MILITARES CHILENOS.LA DELIBERANTE DECADA 1924-1933.
2. La composición social de las FF.AA. a principios del siglo XX.
Vicealmirante Patricio Lynch Uno de los más sobresalientes marinos chilenos. Jefe de las fuerzas de ocupación en Perú, durante la Guerra del Pacífico. Algunos historiadores peruanos lo han calificado como el "último virrey del Perú", por los amplios poderes con los que gobernó a ese país. |
A inicios del siglo XX, el carácter de la economía chilena estaba determinado dentro de un ordenamiento internacional subordinante, dominado por las potencias europeas, que provocaba la dependencia de los países que seguían aferrados a sociedades agrícola-pastoriles. Frustrado el emergente proceso de industrialización que se había insinuado en el gobierno de Balmaceda, la estructura económica se caracterizaría por un sistema de subsistencia y por la dependencia financiera, especialmente de Inglaterra. La única fuente generadora de intercambio comercial era el salitre, riqueza que, en gran medida, pertenecía a capitalistas extranjeros (ingleses, norteamericanos, alemanes).
La estructura social del país estaba claramente dominada por un reducido número de familias, que controlaban sin contrapeso la economía y la política chilena, y cuyo número no era superior a 60, correspondiendo a las mayores fortunas, las unas, provenientes de la aristocracia terrateniente formada en la Colonia española, y las otras, de la ya consolidada burguesía minera y comercial, que había surgido con las bonanzas de la plata, en Copiapó - a mediados del siglo XIX -, y del salitre, después de la Guerra del Pacífico.
Estas 60 familias correspondían al núcleo dirigente del estado de compromiso liberal-conservador, recompuesto después de la guerra civil, que se turnaba en el control del gobierno, y administraba sin contrapeso el régimen parlamentarista, consolidado después de la pugna con el presidencialismo, representado por los balmacedistas derrotados en 1891.
En el otro extremo social, el campesinado constituía porcentualmente la gran mayoría de la clase trabajadora (1), siendo seguido por los vastos estratos proletarios no obreros - trabajadores de servicios, artesanos pobres - y, en tercer lugar, la aún pequeña clase obrera.
Entre el grupo hegemónico y las clases trabajadoras, se encontraba una burguesía media de propietarios, bastante numerosa en comparación con la burguesía minera y comercial, e incluso comparada con la clase terrateniente. La clase media típicamente tal (altos funcionarios públicos y privados) y la pequeña burguesía (profesionales, pequeños propietarios e intelectuales), constituían los demás estratos sociales que constituían la conformación socio-económica chilena del Centenario, tan bien descrita por la pluma corrosiva de cronistas tales como Alejandro Venegas Carus y Tancredo Pinochet Le Brun.
La oficialidad de la Armada nutría sus cuadros de la clase terrateniente, la gran burguesía y, en menor escala, de la burguesía media, considerando que aquella rama armada ofrecía una posibilidad de tener una carrera militar con mas status social, y que daba un pasar similar al de la burguesía media. Con fuerte influencia británica y rasgos aristocráticos, la Armada respondía a un liderazgo de hecho sobre las otras fuerzas armadas (el Ejército y el Cuerpo de Carabineros). Heredera de sobresalientes glorias militares de la entonces aún cercana Guerra del Pacífico, correspondía a una especie de elite militar marginada de toda cuestión contingente de carácter nacional. En sus buques e instalaciones navales parecían estar ausentes de toda vinculación con la realidad social del país.
El cuadro de oficiales del Ejército, en cambio, provenía exclusivamente de la burguesía media, de la clase media y de la pequeña burguesía, y su status social era muy inferior al de la Armada, a pesar del boato prusiano que gustaban mostrar en su presencia pública. Sólo sus oficiales generales podían exhibir un rango social mas alto, lo que no ocurría con el grueso de la oficialidad. Debemos tener presente que, de alguna manera, el Ejército constituía en aquellos años, una suerte de profesión de consuelo o sustitutiva de otras aspiraciones no alcanzables, como, por ejemplo, ingresar a la Armada, tener un título profesional o acceder a algún cargo en la administración pública.
