LA OCUPACIÓN MILITAR DE SANTIAGO | La insurgencia social contra Pinochet . Sebastián Jans |
Las barricadas en las calles Santiago invadido Jarpa y la apertura Los días de septiembre |
|
LOS
DÍAS DE SEPTIEMBRE. El
mes de septiembre de 1983, debió ser uno periodos más intensos de la política
chilena, bajo la dictadura, con la excepción de los meses del plebiscito de
1988. Se inició, como vimos, en medio de la reacción de los militares ante
el atentado al general Urzúa. El
lunes 5 de septiembre, se realiza en la casa del arzobispo Fresno, el
segundo encuentro entre los líderes de la AD y Jarpa. Como en el anterior,
lejos de existir una verdadera negociación, se llevó a efecto los que
podemos catalogar hoy como un “acto mediático”, que favorecía las
aspiraciones de Jarpa de erigirse en el hombre de reemplazo. Y, nuevamente,
cuando el país creía que se estaban abordando los problemas políticos más
graves y las posibilidades de una salida negociada, en realidad se
intercambiaban ideas sobre cuestiones, que si no eran pueriles, por lo menos
eran secundarias. Cuando
en las calles se comentaba sobre las expectativas de la negociación que
pondría fin al régimen, se le proponía al Ministro el restablecer los
tribunales del trabajo, o se le planteaba un caso específico de un detenido
desaparecido, o, como Zepeda, que ocupaba tiempo en hacer remembranzas políticas.
El tiempo pasaba, y en la calle, los periodistas comentaban cuan difíciles
debían ser las negociaciones tras los vetustos muros de la casa arzobispal. Sin
embargo, otras cosas también ocurrían. A nivel de los partidos de
izquierda, se vivía una situación muy fluida, que marchaba hacia su
decantación, producto de la alineación que cada uno optaría frente a un
impensado escenario político. El
paso dado por los socialistas que apoyaban el esfuerzo de la Alianza Democrática,
provocó un fuerte remezón en la izquierda. El Partido Comunista, que había
tratado de ingresar a la AD, fracasado su intento, ante la oposición del
PDC, optó por asumir una actitud muy crítica frente al obrar de la
Alianza, lo que se vio favorecido por las reuniones con Jarpa, que los
comunistas atacaron ácidamente. Un
intento de los socialistas, por dar a conocer una “propuesta democrática
popular”, del conjunto de la izquierda, que robusteciera los contenidos
del acuerdo logrado en la Alianza Democrática, fracasaría ante la decisión
de los comunistas de imponer su política de fuerza, y a la que arrastraba
al sector socialista que le era afín y a otros segmentos de los partidos
que habían formado parte de la Unidad Popular. En
vista de ello, los socialistas que estaban en la AD, no tuvieron más opción
que afianzar un frente político, aprovechando el impulso existente en torno
al proyecto de convergencia socialista, en el que estaban los sectores
renovados del PS, la Izquierda Cristiana, el Mapu, el Mapu Obrero Campesino
y otros sectores menores, con las cuales formó el Bloque Socialista. Así,
los socialistas quedaron actuando en dos frentes: uno, el espacio de
encuentro con el centro político, expresado en la AD, y otro, el espacio de
encuentro de sectores de izquierda pro-socialista, dualidad que, con políticas
correctas se podía convertir en una gran ventaja, pero, que también podía
convertirse en una contradicción peligrosa, como veremos más adelante. El
Bloque Socialista fue dado conocer públicamente, el 6 de septiembre, dos días
antes de la Quinta Jornada Nacional de Protesta, a través de los dirigentes
Pedro Felipe Ramírez (Izquierda Cristiana), Guillermo del Valle (MAPU),
Jaime Estevez (MOC), Juan Gutiérrez (PS histórico), Víctor Sergio Mena
(PS ampuerista) y Ricardo Nuñez (PS renovacionista). Este último fue
designado Coordinador y vocero del bloque. Marginados
los comunistas por la política de exclusiones emanada de la AD, y por la
constitución del Bloque Socialista, no le quedó otro camino que promover
un frente político con sus aliados más firmes: el PS almeydista y el MIR,
más algunos grupos más bien ultraiquierdistas, con los cuales constituyó
el Movimiento Democrático Popular (MDP), que pasó a ser encabezado por un
socialista, el doctor Manuel Almeyda, hermano del jefe de la fracción,
