HACIA EL REFLUJO OPOSITOR La insurgencia social contra Pinochet . Sebastián Jans

La devaluación de septiembre de 1984   

Las lecciones del pueblo   

El sueño dorado del mocloismo

Un abrupto desenlace

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LAS LECCIONES DEL PUEBLO.

Producto del llamado de la Alianza Democrática para la movilización de los días 4 y 5 de septiembre, se constituyó el comando único para la protesta, que fue integrado por la propia AD, el Movimiento Democrático Popular, el Bloque Socialista y el Comando Nacional de Trabajadores.

Este comando fue el encargado de preparar el instructivo y poner en marcha una organización que adquirió grandes proporciones, que pronto enfrentó una violenta campaña de amedrentamiento, por parte de los organismos de seguridad de la dictadura. En Santiago, Concepción, Valdivia y Los Ángeles, se llevaron a cabo supuestos “enfrentamientos” donde fueron eliminadas 9 personas, de la forma más obvia, para que el mensaje fuera lo más explícito posible. Pero, ello no impidió la expresión de protesta nacional.

Esta comenzó en las universidades, en la mañana del día 4. En la Universidad de Atacama (Copiapó), mientras se efectuaba un acto estudiantil, agentes del gobierno ingresaron disparando, provocando la muerte de un estudiante y del jefe zonal de la CNI, que se encontraba infiltrado entre los estudiantes. Al mediodía, en la Plaza de Armas de Santiago, se desató una violenta represión, que sobrevino en los momentos en que una muchedumbre cantaba el himno nacional, siendo varios dirigentes agredidos, entre ellos, Rodolfo Seguel y Andrés Zaldívar.

Al anochecer, las poblaciones fueron escenario de grandes manifestaciones y miles de barricadas y fogatas obstruían el tránsito. Ello provocó enfrentamientos en casi todo el cordón periférico de Santiago, siendo los más violentos en el sector de las avenidas San Gregorio y Santa Rosa, en la parte sur de la ciudad, así como en las poblaciones La Faena y Nuevo Amanecer. En provincias, en las poblaciones de Achupallas, en Valparaíso, y Laso Vergara, de Ancud, se registraron violentos enfrentamientos, entre pobladores y uniformados.

En la Población La Victoria, en Santiago, durante todo el día hubo un sostenido hostigamiento policial contra los pobladores. Parapetados tras unos muros de adobe, que lindaban un antiguo basural, los carabineros disparaban sin motivo alguno contra la población. Esa acción produjo la muerte del poblador Hernán Barr ale s, durante el día, asesinado por un carabinero de la dotación de la Tenencia “Carlos Valdovinos”. En la noche otro carabinero abrió fuego contra la casa parroquial católica, dando muerte al sacerdote francés Andrés Jarlán, crimen que conmocionaría al país.

De esta manera, el día 5 se transformó, antes que en un acto de protesta contra la dictadura, en un acto contra los crímenes, y miles de cirios encendidos en las calles y esquinas de las poblaciones y barrio, fueron la más vehemente expresión de repudio contra la impune acción de los agentes de Pinochet.

La gran jornada de protesta del 4 y 5 de septiembre de 1984, culminó con un saldo de nueve muertos y centenares de heridos, y con una voluntad popular proclive a la movilización social.

Pero, nuevamente, la oposición ignoró las señ ale s. El 30 de octubre se llevó a efecto la última gran movilización de 1984, consistente en una huelga general, incluso fue boicoteada por la Alianza Democrática. En ese momento, el encandilamiento con el “pacto constitucional” y las promesas norteamericanas de presionar a Pinochet fueron más convincentes.

La huelga sobrevino casi por inercia, como resultado de la fuerza que tuvo la jornada del 5 y 5 de septiembre, teniendo como convocante al Comando Nacional de Trabajadores, que asumió la responsabilidad con muchas dudas, producto de las presiones que debieron enfrentar los dirigentes demócratas cristianos.

El comando de la huelga general, del cual se restó la AD, llamó a una protesta previa para el día 29, a fin de crear las condiciones para un éxito total el día 30. La AD hizo la precisión que la jornada del 30 era “de los trabajadores”, y que rechazaba una protesta masiva para el día previo. La UDT, dirigida por Ríos y Flores, fue aún más allá, pues se restó a la convocatoria del 30, señalando que iba a ser solo “una huelguita”. Aún con esas ambigüedades, la CNI no tuvo contemplaciones: el 18 de octubre, el dirigente de la Democracia Cristiana de Coquimbo, el camionero Mario Fernández, era torturado hasta provocarle la muerte.

