ANTONIO DE LEZAMA Y GONZÁLEZ DEL CAMPILLO.

CRÓNICA A UN MASÓN ESPAÑOL EXILIADO EN CHILE.

(Documento de trabajo)

Sebastián Jans

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Presentación.

A inicios de la primavera septentrional de 2005, un correo electrónico proveniente de España, llegó a una de mis direcciones. Era de Penélope Ramírez, doctoranda en la Universidad de La Rioja (España) y Licenciada en Humanidades por esta misma universidad, quien iniciaba una investigación para presentar una comunicación en el XI Simposium Internacional de la Masonería Española, organizado por el Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española y por la Fundación Práxedes Mateo Sagasta, a celebrarse en Logroño (La Rioja), en julio de 2006. En ella, la investigadora solicitaba ayuda para su trabajo, sobre la base de los antecedentes que pudieran recogerse en Chile. Ese es el origen de este trabajo.

Ello se facilitó, pues, desde hace mucho tiempo, tenía un particular interés en indagar sobre este mítico masón español, que tenía significativos recuerdos recurrentes en algunos viejos masones chilenos de fines del siglo XX. Una leyenda que se estaba esfumando con la memoria añosa de quienes le conocieron, hombres ya octogenarios en su mayoría. En ellos estaba el recuerdo cada vez más difuso del “Caballero Lezama”, cuya larga estadía en Chile, por 30 años, había dejado más que un conjunto de vivencias y anécdotas, que son interminables, pues, en realidad, intelectualmente, Don Antonio dejó mucho más que la suerte de haberlo conocido, para quienes tuvieron ese privilegio: había dejado la huella de su pluma y de un enorme amor por la Masonería.

Pretendemos hacer un perfil de Don Antonio, como le llamaremos en su condición castiza y reconociendo su señorío, no este último por su linaje, sino por su enorme acervo de vivencias y conoceres, que hizo cambiar a muchos masones, imponiendo en ellos su magisterio y su intelecto indiscutible.

El perfil que pretendemos, a través de la crónica, no podrá dar cuenta de todo lo que hizo y fue Don Antonio. Tal vez, nuestra amiga investigadora, Penélope Ramírez, pueda entregar en su participación en tan significativo evento, otro fragmento que nos ayude a configurar de mejor forma la enorme personalidad de este varón trascendente, que hizo de todo: abogado, escritor, atleta, deportista, periodista, académico, crítico de arte, corresponsal de guerra, político, poeta, autor teatral, esgrimista, experto en temas islámicos, cristianos y hebreos, burócrata, filo-aeronaútico, seductor de mujeres, y sobre todo, un enorme masón.

La reivindicación de su figura masónica, de alguna manera, es un homenaje para aquellos españoles que llegaron a Chile, luego de la guerra fraticida que enfrentó a su patria, para muchos historiadores la antesala de la Segunda Guerra Mundial, y que debieron marchar al exilio, refugiándose en este entonces provinciano y distante país, donde se unieron en lazo fraternal con los masones chilenos. De este modo, el recuerdo de Antonio de Lezama, es también para Jesús García Álvarez, obrero, que ejercería en Chile como vendedor viajero, nacido en Madrid, iniciado en Chile en 1944, y co-fundador de las logias “Plus Ultra” # 98 y “Constructores” # 141; Arnoldo Maynadé Mateos, imprentero, iniciado en la Logia “Inmortalidad” # 18 de Barcelona, quien llegaría a ser Venerable Maestro de la Logia chilena “Ibería” # 51; Sigfrido Blasco Ibáñez, dueño de una librería en el barrio de la Estación Central de Santiago, iniciado en Chile, en la logia “Prometeo” # 101, hermano menor del escritor y político valenciano Vicente Blasco Ibáñez (republicano y masón); y David Firmas Gil, nacido en Barcelona en 1916, pasajero del “Winnipeg”, iniciado en la Logia “América” # 86, en 1951, y quien llegaría a ser miembro titular del Supremo Consejo del Grado XXXIII para la República de Chile, donde ejerciera el cargo de Gran Canciller.

 

Antonio de Lezama y González del Campillo

Fotografía en la Revista Masónica de Chile, publicada en 1970.

Orígenes y ancestros.

Don Antonio de Lezama y González del Campillo, nació en Laguardia, en la provincia de Álava, en el País Vasco. El territorio juridiccional de la villa natal de nuestro personaje, limita al norte con la Sierra de Cantabria, al sur con la margen izquierda del Ebro, al Este con el río San Ginés, y al Oeste con Navaridas. Situada a 635 metros sobre el nivel del mar, sus tierras descienden suavemente hacia el lecho del Ebro, donde por siglos sus afluentes han ido socavando sus riberas, dejándolas marcadas con profundos barrancos, de los cuales nacen suaves colinas, creando circunstancias geográficas que le confieren un paisaje y un clima característicos, determinado por inagotables viñedos que permiten la fama de sus vinos. 

La Sierra forma una barrera natural que impide la influencia que el Cantábrico ejerce sobre las provincias vascas, y protege la zona de los fríos y húmedos vientos del norte y noroeste. Este viento llamado “cierzo”, al llegar a la sierra, la envuelve con un manto de nubes y nieblas pegadas a ella, que los nativos denominan “capa del cierzo”.

De esta manera, Laguardia goza de un clima que nada tiene que ver con el del resto de la provincia de Álava y, por supuesto, tampoco con las demás zonas de Euzkadi, aunque tiene oscilaciones térmicas pronunciadas a consecuencia de la altitud de la localidad y de su proximidad a la sierra, con extremos de -10º C, en invierno, y máximas de 30º C en verano.

Los orígenes de Laguardia se remontan a su condición de fortaleza de los reyes navarros, cuya importancia posterior, desde el punto de vista militar, se recupera con la guerra contra la invasión napoleónica, a inicios del siglo XIX, hasta que sus murallas son destruidas en 1809, por orden del Marqués de Barriolucio, para impedir que los franceses pudieran hacerse fuertes en ellas. La pérdida de su condición de fortaleza terminaría por hacerse definitiva durante las guerras carlistas, cuando en 1874, es convertido en un pueblo abierto, carente de murallones y del castillo que le caracterizaba.

Allí nació Antonio de Lezama, el 29 de marzo de 1882. Su linaje se origina, según indica Penélope Ramírez, en la aristocracia guerrera medieval, estando emparentados con el Rey de Navarra. Lope García de Salazar[1] señala que el linaje de Lezama procede de los Caballeros de Olaguti. Los antecedentes se remontan a las disputas señoriales que ocurren en las tierras alavesas y vizcaínas, entre los siglos XI y XV, lo que incide en la fundación de dos villas que aún llevan el nombre de los Lezama: una en Álava, en la comarca de Amurrio, y otra en Vizcaya, en cuyos aledaños, a principios del siglo XV, se libró una cruenta batalla entre las banderías de los Lezama y de los Díaz de Landa.

Su familia era parte de los sectores acomodados provincianos de la España de fines del siglo XIX; más bien hidalgos, pero, en ningún caso dueños de títulos de nobleza, a los que parecen no haber sido muy afectos.

Por la rama paterna, hay una fuerte vinculación a la política y al periodismo. Ambas actividades estarán permanentemente presentes en la vida de Don Antonio. Remontados hasta el siglo XVII se puede constatar algunos de sus antepasados ocupando alguna alcaldía y, posteriormente, otros participando en las guerras de Cuba y Filipinas. Su padre, Eladio de Lezama, originario del País Vasco, tuvo su solar en Laguardia, desde donde salió, en medio de grandes dificultades económicas, a ejercer de periodista, escritor, gobernador de provincia, además de cargos en las Cortes, merced de sus estrechas relaciones con la clase política de su tiempo. La investigadora española Penélope Ramírez, narra a este autor en un intercambio de correos electrónicos, el carácter de la casa en Laguardia: una construcción de sillería del siglo XVI, austera desde el punto de vista estético, pero, una de las mejores edificaciones antiguas de la villa. Precisa, sin embargo, que la parte baja se remonta al siglo VIII, siendo parte de un torreón. La casa fue cedida por Don Antonio y su hermana Consuelo al hijo de su hermana María (1871-1929).

Esta última se casó con el diplomático Carlos Sáenz de Tejada, teniendo un hijo que mantuvo el mismo nombre paterno: Carlos Sáenz de Tejada, el cual destacó por ser un afamado dibujante e ilustrador de publicaciones. Es éste quien recibe la propiedad de Laguardia, y la lega al homónimo que hoy señorea la heredad, y que mantiene la propiedad también sobre una de las capillas de la iglesia de la villa.

Como dijimos, don Eladio debió marcharse de Laguardia, en medio de grandes dificultades económicas, que le obligaron a vender sus tierras, desplazándose con su familia a Valencia. En un artículo sobre el intelectual y académico republicano Rafael de Altamira[2], Don Antonio hace recuerdos sobre su permanencia juvenil en Valencia, donde su padre tiene activa vinculación con la clase política e intelectual liberal y republicana de aquella ciudad, que había sido la cuna de la restauración borbónica, pero que, a partir de 1890, cuando se instaura el sufragio universal masculino, se produce la hegemonía del republicanismo, impulsado por el célebre escritor liberal Vicente Blasco Ibáñez, el que, entre 1901 y 1923, gobernará sin contrapeso la ciudad.

Por el lado materno, a través de doña Carolina González del Campillo, su estirpe tiene orígenes asturianos, de los cuales nuestro personaje también se enorgullecía con mucho énfasis. Doña Carolina, nacida en México, debió tener una vida entristecida por la prematura muerte de varios de sus hijos, producto de distintas circunstancias, de los cuales sobrevivieron la citada doña María, otra hija de nombre Consuelo y don Antonio.

Su marido, don Eladio, lo hemos detectado participando en la política y en el periodismo, a través de actividades y opiniones significativas, producto de referencias cruzadas. Una de sus preocupaciones fue la defensa y promoción de la cultura vasca, que le llevan a fundar y encabezar la Unión Vasco-Navarra, en 1881, en Bilbao. Ese mismo año, se le percibe opinando en el periódico “Album Ibero-Americano”, que, a partir de 1890, es dirigido por Concepción Gimeno de Flaquer, destacada promotora de los derechos de la mujer.

El investigador Diego Chozas Ruiz-Belloso[3], al analizar la publicación indica que, en nuestros tiempos, resultaría inconcebible que muchos de los artículos escritos por hombres que se publicaron en el Álbum, decididamente conservadores, fueran incluidos en una revista femenina actual, puesto que defendían posturas que serían condenadas de inmediato como retrógradas y machistas, lo que empuja a deducir que su directora no los censura, o incluso los tolera o los respalda, algo que resulta llamativo, ya que entre las opiniones de los hombres encontraremos algunas completamente opuestas a las ideas avanzadas de doña Concepción Gimeno.

Una de esas opiniones es la de Don Eladio, padre de nuestro personaje, quien – señala  Chozas - publica un artículo llamado Los derechos de la mujer”, el 30 de agosto de 1891, donde reconoce que las mujeres “suelen ver mermados sus derechos civiles, además de no poder ni siquiera opinar sobre los asuntos que le conciernen y que encauzan su vida”. Luego expresa que las mujeres no deberían considerar a los hombres como enemigos, pues éstos “las tratan con exquisita galantería”. Finalmente – dice Chozas -, “esgrime un argumento maestro para aplacar las iras de las feministas: aunque tanto en España como en Inglaterra las mujeres apenas tienen derechos, en ambos países son mujeres los seres más poderosos y quienes rigen el destino de toda la población, hombres incluidos”. Añade Don Eladio, con “una ironía un tanto gruesa disfrazada de cortesía”, que tanto “en Inglaterra como en España, estamos persuadidos de que la mujer, aun sin tener ningún talento, sin haberse ocupado jamás sino en sus moños, sin haber abierto un libro y sin la menor experiencia de la vida, puede resolver las más arduas y complicadas cuestiones en ciencia, filosofía, arte, religión [...] por alguna suerte de talento natural”. Concluye el artículo diciendo: “¿No se ve claramente con esto que la supuesta hostilidad del hombre hacia la mujer sufre por lo menos algunas excepciones, y que cuando tanto se concede a una mujer, no deben desconfiar de conseguir algo las otras?”.