Clodomiro Almeyda. La
atención del mundo, en esos días, se centraba en Chile. Muchos
observadores internacionales creían que Pinochet estaba por caer, y cientos
de periodistas llegaron, desde Europa y América, cargando sus filmadoras y
cámaras fotográficas, para ser testigos de la caída de uno de los regímenes
más vilipendiados de la época. Ellos fueron testigos, sino de la caída
del dictador, de una verdadera batalla urbana, que solo en los países en
virtual guerra civil era posible observar, y que, después reviviría la intifada
palestina, al menos en el carácter de las imágenes que quedaron grabadas
de tales sucesos. Entre
el 8 y el 11 de septiembre, la lucha insurgente de las masas de pobladores y
jóvenes, desarmados, contra un contingente policiaco-militar implacable. Si
hubiera habido alguna capacidad armada, de parte de los manifestantes,
aquello habría sido una segunda “batalla de Argel”. La
Quinta Jornada Nacional de Protesta fue convocada por la Alianza Democrática,
y conducida por el Comando de Movilización Social, que se constituyó con
la participación de todas las instancias que tenían capacidad de
convocatoria, incluidos los partidos del MDP, y que funcionó en las mismas
oficinas que servían de sede al PDC, en el ex hotel Carlos V. El
instructivo no variaba en lo fundamental respecto de las anteriores
jornadas, incluyendo algunas nuevas, como el llamado a hacer una protesta
masiva en la Plaza Baquedano, consistente en sentarse en el suelo, en una de
la convergencias viales más importantes de la ciudad, en el borde del
centro de Santiago. Aquello
significó una batalla campal entre estudiantes y policías, con un gran número
de detenidos y contusos, donde incluso hubo verdadera lucha cuerpo a cuerpo,
con los Carabineros, que agredió a varios connotados dirigentes demócratas
cristianos, entre ellos a Gabriel Valdés, que fue objeto incluso de la acción
de los carros lanza-aguas, de un modo claramente selectivo. Patricio Aylwin,
quien en ese momento no era parte de la directiva, fue detenido y trasladado
a una comisaría. En
el día, se sucedieron los enfrentamientos entre jóvenes y policías, en
distintos lugares de Santiago, y en otras ciudades, y en la noche la
protesta se trasladó a las poblaciones. Aunque la represión fue menor que
en agosto, esa noche murieron 9 personas, por la mano artera de policías y
agentes de seguridad. Con
el propósito de hacer una demostración de fuerzas, el gobierno convocó a
una concentración de apoyo a Pinochet para el día 9, para lo cual, se
movilizó a todos los trabajadores fiscales y municipales, en forma
obligatoria, además de los organismos femeninos controlados por la esposa
del dictador. Obviamente, una parte importante de los asistentes a esa
manifestación eran pinochetistas convencidos. Al término del acto, en la
inmediaciones de la Alameda, se produjeron incontables enfrentamientos de puño
y pedradas, entre pinochetistas y opositores, dando como resultado varios
lesionados. Al
anochecer, nuevamente las poblaciones se convirtieron en un escenario de
acción de miles de hombres, mujeres, jóvenes y niños, que expresaban su
repudio contra el dictador. Lo mismo ocurrió el sábado 10. Ese día, a
pesar de ser fin de semana, fue especialmente intenso, debido a que, en
horas de la tarde, se efectuaron los funerales de los muertos el día 8,
provocando incidentes con la policía, en las inmediaciones de los
cementerios. Los más violentos fueron en el Cementerio Metropolitano, en la
parte sur de Santiago, cuando se realizaban los funerales del poblador
Miguel Zabala, de la población La Victoria. El
11 de septiembre, Pinochet celebraba sus 10 años en el poder, por lo cual,
se realizaría un acto oficial en el Edificio Diego Portales. Los alcaldes,
que eran nombrados por la dictadura, y que eran jóvenes miembros del grupo
liderado por Jaime Guzmán, y que después serán los fundadores de la UDI,
fueron instruidos para movilizar a los trabajadores municipales, hacia ese
edificio, sede de la Junta Militar, que ejercía la labor legislativa de la
dictadura. En
la comuna de Pudahuel, los trabajadores miembros de los programas de empleo
