MILITARES CHILENOS. LA DELIBERANTE DECADA 1924-1933.

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13. Las FF.AA. y la dictadura.

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Arturo Merino Benítez

Considerado el fundador de la Fuerza Aérea de Chile. Conspicuo conspirador desde la caída de la dictadura de Ibañez, se convirtió en uno de los oficiales más deliberantes del periodo, cuyo influencia declinó con su raid de rebeldía contra el gobierno provisional de Blanche.

Aunque la dictadura fundó un régimen autoritario, cimentado en el militarismo, la hegemonía social siguió descansando en el poder económico de la clase terrateniente y sus aliados. El bloque de poder que hegemonizó la sociedad chilena, anteriormente, bajo la dictadura de Ibañez se recompuso con nuevos actores: antes, el poder estaba determinado por la clase terrateniente y los capitalistas ingleses, ahora, esta determinado por la clase terrateniente, el militarismo y los capitalistas norteamericanos.

Como dijimos en el capítulo anterior, las fuerzas armadas dominaron la sociedad civil e impusieron un gobierno identificado con su visión, pero, no establecieron una hegemonía absoluta, lo que permitió generar una relación de formalidad entre el gobierno encabezado por Ibañez y las instituciones armadas. La unanimidad que entronizó a Ibañez y el carácter del bloque de poder, fueron decisivos en esa perspectiva.

Si las condiciones de desarrollo económico en Chile, hubieran permitido unas FF.AA. con autonomía y suficiente poder económico, y con una industria militar tras de sí, es muy probable que las características de la dictadura habrían sido eminentemente militaristas, como ocurrió con los regímenes fascistas de Italia y Alemania, sin embargo, el peso de sus aliados, la mediatizada formación capitalista chilena, y la dependencia financiera, fueron factores altamente gravitantes, para hacer del régimen ibañista mas bien de tipo policiaco que militar, donde la protección de los intereses en juego primó por sobre toda armazón o premisa "nacional", en coherencia con la doctrina militarista.

Esto explicará, por un lado, la conducta de Ibañez en el poder, y el rol de las FF.AA. en su régimen. Así también, explica por qué el crecimiento de las FF.AA. no guarda relación con el crecimiento que experimentará el Cuerpo de Carabineros.

Crecimiento del contingente militar entre 1924 y 1930

Institución

1924

1930

Crecimiento

Ejército

Armada

Policía uniformada

 

6.000

4.500

8.300 (1)

 

7.950

5.150

15.037 (2)

32,5 %

14,45 %

81;2 %

  1. Incluye policía urbana y antiguo Cuerpo de Carabineros
  2. Cuerpo de Carabineros refundado

Por otro lado, hay que tener presente el equilibrio con que Ibañez manejó a las FF.AA., a partir de la subordinación absoluta que éstas instituciones tuvieron. Sin embargo, no fue un equilibrio rígido, sino que suficientemente versátil para enfrentar los problemas más conflictivos que se presentaron entre ellas y dentro de ellas. Esto se advierte desde el primer momento, cuando Ibañez decidió unir a las FF.AA. bajo un mando político unificado, creando en mayo de 1927, el Ministerio de Defensa, para cuyo cargo fue designado Carlos Frödden, de la Armada, lo que provocó mucho descontento en el Ejército, que exigía para sí mayores prerrogativas en la dirección de la Defensa Nacional. En vista del descontento producido, Ibañez no vaciló en echar pie atrás, y al mes siguiente volvió al sistema anterior, con dos Ministerios - uno por rama - lo que permitía una presencia política igualitaria, designando a Blanche, en el Ministerio de Guerra, y Frödden en el Ministerio de Marina.

Empero, las reiteradas disputas entre las instituciones armadas por las respectivas cuotas de poder, fueron creando el germen de la división tendencial, incubándose dentro del militarismo un grupo disconforme, que derivaría, posteriormente, en un sector "anti-personalista".

Pero, veamos primero, cual fue la situación de cada una de las ramas de las FF.AA. durante la dictadura, considerando los factores que marcaron su comportamiento político.

a. El Ejército.