Por aquellos años, don Eladio dirigía el periódico “La Justicia”, fundado en Madrid en 1888, del cual, inicialmente fue redactor y redactor jefe. El periódico, de marcado tinte liberal, promovió con intensidad las ideas republicanas, y varios destacados intelectuales valencianos escribieron en sus páginas.

Pero, volvamos a nuestro personaje. No tenemos información sobre la infancia y temprana juventud de Don Antonio. Solo sabemos que, habiendo cursado los estudios primarios y secundarios, ingresó a estudiar Derecho en la Universidad de Valladolid, la cual ejercerá notable influencia en su formación personal. La Universidad vallisoletana - originada en una escuela de la Abadía de Santa María la Mayor, en plena Edad Media castellana, afianzada como Universidad real y pontificia en el siglo XIII -, cuando Don Antonio cursa sus estudios de Derecho, era un hervidero de ideas no religiosas. Aquella casa de estudios - tradicional, particularista y escolástica-, a mediados del siglo XIX, se había transformado en una Universidad influenciada por las ideas liberales y el laicismo, acogiendo el ambiente espiritual de la ciudad que la cobijaba.

Esta urbe castellana había tenido una espectacular transformación a mediados del siglo XIX, de la mano de la burguesía harinera, con la llegada del ferrocarril y la construcción de la Canal de Castilla, aspectos que impulsaron fuertemente el comercio y la creación de un sistema financiero. Ello posibilitó una visión más liberal en su clase poseedora que la existente en otras partes de la España tradicional. En el último tercio del siglo XIX se desencadena una  profunda crisis económica, lo que alimentó las visiones republicanas y liberales, ambos aspectos muy acentuados en la forma de vida y en las concepciones éticas de Don Antonio.

Sabemos que, luego de sus estudios universitarios, contrajo matrimonio con Ramona Gil Pegueroles, una mujer de ascendencia aragonesa, de la cual no logramos tener más antecedentes, aunque, al parecer, era de origen plebeyo y ejercía como maestra. Hay indicios de que tuvo activa participación en la masonería femenina de Madrid. Parece que poseía un gran carácter, factor éste último que incidirá en que nuestro personaje tuviera un matrimonio mal avenido, que no engendró hijos. Sin embargo, siendo justos con Doña Ramona, es indudable que el éxito de Don Antonio con las mujeres debió haber sido decisivo en su mal matrimonio, así como su pasión por las actividades que éste desarrollaba, las que el tradicionalismo español no consideraba propias de un hombre de familia.

El caso es que Don Antonio pasó prolongados periodos distantes del hogar, lo que, sumado a su enorme capacidad de seducción, hizo de su matrimonio una relación muy poco llevadera e insostenible en el tiempo. Por ello, cuando el marido partió al exilio, Doña Ramona permaneció en España, muriendo en Madrid, el 15 de enero de 1957, sobre los 60 años de edad.

Un periodista multifacético.

Don Antonio era un hombre que olía a tinta de imprenta. Siendo un gran esgrimista, las virtudes para el combate intelectual con su pluma – hábil y cargada de intelecto -, fueron muy superiores,  y debieran ser motivo de estudio para el superficial periodismo de nuestro tiempo. La alegoría no es vana: en el periodismo, Don Antonio no solo uso la destreza de su pluma, sino también la de su espada, ya que muchas de sus controversias periodísticas las terminó resolviendo a través de su condición de espadachín. De hecho, se dice que fue el periodista español que registró más duelos para resolver conflictos en el campo del honor: más de 25 veces terminó cruzando armas con sus contenedores, en condición de agraviado o agraviador.

Sus primeros rastros en la actividad periodística se hacen presentes con fuerza, en relación con la literatura. Es así como, desde 1907, comienza a trabajar para “El Liberal”, donde se moldea esa fina y aguda pluma que le distinguirá en la prensa española. Ese paradigmático periódico había sido fundado en 1879, siendo dirigido por Miguel Moya. Era editado en Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla, expresando las opiniones más progresistas de una España que se asomaba al siglo XX plena de porfundas contradicciones. Llegó a ser el periódico más popular de España, lo que se vio incrementado con la incorporación de la imprenta rotativa, que aumentó sustancialmente su tiraje.

Sin embargo, Don Antonio no solo tenía matrícula en “El Liberal”, sino que incursiona en otras iniciativas editoriales. Así, en 1913, se encuentra dirigiendo la revista “El Libro Popular”, donde además se encarga de la crítica literaria, poco antes que estallara la Primera Guerra Mundial.

Al sobrevenir la guerra colonial de Marruecos, abandona la crítica literaria y opta por la labor de corresponsal de guerra. En su afán imperial, el militarismo español había influido en su gobierno para avanzar hacia África, a fin de lograr lo que las demás potencias europeas tenían: colonias en ese continente. Ello después de perder, a inicios del siglo XX, sus últimos resabios del antiguo colonialismo en manos de los norteamericanos, que se apropiaron de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En una relación de complicidad y traiciones con Francia, terminan repartiéndose el Magreb, en una larga y sangrienta guerra de colonización, contra el líder moro Abdel-Al-Krim.

La experiencia de nuestro personaje en la campaña africana, le permite que, al estallar la Gran Guerra de 1914, marche a los frentes de batalla en Francia e Italia, además de participar en debates teóricos sobre el armamento en uso, discrepando con notables especialistas de su tiempo. Uno de esos debates lo llevó a polemizar, a través de la prensa, con Alfredo Kindelán Duany, respecto a la capacidad ofensiva de los dirigibles. Los periódicos “El Liberal” “La Correspondencia Militar”, “La Tribuna” y “El Imparcial”, fueron los escenarios de ese debate,  donde terciaron también otros periodistas y expertos, como Emilio Herrera Linares.

No se trata de un debate menor. Kindelán es el padre de la aviación civil y militar española, que se hizo piloto de aeroplanos, globos libres y dirigibles, ya en 1911, dedicando gran parte de su actividad intelectual a los temas de estrategia aérea, siendo autor de cuatro libros, sobre esa temática, uno de los cuales fue “Ascensiones libres de aereo-estación”. Posteriormente, llegaría al generalato, siendo parte de las fuerzas dirigidas por Franco, durante la guerra civil. La opinión de Don Antonio, joven aunque maduro periodista, no era menos fundada, considerando que era agudo analista de uno de los temas que más la apasionó desde el punto de vista militar: la aviación. Prueba de ello es que formó parte de la Liga de Aeronáutica Española y fue un activo editor de la revista “Alas”, precisamente dedicada a esa actividad.

En aquellos años, no solo cubre los frentes de la Gran Guerra, sino que también sigue haciendo corresponsalía en las campañas africanas del ejército español, que se prolongaron entre 1912 y 1925. Tal condición de corresponsal de guerra fue siempre un motivo para su orgullo, citando en sus tertulias muchas de sus experiencias vividas en la guerra, y cuando el periodista norteamericano Webb Miller, de la United Press, muere durante la Segunda Guerra Mundial, Don Antonio le rinde un sentido homenaje, a través de su artículo de opinión habitual en “Las Noticias de Última Hora” (Chile, 1943), en el que señala haberle conocido en los frentes de batalla y lo reivindica como “uno de los nuestros: un corresponsal de guerra”. En uno de sus artículos precedentes, señalaba que no se podía negar a la guerra una indiscutible grandeza, aunque ella fuese negativa y odiosa.

Su posición durante la Gran Guerra, fue claramente favorable a la posición de los aliados contra Alemania. Tanto es así que participa en la fundación y desarrollo de la revista “Los Aliados”, que fue publicada entre julio y noviembre de 1918. El director de semanario fue Carlos Mico y los redactores jefes Antonio de Lezama y Felipe Sassone, y en ella participó una parte importante de la intelectualidad española, entre los cuales se puede citar a Gabriel Alomar, Luis Araquistáin, Manuel Hilario Ayuso, Jaime Brosa, Manuel Bueno, Julio Camba, Mariano de Cavia, Alejandro Lerroux, Maeztu, Antonio Machado, Manuel Machado, Adolfo Marsillach, Ramón Menéndez Pidal, Benito Pérez Galdós, Ángel Samblancat, Luis de Tapia, Miguel de Unamuno y Ramón del Valle-Inclán, entre los más destacables.

En esa publicación, Valle-Inclán publicará por primera vez su célebre “Rosa de Llamas”. Unamuno, en tanto, sería uno de los más asiduos colaboradores, junto a Manuel Bueno, Carlos Micó, Ángel Samblancat  y Antonio de Lezama. Fue aquella una de las muchas publicaciones surgidas en España, en que se enfrentaron quienes simpatizaban con los aliados o con los germanófilos, contando con el apoyo económico de las embajadas presentes en Madrid. Cuando terminó la guerra dejó de ser sostenible su función, por ese mismo motivo.

Sin embargo, cuando el nombre de Don Antonio se consolida con fuerza en el periodismo, es en el periódico “La Libertad”, fundado por Luis de Oteíza, y editado en Madrid, estrechamente vinculado a la causa republicana. El periódico pertenecía a Antonio Hermosilla, quien ejercía de director. A su plantilla de redactores jefes perteneció Antonio de Lezama, junto a Eduardo Haro, Ricardo Hernández del Pozo -redactor-jefe-, Heliodoro Fernández Evanggelista, José Manuel Fernández Gómez, Francisco Gómez Hidalgo, José Ojeda, Darío Pérez y Arturo Pérez Camarero.   Durante la guerra civil, ejercería la función de subdirector.

Esta última condición favoreció que fuera elegido vocal de la Asociación de la Prensa de Madrid, en 1938. Su participación en el periódico se remonta a mediados de 1925. Cuando muere el padre del socialismo español, el mítico Pablo Iglesias, Don Antonio le dedica, a través de sus páginas, dos célebres artículos: “El santo laico. La tumba de Pablo Iglesias”, el 01 de mayo de 1927, en la página 5; y “A la memoria del Apóstol laico. El mausoleo de Pablo Iglesias”,  el 06 abril 1930, en la página 3.

Al producirse la derrota de las fuerzas republicanas, en 1939, mientras grandes columnas de refugiados abandonan España hacia Francia, para terminar confinados en campos de concentración, un grupo de 16 intelectuales se asila en la Embajada de Chile en Madrid,  entre los cuales estaban Pablo de la Fuente, Eduardo Ontañón, Antonio Aparicio, José Campos, el actor Edmundo Barbero, Arturo Soria, Julio y Aurelio Romero, José García Rosado, Fernando Echeverría y Antonio de Lezama. Permanecieron 19 meses en la legación, sin que el régimen franquista les otorgara salvoconducto de salida, lo que vino a ocurrir recién en noviembre de 1940, más de un año después de la llegada a Chile del legendario “Winnipeg”.

Como una forma de mantenerse activos, inician la publicación de un periódico llamado “El Cometa”, con contenidos claramente antifranquistas, del cual hubo más de trescientos números. De la misma forma, dieron luz a la revista semanal “Luna”, denominada y reconocida como “la primera revista cultural del exilio español”, y que tuvo 30 números, entre noviembre de 1939 y junio de 1940. En esta publicación tuvieron directa participación Campos, De la Fuente, los dos Romero, Aparicio, Barbero, Ostañón (que se encargó del diseño y las ilustraciones) y De Lezama. La revista se hizo inicialmente en forma manuscrita, lo cual señala inequívocamente la enorme dedicación que le otorgaron.

