LA PUGNA POLÍTICA La insurgencia social contra Pinochet . Sebastián Jans

La realidad de los partidos políticos   

Los agrupamientos políticos de la oposición 

La confrontación política antes de mayo de 1983

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LOS PARTÍDOS POLÍTICOS.

La dictadura, apenas tomó el control del poder, disolvió el Congreso Nacional, prohibió la actividad política, puso fuera de la ley a los partidos de la Unidad Popular, mientras, los partidos que se habían opuesto a Allende, fueron declarados en receso. El Partido Nacional optó por la autodisolución. Empero, el receso político no fue acatado por todos. Unos actuaron de manera superestructual, como referentes de opinión o propuestas de estudio. Otros se fueron a la clandestinidad. Pero, también hubo de aquellos que se fueron a hacer política oficial, como funcionarios del régimen.

Para saber con más precisión lo que ocurre con los partidos políticos, previo a la protesta social contra Pinochet, analizaremos su curso a partir de 1973, para entender los acontecimientos posteriores.

La derecha.

La derecha chilena, en 1973, se expresaba en los siguientes partidos: el Partido Nacional, la Democracia Radical, y el Frente Nacionalista “Patria y Libertad”. El Partido Nacional, el más importante de los tres, había sido el esfuerzo por reponer un partido conservador, luego del desastre electoral del sector en las parlamentarias de 1965, que dejó en la extinción a los viejos partidos de la derecha: el Liberal y el Conservador. Con los restos de esos partidos y sectores neo-nacionalistas, se formó el Partido Nacional, que, en su conducción, sería hegemonizado por dirigentes que provenían del sector nacionalista, con vinculaciones filo-nazis.

La cualidad más importante que había tenido el PN, era haber unido los intereses de la clase terrateniente (conservadores), de los grandes intereses financieros y comerciales (liberales) y de la burguesía media (Partido de Acción Nacional), desarrollando una propuesta común, que se materializó en un programa llamado de “Nueva República”, evocativo del portalianismo y el montt-varismo del siglo XIX, es decir, de la república aristocrática y autoritaria.

La necesidad de una presencia política de derecha potenció al partido, donde se mezclaron políticos de tradiciones democráticas de derecha con agresivos autoritaristas y desconfiados de la democracia. El proceso político, marcado por la polarización, les dio la manija a estos últimos, que formaron brigadas de choque (Comandos Rolando Matus) y se vincularon a una escalada claramente confrontacional contra el gobierno de Frei Montalva, y, luego, definitivamente conspirativa, contra el gobierno de Allende.

Al sobrevenir la dictadura, la dirección encabezada por Sergio Onofre Jarpa determinó autodisolver el partido, llamando a apoyar al nuevo régimen. Esa decisión provocó gran malestar en los sectores más politizados del Partido Nacional, con más tradición republicana, cuestión que se reflejará 10 años después, donde la derecha tomó cursos contradictorios frente a la contingencia política. Un sector, representado por Patricio Phillips y Engelberto Frías, era partidarios de mantener el partido. Otro, expresado en la personalidad aristocrática de Francisco Bulnes, aceptaba el receso, pero, proponía cierto rol partidario en apoyo al régimen militar. Jarpa, sostenía la conveniencia de apoyar al régimen sin organización partidaria y refundar un movimiento más amplio cuando el rol de los militares concluyese.

Con el paso del tiempo, varios dirigentes el PN asumen tareas de gobierno o funciones asesoras (Jarpa, Bulnes, Diez, Barahona, etc.). Sin embargo, muchos de los que fueron dirigentes intermedios o provinciales, al cabo de algunos años, comienzan a manifestar su descontento con Pinochet, especialmente, aquellos relacionados con la actividad agrícola. En 1980, se advierten manifestaciones concretas de oposición a las políticas del régimen. En Temuco, miles de litros de leche son derramados en la Plaza de Armas de la ciudad, en protesta contra el gobierno. A fines de 1982, Carlos Podlech, presidente de los agricultores trigueros, es expatriado a Argentina.