Muchos oficiales provenían de familias de emigrantes europeos, que habían llegado al país a hacerse un futuro mejor, y que, con ejemplar laboriosidad, habían logrado un nivel de vida medio, ya fuera como agricultores, profesionales, comerciantes, artesanos, etc. Una cantidad mayor correspondía a descendientes de criollos que habían logrado subir en la escala social por medio del comercio o de la administración pública o privada. Cuando ocurría el primer caso, se trataba de oficiales cuyas familias estaban en su mayoría en ciudades provincianas, tales como Valparaíso, Copiapó, Concepción, o de las zonas de colonización en el sur. En el segundo caso, mayoritariamente, las familias eran de Santiago o de la zona central del país.
En muchos casos, quienes habían llegado a oficiales del escalafón regular del Ejército, era producto de un fracaso en la Escuela Militar, establecimiento que servía de base para conseguir otros títulos profesionales por la excelencia de su plan de enseñanza científica. En otras situaciones, la Escuela Militar, inicio de una carrera profesional muy poco envidiable, significaba una especie de sanción para los hijos conflictivos de las familias de extracción media. De allí que, a fin de subir el prestigio social de la carrera militar, los directores de la Escuela Militar, debían señalar reiteradamente, que aquella no era "un establecimiento de corrección o reformatorio, como erróneamente puede suponerse" (2).
Aún así, la carrera de oficial de Ejército no significaba un destino atractivo, como podía ocurrir con la Armada y la magia del mar. Llegó un momento en que hubo tal crisis vocacional - especialmente entre 1910 y 1912 -, que el gobierno se vio obligado a llenar vacantes del escalafón de oficiales, a través de un curso especial de 18 meses, en circunstancias que el curso regular tenía una duración de 5 años. El coronel Guillermo Chaparro, Director de la Escuela Militar, explicaba la medida porque "la necesidad de Oficiales es tan apremiante, se ha dispuesto aceptar en la Escuela a jóvenes cuyos estudios en los liceos o exámenes en la Universidad, correspondan a los del último año de la Escuela Militar" (plan de enseñanza científico-humanista), a fin de dedicar el año y medio de instrucción solo en lo referente a la preparación específicamente militar (3).
En 1896, la fuerza efectiva del Ejército estaba compuesta por poco mas de 6.000 hombres, entre oficiales, suboficiales y personal de planta, lo que correspondía a un 0,2% de la población, cuya misión fundamental estaba destinada a eliminar fundamentalmente los brotes de agitación obrera. Sin embargo, pese a que la estabilidad política descansaba en la represión de la efervescencia social, ello no significó que los militares tuvieran un tratamiento especial dentro de los empleados fiscales, como era el caso de los funcionarios públicos de naturaleza política. Por el contrario, muchos militares, por no decir la gran mayoría, enfrentaban un destino de extrema modestia, y cuando debían acogerse a retiro o en el caso de militares fallecidos, la indigencia se manifestaba con crudeza en sus familias, tanto a nivel de oficiales como, con mayor razón, en el caso de los suboficiales y tropas.
Para paliar esa dura realidad, los propios militares crearon la Caja de Retiro del Ejército y Armada, y, algunos años mas tarde, la Sociedad de Cooperación Militar (1907), ésta última para poder enfrentar los gastos propios de la profesión, como eran los uniformes y otros elementos necesarios que se exigían para las galas militares, excesivamente onerosos de adquirir a los comerciantes habituales.
Analizando esa situación, el general Arturo Ahumada (4) señalaba que la oficialidad, "estaba penetrada de lo que pudiéramos llamar bienestar social, y comprendía la necesidad de que se dictaran leyes en ese sentido, no solo para el Ejército, sino para todo el país, leyes que no podían llevarse a la práctica sin la iniciativa gubernamental".
