EN
TORNO A LO QUE QUEDA AL FINAL DEL DÍA. Una
e-conversación con Sebastián Jans
Publicada en Revista "Occidente" (Chile) en marzo de 2006 |
Una
de las disponibilidades de la era de la información, el correo electrónico,
nos ha permitido establecer una e-conversación
con Es una e-conversación, por dos variables: porque se genera en el medio electrónico, y porque nuestro tema central es la economía chilena. Contactado a través de su correo electrónico en Yale, respondió sentirse honrado por la solicitud de desarrollar esta conversación. Diversas contingencias retrasaron el contacto, y de paso por Chile a fines de febrero, ofreció reunirnos una tarde de viernes en mi oficina, para conversar sobre algunos de los temas económicos que preocupan a los chilenos, en algo más de una hora frente a una grabadora. De
ese modo se gesta esta aproximación al pensamiento de un chileno de
excepción, cuyas ideas han traído más de alguna polémica, sobre todo
cuando ellas se proyectan hacia las decisiones políticas de un país
que, en lo fundamental, parece no sentirse cómodo con un modelo económico
que, sin embargo, constituye un referente para América Latina y para
muchos países en desarrollo. Llegó a mi oficina en taxi, de la misma forma como se fue, con la sencillez ciudadana digna del hombre de ciencia que es, ante lo cual es bueno repasar su trayectoria: Ingeniero civil matemático de la Universidad de Chile, graduado en 1980, realizó posteriormente dos doctorados: uno en Estadística, en la Universidad de Stanford (1987) y otro, en Economía, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en 1991. Académico en el Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile y fundador del Centro de Economía Aplicada, ha tenido una relevante participación en consultorías que han influido en las decisiones de política económica chilena y latinoamericana. En el 2002, una encuesta realizada entre 122 economistas, por la sección “Economía y Negocios” del diario “El Mercurio”, le permitió ser reconocido como el “Economista Chileno del Año”, superando a otros destacados especialistas. Sus líneas de investigación se proyectan fundamentalmente en torno a la macroeconomía donde ha sido reconocido internacionalmente, obteniendo hace tres años la Frisch Medal, que lleva el nombre de Ragnar Frisch, Premio Nobel de Economía 1969. La distinción le fue entregada por un trabajo realizado junto al profesor Ricardo Caballero, del Departamento de Economía del MIT, publicado en 1999, considerado el mejor trabajo en la disciplina en cinco años. Gusta
la música de Mozart y Sibelius, pero, por sobre todo declara su
predilección por el teatro. En la música popular sus gustos son
predominantemente sesenteros, donde destaca Serrat. Dice que su vida en
Yale ha sido muy buena y enriquecedora, permitiéndole hacer investigación
en un lugar donde se valora mucho esa labor, a lo que dedica una buena
parte de su jornada. Sin embargo, plantea que está muy conectado con lo
que pasa en Chile, a través de sus viajes permanentes al país. Iniciamos
nuestra conversación del modo más contingente, preguntándole su
percepción, por aquella sensación predominante que caracterizó los
debates entre la clase dirigente chilena, en la campaña presidencial de
2005, donde se expresó una visión autoflagelante y una
visión autocomplaciente
respecto del modelo económico chileno. Responde
que toda esta discusión sobre “el
modelo” – donde recalca el entrecomillas – renace, a su juicio
en la campaña interna de la Democracia Cristiana, y cuyo origen se
encuentra en la discusión que marca los debates de la Concertación en
1997. Que renace cuando
Adolfo Zaldívar la reflota para diferenciarse de Soledad Alvear, y
luego la toma Joaquín Lavín, para atraer votos de centro que eran
claves para su candidatura presidencial. “Más allá de los motivos
para introducir ese tema, es una de las discusiones más confusas y poco
claras, que se han dado para discutir políticas públicas en Chile, en
tiempos recientes. Fue una discusión pobre, frustrante”. Dice que
costó un mundo identificar los temas que estaban en juego, dado la
cantidad de conceptos que se usaron, algunos con dobles significados,
otros con significados múltiples, y que la única forma de ir aclarando
un poco el tema es ir tomando algunas cosas muy concretas. “El mismo
concepto de que diablos es ser neoliberal,
que es el modelo, son cosas
que realmente se prestan para distintas lecturas, y mientras más
confusas más se benefician los grupos de poder del país, quienes
encuentran un nuevo Caballo de Troya para promover sus agendas”. Le
acotamos que, sin embargo, no podemos dejar de reconocer que los niveles
de desigualdad en el ingreso en nuestro país son notables, aspectos
que, más allá de las cifras, genera un consenso en los diagnósticos.
