HEGEL
VINDICADO.
Sebastián Jans
Exposición efectuada en el SCR "Desiderio Arenas Aguiar". Santiago, Chile, 2007.
Introducción.
Obviamente, ocurre con todos los grandes filósofos, que
estuvieron marcados por su tiempo, que muchos de los conceptos que los ubicaron
en la galería de la trascendencia histórica, han sido superados largamente por
el devenir humano y por el avance del conocimiento. Sin embargo, hay algunos que
son releídos, o puestos nuevamente en debate, con recurrencia un tanto
persistente. Es lo que ocurre con Hegel.
Si recurrimos a su pensamiento, aún hay suficientes
argumentos que pueden llevarnos a decir que es un filósofo que sigue
despertando debates, producto de que sus ideas siguen proponiendo cuestiones que
tienen que ver con el hombre actual.
La intención de esté módulo es vindicar aquella parte del
pensamiento de Hegel que tiene vigencia relativa en el debate de la filosofía
contemporánea, teniendo presente la constatación que hay muchas tendencias de
la filosofía, de los últimos 100 años, que han recurrido a las ideas
hegelianas, para aproximarse a sus propósitos y afirmaciones.
Una de las más importantes fue la Escuela de Frankfurt, aún
influyente en la filosofía contemporánea, que contó con grandes pensadores,
como es el caso de Adorno, Horkheimer, Marcuse, Habermas y Fromm, que
encontraron en las ideas, conceptos y afirmaciones de Hegel una fuente
inagotable de reflexión.
Por factores de tiempo, una parte significativa de esta
elaboración es el resultado de una investigación a través de Internet, donde
felizmente hay una buena cantidad de monografías y estudios sobre su
pensamiento, de excelente factura, y que citamos en la bibliografía. Varios de
los aspectos que constituyen este trabajo citan frases de ese origen, pero,
mejorando su presentación para una mejor comprensión. Los textos consultados
obedecieron a una revisión de ciertas ideas, a fin de no incurrir en
afirmaciones erróneas que pudieran desvirtuar las ideas centrales. Aún así,
por las limitaciones de espacio, muchos conceptos han quedado lamentablemente
poco desarrollados.
Importancia
de la filosofía de Hegel.
Para
algunos tratadistas de la filosofía hegeliana, entre ellos Terrón, la filosofía
de Hegel es la última gran filosofía especulativa. En ella finalizan y se
articulan todos los movimientos del pensamiento del pasado. La filosofía de
Hegel contendría todos los momentos del desarrollo del pensamiento, pero
superados y unificados. Como consecuencia de ello, con Hegel, el idealismo
alemán adquiere su máxima expresión y desarrollo, y abre un horizonte de
reflexión filosófica que, con su perspectiva y problemática, se arraigó
profundamente en el pensamiento filosófico post-hegeliano.
Indudablemente,
Hegel expresa la síntesis última y plena realización conceptual de ese
movimiento filosófico que tiene sus raíces en Kant y que se relaciona
estrechamente, a pesar de sus mutuos debates, con Fichte y Schelling.
Analizada
la inflexión que significan sus planteamientos, bien podrá afirmarse que,
antes que todo, Hegel es el primer filósofo que impacta la lectura social de
nuestro tiempo, así como quien abre la reflexión sobre la razón desde una
perspectiva dinámica y desmistificadora.
La
pretensión de Hegel, al decir de sus apologistas, es fundamentar una nueva teoría
general, una estructura abstracta donde las teorías particulares no serían más
que campos de aplicación, la realización específica de una teoría general
que las englobaría a todas. Esta estructura estaría constituida por un
conjunto de operaciones típicas, como las operaciones “oposición” o
“salto cualitativo”, cuya descripción empírica sería el objeto de las
ciencias particulares.
Según
Herbert Marcuse, uno de los grandes filósofos de la Escuela de Frankfurt, la
filosofía de Hegel muestra cinco estadios diferentes de desarrollo:
Para
muchos, el pensamiento de Hegel es la fundación de la nueva filosofía alemana,
cuya esencia se encuentra, precisamente, en la reflexión de aquel, donde, por
primera vez el mundo entero - natural, histórico, intelectual -, fue
representado como un proceso. Es decir, una secuencia de mutaciones,
transformaciones, y desarrollos constantes. Desde ese punto de vista – diría
Julio César Jobet -, “la historia
humana ya no se presentaba como una confusión caótica de violencias
insensatas, condenables todas ante el tribunal de la razón filosófica, sino
como la evolución de la Humanidad”.