Al asumir Ibañez, la situación general dentro del Ejército, indicaba que el ala militarista controlaba absolutamente la institución, pero, ello no debe llevarnos al error de creer que la actitud frente al mando superior era monolítica. Los resabios del quehacer deliberante de 1924 y 1925 siguieron vivos dentro del cuadro de oficiales, y ello potenciaba cualquier alteración de la normalidad que el régimen esperaba. Esa fue una de las razones que llevó a Ibañez a hacer descansar su poder básicamente en el Cuerpo de Carabineros, y no en el Ejército.

Aún así, gracias al mando político que Blanche ejercía sobre la institución, el Ejército mantuvo una actitud obsecuente con la dictadura, pese a los conatos que se presentaron, y que no prosperaron, en parte por el ascendiente de ese General, y en parte por los reducidos alcances de los complots.

Una de las primeras maniobras de Ibañez para neutralizar a las fracciones rivales, fue, siendo aún Ministro del Interior, poner como Ministro de Guerra a un oficial que diera garantías a todos, nombrando para ese efecto al general Juan Ortíz. Pero, al acceder a la Presidencia de la República cambió el criterio y quiso uniformar el mando político de la Defensa en un solo Ministerio, propósito que, como vimos, debió abandonar volviendo a la situación anterior, marcando el retorno al Ministerio de Guerra del general Blanche.

Establecido el equilibrio entre las distintas aspiraciones de poder del Ejército y la Armada, las purgas dentro de aquel comenzaron muy pronto, siendo el general Enrique Bravo el primero en dejar las filas y partir al exilio. Marmaduque Grove, cabeza informal del reformismo, fue enviado en comisión de servicios a Londres, a fin de perfeccionarse en el arma de Aviación, para lo cual fue nombrado Agregado Militar de la Embajada de Chile ante la Corona británica, quedando a disposición del Ministerio de Relaciones Exteriores y fuera de todo mando militar. Sin embargo, a fines de julio de 1928, se le relevó de tales funciones, volviendo a quedar a disposición del Ministerio de Guerra. Tres meses después se le expulsaba del Ejército con el acuerdo del Senado "termal".

Tal iniciativa fue llevada en forma paralela a otras, como fue la reincorporación a las filas del Ejército del general Félix Urcullú López, un hombre clave del militarismo. De la misma forma, se inició la recontratación de pilotos de guerra, que en su mayoría habían sido exonerados por sus simpatías con el alessandrismo y con Grove.

A pesar de éstas medidas y de los esfuerzos monolitistas del gobierno, y a pesar del tener el Ejército a uno de sus hombres a la cabeza del régimen, fue esa institución el escenario de todos los intentos desestabilizadores llevados a cabo dentro de las fuerzas armadas, en contra de Ibañez.

El primer conato serio lo protagonizó el coronel Carlos Vergara Montero, cuando Ibañez aún era Ministro del Interior, en febrero de 1927. Vergara era un hombre del populismo de derecha, que se desempeñaba como Director de la Escuela de Infantería de San Bernardo, y en la conspiración tomaron parte varios oficiales intermedios, además del capitán Alejandro Lazo y el teniente Mario Bravo. Sin embargo, los planes fracasaron por carencia de apoyo en otras unidades. Vergara fue cautelosamente trasladado y siguió en servicio activo, en un momento en que Ibañez necesitaba resolver este tipo de problemas sin traumas ni conmociones.

