MILITARES CHILENOS. LA DELIBERANTE DECADA 1924-1933.

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1. La deliberación en el periodo de asentamiento del Estado chileno. 

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Militar chileno 1870

Hasta la Guerra del Pacífico, en la formación militar chilena influyó la escuela francesa. Previamente, ya se había producido el interés de algunos jefes militares, por hacer traer instructores de la escuela prusiana, lo que se hará efectivo a partir del gobierno del Presidente Santa María.

El periodo que abordaremos en las páginas siguientes, tuvo sus primeros vestigios en 1919, que se agudiza con los conflictos que se desencadenan entre el Presidente Arturo Alessandri y el Congreso, incubando un proceso deliberativo que solo llegará a su fin en la década siguiente. Durante ese proceso se consolidó el militarismo como expresión ideológica dentro de las instituciones militares, en medio de una profunda crisis institucional del Estado, con la de una gran depresión económica, y con la emergencia de las masas en la escena política.

Este proceso rompió con una tendencia histórica que se había establecido con la república pelucona (1), y cuyas raíces provenían de la determinación portaliana de poner fin a la anarquía institucional y al caudillaje militar post-independentista que tenía en los liberales como principales protagonistas. Apoyado por la aristocracia terrateniente, la única fuerza social capaz de establecer en esa época un proyecto de sociedad y un modelo institucional, Portales estableció las bases del poder civil y la función de los institutos armados subordinados a éste. Enconado enemigo de los caudillos militares no vaciló en crear un cuerpo civil armado, como lo hiciera Arturo Alessandri un siglo después, capaz de oponerse al ejército regular dominado por facciones políticas ajenas a la voluntad del gobierno.

Según Joxé (2), el periodo de nacimiento del ejército profesional, es el que va desde 1891 y 1920, vale decir, desde la guerra civil hasta el inicio de la crisis del régimen parlamentario oligárquico, que coincide con la crisis económica inmediatamente posterior a la Gran Guerra (1914-1918). Previamente considera dos etapas dentro del periodo no-profesional republicano: a) la etapa del equilibrio portaliano, entre 1833 y 1879,donde dominaría un "Estado civilista", y b) la etapa recodo, que se produce entre 1979 y 1891, donde Joxé advierte un cambio en el status de las FF.AA. dentro del Estado, producto de su rol en la Guerra del Pacífico, de la pacificación de la Araucanía y de su participación en la guerra civil. Es en este último periodo cuando surge la necesidad de traer especialistas e instructores, como veremos mas adelante, para modernizar el Ejército, toda vez que la Armada había enfrentado su modernización con antelación, factor que gravitará estratégicamente en la Guerra de 1879.

A mi modo de ver, efectivamente, en el sigo XIX, los dos periodos - no-profesional y profesional - se viven de manera muy nítida, aunque creo que la profesionalización comienza precisamente, desde el momento en que la fusión liberal-conservadora se consolida en el poder, ya que, lo que ocurre previamente, está marcado por la presencia de fuerzas armadas mas bien al servicio de la hegemonía conservadora, impuesta después de la derrota de los liberales en Lircay, y donde, objetivamente, no se puede hablar de un Ejército efectivamente nacional. En los hechos, la gestión del gobierno de Prieto y de su célebre Ministro Portales, apuntó a consolidar un poder armado que fuera capaz de impedir cualquier brote contra el régimen constituido por los terratenientes, para lo cual, minimizó al Ejército, creó una Guardia Nacional, y potenció la Armada, como expresión de una elite militar y social, con fuerte sello aristocrático.

Para el general Boonen (3) , "el genio de Portales" radicó en comprender el peligro que envolvía para el prestigio de la autoridad civil, la situación que se producía con jefes de unidades del Ejército que tenían el dominio absoluto sobre los cuerpos militares, en vista de lo cual, formó la Guardia Nacional, permitiéndole disponer de una fuerza "conque poner a raya las pretensiones de los caudillos". Junto con ello se reestructuró la Escuela Militar y se reorganizó el Ejército, estableciéndose la futura enajenación de los militares respecto de la contingencia política, quedando establecido su desempeño en un ámbito exclusivamente castrense, al revés de lo que ocurrió en la mayoría de las jóvenes repúblicas de América Latina, donde el caudillismo militar fue la causa de la inestabilidad y de innúmeros conflictos políticos.