Así, no fue extraño que, en enero de 1983, un grupo formado por 9 ex diputados del PN, declaraban que se organizarían en el futuro “para recomendar, después de un debate serio, las soluciones que estimamos que el país requiere, a fin de salir de la encrucijada política y económica en que se encuentra”. Este intento de ruptura del receso político, fue abortado por la expresa intervención del entonces Embajador de Chile en Argentina, Sergio Onofre Jarpa, que viajó especialmente a Santiago, para desarticular la iniciativa, con el apoyo de Pedro Ibáñez, otro ex dirigente y ex parlamentario del PN.

A ese frustrado conato, le siguen dos nuevos intentos de reagrupar políticamente a los nacionales: el Frente Constitucional por la Democracia y el Comité de Acción Cívica. Los acontecimientos de 1983, a partir del derrumbe del receso político que producen las jornadas de protesta, llevarán a la formación del Movimiento de Unidad Nacional (MUN), encabezado por Andrés Allamand, con el apoyo del jarpismo.

En sentido paralelo, sin embargo, entre ex dirigentes del liberalismo, tales como Hugo Zepeda, Julio Subercaseaux y Armando Jaramillo, a fines de 1982, se venían sosteniendo abiertas críticas al gobierno, que confluyeron en la determinación de formar un partido que llamarán Derecha Republicana, el que se convertirá en el primer referente de esa corriente que romperá el receso político.

La Democracia Radical, fracción derechista del viejo tronco radical, escindida en el proceso eleccionario de las presidenciales de 1970, aceptó el receso impuesto por los militares. Uno de sus principales dirigentes, Julio Durán Newman, apoyó fervorosamente el golpe militar pero, con el tiempo, optó por “un apoyo crítico”. A fines de 1983, un grupo de sus ex dirigentes, encabezados por Angel Faivovich, trataría de reflotar el partido, pero, la historia había dado ya cuenta de ellos.

El Frente Nacionalista “Patria y Libertad” se autodisolvió formalmente en septiembre de 1973, aunque, subterráneamente siguió contribuyendo a la persecución de los partidos de izquierda. De hecho, una significativa cantidad de sus militantes trabajaron para la DINA. En los mismos días del golpe formaron parte de comandos y partidas contra militantes de la izquierda. Uno de ellos, el “Comando Miraflores”, escuadrón integrado por militantes del FNPL y oficiales de la Armada, funcionó en Viña del Mar y Valparaíso durante los primeros meses de la dictadura con ese propósito represivo.

En las filas del FNPL estuvieron expresados el nacionalismo, personificado por Pablo Rodríguez Grez y Roberto Thieme, y el gremialismo, incubado en la Universidad Católica, cuya figura más relevante era Jaime Guzmán Errázuriz.

El nacionalismo de “Patria y Libertad” era de proveniencia social media. Sus raíces doctrinarias se encuentran en los movimientos filofascistas de los años 1930 y 1940, que, a través de efímeros grupos, encauzaron la propaganda de sus postulados en ciertas circunstancias que favorecieron su rebrote. Pese a su aporte al derrocamiento de Allende y a su proximidad con los organismos de inteligencia de la dictadura, su peso e importancia en las decisiones políticas de la dictadura, pronto se diluyeron y no llegaron a tener una significativa gravitación. No pasó mucho tiempo para que el nacionalismo se desarticulara como opción política válida, en la correlación de fuerzas que dio apoyo a la dictadura. El papel de sus líderes no tuvo más significación que la de cortesanos en torno a la figura del dictador, o como coadyuvantes en la guerra sucia contra los opositores.

Desarticulado el FNPL, sus miembros más doctrinarios se reorganizaron en centros de estudios o comités cívicos. En 1983, habría una rearticulación del discurso nacionalista, en torno al MAN (Movimiento de Acción Nacional), donde confluyeron Pablo Rodríguez Grez, Carlos Cruz-Coke, Federico Willoughby, Gastón Acuña, Benjamín Matte y otros exponentes de una filiación política que estuvo siempre ligada a los organismos de seguridad y a la defensa legal de los esbirros de Pinochet.