Categóricamente expresa que comparte dicho diagnóstico, agregando al
mismo tiempo, que los problemas de desigualdad no son culpa del modelo,
no son culpa de la estrategia de desarrollo que ha seguido Chile. “El
problema distributivo es un gran desafío, hay un acuerdo amplio a esta
altura sobre eso. Y no solo en la distribución del ingreso y la
riqueza, sino que también en la distribución de las oportunidades y
del poder en la sociedad chilena. En Chile hay ciertos grupos que
influyen mucho más que otros, cuando se trata de poner la agenda pública”.
Insiste
en que ello no tiene nada que ver con el modelo, y propone que veamos
datos concretos: “Los grados de desigualdad en el ingreso que tenemos
hoy en Chile, son similares a los que había hace 15 años. Era mala en
1990, cuando se produjo el retorno a la democracia, y son malos hoy. En
la mayoría de los países industrializados, la distribución de la
riqueza ha empeorado en los últimos 15 0 20 años. Es un tema de gran
preocupación en Estados Unidos y en varios países europeos, donde se
comprueba un deterioro en la distribución del ingreso, y aún cuando no
hay consenso sobre la importancia relativa de diversos factores, uno de
ellos se refiere a los cambios tecnológicos que se han producido en décadas
recientes, cambios que llevan a que se premie más que en el pasado a
los trabajadores mejor formados. Porque siempre hubo un mayor ingreso
para la gente más preparada, pero, la diferencia ha ido creciendo
debido al tipo de cambio tecnológico”. “Esto
no tiene nada que ver con ningún modelo –señala con seguridad - ,
esto simplemente es un factor, y en ese contexto, comparativamente en
Chile, el hecho que no haya empeorado la distribución del ingreso con
un crecimiento impresionante, no es tan mala noticia. Yo creo que ha
llegado el momento de enfrentar el tema distributivo. No me entienda
mal, pero, hay que hacerlo en serio, con medidas que realmente mejoran
la distribución de la riqueza y del poder, no con medidas que favorecen
a grupos de interés que siempre ha sido favorecidos. Todo el discurso a
favor de la clase media que escuchamos durante la campaña presidencial,
tanto de algunos líderes concertacionistas como de líderes de derecha,
tenía mucho de oportunismo, para favorecer a grupos específicos, en
desmedro de las grandes mayorías”. Frente
a ello se pregunta que es la clase media y si todos somos clase media,
“porque en este momento cualquier grupo de presión se inscribe como
clase media, y tenemos allí a grupos
que históricamente se han beneficiado a costa de todos los chilenos”.
Explica
que si tomamos el ingreso que la gente recibe antes de pagar impuestos -
uno trabaja, y recibe su ingreso antes que el fisco recaude, sin
impuesto del IVA ni nada, - esa distribución es muy mala en Chile. “Grosso
modo, el 20% más rico está ganando 15 o 16 veces lo que gana el
20% más pobre. Esos son los órdenes más o menos. Ahora, lo que sucede
en todos los países, incluido Chile, -explica - es que ese ingreso no
es el que tenemos para gastar, porque ese ingreso paga un impuesto, que
es recaudado por el Estado, y en que una de las razones fundamentales de
recaudar dicho impuesto, es que después el Estado gasta en bienes y
servicios, como por ejemplo educación, salud, infraestructura, y todos
estos servicios vuelven y benefician a los ciudadanos”. “Entonces,
hay una segunda distribución del ingreso, aquella posterior a cuando el
Estado realizó sus gastos, cumpliendo su rol distributivo... Esa
distribución es más complicada de calcular porque hay que empezar a
valorar lo que el Estado hace por uno. Sin embargo, esa segunda
distribución es la que importa para efectos de bienestar de las
personas, porque los bienes y servicios a que la gente accede, sea con
recursos propios o mediante el Estado, depende de esta segunda
distribución. Y esta segunda distribución en Chile es notablemente
mejor que la primera. Chile es uno de los países donde la distribución
del ingreso más mejora, entre esa primera distribución y la segunda.