A poco de llegar a Chile, a inicios de 1941, empieza a ostentar la condición de Representante Oficioso del Gobierno Republicano Español en el Exilio, encabezado por Álvaro de Albornoz y Liminiana, como Presidente de la República (1940-1945) y con Juan Negrín López, como Presidente del Gobierno  (1939-1945). Los sentimientos y las motivaciones hacen pensar a los exiliados más comprometidos que la situación es transitoria, y que el régimen de Franco terminará derrumbándose en la medida que se resuelva la guerra que asola a Europa, y terminen cayendo los regímenes fascistas amigos de Franco. 

Esta condición de compromiso con la causa que ha sido derrotada y que quiere recuperar su rol en España, le lleva a comprometerse en la publicación de un periódico que representará la causa republicana en Chile: “España Libre”, que salió a la venta el 16 de febrero de 1942, por 36 números, hasta fines de 1943. Su formato fue de 4 páginas en tamaño doble, que luego aumentó, en la medida que se introdujo una sección literaria de gran nivel, y se adjuntaron documentos de la causa española a modo de suplemento.

Los objetivos de “España Libre” se expresan en una edición publicitaria, lanzada una semana antes de su primer número: “Será el portavoz y vínculo de cuantos desean la libertad de España, y que nuestra causa sea considerada en el mundo con iguales derechos que las otras democracias sojuzgadas por el fascismo”.

En virtud de ello, en el seguimiento de las operaciones de la Segunda Guerra Mundial, el periódico realizó un permanente esfuerzo para denunciar la concomitancia del régimen de Franco con el Eje Berlín-Roma-Tokio.

En el periódico escribieron personalidades del exilio y de la literatura chilena, tales como Pablo de la Fuente, José Ferrater Mora, Vicente Mengod, Antonio R. Romera, Luis Pérez Infante, Rodrigo Soriano, Isidro Corbinos, Antonio Aparicio, Santiago Ostoñón y Alvaro de Albornoz, entre los primeros, y Julio Barrenechea, Andrés Sabella, Augusto D´Halmar, Ricardo Latchman y Juvencio Valle. También escribieron exiliados relevantes de otros países, como es el caso del historiador peruano Luis Alberto Sánchez.

En sus ediciones, hubo una columna permanente, en su primera página, que Don Antonio mantuvo bajo el título de “Rueda del Mundo”, y que firmaba con el pseudónimo “L”. Sin embargo, también publicó artículos identificándose con su nombre, como el homenaje rendido al morir José Díaz, Secretario General del Partido Comunista español (marzo 1942); un artículo conmemorativo del poeta Luis de Tapia, con quien organizó manifestaciones a favor de la República, en 1931 (abril 1942); o un artículo sobre “La gloriosa sombra de Juárez” (mayo 1942).

Sobre este último artículo, el periódico destacó permanentemente el rol de México respecto de la causa del exilio republicano español, y mantuvo estrechos vínculos con la Embajada de ese país en Chile. También hizo presente la solidaridad de la izquierda chilena, destacándose aquellas actividades que los partidos de ese sector realizaban, especialmente en los homenajes a la República Española, en abril de 1942 y 1943.

No está demás señalar que las pasiones de Don Antonio tuvieron allí tribuna. Obviamente, fue gravitante para la formación de la sección de literatura. Pero, también, anecdóticamente debemos citar una foto, publicada en octubre de 1942, de una formación de cadetes de aviación de la Escuela Militar Aérea norteamericana. La foto, acompañada de una apasionada breve reseña, aparece absolutamente fuera de contexto con los contenidos del periódico, que ni siquiera tenía espacio para notas misceláneas, como no fueran aquellas relativas a las actividades de la comunidad española en Chile.

En octubre de 1943, se funda en Santiago de Chile, el periódico vespertino “Las Noticias de Última Hora”, bajo la dirección del chileno Carlos Becerra, y luego, del reputado Mario Planet, uno de los íconos del periodismo chileno. Una de las características del periódico será llevar un seguimiento diario de los teatros de operaciones de la guerra mundial, que afecta directamente a Europa y el Pacífico. A partir del primer día, en su página editorial, se cuenta con la colaboración de Don Antonio, quien opina día a día sobre distintos temas, aportando conocimiento y erudición en los más diversos temas de la actualidad nacional e internacional. Un día opinará sobre los derechos de los hijos ilegítimos, otra día comentará el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, en pleno desarrollo; un día reivindica la legitimidad de Negrín, mientras otro se explayará sobre debates filosóficos; un día se burlará del pretendiente al trono español, el príncipe que quiere ser el Rey Juan III; otro ataca el peso de la Iglesia Católica en su país natal. Pero, también, allí deja expresar su veta poética, que se pone en evidencia, verbigracia, el 01 de julio de 1944, al publicar un homenaje a la Francia que lucha por su liberación, y que compara con la reciente historia española. El poema, titulado “Francia Inmortal”, tiene todas las evocaciones de la lírica épica.

Sin embargo, jamás opina directamente sobre la realidad chilena ni sobre sus instituciones. Esa pulcra y cuidadosa actitud se funda en su condición de extranjero prudente, que reconoce el asilo en todas sus consecuencias, pero, por sobre todo, manifiesta la forma en que asume su condición de diplomático del gobierno republicano en el exilio, acreditado en forma oficiosa.

Algunos años después, inicia su colaboración con la revista “Occidente”, vinculada a la Masonería chilena, publicando monografías a partir de 1948. En ellas pondrá en evidencia su enorme y ecléctica cultura. Así, en noviembre de 1948, es publicado un artículo sobre Maimónides; al mes siguiente un trabajo sobre el filósofo Raimundo Lilio, y un año después, otro sobre el pensador catalán Eiximenis.

Con el paso del tiempo, su última actividad periodística estará ligada a la dirección de la “Revista Masónica de Chile”, publicación solo para masones, la que tendrá a su cargo a partir de 1962. Recibe la dirección de la revista cuando había cumplido los 80 años de edad, teniendo como estrecho colaborador, en calidad de co-director, al escritor y periodista Ernesto Silva Román, quien, a pesar de ser un hombre ya mayor, encuentra en Don Antonio a un maestro, al que venerará y distinguirá con fraterno aprecio.

Así, entre ese año y 1970, mientras ejerce la co-dirección de  la “Revista Masónica de Chile”, se registran en esa publicación 32 artículos sucesivos, elaborados por Antonio de Lezama, que constituyen semblanzas o comentarios en torno a masones ilustres. Solo algunos de ellos presentan una perspectiva diferente. Así, refiere antecedentes sobre el Conde Aranda, Bolívar, Lord Byron, Fleming, Garibaldi, Guillotin, Hahnemann, Dunant, Juárez, Krause, Luis XVI, Magalahes Lima, Morse, Francisco de Miranda, Nobel, Martí, Washington, etc. En uno de sus artículos, publicado en 1964, se refiere al masón Rafael de Riego y el Himno Republicano Español.

La dirección de la revista la abandona en 1970, poco antes de partir de regreso a España, y Ernesto Silva Román no vacila en afirmar que “su gestión fue intensa y encomiable, brillante y trascendental. Jamás, a nuestro juicio, habrá quien lo supere en esta tarea excepcional[4].

El trazo de la firma de Antonio de Lezama en un documento masónico chileno.

El recurrente literato.

La literatura fue uno de las actividades que también marcó, sin lugar a dudas, su interés y motivaciones, aún cuando no pudo dedicarle tal vez, el tiempo suficiente que le habría gustado. Alejado de la creación, vuelve, empero, de manera recurrente a la creación. Debiéramos decir que, antes que todo, fue un escritor por excelencia, que se expresó iteradamente a través de la narrativa y la crítica. Es más, cuando se incorpora a la Masonería chilena, no duda en reconocer como profesión ser abogado y escritor.

Luego de titularse de abogado en España, estudió Filosofía y Letras, así como Filología, Ciencias Históricas, Ciencias Políticas y Económicas, lo que le dio un bagaje de conocimientos que lo llevaron a convertirse en un reputado crítico literario. En la condición de crítico avanzó más allá de la palabra escrita, para abarcar las artes plásticas y el dibujo. Por tal situación será invitado a participar en la Sociedad de Bellas Artes Española. Su palabra autorizada, señalada en sus pulcros y atractivos comentarios, dejó una profunda huella en publicaciones de España y Chile. En mérito a ello, en este último país, ejercería como profesor de literatura y biblioteconomía.

Una de sus primeras obras, que pudimos registrar en su creatividad literaria, fue una obra dramática elaborada conjuntamente con Enrique Feijoo, publicada por “El Liberal” de Madrid, en 1909, cuyo título fue “Alma que huye”.

Sin embargo, su primer trabajo significativo parece ser la obra “Los caballeros de Alcántara: en las tierras de odio y sangre”, drama histórico referido a una Orden monástico-militar, publicada en 1923, por Ediciones La Novela Semanal, la cual fue ilustrada por Ricardo Marín, un destacado dibujante de la época.

Le siguió “El Arco en la Cueva”, publicada en junio de 1925, también por Ediciones La Novela Semanal, que es hoy es parte del catálogo de un librero especializado, pero, que no aparece disponible en las bibliotecas españolas.

Su tercera obra fue “La cantinera de Mont Arruit”, que se publicara en Madrid, en 1927. Parece que, a partir de ese momento, cesa su actividad creativa y se vincula  fundamentalmente a la crítica y al periodismo, lo que se puede constatar en las ediciones del periódico “La Libertad”. A través de su pluma se ve el observador agudo de la creatividad de los artistas plásticos y de los creadores literarios.

Su cuarto libro, viene a tener como escenario, su país de adopción: Chile. Las actividades de los exiliados anti-franquistas se han canalizado a través de la Acción Republicana Española, organización que comienza a editar libros que buscan difundir el pensamiento republicano español dentro de la sociedad chilena. El segundo libro que se edita, es escrito por Antonio de Lezama, a pesar de que su nombre no aparece consignado para no irritar a algunas autoridades o a parte de la clase política chilena, lo que podía afectar sus funciones como representante del Gobierno en el Exilio.

Se trata de “Enemigos de la Conciencia y la Humanidad” (Ediciones ARE, Chile, 1942). Son un centenar de páginas en letra muy pequeña (seguramente por factores de costo en el papel), donde se entrega una documentada visión sobre la falacia anti-religiosa con que el franquismo denigra a los republicanos, y que contiene una visión contrastada frente a las persecuciones religiosas efectuadas por el nazi-fascismo en Europa. Con antecedentes documentados demuestra los fusilamientos de sacerdotes por las fuerzas de Franco, durante la guerra civil, y señala con claridad que una cosa es atacar la pretensión de poder del clero jerárquico, y otra cosa es el sentimiento religioso del pueblo debidamente llevada por un sacerdocio consecuente con su misión.

En 1954, la Editorial Zig Zag publica la obra dramática de Lope de Vega, “Arauco Domado”. Para ello, requiere de Antonio de Lezama la prologación del libro, sobre la base de una semblanza significativa del clásico autor español. De esta forma, Don Antonio acomete la tarea de elaborar lo que llamará “Estudio sobre Lope de Vega”, que consta de dos partes. La primera la titula “La borrascosa vida de Lope de Vega” y la segunda “Lope de Vega, precursor de Romanticismo”. Ambas partes suman 92 páginas de fina elaboración panegírica y admiración sentida por el formidable poeta, novelista y dramaturgo, llamado en su tiempo el Fénix de los Ingenios. Al concluir la primera parte de su estudio sobre Lope de Vega, lo hace con un soberbio  poema propio, que se titula “Evocación de la Casa y las Musas de Lope de Vega”. Es un poema escrito el 12 de septiembre de 1939, mientras permanece asilado en la Embajada de Chile en Madrid. En las largas jornadas en la sede diplomática, observa la calle de los Francos y la casa en que muriera Lope de Vega en brazos de su discípulo Pérez de Montalbán, desde la ventana de la habitación que se le asignara en la legación. Ello le estimula a la elaboración poética, que quince años después los lectores chilenos conocerán en su notable prólogo sobre la obra de Lope de Vega, que une al autor y a su prologuista con ese lejano Chile indiano, que solo el segundo conocerá a través de sus propios ojos.