Tiempo después se desarrolló una conspiración protagonizada por el populismo de izquierda, encabezada por el líder democrático José Santos Salas y el capitán Alejandro Lazo, y en la que tuvieron también participación algunos oficiales en retiro, entre los cuales estaban Sócrates Aguirre y Carlos Millán, y cuyo objetivo era dar paso a una revolución militar-obrera. La conspiración fue descubierta y se desató una violenta represión contra los dirigentes obreros. Carlos Millán fue detenido y brutalmente torturado, junto a otros implicados civiles. El prestigio del capitán Alejandro Lazo dentro de la oficialidad joven, logró protegerlo de acciones punitivas, sin embargo, en junio de 1928, con la cooperación del Ministro Conrado Ríos, Ibañez terminó por mandarlo en comisión de servicios fuera del país, zafándose de la gravitación de su figura dentro de la oficialidad del Ejército, donde tenía perfiles casi míticos. Lazo, sin duda, fue uno de los exponentes más brillantes de la Juventud Militar, que siempre actuó con mucha independencia, aunque de manera muy errática, pero, al que le fue muy difícil de escapar a la afección personal respecto de Ibañez.

A principios de 1929, una nueva conspiración vino a manifestarse, esta vez entre un grupo de oficiales en retiro, que correspondían a la fracción conservadora purgada de las filas del Ejército, que aprovechando su prestigio sobre algunos oficiales en servicio activo, trataron de provocar un golpe de Estado. En ese complot participaron, entre otros, los generales De la Guardia, Enrique Monreal y Juan de Dios Vial.

Pero, de todos estos conatos, el mas destacado fue, sin duda alguna, el "complot del avión rojo", en septiembre de 1930, organizado por dirigentes del alessandrismo y oficiales exonerados (Marmaduque Grove y Enrique Bravo), que se planeó en Buenos Aires, y que contó con la participación de oficiales activos de la Guarnición Militar de Concepción. Entre el personal activo comprometido estaban: el coronel Gonzalo Gómez, el teniente coronel Alfredo Donoso, el mayor Miguel Hormazabal, los capitanes Enrique Gaete y Germán Troncoso, y el teniente Carlos Charlín. El involucramiento en esos planes del general de Carabineros, José María Barceló, sería fatal para el complot, ya que éste terminó siendo quien enfrentó las acciones conspirativas, cuando éstas se precipitaron, haciéndolas fracasar. Los oficiales comprometidos fueron sometidos a proceso, por el juez militar Félix Urcullú, expulsados del Ejército y deportados. En tanto, los conspiradores llegados desde Buenos Aires, en un pequeño avión rojo, fueron juzgados y relegados a Isla de Pascua (Rapa Nui).

b. La Armada.

Esta rama de las fuerzas armadas, había ofrecido fuerte resistencia al militarismo durante los años 1925 y 1926, constituyendo para Ibañez uno de los problemas más serios que debía resolver. Obviamente, para sus planes, la ventaja militar de un Ejército que copaba el territorio nacional, al menos en las ciudades más importantes, frente a una marina de guerra que solo tenía recursos militares en Valparaíso, Talcahuano y en el mar, había sido una factor decisivo para llevar a cabo su toma del poder. De la misma forma, había tenido la ventaja política de que el Ejército tuviera su jefatura en Santiago, a l lado de los centros de poder, mientras la Armada tenía su mando en Valparaíso, a 180 km. de distancia, en una época en que es a distancia tenía una ponderación distinta a la actual.

De allí que, cuando ya tuvo el poder en sus manos, Ibañez hizo lo necesario para someter a la Armada, con la adicional ventaja de la conciliación de hecho, que se produjo entre el militarismo y las clases poseedoras, y que le abrieron el paso hacia la dictadura. Para ese propósito de sometimiento contaría también con la debilidad mostrada por la oficialidad naval superior, según lo expresa el propio contralmirante José Toribio Merino (1), quien responsabiliza de ello - "extrema debilidad" - fundamentalmente al almirante Arturo Swett, que, como Ministro de Guerra del Presidente Emiliano Figueroa, no fue capaz de oponerse a las pretensiones y presiones del Ministro de Guerra Carlos Ibañez del Campo.

Pese a las compensaciones que le dio la oligarquía a la Armada, durante el breve gobierno de Emiliano Figueroa, otorgándole créditos por 100 millones de pesos de la época, para reemplazar material obsoleto, lo que significó la compra de 6 nuevos destructores, el Alto Mando de esa rama no fue capaz de defender al conservadurismo de la fuerte embestida de la camarilla de Ibañez, lo que permitió que, ya en enero de1927, en la marina de guerra "se vislumbrara una decadencia como cuerpo autónomo y que entraría a ser satélite del militarismo triunfante" (2).

