MILITARES CHILENOS. LA DELIBERANTE DECADA 1924-1933.

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Introducción.

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Coronel Cornelio Saavedra

Representante de la formación francesa del ejército chileno, cuando ya se advertía la presencia de un ejército profesional en el Estado chileno. Destacó en el proceso de "pacificación de la Araucanía".

 La intención que aborda esta investigación, ha tenido como propósito analizar, en primer lugar, una etapa singular de las fuerzas armadas chilenas, en lo que respecta a su desarrollo institucional y la trascendencia de ellas hacia la sociedad, y, en segundo lugar, explorar uno de los cinco periodos claves de la historia republicana chilena.

La deliberación militar producida entre 1924 y 1933, no es un hecho aislado ni una incidencia antinatural a aquel periodo histórico de Iberoamérica. Representa, sin dudas, las pulsaciones de una sociedad en evolución, que avanza hacia otros estadios de desarrollo, hacia nuevas composiciones institucionales, hacia inter-relaciones distintas entre los poderes formales y fácticos.

Los cambios que esta etapa produjo, generaron un Chile distinto en su desarrollo político, económico y social, y las fuerzas armadas, en tanto órganos del Estado, sufrieron una profunda conversión. Ello porque el Estado mismo enfrentó una situación similar, y concluido ese periodo, surgirá una concepción distinta respecto de su rol, que se mantendría hasta la gran crisis de los 70, que condujo a una nueva intervención militar.

La deliberación militar, desde un punto de vista conceptual, es la participación activa de las instituciones armadas y/ o de sus componentes, en el debate político de una sociedad, que afecta o altera la marcha de ésta, en forma directa o indirecta; vale decir, la deliberación se produce cuando estas instituciones detentoras de la violencia legítima para la defensa de un Estado, actúan para cambiar, redefinir, anular o condicionar las decisiones del poder constituido regular o irregularmente.

La deliberación es propia del periodo en que las FF.AA. se institucionalizan como expresión del Estado, con la legitimidad de la violencia, y cuando existe un poder gubernativo en ejercicio, con el cual entra en contradicción el poder militar.

Este hecho - examinar, discutir o desestimar las resoluciones del poder constituido - por parte de los militares, ha llegado a ser tan asidua en los Estados contemporáneos, que no es extraño, por ejemplo, que de los 113 estados soberanos existentes entre 1917 y 1955 en el mundo, 79 de ellos tuvieron experiencias de pronunciamientos o golpes militares, en tanto, solo 34 sortearon con éxito eventuales peligros de una conjura gestada desde los cuarteles militares (1). En el caso chileno, Gonzalo Vial (2) señala que las FF.AA. intervinieron abiertamente en política 12 veces, entre 1891 y 1973.

Quienes han estudiado esas intervenciones militares en la política chilena, por lo general tienden ha señalar los hechos de 1919, 1924, 1925, 1927, 1931 y 1932, como episodios aislados. A mi modo de ver, estos corresponden a un mismo proceso, que tuvo distintos episodios, por lo que creo que, las deliberaciones como procesos efectivos, que involucraron a un conjunto de niveles de mandos, pueden circunscribirse a los casos de 1891, 1907, el que se produce entre 1924 y 1933, el que se manifiesta en la década de los 50, el de 1968 y el de 1973.

Por cierto, Chile cambió profundamente en el periodo que es materia de esta investigación. Pero, como decíamos anteriormente, la evolución de las FF.AA. y el proceso deliberativo que vivió durante la década que abordaremos, no fueron ajeno a los cambios que se estaban produciendo en el ámbito mundial, y más bien, fueron su consecuencia. Ello porque el afianzamiento del capitalismo en la economía nacional, marcó un nuevo estadio de desarrollo de las estructuras institucionales, dentro de las sociedades que se ordenaban en sus distintos roles, en el marco de las relaciones económicas internacionales post Gran Guerra.

Los cambios que sufrió el Estado chileno se iniciaron, precisamente, en sus órganos dependientes. Podemos decir con certeza que la profesionalización de las FF.AA., será el primer eslabón en el proceso de constitución del Estado moderno, y, mas aún, que los cambios en aquellas dominarán todo el proceso de reformulación de la estructura política-jurídico-económica del Estado chileno. Tal es así que, como veremos, fueron los pronunciamientos militares de 1924 y 1925 los que produjeron como resultado inmediato una nueva Constitución que perdurará hasta 1973, reemplazando drásticamente el marco constitutivo previo, y un régimen de sustento militar - el de Ibañez - será el que eche las bases del Estado gestor.