No hay consenso en el número exacto, porque hay que empezar a valorar
lo que da el Estado, pero, los rangos en que uno termina moviéndose,
indican que el quintil más rico, es decir, el 20% más rico termina con
un ingreso entre 8 y 10 veces mayor que el quintil más pobre...
Llegamos así a una distribución de ingreso que no dista mucho a la de
un país desarrollado. La distribución del ingreso – insiste -, no el
nivel de ingreso”. Hace
recuerdos los años 90, cuando los índices de pobreza en Chile bajaron
rápidamente en los gobiernos de la Concertación. “Partimos en el año
1990 con alrededor de un 40% de la población viviendo bajo la línea de
la pobreza, y hoy en día ese índice está en el 17%, lo que es un éxito
notable... Yo recuerdo que cada dos años, cuando salía la encuesta
Casen, y el Ministro de Mideplan salía anunciando esos datos, siempre
partía diciendo: bueno, la
pobreza bajó otra vez cuatro o cinco puntos, y después se pasaba
la restante media hora de la conferencia de prensa, dando todo tipo de
excusas porque el nivel del ingreso no había mejorado. Es decir, la
reducción de la pobreza apenas se mencionaba. Y, aún cuando los dos
temas son importantes, la trascendencia relativa que se le daba en la
Concertación, a mi juicio era la equivocada, porque claramente era
tremendo mérito estar bajando la pobreza en esa forma. Era un éxito
que no tiene comparación con ningún país de Occidente. Ningún país
del hemisferio ha bajando la pobreza como lo hizo Chile durante los 90.
Las únicas experiencias similares son del sudeste asiático”. “Y
teníamos que el gobierno que había logrado esto, estaba excusándose
porque la distribución no mejoraba, y no estaba valorando lo que hacía,
hasta que viene la crisis de fines de los 90, y allí, de repente, la
Concertación se empieza a acordar que, bueno, después de todo, no era
tan terrible esto que venía bajando la pobreza: la
pobreza ahora baja mas lentamente, tenemos recesión, tenemos años más
difíciles. En ese momento, una parte de la Concertación descubre
la importancia que tiene el crecimiento económico, de que es clave para
reducir la pobreza y de que, en algún sentido, no se había valorado lo
suficiente todos los avances que se habían producido en la década de
los 90. Ese es entonces un primer matiz al tema de la distribución”. “Ahora,
creo que Chile ha alcanzado niveles de desarrollo en que el tema de la
distribución, efectivamente, se puede comenzar a atacar, cosa que habría
sido un desastre a principios de los 90. Porque si a principios de los
90 atacamos el problema distributivo, ni crecemos ni distribuimos, y
terminamos como varios de países latinoamericanos en que las
fluctuaciones son enormes en los últimos 10 o 15 años, la
inestabilidad política es significativa, y la pobreza es igual o mayor
que hace 15 años”. “Ahora,
es el momento de lidiar con el tema redistributivo, y es lo que se está
haciendo. El programa del nuevo gobierno tiene propuestas para enfrentar
este tema, y son propuestas en la línea correcta. Pero, hay un riesgo
en el tema redistributivo, y dicho riesgo es optar por políticas con
efectos secundarios sumamente negativos. El programa de Michelle
Bachelet resistió dicha tentación. De hecho, la presentación que hizo
la entonces candidata presidencial en CasaPiedra fue notable”. “Un
primer tipo de medidas que no sirve es forzar al empresario a pagar
mejores salarios. No sirve porque el empresario simplemente va a
contratar menos gente. Lo que si se puede hacer, por ejemplo, en un
momento en que hay recursos, como en Chile ahora, es decirle: mire, Ud.