Esto facilitó la escalada que se inició, precisamente, entre los oficiales medios de la Armada, cuyo primer hito importante es la carta que se conoce el 5 de febrero de1927, firmada por los capitanes de fragata - equivalentes al grado de tenientes coroneles del Ejército - enviada al Ministro del Interior, Carlos Ibañez del Campo, en que se solicita la reorganización de los servicios de la Armada, destituyéndose al Ministro de Marina, almirante Arturo Swett, al Director General de la Armada, almirante Juan Schroder, y a otros jefes superiores.

En aquella actitud deliberativa e insubordinada de los capitanes de fragata, tuvo activa participación el coronel Parada, comandante de la Guarnición Militar de Valparaíso, el cual actuó directamente en al preparación de la carta, teniendo como contraparte al capitán de fragata Carlos Frödden. En respuesta a ese traumático acto, el Alto Mando envió una carta al gobierno, desautorizando a esos oficiales. Esa carta fue enviada por los almirantes a todas las unidades navales para que fuera ratificada por toda la oficialidad de la Armada. La recepción a nivel de la oficialidad subalterna fue pobre, e incluso muchos comandantes se negaron a hacerlo. Reunidos en el Club Naval, los capitanes de fragata propusieron a uno de ellos - el conspicuo militarista Joaquín Herrera - como Ministro de Guerra. Como dato adicional conviene señalar que los capitanes de fragata mas comprometidos con la deliberación, era personal de tierra (artillería de costa, administrativos, etc.).

La situación creada era tan grave que, prácticamente, el Alto Mando quedó obsoleto y la Armada descabezada de hecho, por varias semanas, puesto que, aunque nominalmente los mandos seguían vigentes, la impasse entre el mando superior y la oficialidad intermedia dejó el conducto regular insanablemente interrumpido.

Al cabo de algunas semanas, constatando que la situación estaba en sus manos, el Ministro del Interior nombró como Ministro de Guerra a Carlos Frödden y como Subsecretario a Joaquín Herrera. Los almirantes Schroder, Swett, Searle, Bracey Wilson, Bahamondes y Reyes, fueron pasados a retiro, junto a varios capitanes de navío, entre ellos Carlos Jouanne de la Motte, nombrándose a José Toribio Merino como Director General. Ello significó que la Armada "fue vencida y subordinada al elemento militar" (3).

Culminada esa primera fase, hubo una secunda escalada, esta vez administrativa, al darse paso a una drástica reducción del presupuesto de la Armada, lo que incidió en la reducción del escalafón de oficiales, especialmente. Merino señalaría que "cada 8 o 15 días aparecía en Valparaíso el Ministro Frödden con alguna orden destinada a eliminar a algún jefe distinguido por no contar con la confianza del gobierno, o alguna modificación de algún servicio importante para colocar a algún adepto"(4).

La tercera etapa se dio en circunstancias en que Ibañez ya ejercía como Vicepresidente de la República, cuando, en mayo de 1927, ordenó la reorganización de la Armada, imponiendo un nuevo escalafón, similar al del Ejército, y estableciendo su jefatura en Santiago.

La cuarta fase se materializará con el proceso de concientización, en que se utilizaron distintos medios, uno de los cuales, a modo de ejemplo, fue el libro "Voces de la Patria", que ya hemos citado anteriormente, una antología de escritos del capellán de la Armada, J.T.Ramírez, caracterizados por su delirante militarismo, con ropajes de un moralismo tradicionalista, en que, recurrentemente, se invocaba la armonía y la concordancia entre las FF.AA. como premisa fundamental. En una de sus partes se indicaba: "En la Nación, todos los que la sirven, ya sea en el Ejército, ya en la Marina, o en los regimientos encargados del orden interno, han de anhelar la armonía y la concordia; todos ellos se afanan por el mismo motivo: el bien de la Patria y su gloria (...). El rompimiento de ese orden, la mezquina rivalidad, el rencor, la guerra solapada entre dos instituciones es fatal (...), además del escándalo que causa, está el mal efectivo que se ocasiona a la Patria".