Otro exponente del nacionalismo, Sergio Miranda Carrington, organizará junto a agentes de la CNI, dirigidos por Alvaro Corvalán, el grupo Avanzada Nacional. Miranda tenía estrechos nexos con organizaciones fascistas de Europa, tales como Fuerza Nueva de España, Guardia de Hierro de Rumania, el Movimiento Social Italiano, y el grupo ultraderechista francés que dirigiera Alain de Beuoit.

El gremialismo, en tanto, había surgido de las aulas de la Universidad Católica, en las luchas contra la Reforma, y habían adherido a la candidatura conservadora de Jorge Alessandri, en las elecciones de 1970. En el gobierno de la Unidad Popular se vincularon al FNPL, donde no tuvieron relaciones estables con el nacionalismo, de corte menos religioso en su visión política. De hecho, una de las características del gremialismo era cierto integrismo religioso, que lo relacionará inevitablemente con el Opus Dei.

A poco de andar, se advierte que ganan posiciones en el régimen dictatorial, de la mano de los Chicago Boys, y muchos de sus integrantes aparecen como la cara civil de la dictadura, en niveles intermedios de la gestión de gobierno. Serán ellos los que organizan el Frente Juvenil de Unidad Nacional y se vinculan en la gestación de la nueva institucionalidad, que servirá de marco para la Constitución de 1980. De ese modo, el gremialismo se convertirá en la expresión de la nueva derecha, ligada al proyecto fundacional del pinochetismo.

En 1982, dan vida al Movimiento Nueva Democracia, liderado por Javier Leturia, donde se expresa la voluntad de formar un partido político, proceso que culminará en septiembre de 1983, con la formación de la Unión Democrática Independiente.

El centro.

Al hablar del centro político, en la historia chilena del siglo XX, existen solo dos corrientes políticas realmente relevantes: el radicalismo y la democracia cristiana.

El Partido Radical, en el momento del golpe militar, era una colectividad política con un siglo de existencia, que, a partir del año 1964, comienza a vivir una acelerada pérdida de presencia electoral, en la medida que la democracia cristiana se consolidó como el partido mayoritario de la escena política chilena. La expulsión del sector pro-derechista de Julio Durán, previo a las elecciones presidenciales de 1970, lo habían debilitado aún más en su posición centrista, al izquierdizarse en torno a la naciente Unidad Popular.

En 1972, una nueva crisis provoca que los dirigentes más expresivos del centrismo (Bossay, Baltra y otros), abandonen el partido para dar forma al Partido de Izquierda Radical (PIR), que se sumará a la oposición contra Allende.

Instaurada la dictadura, el PR sufre la suerte de los demás partidos de la Unidad Popular, mientras el PIR acata el receso político. Sin embargo, al poco tiempo, miembros de este último radicalismo aparecen vinculados  a opiniones críticas a la dictadura, a través de centros de estudios, y comenzarán a trabajar la perspectiva de dar forma a un partido socialdemócrata. El PR, en la clandestinidad, afirmará una posición centrista, bajo la conducción de Orlando Cantuarias, que será continuada por Manuel Rioseco, que, al ser reemplazado por Olaf Liendo, volcará nuevamente hacia la izquierda. Le sucederá Enrique Silva Cimma, que asumió una posición de acercamiento hacia los otros sectores radicales.

Hacia 1983, en el PR habían distintas posiciones: Anselmo Sule, encabezaba la línea de izquierda; Aníbal Palma sustentaba la idea de la “convergencia socialista”, junto al sector de Víctor Manuel Rebolledo; Orlando Cantuarias representaba la opinión centrista, mientras Enrique Silva Cimma aparecía en posiciones más derechistas, buscando sociedad con Angel Faivovich.