En el mismo sentido se pronuncia el general Francisco Javier Díaz (4), quien también señala como fundante de la naturaleza no deliberante de las FF.AA. chilenas, durante el siglo XIX, lo que fue la reorganización militar emprendida por el Presidente Prieto y su Ministro Diego Portales, luego de la derrota de los pipiolos en Lircay, uno de cuyos logros fue la implantación en la Escuela Militar de un régimen de educación que se fundaba en la prescindencia de toda participación política.

Sin embargo, debemos establecer que el carácter de la participación de los militares en política, durante el periodo llamado de la anarquía o del caudillismo, que se produce entre 1823 y 1830, no tiene la connotación o la lectura actual, por varias razones. La primera es que los Estados de la primera mitad del siglo XIX, en América Latina, no tenían ni la magnitud ni la envergadura que tendría posteriormente, y por ende, los militares, no correspondían a un nivel de desarrollo institucional como el que tendrían a posterioridad. La segunda es que no existía aún el militarismo como tal, con ideología propia, puesto que los militares en gran medida se formaron tras las opciones que representaban los caudillos conservadores y/o liberales de entonces, donde cada bando en el poder comenzaba y terminaba formando su propio ejército, para imponer sus pretensiones y hegemonía. Un ejemplo de ello es la insurrección de 1859, encabezada por el caudillo liberal Pedro León Gallo, quien formó una fuerza armada de 1.200 hombres - número considerable para la época -, y marchó a Santiago desde Copiapó, para tomarse el poder, siendo derrotado en Coquimbo.

En otros casos, cada bando en disputa arrastró a una parte de las fuerzas armadas en torno a sus pretensiones. En este caso se inscriben los hechos de 1851, cuando el Ejército del Sur, encabezado por el general De la Cruz, se enfrentó a las tropas leales al gobierno de Manuel Montt.

Si en el caso chileno hubo muy pocas posibilidades de deliberación en los cuarteles, desde Portales hasta la guerra civil de 1891, se debió entonces a que, cuando los liberales presentaron armas para disputar el poder, fueron derrotados y dispersados por el ejército de los conservadores, y cuando se estableció el estado de compromiso entre ambos partidos, a través de la fusión liberal-conservadora, implementada por medio del gobierno de José Joaquín Pérez, posibilitó, por primera vez, tener un ejército nacional.

En esta segunda etapa es cuando las FF.AA. ganan legitimación dentro del Estado, dejando de ser algunos batallones olvidados en la frontera araucana, encargados de una guerra sucia y desgastadora, carente de toda gloria, y algunos navíos al servicio de los jóvenes con vocación militar de la clase aristocrática. Es entonces cuando sobreviene la guerra con Perú y Bolivia, y donde los militares pueden resolver favorablemente el más importante desafío del Estado chileno, en su etapa de asentamiento.

Los logros militares de la Guerra de Pacífico fueron evidentes, ya que no solo se derrotó a dos países aliados, sino que también se ganaron vastos y ricos territorios. Ello, mas allá de que, objetivamente, la conducción de la guerra jamás descansó estratégicamente en los militares, sino más bien en jefes de guerra civiles.- los Ministros de Guerra en Campaña Rafael Sotomayor y José Francisco Vergara -, quienes condujeron las alternativas del conflicto en el mismo teatro de operaciones. De hecho, los grandes jefes militares - Erasmo Escala y Manuel Baquedano - fueron relevados del mando, con absoluta discrecionalidad por parte del respectivo Ministro de Guerra.