Domada la Armada, se transformó en una institución absolutamente obsecuente de la fracción militarista del Ejército, donde una serie de oficiales accedieron al mando superior, destacando por su afinidad con el régimen, entre los cuales cabe mencionar, además de los ya citados Frödden y Herrera, a Edgardo von Schröeders, E.Cordovez, Hipólito Marchant, Abel Campos, Manfredo Becerra, Juan Marshall, etc.

c. La Aviación.

La aviación como cuerpo institucional autónomo, tuvo realmente casi nula presencia, aunque su existencia proviene de una decisión de Ibañez. En los hechos, es a partir de 1930 cuando la Aviación es estructurada como institución autónoma, luego de sortearse una serie de obstáculos políticos provenientes del Ejército y de la Armada. Para llegar a esa decisión hubo un largo camino, recorrido no solo bajo la dictadura.

Los vestigios de la fuerza aérea chilena se aproximan a 1913, cuando llegaron los primeros equipos e instructores provenientes de Francia, los que, culminada al Primera Guerra Mundial, fueron reemplazados por equipos e instructores ingleses. En ese segundo periodo, llegaron los oficiales Huston y Scott de la Royal Air Force, a preparar a 70 oficiales chilenos provenientes del Ejército y la Armada, en la naciente base de "El Bosque". Esto marcará el inicio de la primera época de esplendor de la aviación militar y civil chilena, que perdurará hasta 1925. Entre los hombres destacados de ese periodo figuran, como profesor de la Escuela de Aviación el oficial de Ejército Tobías Barros Ortiz, y como oficial-alumno, uno de los protagonistas de la etapa heroica, Diego Aracena, que con los años tendría un destacado papel en el proceso anti-ibañista.

Como vimos anteriormente, como una forma de sacar a Grove de la disputa del poder, Ibañez lo envió a hacerse cargo del proceso de gestación de una fuerza aérea, que ya se entendía como una rama autónoma de las FF.AA., siguiendo la experiencia que se estaba aplicando en los países europeos. Ello facilitó que, entre la oficialidad que se especializaba en esa arma, producto del enorme prestigio de Grove, se incubara el primer sector anti-ibañista abiertamente anti-ibañista, considerando además, que entre aquellos oficiales había también varios de ellos, que se habían sentido beneficiados por la política del gobierno de Alessandri hacia la naciente aviación. El envío de Grove en comisión de servicios a Europa, con el pretexto de perfeccionarse en el arma de aviación, tuvo como objeto, por un lado, alejar al caudillo rival, y por otro, desarticular su fuerza discrecional que se potenciaba entre los oficiales pilotos, que se tradujo en una seguidilla de exoneraciones.

Así, los primeros años de la dictadura fueron absolutamente contrarios al desarrollo de la fuerza aérea, lo que se vio acrecentado con las pugnas que surgían entre el Ejército y la Armada, por tener la hegemonía sobre un arma que se sabía estratégica. La pugna fue larga y se ventiló incluso a través de las publicaciones institucionales, ya que tanto el primero quería tener su Aviación Militar, como la segunda su Aviación Naval. Aún mas, cada rama adquirió sus propios equipos. La Armada, por ejemplo, adquirió una escuadrilla de hidro-aviones "Wall", de mucha autonomía, que utilizó como equipo táctico en el sur del país.

Por supuesto, también estaban aquellos que seguían sosteniendo la necesidad de un arma autónoma, entre los cuales sobresalió un hombre muy vinculado al sector militarista, el teniente coronel Arturo Merino Benitez, que logró vencer los resquemores de Ibañez contra los oficiales que habían simpatizado con Grove. Es así como, a fines de 1928, Ibañez firmó el decreto que autorizaba incorporar al Ejército a los oficiales de reserva que tuvieran el título de pilotos de guerra.

