LA OCUPACIÓN MILITAR DE SANTIAGO

La insurgencia social contra Pinochet . Sebastián Jans

Las barricadas en las calles  

Santiago invadido   

Jarpa y la apertura  

Los días de septiembre

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LAS BARRICADAS EN LAS CALLES.

Al formarse el Comando Nacional de Trabajadores (CNT), dio a conocer su declaración constituyente, donde señaló que su objetivo principal era el restablecimiento de la democracia en nuestro país y el libre ejercicio de los derechos sindicales y ciudadanos. Esto colocaba las cosas en sus justos términos, ya al convocarse para el 14 de junio, a la Segunda Jornada Nacional de Protesta, no se estaba sino dando la señal esperada para dar un nuevo paso en la lucha contra la dictadura. En ese momento, la conducción de la movilización popular aún está en manos de los trabajadores.

El Comando, el 13 de junio da a conocer su plataforma básica: fin del Estado de Emergencia, derogación del artículo 24 Transitorio de la Constitución, apertura de registros electorales, democratización de las Universidades, derogación de la censura a las informaciones, un plan de emergencia contra la cesantía, restauración de los derechos laborales y sociales vigentes vigente en 1973.

Ese día 13 ya se llevaban a efecto algunas manifestaciones en la Plaza de Armas de Santiago. El 14, Pinochet salió de Santiago, trasladándose a Copiapó, desde donde profirió amenazas: "A los señores políticos les digo, desde acá, que ligerito los vamos a mandar a sus covachas para que terminen sus problemas", prometiendo endurecer la mano "cueste lo que cueste".

La respuesta popular a las amenazas de Pinochet fue vehemente, sobre todo al anochecer. Miles de barricadas y obstáculos se colocan en las calles y el sonar impresionante de cacerolas y otros objetos, señalan el nivel de repudio popular, con un elemento nuevo: el ruido de protesta se extiende hacia los barrios de la burguesía. Los enfrentamientos con la policía en las poblaciones y los barrios de la clase media se suceden hasta la medianoche.

Pocas horas después, al amanecer del día 15, Rodolfo Seguel es detenido por la policía. Conocida la noticia, la Confederación de Trabajadores del Cobre, llama a sus bases a una huelga para el día viernes 17, a fin de cumplir las resoluciones de Punta de Tralca y solidarizar con nuestro dirigente máximo. La huelga es acatada ampliamente en El Teniente, El Salvador y Andina. Solo Chuquicamata no paraliza.

En vista de ello, la empresa estatal CODELCO, propietaria de las minas, ordena el despido de 2.000 trabajadores, eligiéndolos al azar. La medida era solo para mostrar una reacción, ya que debió contratar personal nuevo en su reemplazo, que, debiendo ser personal debidamente calificado, resultó ser el mismo que había despedido. Sin embargo, algunos, debidamente identificados, no fueron reincorporados, los que, en el transcurso de 1984, darían una sostenida lucha para ser reintegrados.

Luego de varios días de detención, Seguel debió ser liberado, recayendo la tarea de hacerlo en el juez instructor de la causa que se abriera en su contra, el que no encontró méritos para su procesamiento.

Era cierto que, hasta ese momento, el resultado era favorable y que se había superado con creces las expectativas de respuesta social al llamado a protestar. De allí que algunos quisieran forzar el paso y dar un golpe mayor, que para los más exaltados era ya un golpe de gracia, mediante un llamado a un paro nacional.

Durante mucho tiempo se había especulado y se seguiría especulando, sobre las posibilidades, necesidades y condiciones favorables de un paro nacional. De hecho, las experiencias del 01 de mayo y de la primera jornada de protesta, no habían sido episodios que demostraran que había un aglutinamiento de fuerzas suficiente para una huelga general. Sin embargo, en algunos primaba el voluntarismo y las ilusiones sobre el estado de conciencia de las masas. Así, el 23 de junio, sería la oportunidad para demostrar como el voluntarismo favorece las condiciones para el fracaso y el retroceso.

Dentro del CNT se estimuló por parte de algunos, la idea de que era posible el paro nacional, ya que el éxito de la huelga de los trabajadores del cobre había sido un ejemplo que era posible paralizar a los trabajadores de todo el país. Hasta el CNT llegó la voluntad del PRODEN para contribuir a organizar el paro, a través de sus contactos con el gremio de los camioneros, a través del que había sido su líder, León Vilarín.