No fue la única participación memorable de Don Antonio en el escenario editorial chileno. Cuando el profesor e historiador Leopoldo Castedo realiza su afamado “Resumen de la Historia de Chile”, basado en la monumental obra de Francisco Antonio Encina, publicado en 1961, en su prólogo agradece las colaboraciones recibidas en la preparación de la obra, destacando la de “Don Antonio de Lezama (que) realiza, en suma, el utilísimo trabajo del Índice Onomástico”.

Su último libro que conocemos será “El fanatismo católico”, publicado por Ediciones Chamonde, en 1961, en Chile. Es un libro que analiza en profundidad diversos episodios de la intolerancia religiosa, promovida por el catolicismo. Bajo su visión, se analizan los episodios relativos a la Papisa, que será conocida como Juan VIII; las persecuciones a Galileo Galilei, Giordano Bruno y Miguel Server; analiza la infalibilidad del Papa y la inmoralidad de la doctrina de San Alfonso de Ligorio;  estudia conceptualmente la teocracia, que proponen las doctrinas de los Papas Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII; y concluye con un exhaustivo análisis sobre la Compañía de Jesús, de la misma forma que denuncia el rol de la Orden “Caballeros de Colón” y el emergente poder del Opus Dei.

El apóstol laicista.

Analizando el pensamiento de Don Antonio, desde sus primeros artículos periodísticos, se hacer evidente su pensamiento vinculado estrechamente al laicismo. En ello tiene influencia no solo sus antecedentes familiares, de claro perfil librepensador, sino sus primeras vinculaciones con el liberalismo predominante en Valladolid y Valencia, en sus días de estudiante.

Sin embargo, como todo hombre ilustrado y abierto a la libertad de conciencia, no estamos hablando de un persecutor de las ideas religiosas, las que defenderá y considerará justas y éticamente válidas, sino de un decidido antagonista a la pretensión hegemónica del clericalismo en la sociedad civil. Por ello, su espíritu investigativo le llevará a estudiar en profundidad no solo el catolicismo, sino que será un versado conocedor del judaísmo y el islamismo. El chileno Enrique Testa, uno de sus discípulos, reconocerá a su maestro como un sobresaliente erudito sobre la historia antisemítica española. Complementariamente, debemos consignar que, en España, Don Antonio fue integrante de la Sociedad de Estudios Panislámicos.

En su pensamiento, que tuvo en Chile un fuerte eco entre los sectores tradicionalmente laicistas, se manifiesta un fuerte rechazo a la expresión de las jerarquías clericales en la sociedad civil, considerándolas conculcadoras de las libertades sociales. En su primeros años en este país, plantea su análisis de la situación de España, denunciando el rol de la Iglesia Católica, señalando que “está contra el Estado, contra el Pueblo, contra la Patria, y en su versaína abre las puertas al extranjero y pone su causa bajo el pabellón nazi y fascista, y presencia imperturbable, como hordas rifeñas matan, roban o violan[5].

Su libro “El fanatismo católico”, en un momento culminante de su vida, es una expresión de ideas que ha madurado a lo largo de su vida, pues, ya está por cumplir 80 años. El libro lo dedica “a todos los masones esparcidos por la faz de la tierra, y en homenaje a los perseguidos y asesinados en el mundo entero, en especial la desgraciada España, con emocionada fraternidad”. La portada está enmarcada por una cadena que recorre todo el borde, y que en la parte inferior está sostenida, en ambos extremos, por un hombre desnudo, imagen que se relaciona inequívocamente con la figura áurea de Leonardo.

En las páginas finales refleja su preocupación por la emergencia poderosa del Opus Dei, en las sociedades con fuerte predominancia clerical. Al respecto, indica en sus conclusiones: “Los clericales que luchan sin descanso ante el temor a ser eliminados por la libertad y la democracia, cada día adoptan  nuevas modalidades y procedimientos, y pareciéndoles ya vieja y gastada la Compañía de Jesús, han creado más ágil,  desaprensiva y peleadora, una institución que toma de todas las partes lo que más le acomoda, el Opus Dei, que con características semejantes a los jesuitas, pero, más modernizada y camuflada con apariencias culturales, se va infiltrando no solo en España, tierra propicia y tristemente favorable a tan mala hierva, sino en el mundo entero, con Universidades Pontificias o no, y tácticas capaces de llegar a insospechados procedimientos que nada tienen de evangélicos”. 

El Político.

La posición política de Antonio De Lezama, se perfila junto al movimiento intelectual español de su tiempo. Su opinión se nutre con la aguda mirada que hace de los hechos políticos que convulsionan a su patria.  Si hay una definición política que calce de un modo exacto con su pensamiento, es la de ser un republicano. La esencia del pensamiento republicano español se encuentra representada en nuestro personaje, y alguna vez, algún autor español, deberá recuperarlo para las tradiciones políticas españolas en toda su trascendencia.

Frente a los acontecimientos de su país, en las primeras décadas del siglo XX, no escapan a su incisiva interpretación los hechos que desencadenan la dictadura del General Primo de Rivera y el militarismo de los generales de la guerra de Marruecos, con un ejercito sobrecargado de mandos y arrogancias, con pretensiones de reconquista colonial, en una España que tiene un 33 % de analfabetos, enormes desigualdades sociales, un dramático atraso tecnológico, y donde la vida rural sigue siendo la misma de 200 años antes, mientras las ciudades se convierten en expresiones de una divorciada realidad del resto del país. Las falencias de una monarquía anacrónica, representada sucesivamente por los Reyes Alfonso XII y XIII, lo llevan a comprometerse intensamente en la búsqueda de un régimen republicano.

Siendo parte del movimiento republicano y decididamente anti-monarquista, es apresado y encausado procesalmente, junto a otros dirigentes que promueven la causa republicana, en 1930. Una fotografía fue publicada hace poco tiempo por un periódico español, donde aparece con varios de ellos posando en los patios de la Cárcel Modelo de Madrid, la que hemos tenido a la vista gracias a la gentileza de Penélope Ramírez.

Los gobiernos que suceden a Primo de Rivera, como sabemos, no lograron estabilizar el país, de modo que el Rey Alfonso XIII opta por el exilio, luego de perder las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que tuvieron características de plebiscito frente a la monarquía. Se proclama la República, que queda en manos de un gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora, que convocará a elecciones para elegir las Cortes Constituyentes, las que dieron mayoría a los republicanos de centro-izquierda y a los socialistas.

Se inician una serie de reformas relativas a la situación del campo, de la enseñanza y la modernización del ejército, lo que provocó que surgieran conflictos con los propietarios del agro, con la iglesia católica y con los mandos castrenses. El 9 de Diciembre de 1931, se promulga la nueva Constitución y Alcalá Zamora es elegido Presidente de la República, con el airado rechazo de los sectores conservadores.

La opción de Antonio de Lezama, ante los eventos de su país, está claramente vinculada a la centro-izquierda. Esto lo reafirma años después en el exilio, cuando, en 1943, se define a si mismo como “republicano con relaciones y coincidencias marxistas[6]. Su ideario político se pone en evidencia, cuando reflexiona sobre la guerra y su labor de periodista, y “reconoce que hay otra actividad aún más bella y atractiva, otra guerra infinitamente más conmovedora y precisa, y esta es aquella guerra que hemos de emprender todos, que se ha iniciado ya, contra la miseria, contra la injusticia, contra la desigualdad, contra el dolor, en todas sus manifestaciones físicas y morales[7].

Sus primeras actividades políticas madrileñas lo hacen adherir al socialismo español, y es uno de los fundadores del Partido Republicano Radical Socialista. Luego, ante los acontecimientos que se desarrollan en la recién instaurada República, se integra al partido Izquierda Republicana, que se funda en 1934, al fusionarse los partidos Acción Republicana, liderado por Manuel Azaña, el Partido Republicano Radical Socialista, dirigido por Marcelino Domingo,  y la Organización Republicana Gallega Autónoma, que conduce Santiago Casares Quiroga.

Entre sus fundadores se encontraban personajes de primera importancia de la vida política y cultural de la época, como José Giral, Álvaro de Albornoz, Victoria Kent, Luis Bello  o Amós Salvador, entre otros. Azaña, que había presidido el gobierno en 1932, decretando la Reforma Agraria y la Autonomía de Cataluña, se convirtió en el primer presidente del nuevo partido. Hoy, Izquierda Republicana reconoce a Antonio de Lezama la condición de militante histórico[8].

En 1935, las izquierdas forman el Frente Popular y ganan las elecciones de Febrero de 1936. Como consecuencia de ello, en la primera semana de Marzo de 1936, numerosos generales, entre los cuales estaban Mola, Valera, Vallegas, Rodrigues del Barrio y Franco se reunieron para acordar el alzamiento. En abril, Azaña es nombrado Presidente de la República, cargo que ejercerá hasta 1939. El 18 de julio de 1936 se declara el Estado de Guerra en Marruecos, por parte del general Francisco Franco, iniciándose la guerra civil.

Desde el diario “La Libertad”, Antonio de Lezama asume la defensa de la República, al tiempo que mantiene una activa participación en la Izquierda Republicana, donde asume significativas funciones en el Ministerio de Hacienda y en la Secretaría de Congreso de los Diputados. En representación de la Izquierda Republicana se convierte también en un activo dirigente de la Asociación Democrática Republicana Española.

Otra de las importantes responsabilidades que asumió, corresponde al ejercicio del cargo de Comisario Político de la Sexta División del Ejército Republicano, creada el 31 de diciembre de 1936. La División estaba formada por tres brigadas, y tuvo participación en las batallas de Levante, Extremadura (Bolsa de La Serena) y Madrid. El cargo lo ejerció hasta agosto de 1938, cuando fue reemplazado por el comunista José Laín Entralgo. Junto con ello dirigió la Escuela Superior de Comisarios de Guerra, para formar a quienes debían ejercer la labor política de la República entre los militares que la defendían.

Toda esa significativa actividad política se verá coronada en el momento en que pasa a ocupar la presidencia de la Izquierda Republicana madrileña, en 1938, es decir, en el momento más candente del desenlace de la guerra civil. Ello induce a que, su participación en la guerra civil, adquiera caracteres míticos. Quienes tuvieron la posibilidad de hacer una semblanza de Don Antonio en Chile, lo muestran participando en reuniones con obreros madrileños, asistiendo con su proverbial elegancia a importantes eventos sociales de la clase política republicana, combatiendo a tiros en la defensa de Madrid. Es indudable que su cargo político y sus condiciones de comisario político militar, le condujeron a labores direccionales relevantes en la defensa de Madrid, ante el asedio de las tropas franquistas.

Cuando sobreviene el derrumbe de la República, la Izquierda Republicana se convirtió en el principal apoyo del gobierno republicano en el exilio, entre 1946 y 1977. Consecuente con ello, como ya hemos dicho, en su exilio Don Antonio es designado su representante extra-oficial en Chile, no pudiendo hacerlo en forma oficial, ya que el gobierno chileno había reconocido al gobierno encabezado por Franco, ante el hecho evidente de que este tenía el control de su país. Esta última labor, como Delegado del Gobierno Republicano Español en el Exilio, presidido por Diego Martínez Barrio (1939 y 1945-1962) y Álvaro de Albornoz y Liminiana (1940-1945), será su principal tarea en la primera década de permanencia en Chile, abocándose a ella con incansable esmero y abnegación.