Al analizar históricamente el desarrollo de las FF.AA. en el llamado Hemisferio Occidental, hay consenso en que existen dos grandes etapas: la anterior a la profesionalización, y aquella que llamamos "profesional", en la que la función militar se liga estrechamente al desarrollo del Estado, dentro de los parámetros institucionales que hoy son regularmente aceptados.

En la etapa no-profesional se advierte el predominio del sistema de mercenarios, donde el propio origen etimológico de la palabra soldado, dice relación con el enganche por lucro, desligado en muchos aspectos de factores de identidad nacional, ya que un soldado podía prestar servicios a distintos Estados. Este enganche podía ser voluntario o por reclutamiento forzado, lo que prevaleció hasta la aparición de los ejércitos profesionales. Recordemos que los campesinos constituían la fuente permanente de reclutamiento forzoso para los ejércitos. Por cierto, los ejércitos victoriosos y los ejércitos vencidos de las grandes gestas, desde los romanos hasta las de Napoleón, se constituyeron por ese sistema. Así fueron los ejércitos que independizaron a América.

Aquellos ejércitos, sin embargo, como señala Mario Esteban Carranza (3), carecían de espíritu de cuerpo y de las demás características de los ejércitos modernos: comando centralizado, jerarquía, disciplina e intercomunicación. Los ejércitos, en general, se constituían por los reclutamientos que efectuaban los terratenientes y, previo a ello, los señores feudales, los que constituían su jerarquía sobre la base del caciquismo. Por esta razón, luego de una derrota militar venía el desbande y la desarticulación. La mantención de una fuerza armada requería de recursos, que, en gran medida, provenían de contribuciones de guerra que debían costear los perdedores. Luis Alberto Sánchez (4) señala que, respecto de la revolución independentista, ésta fue financiada con la confiscación de los bienes españoles y la apropiación de bienes de los jesuitas, y que, cuando no se pudo contar con esos recursos, se recurrió al saqueo de la propiedad enemiga o neutral, e incluso de la leal. De este modo, en la llamada etapa no profesional de los ejércitos, el saqueo era un derecho consagrado por los generales, sobre todo cuando eso significaba una forma de retribución a los servicios mercenarios.

Con la profesionalización, dice Carranza (5), las fuerzas armadas se convirtieron en organismos permanentes, dotados del monopolio de la violencia legítima dentro de una Nación. Este proceso tuvo su inicio en los países europeos con un mayor desarrollo del capitalismo, donde la profesionalización estuvo ligado al desarrollo de los Estados, en el proceso de consolidación de sus estructuras burocráticas, que requerían de órganos permanentes y continuos en el tiempo, para proyectar el crecimiento económico hacia zonas de influencia y para resolver el conflicto de mercados en disputa.

En el caso de América Latina "el proceso se diferenció del europeo por dos importantes aspectos: 1.Las fuerzas armadas tuvieron una revolución organizacional sumamente breve. En Europa duró tres siglos (…). 2. Al inscribirse en formaciones sociales dependientes, la profesionalización tuvo un sentido preciso: beneficiar a los proveedores de armas de los países centrales"(Carranza).

Tanto el autor recién citado como Alain Joxé, un analista de las FF.AA. chilenas de los años 70, afirman que el proceso de profesionalización está íntimamente relacionado con el proceso de politización de estas instituciones, porque esta se produjo en países dependientes que carecían de la industria básica necesaria para la producción de armamentos y demás riquezas que hacen a la defensa nacional, lo que obviamente condicionaba el profesionalismo por efectos de dependencia.

La dependencia, fenómeno inevitable en ese contexto, marcará la paulatina politización, debido a la relación entre las FF.AA. y el Estado, entre las FF.AA. y el grupo hegemónico en el poder, y entre las FF.AA. y la industria armamentista extranjera, y en consecuencia, con los capitalistas monopólicos ya en abierta etapa de disputas de hegemonías o zonas de influencia nivel planetario. Así, es fácil entender el caudillismo militar que se produce en América Latina, desde la última parte del siglo XIX, proceso que tuvo una expresión distinta en Chile, por condiciones singulares que veremos a continuación.

Notas:

1) Revista "Que Pasa" Nro. 754 Chile,1985.

2) Historiador chileno de pensamiento de derecha. Revista "Que Pasa" Nro. 754.

3) "Fuerzas Armadas y estado de excepción en América Latina". Editorial Siglo XXI. México, 1977.

4) "Historia General de América". Tomo II. Ediciones Rodas. España, 1972.

5) Ibid.


Sebastián Jans ©

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