El sistema de Hegel es la última gran expresión de este idealismo
cultural, el último gran intento por hacer del pensamiento el refugio de la razón
y de la libertad. El original impulso crítico de su pensamiento fue lo bastante
fuerte para llevarlo a abandonar la indiferencia tradicional del idealismo por
la historia, presente en Kant y los otros idealistas alemanes. Marcuse dice que
Hegel hizo de la filosofía un factor histórico concreto y que introdujo la
historia en la filosofía, pero, contradictoriamente, al hacerlo y comprenderla,
provocó que la historia rompiera el marco idealista.
Lo
insuperable en Hegel.
Acogiendo la citada afirmación marcusiana, creo, sin embargo, que lo
determinante y trascendente, y ampliamente vigente en Hegel, es su concepción
dialéctica, donde la gran idea central es que el mundo y la realidad no pueden
concebirse como un conjunto de objetos plasmados, sino como un conjunto de
procesos.
Sabemos que Hegel no es quien concibe la concepción dialéctica de la
realidad, ya que el origen de ella se encuentra en Heráclito, el filósofo jónico,
que sostuviera que todo devenir está animado por el conflicto, que toda
transformación se verifica a través de la contradicción, y que todas las
cosas están hechas de contradicciones.
La dialéctica como ontología, implica una concepción de la realidad,
un proceso circular o triangular de tres momentos cuyo motor es la contradicción.
Lejos de lo que pueda pensarse, Hegel no aplica dicho método por tesis, antítesis y síntesis, como los usarán Marx y Engels. Las
nociones que usa son afirmación, negación
y negación de negación.
Desde el punto de vista de los tratadistas hegelianos, los tres momentos
dialécticos son los siguientes:
·
El primer momento, an
sich, de afirmación o tesis.
Constituye la posición, la inmediatez, la indeterminación, es el estar en sí.
·
El segundo momento, fur
sich, corresponde a la negación o antítesis. Es el momento de la
contradicción. Constituyen la mediación o la determinación, es decir,
objetivación, el ser para sí.
·
El tercer momento, aufhebung,
es el de la síntesis o la negación de la negación y, por lo tanto, de la
superación.
Hegel, no duda en sostener que la historia de la Humanidad es un desarrollo
infinito por el hecho mismo de su naturaleza. Es el primero que, con
plena conciencia metodológica, rompe con el patrón aristotélico. Sin embargo,
su dialéctica consiste en descubrir y seguir racionalmente el movimiento de la
Idea, de modo que la razón y la realidad expresen su verdadera coincidencia.
Sobre esa perspectiva, utiliza la dialéctica para explicar la realidad, para,
de esta forma, avanzar desde lo más abstracto y simple hasta lo más concreto y
complejo, donde toda cosa concreta es cambiable y donde, a lo largo de todo
proceso, emergen nuevas propiedades.
Sobre esa base, toda su teorización se sucede desde el Universal
Abstracto pasando por el Particular, hasta el Universal Concreto. Desde la
particularidad se va hacia la universalidad que es la que contiene la verdad.
Hay que agregar que la superación del Universal Concreto es - a la vez -
eliminación y conservación, ya que, en este último momento de la sucesión
dialéctica, se encuentran los componentes de los momentos anteriores
incorporados en esta afirmación superadora.
El
fundamento idealista [1].
La Idea en Hegel,
no se da de una vez, ni en línea recta, sino que conlleva muchas mediaciones,
idas y venidas, alineación y retorno a sí, lo que llamará el trabajo negativo del concepto. Al final del proceso, lo que se
produce es una identidad del ser y del pensar, una verdad que no es simple
adecuación del intelecto con la cosa, de lo subjetivo con lo objetivo, sino
acuerdo del contenido consigo mismo, que es lo que Hegel denomina Idea.
La idea se realiza en un para
sí donde el todo es pensamiento autodeterminado: libre conciencia de sí.
En el pensamiento y el concepto es donde se consuma la plenitud de la realidad.
La imagen y lo sensible son sólo un momento dialéctico previo necesario, cuyo
destino es ser superado por la superioridad sapiente del concepto (begriff).