Sin embargo, la continuidad de Franco en el poder, el prolongado exilio y la ancianidad, fueron minando su rol político, que terminó por dejarlo fuera de toda actividad real, lo que asumió con absoluta lucidez, a medida que avanzó la década de los 1950, cuando ya había cumplido los 70 años. La última vez que detectamos, en que aparece en condición de representante del gobierno en el exilio, es en la revista “Occidente”, en agosto de 1953.

 

Reciente publicación de foto en un diario español de Antonio de Lezama (abajo al centro), enfrentando la cárcel por razones políticas. (Gentileza de Penélope Ramírez).

El Masón universal.

Don Antonio fue iniciado masón, en la Logia “Ibérica” # 7, dependiente del Gran Oriente Español, el 10 de septiembre de 1910, cuando contaba con 28 años de edad. En su hoja de vida, en la Gran Logia de Chile, se establecerá que obtiene su Tercer Grado Simbólico, el 10 de septiembre de 1926. Sin embargo, antecedentes aportados por la profesora Penélope Ramírez, indicarían que en la Logia “Ibérica” # 7 obtuvo también los grados escoceses siguientes hasta el XI. Sin embargo, a partir de 1913 aparecería registrado en la Logia “Condorcet” # 343. Ello nos lleva a pensar que luego de iniciado en “Ibérica” # 7, emigró a “Condorcet” # 343, regresando luego a su Logia Madre, donde obtuvo los sucesivos grados simbólicos y escoceses.

Cuando nuestro personaje es iniciado en su Logia Madre, el Gran Oriente Español atravesaba un periodo de baja en su actividad, luego de la desaparición de muchas de las logias de su Obediencia, que estaban radicadas en los territorios españoles de ultramar, las que sostenían una parte importante de la actividad de ese poder masónico. La pérdida de esos territorios (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), redujo las actividades masónicas exclusivamente a las logias en territorio español, que debieron reordenarse de acuerdo a un basamento federal, en consonancia con los reinos que componían la nación española.

De alguna manera se vivía una cierta crisis, a pesar de que, a partir de 1903, la Masonería fue reconocida legalmente en España, por primera vez en su historia. Sin embargo, en 1923, se realiza un cambio organizativo sustancial, que divide el territorio español en 7 Grandes Logias, dependientes del Gran Oriente, lo que favorecerá la recuperación de la Masonería de un modo significativo. Ello incidirá en un crecimiento sostenido de las logias, que en 1927 sumarán 85, en 1931 registrará un total de 105, y en 1936, llegarán a 200[9].

Señala Miguel Ángel de Foruria y Franco[10] que, pese a la prohibición que impuso la dictadura de Primo de Rivera a las actividades masónicas, lo cierto es que esta tuvo un carácter muy relativo, e incluso incentivó el ingreso de nuevos miembros, contándose entre ellos, paradójicamente muchos militares, como es el caso de Eduardo López Ochoa, militar de alta graduación, que luego formaría parte del Ejército republicano. Ello producía el contrasentido que, un congreso masónico prohibido por Primo de Rivera en Madrid, era autorizado por el general Barrera para que se celebrara en Barcelona.

Don Antonio, por aquellos años, compartía su vida masónica con innumerables académicos y políticos, entre los cuales estaban Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Eduardo Ortega Gasset, con los cuales también compartiría la trinchera política republicana.

En su libro, Miguel Ángel de Foruria y Franco afirma que, cuando se instauró la II República, fue acogida con alborozo por el Gran Oriente Español, en cuyo Boletín Oficial, publicado por el Supremo Consejo del Grado XXXIII para España, se indicaría indubitablemente que “La República es nuestro patrimonio”. Ello se reflejará en la importante participación de masones en responsabilidades dentro del nuevo Estado republicano, donde 17 ministros, 5 subsecretarios, 15 directores generales, 183 diputados de Cortes (casi un 40% del total), 5 embajadores, 9 generales de división y 12 generales de brigada, eran miembros de logias masónicas. Entre ellos se destacan Manuel Azaña Díaz, Ministro de Guerra, luego Presidente del Consejo de Ministros y más tarde Presidente de la República; Alejandro Lerroux y Gracia, Ministro de Estado y luego Presidente del Consejo de Ministros; el Gran Maestro Diego Martínez Barrio, Ministro de Comunicaciones, de Guerra y de Gobernación, y que ejercerá también la Presidencia del Consejo de Ministros; Fernando de los Ríos Urruti, Ministro de Justicia, de Instrucción Pública y de Estado; Marcelino Domingo San Juan, Ministro de Instrucción Pública y de Agricultura; José Giral, Ministro de Marina; Alvaro de Albornoz Liminiana, Ministro de Fomento y de Justicia y presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales; etc.

Cuando sobreviene la derrota republicana, el 01 de marzo de 1940, Francisco Franco, hijo de masón, decreta la ley de prohibición y persecución de la masonería y del comunismo, cuyos antecedentes anteriores estaban en un decreto persecutorio del 15 de septiembre de 1936. Ambos decretos desencadenaron la persecución y el asesinato de un significativo número de masones. Sobre 2.000 masones o sospechosos de serlo fueron fusilados durante la guerra civil, y, luego del triunfo del franquismo, 2.155 masones fueron condenados entre 12 y 30 años de cárcel.

La persecución fue a tal punto irracional, que más de 80.000 procesos fueron llevados a cabo contra personas acusadas de ser masones, en circunstancias que, en el Gran Oriente Español, en su momento de mayor desarrollo, durante la República, tenía poco más de 6.000 miembros. Desde el decreto de 1936, en las ciudades conquistadas por el franquismo, todos los bienes de las logias fueron confiscados, así como los de sus miembros e, incluso, familiares y allegados.

Quienes lograron escapar al exilio, se integraron a las logias de los países que les brindaron refugio. Los que llegaron a México, acogidos por la Gran Logia del Valle de México, establecieron el Gran Oriente Español en el Exilio, lo que permitió la existencia y auspicio de varias logias en Francia, África y América Latina.

En lo que respecta a Don Antonio, habiéndose reconocido su condición masónica, después de un par de años de permanencia en Chile en los que había estado integralmente dedicado a la causa republicana, fue invitado a afiliarse a la Logia “Iberia” # 51, integrada en su mayoría por españoles emigrados, quienes la habían fundado en 1917.

Artífice de la fundación de “Iberia  había sido el músico Francisco de Paula Barbat y Burgués, nacido en Tarragona, Cataluña, en 1873. Iniciado en la logiaProgreso” Nº 1, del Oriente de Nicaragua, en 1913, llegando a Chile se incorpora a la Logia “Aurora de Italia” Nº 24. En esa logia encabezará un movimiento para formar una nueva logia, que cobijara a los masones españoles que formaban parte de “Aurora de Italia”, como también a españoles que participaban en otras Logias de Santiago. Sus inquietudes fueron coronadas por el éxito y el 11 de Julio de 1917, la Gran Logia de Chile emite la Carta Constitutiva de “Iberia” Nº 51, asumiendo Barbat como su primer Venerable Maestro[11].

Producida la Guerra Civil española, la logia Iberia estrechó filas con el lado republicano. Uno de sus miembros, José Carro, que había regresado a su pueblo natal en España, años antes de declararse las hostilidades fraticidas, fue fusilado, según se dijo por su doble condición de socialista y masón.

Con la llegada de una gran cantidad de exiliados, los que en su mayoría lo hicieron en el barco “Winnipeg”, la Logia “Iberia” # 51 patrocinó una serie de actividades de beneficio y todo el producto que se obtenía con estas actividades se destinaba para ayudar a los refugiados, dado que muchos sufrían una difícil situación económica.

Cuando Don Antonio se afilia a la logia “Iberia”, se inicia así su notable estadía de 25 años en la Masonería chilena, donde dejará una huella que aún mantiene su influencia en quienes le conocieron, y que a través de estas páginas queremos rescatar para la historiografía masónica chilena, española y universal.

Teniendo la Masonería chilena su acento de un modo esencial en el estudio, donde el centro de las preocupaciones se encuentra en el esclarecimiento humano, Don Antonio encontró un espacio donde volcar su enorme bagaje cultural, y donde su espíritu ávido de saber supo embeberse de lo nuevo y de lo mucho que podía aprender y aprehender. Su mente abierta y adaptable a condiciones culturales diversas, que había forjado en sus días de corresponsal de guerra, le daba un plus que le hizo ser bien recibido y querido con facilidad. En 1949, tendrá su primera responsabilidad como miembro de la Oficialidad de “Iberia”, asumiendo dos años después el cargo de Orador, y luego, de Segundo Vigilante.

Cuando llevaba cinco años en la Masonería Simbólica, Don Antonio fue propuesto para ingresar al Grado IV. A pesar de contar con grados masónicos superiores a los tres grados simbólicos, recibidos en España, ellos no fueron considerados, ya que, en Chile, no se reconocían automáticamente los grados superiores al III, otorgados por Grandes Orientes extranjeros.

En Chile, desde la refundación del Supremo Consejo del Grado XXXIII del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la República de Chile, a fines del siglo XIX, se estableció la potestad de cada poder masónico respecto de los grados masónicos, quedando los tres primeros grados bajo la dependencia de la Gran Logia de Chile, y los grados superiores bajo la dependencia del Supremo Consejo. Esta separación ha sido ratificada por Tratados de Paz y Amistad suscritos por ambos poderes masónicos, posteriormente.

De allí que Don Antonio debió partir del Grado IV, como todos los masones chilenos, al cual accederá el 12 de diciembre de 1949, siendo recibido en la Logia de Perfección “Acacia” # 1. Se iniciaba así su paso por la llamada indistintamente Masonería Escocesa, Filosófica o Capitular, donde también dejará una significativa huella. Estando en esa Logia de Perfección, realiza una hermosa y erudita alocución titulada “Grandeza y elocuencia del silencio”, que sería publicada 23 años después, en la revista “Citerior” del Supremo Consejo del Grado XXXIII para la República de Chile, como un homenaje a su memoria[12].

Por aquel tiempo, recibe del Gran Oriente Español en el Exilio, los poderes que lo designan Garante de Paz y Amistad entre ese poder masónico y la Gran Logia de Chile.

El 03 de noviembre de 1951, recibirá el Grado IX, en la Logia de Perfección “Educación y Justicia” # 1. Al respecto, dado que se pone en evidencia la repetición del número de matrícula, ello obedece a que, en la Masonería Escocesa chilena, cada grado tiene logias o capítulos de numeración correlativa partiendo del número 1. De este modo, en los Grados Superiores chilenos, Don Antonio siempre fue miembro de los capítulos más antiguos del país, es decir, aquellos que habían iniciado la existencia del Grado respectivo, a partir de la fundación definitiva del Supremo Consejo del Grado XXXIII para la República de Chile.

Su actividad cada vez más significativa en la Masonería chilena, le hacían cumplir rigurosamente con los deberes tenidos con ambas ramas iniciáticas: la Simbólica, en la Logia “Iberia” # 51, y la Filosófica, en la Logia de Perfección “Educación y Justicia” # 1, ambas radicadas en Santiago. Empero, en algún momento, ciertas desavenencias respecto a los énfasis que debía tener la Logia “Iberia” # 51, fueron marcando ciertas diferencias entre sus integrantes. De alguna manera se manifestaban ciertas contradicciones que, a pesar que el sentimiento fraternal, generaban ciertas tensiones que no eran convenientes de sostener. Estas contradicciones tenían que ver con la componencia de la Logia “Iberia”: viejos españoles de larga data en Chile, por un lado; emigrados españoles llegados después de la reciente guerra civil, por otro; además de la presencia de ancestros esencialmente castizos en unos y sefarditas en otros; la predominancia de miembros que trabajaban en actividades comerciales y la existencia de miembros que se desempeñaban en el ámbito profesional[13].