En un tercer nivel, dentro de las Fuerzas Armadas de la época, estaba el Cuerpo de Carabineros, fuerza para-policial y militar encargada de la vigilancia territorial y del resguardo interior del Estado, cuyos jefes provenían del Ejército, aún cuando esta fuerza tenía su propio escalafón. El cuerpo policial chileno que se conoce después de 1927, fue resultado de la fusión de ese contingente con la desorganizada policía entonces existente, dando paso a un solo organismo que mantuvo el nombre de aquella guardia territorial.
Socialmente, el Cuerpo de Carabineros de esa época, tenía el status mas bajo de las tres ramas, y, en cierta forma, aparecía dependiendo del Ejército, aún cuando su fuerza efectiva era bastante más considerable. Las condiciones socio-económicas que hacíamos presente respecto del Ejército, en éste caso se repetían y se agudizaban de manera radical.
De tal modo que, las fuerzas armadas, a principios del siglo XX, reflejaban en su interior las profundas diferencias que se manifestaban en la sociedad en que vivían. A pesar de ser representativas de una identidad nacional, de un país-Nación, y tener su génesis en la lucha emancipadora, las fuerzas armadas chilenas fueron exponentes de una sociedad con profundas discriminaciones y abismales diferencias, donde las manifestaciones de vida de la nacionalidad dejaban de corresponder a una integridad social-nacional, para terminar sosteniendo la expresión de un Estado al servicio de una oligarquía entronizada en el poder parlamentarista, que había hecho sucumbir las pulsaciones de una revolución democrática y liberal, que hubiese permitido zafarse de las ataduras del feudalismo y del despotismo aristócrata.
Producto de sus vinculaciones y orígenes sociales, la Armada fue realzada en sus glorias y en su rol en esa guerra y en su posterior compromiso con la sublevación congresista de 1891. El jefe de ella, Jorge Montt, incluso, fue designado Presidente de la República, después de la derrota balmacedista. Distinta fue la situación para el Ejército, que no actuó unitariamente a favor del Congreso insurrecto en la guerra civil, y, en realidad, se dividió a favor de uno y otro bando, quedando junto a Balmaceda los mas prestigiados jefes militares de la época. Comprobada su derrota y antes de asilarse en la legación argentina, el Presidente incluso pretendió declinar el mando en el general Manuel Baquedano, entonces en retiro, como un gesto de reconocimiento al jefe militar que había logrado las mayores glorias del Ejército.
Pero, no fue esa única oportunidad en que la preferencia de la clase oligárquica respecto de la marina se vio reflejada en un trato preferencial. De hecho, después del decisivo triunfo en las batallas de Chorrillos y Miraflores, y la consecuente ocupación de Lima, en la decisiva campaña de la Guerra del Pacífico, se dio el solapado retiro del jefe del Ejército, general Manuel Baquedano, del mando de las fuerzas de ocupación, designándose en esa función a un marino, Patricio Lynch, quien tomó el mando político y militar de las fuerzas chilenas en Perú. Por otro lado, el gran héroe nacional de aquella guerra, fue un marino (Prat), que murió en un combate, estratégicamente poco relevante, en circunstancias que hubo oficiales militares de mayor graduación que murieron en hechos militares de mayor importancia (vgr. Eleuterio Ramírez y Juan José San Martín), que jamás llegaron a ocupar el sitial mítico del audaz capitán muerto sobre la cubierta de un navío peruano, después de saltar hacia una muerte segura. Podrá decirse que aquel lugar Prat lo ganó en el alma del pueblo chileno, pero, no es menos cierto que como figura creció en el inconsciente colectivo de la oligarquía, antes que en el hombre común, que lo recibió en el proceso educacional.
Notas.
1. En 1920, la población rural constituía un 54% de la población chilena, que ascendía a un total de 3.700.000 habitantes.2.
Prospecto de Admisión de Aspirantes a Cadetes. Escuela Militar. 1923.3
. Llamado a cursos especiales de la Escuela Militar. 1910.4.
"El Ejército y la Revolución del 5 de Septiembre de 1924". Arturo Ahumada. Imprenta La Tracción, 1931. Santiago, Chile.Sebastián Jans ©