Éstos últimos, pensando como empresarios, aprovechando el efecto psicológico que tendría en el gobierno un paro de los camiones, similar al que había contribuido a derrocar al gobierno constitucional de Allende, aprobó en una reunión nacional un llamado a huelga, pero, su objetivo, claramente, no estaba en derrocar al gobierno, sino negociar algunas de su demandas. Los camioneros rayaron la cancha a su gusto. Llamaron a un paro de camioneros e invitaron a la CNT a sumarse a ellos. Los partidarios de una huelga nacional se entusiasmaron, sin evaluar que, aún, las jornadas de protesta no comprometían realmente a todo el país, salvo las ciudades principales.

Ante el temor a una huelga de los camioneros y sus consecuencias, el gobierno invitó a la Confederación de Dueños de Camiones a negociar. El presidente de ese gremio, se mostró partidario de continuar con el llamado a huelga, por lo cual fue detenido y liberado el mismo día, para sentarse a negociar con las autoridades del régimen. En esas tratativas jugará un rol destacado, un amigo del jefe de la Central Nacional de Informaciones (CNI), general Humberto Gordon, el empresario Isa Freig, dueño de la flota "Transportes Progreso".

A las 0.00 hrs del 23 de junio se inició la huelga de los camioneros, abarcando la mitad del parque de camiones a nivel nacional. Pararon los pequeños propietarios, los realmente afectados por la política económica del régimen. En cuanto a los trabajadores, ningún sindicato adhirió a la huelga. ¿Quién ganó? ¿Quién perdió? Ganó el régimen, que infringió una dura derrota al CNT. Perdió el movimiento social contra la dictadura. Ganaron los grandes empresarios del transporte y perdió la oposición. Se obtuvo así, una derrota que no tenía por que haberse producido, en una batalla que era innecesaria.

Lo que ocurrió el 23 de junio fue que el voluntarismo pudo más que el necesario objetivismo. La tarea más importante de una dirección política, es planificar las acciones para ganarlas, no para darse el gusto de hacerlas. Para llegar a una huelga general se requería ganar previamente mucha confianza en el estado de ánimo de las organizaciones que iban a efectuarla. Previamente, debía crecer mucho más la movilización social.

Los desastrosos efectos de los resultados del 23 de junio, se dejaron sentir en el CNT, que se vio inhibido a convocar a una nueva jornada de protesta. De ese modo, perdió el liderazgo. La III Jornada de Protesta debió ser convocada por el PRODEN y el Manifiesto Democrático, instancia esta última formada por la naciente alianza entre demócratas cristianos y socialistas, presidida por Gabriel Valdés. La conducción de la movilización contra la dictadura quedaba, por un lado, en manos de los dirigentes políticos, y por otro, socialmente en manos de la clase media.

La nueva protesta nacional fue convocada para el 12 de julio. Como respuesta, el gobierno tomó diversas medidas previas. Una de ellas fue cambiar al jefe de la guarnición militar de Santiago, asumiendo el general Osvaldo Hernández Pedreros, quien declaró a los pocos días, que se iban a tomar el máximo de medidas para evitar cualquier desorden. En Osorno, se allanó la población Manuel Rodríguez, la más populosa de la ciudad, produciéndose la detención de más de 500 personas. Paralelamente, en diversas partes del país, se llevaban a efecto detenciones selectivas, a personas que eran llevadas a los cuarteles de la CNI, sufriendo torturas brutales.

El 9 de julio, son detenidos Gabriel Valdés, líder del Manifiesto Democrático, y Jorge Lavanderos, líder del PRODEN, junto a otros dirigentes demócratas cristianos, acusados de imprimir panfletos. El golpe estaba dirigido efectivamente contra los líderes de ese partido, pero, más que acusarlos de algo en concreto, estaba claro que buscaban tenerlos como rehenes, para bajar la presión de la jornada de protesta del día 12.

La última medida fue decretar el toque de queda para el día 12, entre las 20:00 y las 24:00 hrs, precisamente, el horario más intenso de las dos jornadas anteriores.