Siendo parte de un grupo de actividades más intelectuales que comerciales, Don Antonio fue ejerciendo un liderazgo sobre una veintena de sus integrantes, que se sentían condicionados por el rumbo que una mayoría imponía sobre la Logia “Iberia”, y que tenía un acento un tanto conservador, que les incomodaba. Por cierto, en aquella percepción no estaba ajeno el análisis de la realidad española de los años recientes.

De esta forma, a fines de 1952, se inician las gestiones ante la Gran Logia de Chile, para constituir una nueva logia, la que fue autorizada en proceso de formación, bajo el nombre de “Plus Ultra”, en abril de 1953, contando con la colaboración de la Logia “L´Etoile du Pacifique”, que la acogió fraternalmente para avanzar en ese proceso. Designado para presidirla fue Bartolomé Thomas Monjer. La logia sería formalmente instalada por el Gran Maestro Orestes Fröedden Lorenzen, el 15 de mayo de 1953, recibiendo como número de matrícula el 98.

Entre sus miembros fundadores figuran exiliados españoles, como Don Antonio y Jesús García Álvarez, y descendientes sefarditas, como José de Mayo Levy, Alberto Tullías Esquinazi, Antonio Pena Sangenis,  Luis Meyer Hirsch, Casimiro Cmuzowski, entre otros. Uno de los fundadores será un abogado de ascendencia judía, que tendrá significativos lazos discipularios con Don Antonio.

Es un hecho que Don Antonio tuvo una influencia determinante en la formación de la Logia “Plus Ultra”, según recuerda Enrique Testa[14], a pesar de que, con su sencillez proverbial, no quiso asumir ningún cargo importante. Ante la reiterada insistencia de los miembros fundadores, para que asumiera la dirección de la nueva logia, solo aceptó el cargo menos significativo, el de Diputado ante la Gran Logia, un cargo con características más bien simbólicas en las logias de Santiago, donde se encuentra la sede de ese poder masónico, puesto que el cargo tiene valor efectivo para las logias más alejadas de la capital del país.

Ese mismo año, en reconocimiento a su trayectoria masónica en Chile y España, la Gran Logia de Chile le otorga la calidad de Miembro de su Asamblea, a la cual, solo se podía acceder en condición de ex Venerable Maestro de Logia o habiendo permanecido por 20 años en la Orden. Al año siguiente, asciende al Grado XIV, en la Logia de Perfección “Virtud” # 1, en la que permanece por casi tres años, hasta agosto de 1956, cuando obtiene su Grado XVIII, ingresando al Capítulo Rosa Cruz “Nueva Luz” # 1.

Sin embargo, un nuevo reconocimiento a su trayectoria masónica, por parte del Simbolismo chileno, lo tendría cuando es elegido, en 1957, para el cargo de Gran Bibliotecario y Archivero de la Gran Logia de Chile, lo cual significaba que se integraba a la Gran Oficialidad de ese poder masónico. En ese cargo permanecería hasta 1959. Lo dejará al ser elegido miembro del Tribunal de la Gran Logia, funciones que ejerce entre 1959 y 1964.

Cumpliendo esas altas funciones en la Masonería Simbólica, en el Escocecismo le fueron conferidos nuevos Grados. En 1959, recibe el Grado XXII en el Aerópago “Labor Ovni Vincit Improbus” # 1 y, en 1961, el Grado XXX en el Aerópago “Excelsior” # 1.

Por aquellos días, escribe un poema titulado “Ya no hay cedros en El Líbano”, dedicado al Soberano Gran Comendador Pedro Castelblanco Agüero, en el aniversario de la fundación de “Labor Ovni Vincit Improbus”, el 20 de marzo de 1960. Este poema será publicado por la revista Citerior en dos oportunidades, en recuerdo de Don Antonio[15].  Poco después realiza la traducción para “Citerior” de la célebre conferencia dictada por el sacerdote jesuita Michell Riquet, en la logia francesa “Volney”, la que se publica en diciembre de 1961[16]. Al año siguiente, publica en esa misma revista un documentado trabajo titulado “De Clemente XII a Juan XXIII[17], donde analiza las bulas papales contra la masonería, con elocuente versación.

En 1963, en la Tenida Solsticial de la Gran Logia de Chile, es condecorado por el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, por sus 50 años de vida masónica, reconociendo su trayectoria en la Masonería española y chilena. Ese mismo año, es investido como miembro del Soberano Gran Tribunal del Grado XXXI, y miembro del Consistorio “Eduardo de la Barra” del Grado XXXII. Ello permite que, en 1964, sea coronado con el Grado XXXIII, en calidad de miembro numerario. De este modo, Don Antonio, a los 82 años de edad, llegaba a la más alta condición masónica, que las circunstancias históricas le habían impedido acceder en su patria, y que la Francmasonería de su país de adopción le otorgaba en mérito de una trayectoria impecable. En esa calidad, hace un análisis sobre la Iglesia Católica y el nuevo papado de Paulo VI, bajo el nombre “Facta, non Verba”, que será publicado en la revista de la Masonería Capitular [18].

Sin embargo, el amor por lo masónico, que Don Antonio profesaba con tanta intensidad, que por esos años expresaba a través de la dirección de la Revista Masónica de Chile, de la cual estaba a cargo desde 1962, no tenía sosiego. Cuando otros podían haber reducido sus deberes, después de una intensa vida tanto pública como iniciática, el enamorado de la masonería quería seguir entregando frutos. En virtud de ello, así como en 1953, Don Antonio había tenido activa influencia en la fundación de la Logia “Plus Ultra”, participará de un modo decisivo en la fundación de otra nueva logia en la Masonería Simbólica chilena, en 1965.

Se trata de la Logia de Investigación y Estudios Masónicos “Pentalpha” # 119, la que fue instalada en Santiago, luego de un largo proceso de gestación, que encabezara quien fue su primer Venerable Maestro, el erudito masón chileno Eduardo Phillips Müller. El proceso se inició en agosto de 1959, cuando un grupo de significativos masones, elevaron a las autoridades de la Gran Logia de Chile una solicitud para autorizar la constitución de una logia de investigación, semejante a la “Quatuor Coronati” N° 2076, fundada en Londres, en 1884. Entre los firmantes de la solicitud estaban Luis Sandoval Smart, quien ejerció el cargo de Jefe del Departamento de Rito y Simbolismo de la Gran Logia de Chile, entre 1951 y 1969; Eduardo Phillips Müller, director del seminario de Estudios Masónicos, desde 1958; el ex Gran Maestro Orestes Frödden Lorenzen; el ex Gran Maestro René García Valenzuela; Antonio de Lezama, Gran Bibliotecario y Archivero; Oscar Ortega Sepúlveda, uno de los más eruditos masones de su tiempo, que dejó una notable obra literaria casi desconocida; Carlos Gayán Salinas, gran investigador de la historia masónica;  y otros notables masones de ese tiempo, entre los cuales cabe consignar a Ernesto Silva Román, su discípulo y co-director en la “Revista Masónica de Chile.

La solicitud encontró una resistencia inicial del Soberano Gran Comendador de la época, Pedro Castelblanco Agüero, lo que demoró el tratamiento de la solicitud por varios años, hasta que, definitivamente, el Gran Maestro Aristóteles Berlendis la puso en tabla en el Consejo de la Gran Logia de Chile, en mayo de 1965, siendo aprobada, luego de un informe del Gran Orador Jaime Galté Carré. En la nueva Logia Don Antonio ejercerá el cargo de Orador, entre 1964 y 1967, asumiendo luego, en 1968, el cargo de Experto. En esas responsabilidades será un significativo referente para la afirmación del proyecto fundacional de la Logia “Pentalpha”, como un espacio de investigación y estudios masónicos, en estrecha colaboración con quien la condujo en dos periodos, el Venerable Maestro Eduardo Phillips Müller.

Cuando regresó a España, hay antecedentes para afirmar que mantuvo una actividad masónica clandestina. Un chileno inició a un español en la casa de Don Antonio, en una particular ceremonia efectuada en el sótano de la propiedad. Años después de su muerte, cuando la Masonería Española estaba en reconstrucción, después de recuperada la democracia, la revista “Concordia”, editada por la Gran Logia Provincial de Castilla, dependiente de la Gran Logia de España, publica un desconocido poema de Don Antonio – “Canto a la Espada” – de absoluto perfil iniciático, que suponemos fue cautelado por aquellos lazos fraternales que reconstruyó en su tierra natal, en sus últimos meses de vida.

Vestido con paramentos de miembro de la Asamblea de la Gran Logia de Chile, en la secretaría de la Logia "Plus Ultra", en sus últimos años de exilio.

El exilio en Chile.

Conocido es que, cuando se produce el derrumbe de la República española, se inicia el exilio para miles de españoles. Neruda, con el mandato del Presidente Pedro Aguirre Cerda, elegido con el apoyo del Frente Popular chileno, emprende la tarea de preparar un embarque de refugiados para traerlos a Chile. Convocado al despacho presidencial, en el Palacio de La Moneda, Neruda recordará en sus memorias las palabras de Aguirre Cerda: “Sí, tráigame millares de españoles. Tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores; tráigame vascos, castellanos, extremeños[19].

Por cierto, no escapaba al sentimiento presidencial la hermandad política que sentía con los derrotados, miembros de una alianza política de similares características al que le había permitido ser electo presidente de Chile: el Frente Popular, alianza de centro-izquierda integrada por socialistas, comunistas y, en el caso chileno, por el Partido Radical.

De esta manera, Neruda viajó a Francia con el cargo de Cónsul Encargado de la Inmigración Española, según indicaba su nombramiento. Son conocidas las dificultades que, tanto el Presidente Pedro Aguirre Cerda como Pablo Neruda, encontrarían para hacer realidad el traslado de esos refugiados, ante la oposición de los sectores conservadores chilenos, que torpedearon permanentemente la iniciativa, ya sea a través de los obstáculos puestos en Chile, por sectores de la derecha del Partido Radical, como en la Embajada en Francia, por parte de funcionarios de carrera vinculados a la oligarquía chilena.

Sin embargo, sorteando las dificultades, en colaboración con el Presidente del gobierno republicano en el exilio, Juan Negrín, Neruda prepara el embarque de más de 2.000 refugiados, en un barco atracado cerca de Burdeos: el ahora mítico “Winnipeg”. Quienes han estudiado la componencia de esa masa de refugiados, que llegó a Valparaíso el 03 de septiembre de 1939, señalan que fue la emigración republicana más proletaria de las llegadas a América. En el periódico “España Libre” se constatan avisos gratuitos dramáticos, donde, por ejemplo, un campesino español se ofrece para trabajar en chacras, o una refugiada pide una máquina de coser como donación, para alimentar a sus dos hijos. Pero, también venían varios intelectuales que dejaron una profunda huella en la sociedad y la cultura chilena.

Sin embargo, no fueron los únicos. Cerca de un medio centenar de refugiados, llegó en diciembre de ese año a Buenos Aires, en el barco Formosa, de los cuales, la mayoría siguió su viaje a Chile, entre los cuales se cuentan significativos intelectuales: los hermanos Tarragó, los hermanos de Antonio Marchado,  Antonio Rodríguez Romera y su esposa Adela Laliga, Vidente Mengod, entre otros. En noviembre de 1940, en tanto, llegó el grupo de asilados en la Embajada de Chile en España, entre los cuales estaba nuestro Antonio de Lezama.