contrate gente, especialmente entre jóvenes que tienen un alto índice
de cesantía. Ud. los contrata, y yo, el Estado, le voy a pagar una
contraparte de esa gente o le voy a financiar sus cotizaciones
previsionales. Es decir, el Estado le abarata los costos al empresario,
sin forzarlo a pagar lo que no quiere pagar. Con este apoyo estatal uno
está ayudando a los jóvenes que están empezando a trabajar, para que
ganen experiencia, y después no tengan que depender del subsidio”. Le
hacemos el alcance si acaso ello implica que se trata de un subsidio de
mano de obra barata, tal vez teniendo en mente los planes municipales de
empleo básico, para bajar los índices de cesantía, desarrollados en
los años de la crisis. “Más
que mano de obra barata, lo que uno tenemos en este momento es que los
índices de desempleo entre los jóvenes son muy altos. En parte, porque
en todo el mundo es así, porque están empezando, o porque las empresas
estiman que no están dispuestos a contratarlos porque el salario que
deben pagarles es mayor que lo que contribuyen a la productividad de la
empresa. Eso está pasando. Y la respuesta es hacer más atractivo para
las empresas contratar a trabajadores jóvenes”. “Hay
otras medidas más, que también apuntan en la dirección correcta, y
que son sumamente importantes, como es la masificación de la educación
pre-escolar. Las diferencias en Chile, y en todo el mundo, no parten en
la cuna; parten antes de la cuna, porque se nace de mamás bien
alimentadas y de mamás mal alimentadas, y por lo tanto, ya a la edad de
siete años la diferencia es enorme”. Cuenta
que hay una secuencia de películas inglesas, filmadas cada 7 años,
partiendo en 1964, siguiendo a un grupo de niños ingleses de extracción
social muy diversa. La primera fue a los siete años, luego, se hizo a
los 14 años, y así, sucesivamente. La última muestra cuando tenían
42 años. Las películas se llamaban “7 Up”, “14 Up”, “21
Up”, etc. Y la conclusión central es que el destino de estos niños
ya estaba determinado a los 7 años. “A esa edad ya estaba claro como
le iba a ir a cada uno de ellos”. “Uno
ve que la visa está bastante determinada, La forma de cambiar este
determinismo es tratar de mejorar las oportunidades desde el comienzo.
Sabemos por la psicología, que muchos de los elementos formativos
importantes en los niños, son antes de los 5 años. Aprovechemos eso, y
la forma de aprovecharlo es un fuerte gasto estatal para asegurar
educación pre-escolar a todos los niños de Chile. Los que tienen menos
acceso a la educación pre-escolar son los niños más pobres. Esa es
una forma sumamente inteligente de dedicar recursos para mejorar en el
tema distributivo. Además, tiene
la virtud que para las mujeres de ingreso medio bajo, les permite ir a
trabajar también, ya que tienen donde dejar sus hijos… Parte de la
pobreza de esas mujeres es que integran parejas en que uno solo trabaja,
y cuando quien trabaja queda cesante, la pasan muy difícil. Bueno, van
a poder trabajar los dos, y con un poco de suerte, cuando uno esté
cesante no estará cesante el otro, y con eso se sale de la pobreza
automáticamente; se gana por el lado de mayores oportunidades, porque
los niños más pobres tienen acceso a una mejor formación desde el
comienzo, cuando más importa; y se gana en mejor acceso al trabajo para
las mujeres, que en Chile es muy poco, comparado con otros países; y se
gana en igualdad de derechos frente a los hombres; en fin, se gana por
todos lados, y se termina con menos pobreza y mejor distribución”. Hacemos
el comentario que un economista de la Universidad Católica, Claudio
Sapelli, en estudio conocido en septiembre de 2005, cuestionó los
instrumentos de medición que señalan la desigualdad en Chile,
indicando que se está viendo el problema con los datos equivocados. En
síntesis, Sapelli señalaba que se puede debatir el grado de
mejoramiento de la distribución del ingreso, pero, que no se puede