El día de la III Jornada Nacional de Protesta, amaneció calmado, tenso. A eso de las 11:00 hrs se produjeron manifestaciones estudiantiles en las principales universidades, que culminan en enfrentamientos con la policía, siendo especialmente fuertes en el Campus Andrés Bello, de la Universidad de Chile, en el Campus San Joaquín de la Universidad Católica, y en la Universidad Católica de Valparaíso.

En las primeras horas de la tarde, se llevaron a cabo manifestaciones en la Corte Suprema, por parte de abogados y estudiantes de Derecho. A esa de las 16:00 hrs. el comercio ya había cerrado y la locomoción escaseaba, quedando el centro de Santiago, y los demás sectores comerciales de la ciudad, casi desiertos.

Alrededor de las 19:00 hrs comenzaba el ruido de cacerolas y se instalaban barricadas, iniciándose los enfrentamientos con las fuerzas antimotines. La acción policial dejó cuantiosos daños en diversas poblaciones de Santiago, siendo las más afectadas, las poblaciones Salvador Cruz Gana y Exequiel González Cortés, así como algunas parroquias de la Iglesia Católica. En algunos sectores de la ciudad, la represión estuvo a cargo de fuerzas militares, como fue el caso de Lo Hermida, en Santiago, y Gómez Carreño, en Viña del Mar, que debieron soportar la brutalidad de efectivos del Ejército, en la primera, y de los infantes de Marina, en la segunda.

Sin embargo, los enfrentamientos más violentos tuvieron lugar en Santiago, principalmente en las poblaciones La Legua, Villa Olímpica y La Victoria, donde los pobladores chocaron aguerridamente con la policía, en las horas de vigencia del toque de queda.

Sin embargo, la protesta no solo se dejó sentir en los barrios populosos, sino también en los barrios más linajudos de la burguesía. En las autopistas hacia Las Condes y Vitacura, miles de conductores hacían sonar las bocinas de sus automóviles, imitando el grito de los manifestantes: "Y va a caer, y va a caer". Algún cronista de prensa, señalaría algunos días después, que hasta el empresario Javier Vial hizo sonar cacerolas desde la terraza de su penhouse.

Los incidentes en las poblaciones continuaron después de la medianoche, y al amanecer del día siguiente, habían más de 1.200 detenidos. El toque de queda no había tenido ningún efecto práctico sobre las manifestaciones.

Con la Tercera Protesta, llega a su fin la primera etapa de estas jornadas, que se caracterizaría por la espontaneidad, residiendo su resultado en la creatividad y precaria organización de las multitudes, donde cada cual tenía sus propias características, su propia forma de encarar las tareas e implementarlas, con recursos provenientes del aporte de los mismos participantes. Era un andamiaje de la cual, trataremos de establecer un cierto patrón.

Convocada la protesta, la primera tarea era la propaganda. Esta se llevaba a cabo con rayados murales y con panfletos. Para los rayados se compraba pintura de tipo spray, o simplemente brochas y pintura en polvo, que debía mezclarse con agua. Algunas veces para tener pintura spray, se confeccionaban algunos de un modo rudimentario, reutilizando envases spray de otro origen (laca para el pelo, insecticidas, etc), que eran recogidos de la basura, utilizando un mecanismo de rellenado con pintura con válvulas de bicicletas.

El rayado de muros se hacía, preferentemente, entre las 20:00 y las 22:00 hrs, cuando aún había gente circulando en las calles, lo que facilitaba la evasión, o de madrugada, entre las 05:30 y las 06:30 hrs, cuando los controles policiales se hacían menos probables, por las horas de cambio de turnos. Las consignas eran firmadas por los partidos de izquierda, según la filiación de los que efectuaban la actividad (PS, PC, MAPU, IC, MIR), o simplemente con la letra "R" dentro de un circulo, que significaba "Resistencia".

El lanzamiento de panfletos se hacía dentro de las mismas horas, pero, su confección era siempre diferente: impresos, fotocopiados, mimeografiados, xilográficos, y hasta hechos a mano con lápices bolígrafo.