No está demás recordar que uno de los exiliados fue el destacado filósofo José Ferrater Mora, quien vivió en Chile hasta 1947, cuando emigró a Estados Unidos, ejerciendo la Cátedra de Filosofía Moderna en la Universidad de Chile y donde escribió algunos de sus significativos libros, uno de los cuales fue publicado en Chile y otros tres en Buenos Aires.

Arribando a Chile, Don Antonio pasa a integrar la lista de periodistas exiliados, donde destacan Juan Guixé, Isidro Corbinos, Carlos Baraibar, Darío Carmona y Ramón Suárez Picallo, a los que hay que agregar otros nombres vinculados a los medios de comunicación, como es el caso de Elena Gómez y Antonio Rodríguez Romera.

No he encontrado las razones específicas por la cual, ese grupo de intelectuales, entre los cuales estaba Don Antonio, optó por asilarse en la Embajada de Chile en Madrid, pudiendo haberlo hecho en alguna de las sedes diplomáticas de países más cercanos a España, o más significativos desde el punto de vista de las posibilidades de apoyo a la causa de la República derrotada. La única causa que parece estar presente es que, la República Española y la República de Chile, estaban hermanadas por un hecho político singular: ambas habían establecido gobiernos de centro-izquierda, bajo la denominación de Frente Popular. Efectivamente, desde 1938, Chile estaba gobernado por un coalición formada por los partidos Radical, Socialista y Comunista, encabezada por Presidente Pedro Aguirre Cerda, que bajo la premisa “Pan, Techo y Abrigo” realizó un gobierno señero de carácter social y de transformaciones económicas proteccionistas, que establecieron las bases del Estado de Bienestar chileno, que sucumbiera en 1973.

Apenas llegado a Chile, Don Antonio se consagró a la causa republicana con esmero y exclusividad. Una de sus dedicaciones fue formar la Acción Republicana Española, que promovió en el país el pensamiento doctrinario de la II República y la causa del Gobierno Republicano en el exilio. Presidía la agrupación Vicente Sol, siendo Don Antonio su vice-presidente. Sus primeros años en Chile, que concurren en la década de los 1940, se vuelca esencialmente a ese esfuerzo, con la motivación permanente del pronto retorno a la Patria cautiva, en manos de Franco. Mientras otros exiliados se insertan en el país y buscan resolver sus problemas personales, integrándose progresivamente a la sociedad chilena, y otros preparan sus maletas para buscar mejores horizontes en otros países, Don Antonio opta por el apostolado republicano español.

Mientras una parte se consolida económicamente y no pocos comienzan a obtener reconocimientos y cargos relevantes en las universidades o instituciones culturales o estatales, Don Antonio no tiene familia que alimentar ni intereses profesionales que le demanden obtener recursos importantes, como no sea los justos y necesarios para alimentarse, vestirse y realizar su actividad como diplomático oficioso de su gobierno en el exilio. Así, en sus motivaciones cotidianas, no está la seguridad económica ni las comodidades, sino la causa que representa.

Cuando otros se afirman en la cátedra, en los negocios, o en las vinculaciones políticas, Don Antonio concurre a las universidades, a las esferas políticas, a los medios de comunicación, para exponer los planteamientos republicanos. Memorables son sus disertaciones sobre la causa republicana en el paraninfo de la Universidad de Chile, donde cientos de estudiantes, profesores e integrantes de las instituciones políticas y culturales del país, le escuchan embelesados exponer sus argumentos, llenos de inteligencia, conocimientos y pasión, propios de un intelectual de envergadura. Para sobrevivir, hace clases de literatura.  

La publicación de “España Libre” señala su dedicación pertinaz en torno a los objetivos que sostenía prioritarios para el exilio republicano. Pero, las mismas querellas que influyeron en la derrota de la República, comienzan a expresarse en la comunidad de exiliados en Chile, que se agrupaba en el Centro Republicano Español, presidido por Antonio Salamero, y del cual era parte la Acción Republicana Española. Querellas políticas y del más diverso orden, hacen que, en la segunda mitad del año 1943, se exprese una profunda crisis, cuyas disensiones serán determinantes para la desaparición de “España Libre”, que se quedó sin el apoyo económico para seguir apareciendo. Tratando de poner coto a las pasiones que enervan el ambiente del Centro Republicano Español, publica dos artículos en los últimos números del periódico, bajo el título “Hay que salvar la Dignidad Republicana”, en que acentúa una actitud conciliatoria frente al conflicto, que, sin embargo, no pudo ser superado.

Pero, prejuicios antimasónicos inhiben su accionar entre los exiliados españoles, en ese momento y en los años siguientes. Prueba de ello es que, prácticamente todos los panegíricos sobre el exilio republicano español en Chile, ignoran la labor de Don Antonio, o, cuando más, la ponen en un nivel casi circunstancial. Las vetas investigativas generalmente han girado en torno a los transportados en el “Winnipeg” y con vinculaciones con el Partido Comunista. Muy pocas referencias se han escrito sobre el compromiso militante específico con la causa republicana, que tuvo en Antonio de Lezama a su más significativo exponente.

En ello se le fue más de una década, hasta que la realidad política internacional fue señalando que la “guerra fría”, potenciaba la continuidad de Franco en el poder. El caudillo, que derrotara la República de la mano del apoyo nazi-fascista de Hitler y Mussolinni, aquel que fuera expresión del militarismo ultranacionalista, que se emparentaba con las ideas que habían llevado al mundo a enfrentar una sangrienta guerra mundial, mutaba hacia la simpatía anticomunista pro-norteamericana, ganándose el apoyo internacional necesario para continuar su dictadura, dentro del nuevo orden bipolar de la pos-guerra. Francisco Franco, el filo-fascista, el anti-demócrata, el anti-masón, el anti-republicano, quedaba protegido de toda inestabilidad que proviniera de fuerzas democráticas, libertarias, republicanas y sociales. Pasan los años y el fervor inicial decrece. Los exiliados españoles en Chile ya no se congregan para reforzar su causa, como no sea en ciertas efemérides.

Frente a ello, poco a poco, el ya septuagenario hidalgo, cuya precariedad de medios solo le permitía condiciones de sobrevivencia, comienza a reencontrarse con su esencialidad masónica. El viejo maestro reencuentra en los templos, cada día, la fuerza de su acervo formidable y un motivo para el ser y el hacer. La política española cede a la Masonería chilena a uno de sus mejores intelectos. Gran parte de su tiempo lo dedica a leer, escribir y alternar con los masones chilenos, mientras desarrolla una intensa actividad en las diversas instancias logiales en que participa. Ello lo llevará a ocupar cargos destacados en el gobierno superior de la Masonería Simbólica, como ya lo hemos visto.

Sin embargo, sus condiciones económicas son demasiado precarias. Ernesto Silva Román, en un artículo que le dedica como homenaje, cuando Don Antonio ya había regresado a España,  hace una descripción de las condiciones de vida que aquel enfrentó estoicamente en Chile: “Aquí, en Chile, vivió don Antonio de Lezama en solitarias piezas de hotel; en pensiones poco menos que inhóspitas. Una vez, este recio roble español, estuvo enfermo. Lo fuimos a visitar. Era pleno invierno. Lo encontramos tendido en un sommier con patas y cubierto con una sola frazada. Como un estudiante pobre. En una pensión barata en la que no había calefacción central, ni estufas…Aquel viejo hidalgo soportaba este abandono con la enaltecedora espiritualidad de un gran señor. Nadie conoció nunca sus sinsabores, sus intimas angustias, su pobreza que estaba aureolada por su innata nobleza”.

Su precariedad económica, carente de una jubilación, debido a la edad con que llegó a Chile, se transformó en una preocupación de sus hermanos de la logia “Plus Ultra”, los que buscaron los medios más ingeniosos para colaborar en su alimentación, y en costear algo de su habitación, sin herir los sentimientos y la dignidad del hidalgo. En estos esfuerzos se hizo parte también la Gran Logia de Chile, que buscó la forma para hacer de las responsabilidades encargadas a Don Antonio, cargos sujetos a renta. De esa forma, por ejemplo, le convenció de que la dirección de la Revista Masónica era un cargo rentado, asignándole un sueldo que alivió parte de sus necesidades fundamentales. Lo propio ocurrió mientras ejerció el cargo de Gran Bibliotecario, en virtud de la dedicación total que tuvo Don Antonio con esas tareas. Por aquellos días, registra domicilio en la calle Santa Rosa # 32, Departamento 22, a la vuelta de la esquina de la sede de la Gran Logia de Chile, construcción hoy ya inexistente.

Sin embargo, la imagen de quienes le veían en la sede de la Gran Logia de Chile, es recordada por el especial cuidado en sus vestimentas: siempre con camisa blanca y corbata, con traje gastado, pero, pulcramente planchado. Digno, jovial, conversador, con gesto serio y solemne, sencillo y accesible, esa es la reiteración de los testimonios que dejó en la retina de quienes le trataron. Fernando Muñoz Porras – hijo de exiliado español -, recuerda la asistencia de Don Antonio aa innumerables tertulias de fin de semana, en su hogar paterno, hasta donde llegaba el anciano hidalgo al atardecer, abrigado en invierno con una capa condal, para convertirse en el centro de la concurrencia, haciendo natural gala de su bagaje de sabiduría, su don de gentes y su encanto proverbial.

Sobre su encanto hay una sana leyenda en torno a Don Antonio, entre los que le conocieron más directamente. Gira en torno a su infinita capacidad de seducir a las mujeres, la cual habría hecho sucumbir a distinguidas damas de la intelectualidad y de la mesocracia chilena de la época. Los caballeros, sin embargo, no tienen memoria, por lo que no ha sido posible establecer los nombres de algunas de ellas. Sin embargo, en las diversas entrevistas realizadas para esta investigación, uno de los aspectos que surgía de manera inconsulta, era aquel detalle insalvable en la remembranza de los entrevistados. Viudas, solteronas, adúlteras y más de alguna casadera, parecen haber integrado la lista de mujeres que fueron seducidas por aquel varón sin recursos materiales y de edad dorada, pero, que, con una infinita riqueza cultural, subyugaba intelectualmente a las mujeres educadas y de manifiesta sofisticación.

Se dice, en prueba de ello, que su poema de despedida de Chile – “El viaje sin retorno” -, registrado en Talca, en un “amanecer de 1970”, fue escrito mientras visitaba en condición de despedida, a su última amada chilena, lo que parece quedar refrendado con sus versos que dicen:

 

Una chilenita linda

- chilena y linda es igual –

al despedirme me dijo:

- ¡que pena verte marchar!

¡Quién te hubiera conocido

cuando eras joven galán

porque estos ojitos garzos,

o unos verdes como el mar,

lograran que el caballero

se hubiera quedado acá!”[20]

 

El regreso a España.

Cerca de los 90 años, don Antonio camina erecto y firme por las calles de Santiago, con la conciencia del próximo desenlace. Poco a poco, los descendientes de su hermana han logrado recuperar parte de su patrimonio confiscado por la dictadura franquista. La orgullosa mansión de los Lezama en Madrid, que él llama Lezamaechea, le espera para recibirle. En razón de su edad, las autoridades administrativas del régimen franquista, que lleva 32 años en el poder, han accedido a autorizar su regreso. Antes de morir quiere visitar la tierra vasca, que le vio nacer: “Como un hidalgo pobre que vuelve a su casona,/ yo llegaré a Laguardia buscando una emoción./ Salí medio desnudo, medio desnudo vuelvo,/ la suerte no acompaña a quien soy como yo[21].