decir que no hay avances. Le preguntamos si son confiables los
instrumentos de medición existentes para aseverar que hay una inequidad
en la distribución del ingreso, al punto de poder sostener que Chile,
efectivamente es uno de los países con mayor desigualdad. Responde
que Sapelli propone ver los distintos grupos etéreos, respecto a como
entraron al mercado laboral, y
lo que cree haber concluido es que las generaciones más jóvenes tienen
una mejor distribución que las más viejas, por lo que habría que
esperar 10 o 15 años, para que esperar que la distribución del ingreso
mejore solita, sin intervención del Estado. “Dos
comentarios sobre ese trabajo. El primero, es que tiene un problema
metodológico, porque no incorpora el hecho que si Ud. considera como
partieron sus compañeros de curso en el colegio, donde todos partieron
más o menos igual, cuando después de 10 años se juntan, las
diferencias van a ser mayores, porque uno tuvo una enfermedad seria,
porque otro tuvo mejor suerte. El trabajo de Sapelli no corrige por este
factor, es decir, no corrige el hecho que la distribución, al interior
de un grupo etáreo, se va haciendo más desigual con los años.. Dicho
eso, hemos estado mirando los datos, con Juan Pedro Eberhard, un alumno
chilenos del doctorado de Yale – no tenemos aún listo el trabajo –,
pero, nuestros resultados preliminares sugieren que cuando se emplea la
metodología correcta, parte del estudio de Sapelli sigue siendo válido,
es decir, la distribución del ingreso en los grupos etéreos más jóvenes,
en la actualidad, es mejor que aquella de quienes ingresaban a trabajar
hace dos décadas. Pero, aún si existe una tendencia hacia una mejora
del ingreso en Chile, cuando los países cuando alcanzan ciertos
umbrales del ingreso per cápita y
desarrollo, y se está llegando a esto en Chile, las políticas públicas
pueden promover activamente una mejora más rápida en la distribución
de la riqueza, con medidas con las que hemos señalado hace un rato. Son
caras, no son políticas baratas, pero, hemos llegado a un momento en
que eso se puede hacer”. Frente
a las sensaciones que se advierten en distintos grupos o sectores económicos,
especialmente a nivel de los pequeños y medianos,
le preguntamos si la
ciencia económica puede aportar soluciones que ayuden a quitar el
componente anímico que presentan extrapolaciones tan drásticas que van
desde el mayor optimismo y el más rotundo pesimismo, aún en esta fase
de bonanza económica. Recuerda
que una vez, Roberto Zalher, cuando presidía el Banco Central, calificó
a los chilenos como maniaco-depresivos,
por sus oscilaciones de estado de ánimo tan fuertes. Dice que una parte
es un tema de psicología, de la naturaleza humana,
pero, también hay una parte que la economía ayuda a entender,
que es relativamente novedoso, y es que, en los últimos 20 años, hay
un montón de evidencia que como le va a las distintas empresas es muy
variable. “En
un mismo sector productivo Ud . tiene empresas que les está yendo fantástico,
y a otros les esté yendo pésimo, sin que sea muy fácil saber por que
la diferencia. Esta idea de que en un mismo sector, a todo el mundo le
va igual, simplemente no es cierta. Las diferencias que hay son mucho más
grandes de lo que antes creíamos. Entonces, parte de estas diferencias
de ánimo, están reflejando realidades distintas. Siempre hay gente que
está pasando por un mal momento, mientras otros están pasando por un
buen momento. Si uno mira el peor momento de la economía chilena, en
los últimos 25 años, que fue la recesión de 1982, el producto cae en
un 14% en un solo año; ese año, en el sector manufacturas, hay una
tremenda caída del empleo, pero, hay empresas que están contratando
gente en plena recesión. Los conceptos económicos, en este caso, son
“creación y destrucción de
empleo”. Creación
cuando aumentan la contratación y destrucción cuando despiden. La
destrucción en ese periodo fue más de un 20%. Pero, hubo un 8% de