mínimo, fueron citados a unas canchas deportivas junto a la carretera hacia
el aeropuerto, y por altavoces les anunciaron que podían concurrir voluntariamente
el acto de Pinochet, para lo cual habían buses disponibles a un costado de
las canchas. Ante la expresión de voluntariedad, los trabajadores optaron
por irse a sus casas, y cuando caminaban por la calle, haciendo abandono de
las canchas, fueron atacados por tiros de escopeta, efectuados por
funcionarios de seguridad enviados por el alcalde Bajut, que dejaron dos
muertos y varios heridos. Esa acción brutal, reavivó la insurgencia
poblacional, que el día domingo se hizo presente nuevamente en los
suburbios de Santiago. En
Viña del Mar, en tanto, ese día 11, cerca del mediodía, se efectuaba una
multitudinaria romería, convocada por el Partido Socialista de Valparaíso,
a la tumba de la familia Grove Allende, donde estaban los restos mortales
del último Presidente de la República constitucional de Chile, Salvador
Allende. En la ocasión hicieron uso de la palabra Pedro Felipe Ramírez ,
Manuel Antonio Garretón, Elías Madariaga (dirigente portuario), Aldo Valle
(dirigente estudiantil universitario), y Juan Gutiérrez (por la Comisión
Política del PS). Al término del acto, que reunió a más de 5.000
personas, se produjeron choques en las cercanías del Cementerio Santa Inés,
en el centro de Viña del Mar y en Valparaíso. La
situación era tensa en las principales ciudades del país, lo cual era muy
difícil de controlar por parte del régimen, como no fuera endureciendo más
sus acciones represivas, y provocando más víctimas, lo que no era del
agrado de Jarpa, que esperaba tener mayor espacio para la acción política. El
traspiés que había tenido con el atentado al general Urzúa, en términos
de respaldo a su política dentro de los sectores más equilibrados del régimen,
le había quitado espacio de acción, por lo cual, buscaba en la oposición
una mayor comprensión a sus esfuerzos, específicamente en el PDC. En los
encuentros sociales en que se encontraba con miembros de ese partido les
alertaba sobre el riesgo del militarismo, y trataba de convencerles de un
acuerdo entre sectores de derecha y el PDC. Siguiendo
las tradiciones culturales chilenas, la presión social y política bajó en
la medida que se acercaban las Fiestas Patrias del 18 de septiembre,
aniversario de la Independencia Nacional. El fin de semana siguiente fue
relajado, en relación a las semanas precedentes. Pero, apenas pasaron las
festividades, la actividad se retomó con fuerza. A
fines de septiembre, se realizaba el último encuentro entre Jarpa y la
Alianza Democrática, teniendo como escenario esta vez la casa de los
Maristas, a la cual no asistió el arzobispo Fresno, pero sí sus
colaboradores más inmediatos: Juan de Castro y Sergio Valech. Para ese
encuentro los dirigentes de la AD llevaron un morigerado petitorio, que
buscaba fundamentalmente establecer acuerdos sobre lo siguiente: plebiscito
en 1984 para aprobar una Asamblea Constituyente (no se especificaba como se
generaría); designación de una comisión AD-gobierno, para elaborar en 90
días las leyes políticas que deberían promulgarse 30 días después de su
despacho; un plan económico de emergencia (indefinido en la propuesta) y
acceso igualitario a los medios de comunicación. Como
era lógico, aquello se apartaba absolutamente del Acta de la AD, lo que
daba razón a los socialistas, que se habían marginado del diálogo con
Jarpa, por considerarlo inapropiado e inconducente. Esto lo hizo presente el
PS en una carta que envió a Gabriel Valdés, en su calidad de presidente
del PDC. Este respondió que ellos estaban por negociar una salida pacífica,
recordando que el Acta de la AD había sido definida como “bases para el
diálogo”. Sin
embargo, lo que Valdés no tomó en cuenta, era que Jarpa no tenía el poder
para imponer los acuerdos que tomaba. Pese a asistir al último encuentro
con la AD, acompañado por uno de los referentes más importantes de la
Derecha, el ex senador Francisco Bulnes, estaba claro que su margen de
maniobra como jefe político del Gabinete Ministerial era muy reducido.
|
La insurgencia social contra Pinochet
Sebastián Jans ©