferencias en la oposición, y en ningún momento se mantuvo en el centro de las prioridades el derrocamiento de la dictadura. En algún sentido, por aquellos días, las preocupaciones de las dirigencias en cuanto a atar sus proyectos políticos, parecían beneficiarse del hecho de que Pinochet siguiera por un poco más tiempo en el poder.

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La insurgencia social contra Pinochet

Sebastián Jans ©


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