creación en plena recesión,
en el momento de mayor crisis. Y al revés, en el momento de mayor
crecimiento, en los 90, cuando Chile crecía a un 8% anual, en esos años
había un montón de destrucción de empleo. Obviamente, había más
creación, pero, nuevamente la realidad económica a nivel micro,
presenta un montón de diferencias. De modo que no porque el país
crezca a un 5 %, todas las empresas crecen un 5%. Unas crecen un 20 y
otras caen un 5, hay mucha heterogeneidad”. Considerando
su experiencia académica, le señalamos que los tres últimos gobiernos
han realizado un gran esfuerzo en educación, aumentando el gasto público
de manera significativa. Sin embargo, lo que se advierte como resultado
es que tales políticas no arrojan un resultado esperado en la calidad
de la educación. Le preguntamos donde han estado los aciertos y los
errores de la política educacional impulsada por estos gobiernos, desde
el punto de vista del análisis económico. Medita
para luego señalar que se trata de un tema muy complicado, porque se
pisan muchos callos en grupos bastante poderosos, pero, la evidencia a
estas alturas está clara, y no lo estaba claro hace 15 años: “Uno de
los problemas esenciales es la calidad de los profesores. Obviamente, no
todos; hay excepciones notables, pero, en general, la calidad de los
profesores en Chile, es parte del problema. La evidencia es la
siguiente: hay unas pruebas estandarizadas de la OECD, que permiten
medir distintas aptitudes necesarias en el mundo de hoy, desde comprensión
de lectura hasta entender instrucciones, lectura de un manual o
interpretar tablas y gráficos, etc.; todas las cosas necesarias para
enfrentar el mundo de hoy, y lo que se ve para Chile
es que si partimos a los 5 o 6 años peor que los países
industrializados, y esa brecha se mantiene en las enseñanza básica,
media y universitaria. La distribución de resultados está corrida
hacia el lado negativo, tal como lo muestran los trabajos de Patricio
Meller y David Rappaport del CEA. Nunca recuperaremos esa mala partida.
Los mejores colegios del país, son peores que los mejores colegios de
Europa o estados Unidos.... Y ahí está la evidencia clave sobre la
calidad de los profesores. Hay otros problemas, por ejemplo, la gestión
de los colegios públicos, donde los profesores no son premiados si lo
hacen bien. Pero, si ese fuera el único problema, bueno, los colegios
privados no tendrían ninguna excusa para no tener niveles de
rendimientos en sus alumnos comparables a los mejores colegios de los países
desarrollados. Ahí no hay ningún impedimento para premiar a los buenos
profesores y despedir a los que no le ponen empeño. Sin embargo,
nuestros mejores colegios entregan una educación que no es buena”. En
este periodo de bonanza, donde el cobre hace un aporte sustancial, le
expresamos la preocupación respecto a como podemos crear condiciones
que no hagan a nuestra economía tan dependiente de esa fuente de
recursos. Rebate indicando que nuestra dependencia del cobre ha bajado,
aunque sigue siendo un elemento importante en nuestras exportaciones.
Cuando el cobre está alto, es una fuente muy importante de ingresos del
Estado, porque la mitad del cobre en Chile es estatal. “Sin
embargo, si tu miras lo que ha sido la economía chilena, desde los 90
hasta ahora, saquemos todo el crecimiento del sector minero, y veamos
que pasó con el resto, y el 90% del crecimiento no fue del sector
minero, como lo fueron los otros sectores estrellas como el vino, la
fruta y la madera. Claramente, sin esos sectores estrellas, todos los
sectores fueron creciendo, los servicios más variados fueron creciendo.
Uno se centra en algunos de estos sectores estrellas, porque son los
sectores que permiten volar nuestra imaginación, pero, hay un montón
de otros sectores menos rutilantes, que no aparecen en la prensa, que
también se están desarrollando, que también están produciendo más.