El día 29, contra todas las dificultades, hubo protesta. Sus escenarios fueron las universidades y las poblaciones, sin embargo, de un nivel moderado. Sin embargo, efectivamente, creó las condiciones para la jornada de huelga general del día 30.

Al amanecer de ese día, la locomoción colectiva fue impedida de circular por piquetes de pobladores, pese a la gran custodia militar. A las 10 de la mañana, en los barrios de Santiago no circulaban vehículos y miles de personas gritaban en las calles contra la dictadura. En varios sectores hubo violentos enfrentamientos con las fuerzas represivas. Al mediodía, todas las princip ale s ciudades del país estaban paralizadas. En las primeras horas de la tarde, se conocía la existencia de muertos y muchos heridos.

En Santiago, el sector más candente fueron las poblaciones del sector Grecia con Américo Vespucio. En provincias, las ciudades donde se registraron choques con las fuerzas represivas más significativos, fueron Arica, Viña del Mar, Valdivia u Castro. En Purén, algunos fundos ocupados por indígenas que reclamaban la restitución de tierras.

A mediodía, la imagen de Santiago era imponente, donde era posible ver miles de personas protestando en la calles y por toda la ciudad, enfrentándose a la policías y militares. Era la mayor expresión de protesta social desde que se habían iniciado las movilizaciones contra la dictadura. Pero, lejos de lo que pudiera pensarse, no eran masas insubordinadas o multitudes incontroladas, sino que reinaba la discip lina y se reconocían los liderazgos de los dirigentes loc ale s. Cuando sobrevino el pillaje del lumpen, este fue rechazado e incluso enfrentado y controlado por los mismos pobladores. Cuando se produjeron enfrentamientos con la policía o los militares, fue producto de la acción provocadora de éstos últimos.

En algunos casos, se estableció acuerdos entre la policía y los líderes de base, para evitar enfrentamientos. Un ejemplo de ello, fue la negociación para que fuera detenido el propietario de una panadería, en avenida Departamental, en Santiago, que había disparado contra un joven, provocándole la muerte, mientras este protestaba en el lugar. El intento de linchar al propietario de algunos, fue refrenado por los líderes del comando de huelga del sector, y se parlamentó con la policía, para que este fuera detenido y puesto a disposición de un juez.

No eran los más exaltados los que salieron a la calle ese día, sino los trabajadores, los pobladores, las dueñas de casa, los estudiantes, las clases medias, y una parte importante de la burguesía, que favoreció las condiciones para la huelga general, favoreciendo el ausentismo laboral.

Al concluir la jornada, se lamentó la muerte de 11 muertos, cifra mesurada, considerando la virulencia de las fuerzas represivas y la alta presencia militar en las ciudades, desplegadas con la clara intención de provocar una matanza de opositores.

Aquella huelga general, sin duda, fue la movilización culminante del proceso de insurgencia vivido entre 1983 y 1984. Las cifras de víctimas de la represión, en ese segundo año de protestas, fueron importantes: 78 muertos, 22 de ellos en supuestos enfrentamientos; 40.600 detenciones por motivos políticos; 700 relegaciones a distintos puntos del país; 237 denuncias de torturas; 1.500 denuncias por tratos crueles a detenidos; 1.598 denuncias de amedrentamiento por organismos de seguridad.

A fines de noviembre, debía realizarse una nueva jornada de protesta, convocada en forma apresurada dos semanas antes, pero, las condiciones de organización fueron muy inadecuadas, en un momento muy inadecuado: las poblaciones estaban siendo allanadas en forma masiva, previo ocupamiento militar de ellas. Poblaciones como La Victoria y los campamentos Cardenal Silva Henríquez y Cardenal Fresno, fueron escenario de operativos militares propios de aldeas vietnamitas, durante la intervención norteamericana, con helicópteros rasantes, que dejaban en tierra a comandos con traje de mimetismo y las caras pintadas. Los más importantes dirigentes de base, estaban relegados en distintos y distantes lugares del país, mientras otros debieron clandestinizarse. Las dirigencias nacion ale s estaban enfrascadas en otras perspectivas de diseño político. Se imponía un clima de temor y retrocesos. En la protesta de noviembre, sin embargo, hubo barricadas y manifestaciones en Santiago, Valparaíso y Concepción, pero, muy reducidas en relación a todas las anteriores.

Un nuevo y apresurado llamado a protestar en diciembre tuvo los mismos magros efectos, y no contó con acuerdo político para ello. El periodo de insurgencia social llegaba a su fin, pero, sus efectos políticos seguirían produciéndose en el futuro, inevitablemente.

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La insurgencia social contra Pinochet

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