Los años 1960, en tanto, fueron el momento histórico de la ascensión al poder de la Democracia Cristiana, bajo el liderazgo de Eduardo Frei Montalva, y a la condición de partido mayoritario. Sin embargo, las contradicciones en su interior serán la causa de su incapacidad para mantenerse en el poder, por un segundo mandato, lo que provocará que su candidato, Radomiro Tomic, terminara tercero, el último lugar, en las elecciones presidenciales de 1970.

El PDC inicialmente ayudó a resolver constitucionalmente el acceso de Allende al poder, pero, un año después encabezaba la oposición. El fracaso de las negociaciones entre el Presidente Allende y Patricio Aylwin, presidente del PDC, creará las condiciones para el golpe de los militares. Producido el golpe, la directiva del PDC y Frei Montalva justificaron el golpe. Pese a ello, el 13 de septiembre, dos días después del golpe militar, un grupo de destacados dirigentes condenaban la intervención militar y el derrumbe constitucional, entre los cuales habían líderes históricos: Radomiro Tomic, Bernardo Leighton, Renán Fuentealba, entre otros.

Entre 1973 y 1975, se mantuvo la presidencia de Aylwin, quien no varió la justificación del golpe, aunque se fue produciendo una distanciación respecto de la acción de la dictadura, sobre todo al comprobar las violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Al asumir Andrés Zaldívar la dirección del partido en receso, se impone una línea más profundamente independiente, que evoluciona hacia una línea de oposición evidente, que, con la llegada de Gabriel Valdés, se hará franca y activa.

Entre la declaración de los 13 y la llegada de Valdés, se desarrollarán contradicciones internas que pusieron en grave riesgo la unidad DC. Estas se acentuarán a partir de 1975, ante la proclividad de algunos al llamado del Partido Comunista a formar un Frente Amplio. De la misma forma, ante la colaboración de hecho que se produce entre distintos personeros DC y la izquierda, en la lucha por los derechos humanos.

Sin embargo, hubo hechos que permitieron sortear las contradicciones entre los renuentes a oponerse a los militares y los que estaban derechamente enfrascados en la lucha contra la dictadura: la muerte de Frei Montalva, la expulsión del país de Jaime Castillo Velasco y, luego, de Andrés Zaldívar; el paulatino viraje del PC a posiciones insurreccionales, y la política de alianza hacia los socialistas, impulsada por la DC y el PS italianos.

Cuando Andrés Zaldívar fue expulsado por orden de Pinochet, quedó Tomás Reyes a la cabeza del partido en forma transitoria, produciéndose la muerte de Frei Montava en ese periodo, factor que influirá para el perfilamiento de Valdés como figura de consenso. Así, en 1982, es elegido presidente quien fuera el único Ministro de Relaciones Exteriores que aquel tuviera en su gobierno. Junto a él se impone la línea de “movilización social” que promovía Jaime Cstillo, quien “critica la imagen de un partido de centro, necesariamente conservador, y más bien administrador del espacio político, y propone un partido de vanguardia, capaz de entenderse a través de la movilización social y en la base, con otras corrientes políticas” (Arturo Navarro, Revista APSI, abril 1984). De allí en adelante, la DC no se referirá al régimen de Pinochet como “régimen autoritario” sino como “dictadura”.

La izquierda.

Los partidos de izquierda habían sido los protagonistas del gobierno de Allende, con la sola excepción del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que había brindado un apoyo crítico al gobierno, marginado de la Unidad Popular. Producido el golpe militar, serán objeto de la más violenta represión. Sin embargo, desde el primer momento, iniciarán sus esfuerzos de reorganización, lo que aumentó, por cierto, la intensidad represiva.

El Partido Comunista, luego de los primeros embates de la represión, logró recomponer una conducción clandestina, manteniendo una mejor eficiencia que los otros partidos clandestinos, pese a perder dos direcciones completas en manos de la DINA. Su primera propuesta a las fuerzas políticas fue el Frente Amplio Antifascista, la que no tuvo la acogida esperada de parte del PDC, llevándolo a plantearse, a partir del Pleno de 1977 una “perspectiva de insurrección de masas” (PIM), a la que se opone el sector sindical y la vieja guardia de dirigentes intermedios.