Ha sido un crecimiento bastante armónico en los distintos sectores de
la economía”. “Lo
que si es cierto, es que el precio del cobre tiene un efecto bien grande
sobre lo que pasa en el resto de la economía, y eso se debe
posiblemente a que nuestro mercado financiero no funciona tan bien como
quisiéramos. El dólar responde más de lo que debiera a las
fluctuaciones del precio del cobre, la liquidez del mercado financiero
responde más de lo que debiera a los recursos que recibe el Estado por
un mayor precio del cobre. Aún cuando tenemos uno de los mercados
financieros más desarrollados de la región, queda mucho por hacer. La
reforma del mercado de capitales, conocida como MKII, es una reforma
importante que el gobierno de Lagos no alcanzó a abordar y que queda
para el nuevo gobierno. El desafío, entre otros, es que los vaivenes
del precio del cobre afecten a la economía chilena”. “Se
han hecho cosas interesantes respecto de esto…Un elemento clave es el
superhabit estructural que permite mantener un gasto público
relativamente estable en el tiempo, que va creciendo con el potencial
crecimiento del país, pero, corrigiendo por los vaivenes de los precios
del cobre y los otros precios de las exportaciones chilenas, y que es un
esquema que ha sido imitado por varios países, porque ha funcionado
bien. La idea central se remonta a los tiempos bíblicos: tenemos el sueño
de José que ve siete años de vacas gordas y siete años de vacas
flacas, y que ahorro en los años buenos para no sufrir en los años
malos. Pero, la forma de llevarla a cabo en un mundo moderno, con
presupuestos públicos, vino del gobierno de Ricardo Lagos, vino de
Nicolás Eyzaguirre y de Mario Marcel, y es una forma simple, bien
hecha, de llevar a la práctica esta idea de ahorrar en años de vacas
gordas, para gastar la plata ahorrada en años de vacas flacas. Así
que, la respuesta en parte es sí, las fluctuaciones en nuestra economía
reflejan las fluctuaciones del cobre más de lo que quisiéramos. Queda
mucho por hacer, pero, en el tema de la dependencia del cobre estamos
mucho menos hoy que hace treinta años”. Le
señalamos que uno de los grandes vacíos de nuestro país, es la
inversión en ciencia y tecnología. Es claro que darle valor agregado a
los productos chilenos requiere mayor incorporación tecnológica, mayor
creatividad, más investigación. El aporte del Estado, aún
insuficiente, sigue siendo el más significativo, y el aporte privado es
del orden del 30%. Preguntamos: ¿cómo es posible generar recursos más
significativos – sean estos públicos o privados - para la ciencia y
la tecnología, de modo de incrementar nuestras posibilidades de
concurso en la economía global? “Es
un desafío grande – responde, mientras medita -. Parte del problema
es el sector privado que todavía es reticente, renuente, que sospecha
del mundo académico. Pero, parte es también del mundo académico que
está demasiado centrado en su propio mundo, que no valora
suficientemente desarrollar las aplicaciones que le interesan al sector
privado. Porque un buen académico lo que quiere es publicar en las
mejores revistas internacionales, y eso tiene poco que ver con el
desarrollo tecnológico del país. Ha faltado un diseño institucional
que contribuya más a que parte de nuestros ingenieros, los técnicos más
destacados, más creativos, puedan contribuir a resolver los problemas
de las empresas, a trabajar junto con las empresas. Y aquí son
relevantes, entre otras cosas, los estímulos tributarios”. “Se
requiere un cambio de mentalidad, por lado y lado. No solamente por
parte de los empresarios, sino también por el lado científico. Hay un
desafío grande para un diseño institucional nuevo.