Pero, aún así, el ejército ganó legitimidad y un espacio indiscutido dentro de la institucionalidad del Estado, en cuanto existían conflictos armados inminentes, así como riesgos internos de tipo social que se podían desencadenar en cualquier momento. Los factores potenciales de riesgo de guerra obligaban a pensar y preparar un contingente militar capaz de enfrentar eventuales conflictos, considerando que el Tratado de Ancón, firmado con Perú en 1889, y el tratado firmado con Bolivia, en 1884, habían dejado pendientes una serie de problemas, especialmente en la delimitación de la zona de Tacna y Arica, a lo que se sumaba la controversia por la Patagonia con Argentina, que hacía presagiar una guerra a corto plazo.

Por otro lado, la explotación salitrera en los territorios conquistados a Perú y Bolivia, era una región de permanentes conflictos sociales producto de las inhumanas condiciones en que trabajaban los obreros, lo que tuvo uno de sus momentos mas críticos en las huelgas de 1890, reprimidas por tropas del Ejército, a sangre y fuego, por orden del gobierno de Balmaceda, tal como ocurriría, posteriormente, en 1907, en la escuela Santa María, en Iquique.

De los antecedentes entregados, podemos entender cuales fueron los factores que inhibieron la deliberación militar durante el siglo XIX. La guerra civil de 1891, en el mismo contexto, no fue producto de un pronunciamiento ni de un golpe de los militares, sino que fue un conflicto en la clase política, propio de la sociedad civil, que envolvió a los militares obligándolos a optar por uno u otro bando, y, antes que los militares se inmiscuyeran en la política contingente, fue la contingencia la que se inmiscuyó en los cuarteles, con el resultado que la historia recoge.

Sin embargo, a partir del 1900, comienza a incubarse en el Ejército una corriente militarista, que, algunos años después, se declarará en franca deliberación, amparada en el principio carlysliano de que, si los militares nunca hubieran deliberado en política, muchas cosas habrían quedado sin hacer. Para aquellos militares no era ajeno el desprecio que la oligarquía en el poder tenía respecto de ellos, que los consideraba una carga al erario, o un grupo de choque para detener la efervescencia social. De hecho, después de 1891, la tarea del Ejército recayó primordialmente en aplastar los distintos movimientos sociales que convulsionaron al país, especialmente en la región salitrera, en Valparaíso y Santiago.

Con el acicate que significaba la percepción por parte de los militares, de la actitud despectiva y denigrante de la clase social dirigente respecto de ellos, éstos se pronunciaron abiertamente en 1919, en protesta por su postergación económica, reiterándolo en 1924, para terminar imponiéndose sobre el poder constituido en 1925, 1927, 1931 y 1932.

El proceso de desarrollo del militarismo, propio de la autovaloración que se fue acendrando en los militares, obviamente, culminaría con la deliberación y en pronunciamientos abiertos frente a la contingencia política. De este modo, si el militarismo surgió, creció y se entronizó en las fuerzas armadas, en el periodo que analizamos, fue porque el terreno fue abonado por la realidad social, política y económica que imperaba como consecuencia del régimen oligárquico, en un país que frustraba su desarrollo capitalista, al subordinarse a la dependencia que imponían las potencias, y que se quedaba aletargado en sus resabios terratenientes de raigambre colonial.

Notas:

1) En el siglo XIX, Pelucón era sinónimo de conservador. A inicios de la República los pelucones representaban la opción continuista, frente a los pipiolos, bajo cuyo nombre se identificaban los liberales. Despectivamente, los opositores a Portales tipificaron el régimen político que éste fundara con esa definición, la cual ha prevalecido hasta ahora.

2) "Las fuerzas armadas en el sistema político chileno". Alain Joxé. Editorial Universitaria. Chile, 1970.

3) "Participación del Ejército en el desarrollo y progreso del país". General Jorge Boonen. Conferencia en la Universidad Católica. 26 de julio de 1917. Imprenta El Globo. Santiago, Chile.

4) "Instituciones armadas y vida nacional" F.J.Díaz. Monografía publicada en "Escritos militares sueltos".


Sebastián Jans ©

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