Desde el punto de vista del desarrollo del Concepto, la Idea
expresa la totalidad más plena y auto-posesión de las múltiples
determinaciones del Concepto. En este sentido, la Idea sintetiza, por un lado,
la totalidad de determinaciones del Concepto tomado en sí mismo; por otro lado,
expresa el conocimiento más profundo y elevado que el Concepto pueda lograr de
sí mismo y de la Totalidad plenamente desarrollada de las cosas reales.
La Idea señala la culminación de todos los procesos de
desarrollo y su manifestación plena: a nivel de conocimiento, es la captación
total de la Verdad de lo Real y del propio conocimiento; a nivel real-histórico,
expresa el desarrollo último de la totalidad Ser-Pensamiento, de la realidad
por excelencia; y a nivel del hombre, manifiesta el saber más profundo que éste
puede lograr de sí mismo y de la realidad.
La Idea, a la vez que es síntesis superada del Concepto
Subjetivo, es expresión de la Verdad de lo Real; Verdad que no puede ser
captada si no por un momento esencial de esta realidad (el pensamiento) en el
momento final (o al menos, mas elevado) de su desarrollo como realidad
natural-histórica, y por un ser (el hombre), que, siendo parte de la realidad,
ha alcanzado un desarrollo tal de sí que está en condición de penetrar teóricamente
en su estructura lógica.
Lo Verdadero y el Concepto son, al decir de Hegel, un Logisch-Reellea,
algo lógico y real al mismo tiempo, un concepto realizado en una
realidad concebida. Y esta plena realidad se subsume totalmente en la Idea,
como expresión de la Verdad de la Realidad. En suma, la máxima realización
del “ser revelado por el discurso” (la verdadera y plena realidad), del
“discurso revelador de la realidad”
(el Concepto) y del ser que mediante ese discurso “conoce lo real y se conoce a sí mismo” (el hombre). La tarea de la filosofía consiste entonces en
traspasar las formas y captar el desarrollo y realización de la Idea, sobre la
base de que lo que es racional es real, y
lo que es real es racional.
El Universal Abstracto, entonces, es la abstracción de la
realidad plena, es el momento particular que da contenido propio al concepto, y
que niega la universalidad abstracta anterior, y el Universal Concreto contiene
a los momentos anteriores en una afirmación definitiva de la universalidad.
Algunos
alcances sobre el espíritu, el ser y la lógica.
Frente a
la filosofía griega que explica el ser natural en general mediante la categoría
de auto-identidad, la filosofía hegeliana precisa de una categoría que de
cuenta de su propio contenido, reinterpretando la totalidad del ser desde la
perspectiva del sujeto. Este ser, que es la unidad de lo contradictorio y lo
no-contradictorio, es para Hegel el Concepto (Begriff)
o Espíritu.
El espíritu
se autodesarrolla merced a un lento y necesario despliegue de las mediaciones,
de relaciones dialécticas de afirmación, negación y negación de la negación
como superación (Aufhebung). El espíritu pasa así de la sustancia, de
lo que es en sí y abstracto, hacia la condición de sujeto capaz de ser
conciente de sí.
En el trabajo del espíritu, en la acción negadora y superadora del espíritu,
lo real se recupera gradualmente como totalidad auto-consciente (selbstbewusstsein),
como sujeto absoluto que se sabe a sí mismo. Esta es una de sus
proposiciones más fundamentales, la cual señala que el Ser, en sustancia, es
un sujeto (Fenomenología del Espíritu).
Hegel
propone que no es posible contraponer metafísicamente realidad
objetiva (en Kant, la cosa en sí)
y objeto, saber empírico y saber racional, experiencia "externa" e
"interna", razón teórica y práctica.
Según
Hegel, sujeto y objeto son sustancialmente idénticos porque la realidad se basa
en el auto-desarrollo del espíritu absoluto, (en el sentido absoluto de la palabra, según Hegel, la
realidad y el espíritu absoluto confluyen). Pero el espíritu absoluto,
para Hegel, es el sujeto absoluto que se tiene a sí mismo como objeto.
El significado de estas proposiciones sólo puede ser comprendido a través
de una interpretación de la Lógica hegeliana, donde hay que decir que, en su
visión, la Logik no lo que corrientemente se entiende por lógica, esto
es, no se trata de un problema de las
reglas del razonamiento verdadero o algo semejante, sino que, en rigor, la
lógica es la ciencia del Ser, ciencia que tiene por finalidad revelar
su esencia. “La Logik de Hegel - dice
Kojéve - no es una lógica en el sentido
corriente del término, ni una gnoseología, sino una ontología o ciencia del
ser, tomado en tanto que ser”.