La buena noticia es que hay una comisión que ha trabajado este tema
para gastar la plata del royalty
en incentivos para el desarrollo tecnológico, comisión designada por
el gobierno de Lagos, que presidió Edgardo Boenninger, que promete
mucho para establecer una hoja de ruta en este tema”. No
pudimos dejar de tocar uno de los aspectos que causó una relativa polémica,
por sus planteamientos respecto de la flexibilidad laboral. Le señalamos
que para el público común y corriente, aquel tema es un limbo difícil
de penetrar, por los distintos contenidos, que se advierten en su
formulación. Sus opiniones, vertidas hace algún tiempo – recordamos
- fueron criticadas por distintos sectores. “En
esa polémica me sacaron de contexto, me tergiversaron lo que dije. Además
yo no estaba acá, y me enteré muy tarde para aclararlo. Pero, también
debo reconocer que no supe expresar lo que pensaba de un modo que fuera
entendible para un público no especialista. A propósito de esa polémica,
cabe notar que el programa del nuevo gobierno expresa muy claramente lo
que yo no supe expresar bien”. “Por
ejemplo, quienes más sufren por falta de flexibilidad laboral son las
mujeres, porque muchas veces esa falta de flexibilidad les impide
conseguir trabajo, porque ellas quisieran una pega
con jornada parcial y no con jornada completa, y esas pegas
no existen porque tenemos una legislación que dificulta su existencia,
que las encarece. Y por lo tanto, una agenda laboral a favor de las
mujeres, que busca revertir que Chile sea uno de los países con menor
participación laboral femenina – menos de un 40% -, mucho menor aún
dentro de las mujeres más pobres, va a tener que hacerse cargo de las
rigideces existentes” “Una
mayor flexibilidad no significa trabajo más precario, simplemente
significa que hoy en día, hay que gente que no tiene acceso al trabajo
porque las empresas no encuentran atractivo hacer ofertas. Un ejemplo,
es que hoy, cuando Ud. contrata a la mujer Nro. 20 en
su empresa, debe instalar una sala cuna. Bueno Ud. no tiene por que ser
ni machista ni mala onda cuando llega el momento en que tiene 19 mujeres
contratadas, y prefiere contratar un hombre porque no quiere asumir el
costo adicional asociado a contrarar la mujer número 20. Ello no
significa que no se quieran tener salas cuna, solamente que la forma de
financiar las salas cuna debe ser otra. Yo propuse eso en la presentación
que hice y que generó esa polémica, pero, obviamente, ningún diario
mencionó el ejemplo. Las salas cunas no tienen por que depender de la
cantidad de mujeres que hayan en una empresa. Esa es una rigidez”. En
un plano más general, le preguntamos como ve a Chile, desde Yale, como
percibe a este país que muchos en el extranjero ven como muy
conservador. Dice que Chile ha mejorado y el mejor indicio es que
elegimos a una mujer, jefe de hogar, como
Presidente de la República, algo que hace 5 años atrás era
impensable. Hay una contradicción entre lo que somos y como actuamos
realmente: se ha elegido a una
mujer que tiene características muy distintas al modelo católico, en
un país con fuerte influencia de la Iglesia Católica. “Creo que
estamos viviendo una etapa de transición”, asevera pensativo. Terminamos
preguntándole nuestro interés en conocer su opinión sobre la clase
dirigente que tenemos, si está a la altura de los desafíos que el país
pretende, si le falta madurar más. No vacila en afirmar que, mientras más
le toca visitar otros países, en América Latina, más valora nuestra
clase política. “Es muchísimo mejor, con todas la limitaciones que
se le pueden encontrar en algunas cosas. Ha habido la capacidad, en
momentos importantes, se sacar adelante políticas de Estado, de lograr
acuerdos, y de que se cumplan las palabras con las cuales lograron
acuerdos. En general, falta transparentar más, pero, realmente lo que
queda al final del día es que existen instituciones que sacan informes
anuales sobre calidad de gobierno, sobre transparencia y calidad de
gobierno, y Chile tiene niveles de país desarrollado. Muy parecido a
Estados Unidos, un poco mejor que España, lejos mejor que Italia y
Francia, bastante mejor que Italia... Es algo que la gente tiende a
olvidar que tiene”. |