Aparecían también periódicos populares, generalmente a dos carillas, dando una opinión política, o entregando instrucciones sobre como proceder. Su tiraje, en muchas ocasiones, era prácticamente simbólico: 100, 200 unidades. Era normal que cada coordinadora de pobladores tuviera su periódico. "Barricada", "Fuera Pinochet", "La Voz del Poblador", "Democracia", "El Popular", etc. eran algunos de los nombres más recurrentes. Algunos periódicos clandestinos de los partidos, aumentaron su tiraje, y podían encontrarse en algunas poblaciones: los comunistas "El Siglo" y "Democracia Ahora", o los socialistas "Unidad y Lucha" (almeydista) o "Pueblo" (Consenso), eran repartidos entre los sectores más organizados.

La segunda tarea era la organización de la protesta. En ese aspecto jugaron un rol decisivo la tuvieron las "coordinadoras de organizaciones populares" (COP), las que, a medida que la lucha se fue politizando, fueron reemplazadas por las "mesas de concertación social", las "mesas de izquierda" u otras denominaciones, según la constatación de las presencias organizacionales del sector poblacional.

Las COP estaban formadas por los distintos comités u organizaciones existentes en una población, equidistantes de las juntas de vecinos permitidas por el gobierno. Comités de cesantes, comités de vecinos sin casa, comités de derechos humanos, centros juveniles, etc. Todos estos se reunían, planificaban y dirigían la ejecución de los planes, y a través de ellos se expresaban los grupos políticos existentes en el lugar. Las más famosas en Santiago, fueron la Coordinadora de Pobladores Caro-Ochagavía, que existía desde 1982, y la COP-Pudahuel. La que perduró más en el tiempo fue la última, ya que la primera, luego de septiembre de 1983, vive un proceso de desintegración, producto de las disputas entre sectores controlados por el PC y el MIR, luego de la relegación de su presidente, el socialista Gustavo Meneses. Esos problemas se manifestaron en muchas COP, debido a la práctica sectaria de algunos grupos que pretendían hegemonizar las organizaciones de pobladores, y de esa manera, la conducción de la protesta en el sector.

La tercera tarea era preparar elementos para la protesta. Se juntaban neumáticos usados, para utilizarlos como obstáculos ardientes, y todo objeto para utilizarlos como obstáculos ardientes, y se fabricaban miguelitos, púas de alambrón para arrojar a las calles i romper los neumáticos de los vehículos. También se preparaban bombas molotov o bolsas de aserrín impregnadas con kerosene. Por último, tarros u otros objetos que permitieran producir ruidos. Algunos grababan ruidos en casettes, para ponerlos en equipos de música, con los parlantes hacia el exterior. Incluso, algunos ponían algunos de los himnos de la izquierda ("Venceremos", "El pueblo unido jamás será vencido", "La Marsellesa Socialista" o "La Internacional"). Los demás se improvisaba en el momento mismo.

Llegado el día de la protesta, la policía llegaba temprano, recorriendo las poblaciones, más como provocación que para prever disturbios. En otros caso, como en la población José María Caro, los carabineros y detectives de Investigaciones (policía civil), se refugiaban en sus cuarteles y no salían hasta el día siguiente. Los que sí aparecían durante la noche, eran patrullas de la fuerza aérea, ya que contigua a esa población estaba la base aérea de Cerrillos.

En la III Protesta, en la población José María Caro se efectuó un mitin, organizado por la Coordinadora Caro-Ochagavía, que reunió más de cinco mil personas, donde se efectuaron discursos y una marcha por el interior de la población, y la policía no se hizo presente. Lo propio ocurrió en el cruce de las avenidas Alameda y Las Rejas, en La Feria con Departamental, y en Egaña con José Arrieta.

En la memoria queda la sobrecogedora sensación del ruido, envolviendo Santiago, las explosiones y estampidos, de las bombas lacrimógenas, de las armas de fuego de la policía, de los militares, o de los civiles que se desplazaban en autos, disparando contra los manifestantes. En torno a miles de barricadas ardientes, miles de pobladores desafiaban el terror de la represión, elevando sus coros hacia la bóveda nocturna que envolvía la ciudad. Y un estribillo gigantesco expresaba la voluntad de lucha: "¡Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar!".

El valor demostrado por miles de jóvenes, mujeres y pobladores, enfrentándose a la policía y a patrullas militares, es un ejemplo de sacrificio y convicción democrática que jamás debiera olvidarse por parte de las generaciones posteriores.

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La insurgencia social contra Pinochet

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