La distinción forma-contenido es el punto de partida del análisis
crítico de Hegel sobre este problema: “Al
aceptar que la lógica sea la ciencia del pensamiento en general se entiende con
ello que este pensamiento constituye la pura forma de un conocimiento, que la lógica hace abstracción
de cualquier contenido y que el llamado segundo elemento que pertenecería a un
conocimiento, es decir la materia, debe ser ofrecido trayéndolo de otra parte (Kojéve)”.
Es el sujeto cognoscente quien dar forma a los enunciados sobre la realidad o lo
conocido.
Pareciera,
así que la operación hegeliana para lograr una representación adecuada de lo
real es la inclusión de la contradicción en su concepción de la lógica, una
lógica que, por cierto, tiene contenido. El planteamiento sobre el
entendimiento en Hegel sugiere que es posible superar la distinción entre
determinaciones antitéticas puesto que éstas son sólo un momento en el
despliegue del Espíritu Absoluto.
“El
entendimiento, según Hegel – dice Kojéve
- es una fase en el movimiento y
despliegue del espíritu. En este movimiento, de carácter progresivo, el espíritu
va alcanzado nuevas formas, cada una de las cuales supone la ruptura con los hábitos
de las etapas anteriores, conteniéndolas y superándolas a la vez, removiendo
sus defectos y conciliando todo lo que aquellas han determinado unilateralmente
como incompatibles”.
La
razón hegeliana.
El
concepto de razón es fundamental en la filosofía de Hegel. Sin
duda, supera a Kant, en su visión de la razón. Del concepto
determinista kantiano - rígido, pietista e imperativo -, (lo que Jobet llama el
Tribunal de la Razón Filosófica), la filosofía alemana pasa a un estado
de superación dialéctica, a través de la dialéctica, donde la razón
adquiere una condición dinámica.
Hegel estaba convencido de que la época de la Ilustración, que culmina
en Kant y Fichte, sustituyó equivocadamente la razón por el entendimiento o la
reflexión, y con ello elevó a absoluto algo finito. Lo infinito de la filosofía
de la reflexión no es, en realidad, sino algo puesto por el entendimiento, una
razón que se agota en la negación de lo finito.
Hegel sostenía que la Historia tiene que ver con la razón y sólo con
la razón. El núcleo de la filosofía hegeliana es una estructura cuyos
conceptos - libertad, sujeto, espíritu,
noción - están derivados de su idea de razón. “Nada
que no sea el resultado del pensar es razón” afirma en uno de sus
escritos.
El hombre se ha propuesto organizar la realidad de acuerdo con las
exigencias de su libre pensamiento racional. El hombre es un ser pensante. Su
razón lo capacita para reconocer sus propias potencialidades y las de su mundo.
No está, pues, a merced de los hechos que lo rodean, sino que es capaz de
someterlos a normas más altas, las de la razón. Por
tanto, la realidad “no razonable” tiene que ser alterada hasta que llegue a
conformarse con la razón.
Lo que el hombre piensa que es verdadero, justo y bueno, tiene que ser
realizado en la organización real de su vida individual y social. El
pensamiento, sin embargo, varía con los individuos, y la diversidad de
opiniones individuales que resulta de ello es incapaz de ofrecer un principio
para orientar la organización común de la vida. A menos que el hombre posea
conceptos y principios de pensamiento que denoten condiciones y normas
universalmente válidas, su pensamiento no puede reclamar el gobierno de la
realidad. Situado dentro de la tradición de la filosofía occidental, Hegel
cree que estos principios y conceptos existen. Y llama razón a su totalidad.
Pero, para Hegel, la razón sólo puede gobernar la realidad si la
realidad se ha vuelto racional en sí misma. Esta racionalidad se hace
posible cuando el sujeto penetra en el contenido mismo de la naturaleza y de la
historia. En tanto que la realidad no esté configurada por la razón, no es
“realidad” en el sentido exacto de la palabra.
Así, la realidad cambia de significado dentro de la estructura
conceptual del sistema de Hegel. Lo “real” viene a significar no todo lo que
existe de hecho (esto sería denominado más bien “apariencia”), sino lo que
existe en una forma que concuerde con las normas de la razón. Lo “real” es
lo racional, y sólo esto.
De este modo, el concepto de razón en Hegel tiene un claro carácter crítico
y polémico. Se opone a toda aceptación ligera del estado de cosas dado. Niega
la hegemonía de toda forma dada de existencia, demostrando los antagonismos que
la disuelven en otras formas.