Sin embargo, la realidad internacional lleva al PC a plantear, en septiembre de 1980, a través de su Secretario General, Luis Corvalán, que “el fascismo es el que crea una situación frente a la cual el pueblo no tendrá otro camino que recurrir a la violencia aguda, para defender el derecho al pan, a la libertad y a la vida”. Era el inicio de la política de Rebelión Popular, que tendrá en la dirigencia joven a sus principales portavoces. De alguna manera, la situación internacional, producida por el enfriamiento de las relaciones entre EE.UU. y la URSS, gobernadas por Ronald Reagan y Yuri Andropov, respectivamente, que habían provocado el fracaso de las negociaciones SALT, incrementaban la potencialidad de conflictos menores en las zonas de influencia de esas potencias.

El PC iniciaba los años 1980, con la determinación de promover una política de rebelión, que no será del todo aceptada por sus viejos cuadros, y por aquellos que estaban más vinculados a las organizaciones sociales y de derechos humanos, es decir, los elementos más activos del partido, que le daban presencia en el país.

El Partido Socialista, vivió la división a partir del primer momento en que se inició la reconstrucción orgánica. La dirección oficial sufrió los duros embates de la represión, en medio de profundas discrepancias frente al análisis de la derrota, producto de lo cual, fueron surgiendo las causas de una profunda división que se hará efectiva ya en 1874, cuando aparecen estructuras partidarias paralelas (Coordinadora Nacional de Regionales, Dirección para el Consenso), y referentes direccionales que se descuelgan del Comité Central oficial, como es el caso del anicetismo (Aniceto Rodríguez), el Grupo Carta 68 (motejados de “suizos”), el renacer del ampuerismo, hasta culminar con la crisis de Berlín, que produce la ruptura entre Altamirano y Almeyda.

En abril de 1979, se produce un primer intento unitario entre el anicetismo, el ampuerismo y el Grupo para el Consenso, que fracasaría posteriormente. Poco después se generaba el Comité de Enlace Permanente, instancia de aproximación entre el altamiranismo, el anicetismo, el ampuerismo, los “suizos” , el Grupo para el Consenso y un sector del almeydismo. El CEP creará las condiciones para un Acta Unitaria el 19 de abril de 1983, constituyéndose un Comité Central paritario del socialismo que suscribirá el Manifiesto Democrático y la Alianza Democrática, respectivamente.

El almeydismo optará por quedar vinculado estrechamente al PC, como su aliado incondicional, a partir de los acontecimientos de 1983 en adelante.

El MIR quedó desmantelado organizacionalmente, producto de la represión y de la muerte de su líder histórico, Miguel Henríquez. A pesar de ello, logró mantener alguna base de trabajo testimonial en poblaciones y universidades, que actuaban con muy poca coordinación. Dirigentes en el exilio buscaron introducir en el país algunos cuadros militarizados, que, en su gran mayoría, murieron emboscados por los organismos de seguridad. Con el tiempo, sus militantes ilustrados del exilio, variaron hacia la convergencia socialista, mientras, los sectores más proletarizados en el país, buscaron la alianza con el PC en el contexto de las organizaciones sociales de base y de las acciones de protesta.

Respecto de los partidos menores de la Unidad Popular – Izquierda Cristiana, MAPU y MAPU Obrero-Campesino -, estos vieron partir a sus principales dirigentes hacia el exilio, donde se relacionaron con las estructuras que la Unidad Popular mantuvo en los primeros años fuera del país. Producidas las contradicciones en el exilio, suscribirán a las propuestas del PC o del convergencismo socialista. A inicios de los 1980, en su mayoría apostaban sus cartas a la política de alianzas con la DC.

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La insurgencia social contra Pinochet

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