Al año subsiguiente, fue creada la Subsecretaría de Aviación, dependiente del Ministerio de Guerra, que unificó los servicios de aviación de la Armada y del Ejército, asignándose 150 oficiales y 164 aviones, provenientes de ambas instituciones, para constituir la naciente Fuerza Aérea de Chile. Con esos recursos y otros nuevos que se asignaron, se constituyeron los primeros grupos de combate. Subsecretario de Aviación y jefe de la naciente arma autónoma (aunque sin detentar el cargo de comandante en jefe), fue designado Merino Benitez.

En síntesis, se puede decir que la Aviación, a pesar de los factores que condicionaron su constitución, surgió institucionalmente bajo la dictadura, y no tuvo incidencia en las grandes decisiones y pugnas políticas que se produjeron durante ese régimen.

e. El Cuerpo de Carabineros.

Hemos involucrado al Cuerpo de Carabineros dentro de éste análisis de las fuerzas armadas, por su carácter de institución militarizada y por el rol principal que jugó en el sostenimiento de régimen dictatorial, a pesar de ser formalmente su función específicamente policial. Como la Aviación, el Cuerpo de Carabineros fusionado fue una obra de Ibañez, y de todos los institutos armados fue el más cercano y leal con la dictadura.

Hasta 1927, el desarrollo de la función policial había tenido una serie de altibajos, producto de los dispares criterios respecto de cual debía ser su función y organización, que se venían produciendo desde el gobierno de Aníbal Pinto (1876-1881). Antes de ese gobierno, la labor policial recaía fundamentalmente en el Ejército, sin embargo, producto del cuatrerismo que afectaba a la propiedad terrateniente, en 1881, se fundó la Policía Rural, que dependía de los Intendentes provinciales. La ley de comuna autónoma, promovida posteriormente por los conservadores, permitió también la formación de policías urbanas, dependientes de los gobiernos municipales.

En 1906, ante las insuficiencias de la policía rural, se creó el Cuerpo de Carabineros, con similitud a la Guardia Territorial Francesa, destinado a ejercer funciones policiales en las zonas rurales y semi-urbanas, y para proteger las fronteras del país. Sus mandos estaban a cargo de oficiales del Ejército, generalmente provenientes del arma de Caballería. Carlos Ibañez del Campo, por ejemplo, era oficial de Caballería, y como tal ejerció como Prefecto de Policía de Iquique.

En diciembre de 1924, en tanto, la Junta de Gobierno integrada por Altamirano, Neff y Bennett, resolvió unificar las policías urbanas de dependencia comunal, en una sola Dirección General, cuyo mando superior quedó radicado en Santiago.

Mientras ejercía como Vicepresidente de la República, Ibañez promulgó el decreto del 27 de abril de 1927, que fusionaba a la policía urbana con el Cuerpo de Carabineros, conformando una sola institución con el nombre y el carácter militarizado de ésta última. Este carácter militarizado despertó inquietud en las otras instituciones armadas, lo que fue obviado por Ibañez, que pretendía un cuerpo armado mas adicto, pues, la nueva policía fusionada pasó a ser uno de los pilares de su régimen, debido al directo control que ejercerá sobre ella la camarilla ibañista, donde destacaron los generales Aníbal Parada y Ambrosio Viaux, los que también provenían de la Caballería del Ejército.

El compromiso del Cuerpo de Carabineros con la dictadura fue tan férreo, que la ira popular descargó en su contra toda su odiosidad, cuando aquella cayó, muriendo varios de sus miembros ajusticiados. Caído Ibañez del poder, mientras la Armada y el Ejército optaban por un nuevo rumbo, el Cuerpo de Carabineros mantuvo su homogeneidad, e incluso, "desesperados, se acuartelaron, esperando una palabra de Ibañez"(5).

 

Notas.

"La Armada Nacional y la dictadura militar". José Toribio Merino. Taller de la Dirección General de Prisiones, 1933. Santiago, Chile.

2 Ibid.

3 Ibid.

4 Ibid

5 "Testigos del siglo XX: Tobías Barros".


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