En el prólogo de “Fundamentos de la
filosofía del derecho”, afirma: “Es
importante que la filosofía se entere de que su contenido es la realidad
efectiva, distingue aquello que es meramente fenómeno, algo efímero e
insignificante, de lo que en sí mismo merece verdaderamente el nombre de
realidad efectiva, de tal modo que se puede considerar como la finalidad suprema
de la ciencia producir la reconciliación de la razón autoconsciente con la
razón-que-está siendo, es decir, con la realidad efectiva”.
“Lo que es racional, eso es efectivamente real, y lo que es efectivamente
real, eso es racional. El simple estar ahí es en parte fenómeno y sólo en
parte es realidad efectiva. En la vida común se denomina realidad a
cualquier ocurrencia, al error, al mal y a todo lo que pertenece a este campo,
así como a cualquier existencia atrofiada y efímera se la llama
precipitadamente realidad efectiva. Lo contingente es una existencia que no
tiene más valor que el de una posibilidad, algo que tanto es como podría
igualmente no ser”.
Su
definición de sociedad civil.
El primero en distinguir filosóficamente entre el Estado y
la sociedad civil fue Hegel, filósofo que, tanto en la “Enciclopedia de
las ciencias filosóficas” como en sus “Principios de filosofía
del derecho”, procuró hacer justicia a la diversidad de vínculos e
instituciones sociales en contra del reduccionismo contractualista de sus
predecesores. Respecto de las
formulaciones anteriores (Locke, Hobbes, Ferguson), su rasgo distintivo está
puesto en su contenido ético.
En su concepción de la Eticidad moderna, reconoce con
claridad tres instancias éticas de interacción humana:
·
La primera, donde la sangre y el afecto mutuo es el
fundamento de los vínculos inter-subjetivos (la familia).
·
La segunda, determinada por las relaciones socioeconómicas
desarrolladas en el mundo del trabajo y el mercado (la Sociedad Civil).
·
La tercera, de los espacios de deliberación y decisión políticas
(el Estado).
En relación a la Sociedad Civil, Hegel indica que es el
espacio en el que se plantea el conjunto de conflictos de interés y
necesidades, y de los vínculos pre-políticos de solidaridad particular
(corporaciones) y pública. “El derecho
en la Sociedad Civil – dice - emana
del hecho de que existe una generalización abstracta de los intereses
particulares”.
Así, la Sociedad Civil es el ámbito de los intereses particulares donde
prima el interés particular, la competencia y los conflictos. Está movida por
los fines de las personas particulares y por la mediación para llegar a la
universalidad. Dice Hegel: “El miembro
de la Sociedad Civil, de acuerdo a su particular aptitud, es componente de la
corporación, cuyo fin universal es, por lo tanto, enteramente concreto y no
tiene otro ámbito sino aquel de la profesión, el negocio y el interés
particular". Por lo mismo, los individuos son personas privadas que
tienen un fin que es perseguir su propio interés que puede realizarse mediado
por el interés universal.
El
hincapié en Hegel, está dado en la esfera en que los individuos actúan con
sus capacidades privadas, pero confluyendo en un proceso integrador con los
fines del Estado. Así, la sociedad civil organizada en sus asociaciones,
comunidades y corporaciones constituidas, mantienen una “conexión política”,
mediante las cuales interactúan con el Estado.
Su
teoría del Estado.
Para Hegel el Estado es sobre todo un ente racional. Es la realidad de la
voluntad que tiene auto-consciencia particular elevada a su universalidad y, de
esta forma, es la superación del particular en el universal.
Pero también, es el fin último donde se desarrolla la libertad, es la realidad
de la libertad y su contenido existe en sí y por sí.
En Hegel, al Estado se subordinan las leyes y los intereses de los
individuos, la familia y la sociedad civil "El
Estado es efectivamente real y su realidad consiste en que el interés del todo
se realiza en los intereses particulares". Así, lo universal y la
particularidad deben estar unidos ya que los intereses deben realizarse
universalmente.
El fin del Estado es el interés general y la conservación de intereses
particulares, esto es su realidad, su necesidad y su espíritu, para seguir el
fin y bienestar particulares. El Estado es débil cuando los individuos no ven
que satisfaga su fin subjetivo. El individuo al cumplir con su deber debe
encontrar su interés y el de los demás. Los intereses particulares se limitan
en el Estado sometidos a un interés universal y se obra según una voluntad
universal, todos se proponen un fin universal.