La decisión del regreso, anhelada por tantos años, conmueve a quienes han sido sus hermanos de espíritu. Temen que la dictadura franquista le someta a algún vejamen y que le encarcele. Es un apóstol de todo lo que contrariamente ha representado Franco para España. Por ningún motivo se puede pensar que aquel anciano gastado por los años, vaya a capitular en sus ideas y principios, y vaya a tener un acto que decline sus convicciones, aún con la posibilidad de ser autorizado a regresar a su patria por el régimen enemigo: “Me torna a la casona la avanzada vejez,/ trepando en el chambergo una modesta pluma/ e intacto mi tesoro de honor y altivez[22].

Sobrevienen los últimos días en Santiago, y los homenajes se reiteran uno tras otro, para quien ha señalado: “¡Adiós mi Chile querido, / me voy para no volver!/ Tengo un incierto mañana,/ un melancólico ayer,/ y el hoy es una aventura/ difícil de resolver”. Lo despiden con agasajos la Gran Logia de Chile, en sus diversas instancias, así como el Supremo Consejo del Grado XXXIII, las logias a que pertenece, y una parte significativa del exilio español. El equipaje de las emociones va repleto de cariño y recuerdos imborrables: “Patria amorosa de Chile/ también te seré yo fiel/ porque endulzaste las penas/ a que me obligó el deber[23].

Los días inmediatos del regreso a Madrid no hemos podido reconstruirlos. Sabemos que fue recibido por el nieto de su hermana, y que la dignidad de su regreso fue muestra fiel de su carácter: sin capitulaciones de ningún tipo. Pero, sabemos que, instalado en su Lezamaechea, quiere seguir cumpliendo con su misión espiritual de librepensador. Escribe cartas, toma contactos, quiere seguir cumpliendo vitalmente con lo que es en esencia: un masón. Toma las reservas del caso, sabe que su actividad puede ser detectada y que actúa fuera de la legalidad de la dictadura. Pero, su espíritu no está cautivo.

Llevando ya varios meses, recibe a un masón de paso por Madrid, miembro de la Logia “Plus Ultra”, su hija lejana. Le lleva cartas y recuerdos de sus hermanos, comparten un almuerzo, al cual se agregan otros visitantes españoles. Se abrazan y se reconocen todos como masones regulares. Dos han venido de la frontera con Francia. Conversan toda la tarde y preparan sus paramentos ritualísticos con especial cuidado. Repasan el ritual de iniciación, y se manifiestan las diferencias de textos entre unos y otros. Ante las diferencias propias de tradiciones distintas, Don Antonio zanja el problema, y señala que se aplicará el ritual chileno, ya que, quien presidirá la ceremonia, será quien tiene la más alta graduación masónica, a excepción de la suya: su discípulo predilecto de la Logia “Plus Ultra” # 98 de Santiago de Chile.

Esa noche, bajo los auspicios del Gran Oriente Español en el Exilio, en el sótano de la Lezamaechea, es iniciado masón un hombre mayor. Previamente, siguiendo los antiguos usos, el lugar había sido consagrado por los asistentes para preceder al ceremonial. Culminada la ceremonia, se realiza el agasajo en el mismo lugar, para no dar muestras de una actividad que pudiera ser perceptible desde el exterior. Al amanecer, cada uno de los presentes emprende rumbo hacia su lugar de origen, después de estrechar al anciano en un recio abrazo. Aquella fue la última vez que un masón chileno pudo abrazar al ilustre maestro.

Los contactos posteriores serán a través de terceros, como el testimonio que entrega Nazario Chacón del Campo, en 1971[24], sobre la vida de Don Antonio, después de su regreso a Madrid, presentándolo feliz junto a su familia, integrada por sobrinos y descendientes de sus hermanas. Un familiar de Chacón viaja a Holanda, y de paso por Madrid, visita a Don Antonio, quien le recibe con grandes atenciones en su casa, y su familia busca prodigarse en atenciones ante el emisario de sus hermanos masones de Chile. El visitante fue invitado, al día siguiente, a la mansión de su sobrino, ocasión en que se dan cita un grupo significativo de familiares (incluyendo niños), en un ambiente de festejo ante la presencia de aquella visita que representaba al país que Don Antonio llevaba en el corazón.

Aquel testimonio da cuenta de un anciano feliz junto a los suyos, en los momentos finales de su vida, rodeado de cariño y consideración, tal vez previendo un próximo viaje que le llevaría por aquellos caminos que no conocía, con presunto destino a una nueva aventura espiritual, como aquella que iniciara un 10 de septiembre de 1910, cuando vio la luz masónica en una logia de Madrid.

 

Diciembre, 2005. Santiago de Chile.

 

ANEXO: La Obra Intelectual de Antonio de Lezama en Chile.

Libros publicados.

Enemigos de la Conciencia y de la Humanidad”. Ediciones ARE, 1942.

El fanatismo católico”. Ediciones Chamonde, 1961.

Publicaciones en Revista “Occidente”.

1) “Maimónides, el Librepensador”. Noviembre 1948.

2) “Raimundo Lilio, libertino, asceta, filósofo y mártir”. Diciembre 1948.

3) “El catalán Eiximenis,  precursor de la moderna democracia”, Diciembre 1949.

4) “Los grandes aventureros. El Moro Vizcaíno”, Abril 1951.

5) “Perfil de Rafael de Altamira”. Septiembre 1951.

6) “¿Fiesta de la Raza?”. Octubre 1951.

7) “La indomable voluntad republicana española”. Mayo 1952.

8) “El filántropo sefardita y el sabio aventurero salmantino”. Agosto 1953.

9) “Franco y El Vaticano. Algunos comentarios al Concordato”. Noviembre 1953.

10) “El monumento al Diablo en Madrid”. Julio 1954.

11) “Kant, filósofo republicano y pacifista”. Agosto-Octubre 1954.

12) “La maestra. Homenaje a Gabriela Mistral”. Mayo-Abril 1955.

13) “Carlos Darwin y el origen de las especies”. Mayo-abril 1959.

14) “Duelo de la democracia española”.  # 134. 1962.

Publicaciones en la Revista Masónica de Chile.

01) “Ne Varietur”. N° 5. 1995.

02) “Los Hijos de la Luz, de Roger Peyrefitte”, N° 1, 1962.

03) “El Hermano Morse, hombre de ciencias y pintor”. N° 1. 1962.

04) “Salvando vidas”. N° 5. 1962.

05) “Samuel Christian Federico Hahnemann”. N° 9. 1962.

06) “El principe abassida catalán”. N° 1. 1963.

07) “El Hermano Dunant funda la Cruz Roja”. N° 3. 1963.

08) “En el reino de los cielos”. N° 7. 1963.

09) “Alfredo Nobel (1833-1896)”. N° 9. 1963.

10) “La interesante figura de El Abate Marchena”. N° 1. 1964.

11) “Rafael de Riego y el Himno Republicano Español”. N° 3. 1964.

12) “La triste celebridad de Guillotin” N° 5. 1964.

13) “El repúblico portugués Magalhaes Lima”. N° 7.1964.

14) “Krause, el filósofo incomprendido”. N° 9. 1964.

15) “El marquéz de Pombal”. N° 7. 1965.

16)  El Hermano Luis XVI”. N° 9. 1965.

17) “Thackeray, el autor de la Feria de la Vanidades”. N° 3. 1966.

18) “El martirio de un Gran Maestro portugués”. N° 5. 1966.

19) “El Conde de Aranda, una luz en la tinieblas”. N° 7, 1966.

20) “Eternidad de la Masonería”. N° 9. 1966.

21) “La Risa”. N° 5. 1967.

22) “Masones famosos: La romántica vida de Lord Byron”. N° 7, 1967.

23) “Fleming, el gran benefactor de la Humanidad”. N° 9. 1967.

24) “Francisco de Miranda, el precursor”. N° 1. 1968.

25) “Jorge Washington, el cincinato americano”. N° 5. 1968.

26) “Desgracia y amargura de O´Higgins”. N° 7, 1968.

27) “La paja en el ojo ajeno”. N° 7. 1968.

28) “Domingo Faustino Sarmiento, la integridad testaruda”. N° 7. 1969. Este trabajo será republicado en julio de 1970, en la revista Eureka, # 141-142, dependiente de la Revista Eureka, de la Gran Logia de Honduras.

29) “José de San Martín y la liberación americana”. N° 9. 1969.

30) “Bolívar, el libertador que aró en el mar”. N° 1. 1969.

31) “A la noble y desgraciada raza de los Colver”. N° 2. 1969.

32) “Benito Juárez, el estadista imperturbable” N° 5. 1969.

33) “José Martí Pérez, apóstol de la libertad cubana”. N° 9. 1969.

34) “Garibaldi y la libertad de los pueblos”. N° 1. 1970.

35) “Sombra entre luces”. N° 4. 1973 (póstumo)

Publicaciones en Revista “Citerior”

1) Traducción de Conferencia de Michell Riquet en la Logia “Volney”. Diciembre 1961, Nros 134-135-

2) “De Clemente XII a Juan XXIII”. Mayo-Junio 1962. Nros 140-141

3) “Facta, Non Verba”. Noviembre-Diciembre 1964. Nros 170-171.

4) “Ya no hay cedros en El Líbano” (poema) Abril-Junio 1985. Nro 2.

5) “Grandeza y elocuencia del silencio”. Julio-Septiembre 1972. Nros 262-264.

6) “Ya no hay cedros en El Líbano” (poema) Mayo-Agosto 1992. Nro 2.

Presencia en periódicos.

“España Libre”  

Las Noticias de Última Hora


[1] Lope García de Salazar, Las bienandanzas e fortunas, ed. A. Rodríguez Herrero, Bilbao, Diputación Provincial de Vizcaya, 1955.

[2] “Perfil de Rafael  de Altamira. Revista “Occidente”, septiembre 1951.

[3] La mujer según el Álbum Ibero-Americano (1890 -1891) de Concepción Gimeno de Flaquer”. Diego Chozas Ruiz-Belloso. Casa de España de Rio de Janeiro

[4] “Don Antonio de Lezama”. Ernesto Silva R. Revista Masónica de Chile. N° 1-2, 1970.

[5]  Diario “Las Noticias de Ültima Hora”, 25 de noviembre de 1943.

[6]   Diario ”Las Noticias de Última Hora”. 25/nov/1943, Santiago, Chile.

[7]   Diario “Las Noticias de Última Hora”. 24/nov/1943, Santiago, Chile.

[8]    http://www.izqrepublicana.es

[9] “Breve historia de la Masonería Española”. Del libro “Masonería” de Miguel Ángel de Foruria y Franco.  www.cibeles.org

[10]   Ibid.

[11]   “Reseña histórica de Ibería # 51”. Rafael Raga Castellanos.

[12]   Revista “Citerior” N° 262-264, julio-agosto-septiembre 1972.

[13]   Discurso del XVIII Aniversario de la Logia “Plus Ultra”, 1971,  Adolfo Segovia Martin.

[14]   Entrevista personal realizada por el autor de este investigación, en octubre de 2005.

[15]   Revista “Citerior”, abril-junio 1985 y mayo-agosto 1992.

[16]   Revista “Citerior”, N° 134-135. Diciembre 1961.

[17]   Revista “Citerior”, N° 140-141. Mayo-junio 1962.

[18]   Revista “Citerior”, N° 170-171.Noviembre-Diciembre 1964.

[19]   “Confieso que he vivido”. Pablo Neruda.RBA Editores, Barcelona, 1994.

[20]   “El viaje sin retorno”. Poema de Antonio de Lezama. Revista Masónica de Chile, marzo-abril 1970.

[21]   “El Caballero sin ventura”. Poema de Antonio de Lezama. Revista Masónica de Chile, mayo-junio 1970.

[22]    Idem

[23]   “El viaje sin retorno”. Poema de Antonio de Lezama. Revista Masónica de Chile, marzo-abril 1970.

[24]  “Un Gran Hermano en España”. Nazario Chacón del Campo. Revista Masónica, 1971.

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