Además la soberanía del Estado es el único principio capaz de producir
la unidad y el orden social, que se construye desde la autonomía racional del
individuo y es un instrumento necesario para la preservación de la sociedad de
clase media. Así el Estado soberano es capaz de eliminar en los individuos el
destructivo elemento competitivo. De ese modo, el orden universal del Estado
restringe la libertad y la competencia por el interés común.
Los intereses individuales en competencia son incapaces de garantizar la
continuidad del todo y es necesario imponer una autoridad suprema, por encima de
esos intereses, que pueda lograr una sociedad racional. Este debe satisfacer el
interés del individuo en una unidad entre lo individual y lo universal y se ve
la libertad concreta en la que los intereses particulares tienen desarrollo
integro y reconocen sus derechos. Unifica los intereses de los miembros y no
puede estar sujeto a una norma más alta ya que el Estado elimina el interés
competitivo de los individuos y lo transforma en un interés universal para
controlar los conflictos de la Sociedad Civil.
Pero, debe haber identidad entre el individuo y el Estado, ya que este
existe si sus miembros comparten un sentimiento de pertenencia y los fines
privados y públicos son los mismos, como así el régimen político debe ser la
expresión de las tendencias y los hábitos de los individuos de la sociedad.
Dos
aspectos finales.
Por último, a modo simplemente informativo, hay dos aspectos que tienen
relación con los debates de nuestro tempo, sobre lo cuales haremos un pequeño
alcance.
Hegel fue el primer filósofo que desarrolló un concepto claro de modernidad.
A él es menester recurrir, por tanto, si queremos entender qué significó la
interna relación entre modernidad y racionalidad. La
modernidad, para Hegel, se inicia en el siglo XVI, con el descubrimiento
de América, la Reforma y el Renacimiento. Hegel entendía que la modernidad
implicaba una paulatina desintegración de los lazos sociales tradicionales
(fundamentalmente los familiares) y en donde la Sociedad Civil arranca al
individuo de ese lazo, reconociéndole como persona autónoma.
Ello le lleva a hacer su propia afirmación sobre el fin de la historia, igual como lo propusieran los padres del
cristianismo, con la idea del pronto juicio final, o como lo planteara hace poco
Fukuyama, con su enunciado del fin de los megarelatos que competían con el
liberalismo económico. Para Hegel la historia universal terminaba en el
movimiento ilustrado, sobre la base de ver en la revolución francesa la expresión
mas acabada de la razón europea, especialmente como resultado de la batalla de
Jena, durante la guerra Franco-Prusiana, que
significó la actualización histórica
de las ideas de la Revolución Francesa. Desde luego, no escapa a la seducción
adventicia de la filosofía alemana, característica de su tiempo, presente
tanto en la rigidez kantiana y en el relato marxista, por señalar dos ejemplos.
BIBLIOGRAFÍA.
Findlay,
John Niemeyer, “Reexamen de Hegel”, castellana de J. C. García
Barrón. Ediciones Grijalbo, México, 1969.
Hegel
G.W.F. “Fenomenología del Espíritu”. FCE, México, 1966.
Hegel
G.W.F. “Lecciones Sobre la Filosofía de la Historia Universal”. Prólogo
José Ortega y Gasset. Traducción de José Caos. Altaya, España, 1997.
Jerez
Mir, Rafael. “Eloy Terrón Abad
(1919-2002). Filosofía hegeliana y humanismo marxista”. Revista de Hispanismo Filosófico. España,
Nº 7, 2002.
Jobet,
Julio César.”Los fundamentos del marxismo”. Ediciones PLA, Chile, 1971.
Kojeve,
Alexandre,” La dialéctica de lo real y de la idea de la muerte en Hegel”.
Buenos Aires, La Pléyade, 1972
Kojéve,
Alexandre, “La Dialéctica del amo y del esclavo en Hegel”,
traducción de Juan José Sebreli, Ed. La Pléyade, Argentina,
1971.
Marcuse,
Herbert, "Razón y
revolución" (1941). www.socialismo-o-barbarie.org
Sitios
de divulgación del pensamiento hegeliano.
[1]
Este sub-tema está basado fundamentalmente en el trabajo “Aproximación
a la filosofía de Hegel” de Luis Armando González, disponible en
Internet. Los subrayados son del autor de este módulo.