LA REALIDAD EN LA PANTALLA.

La complejidad de las comunicaciones en la postmodernidad.

Sebastián Jans

Este trabajo fue publicado en la Revista "Occidente" # 373. Año 2.000. Santiago, Chile

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Una vorágine de acontecimientos tecnológicos está cambiando profundamente el mundo en que vivimos. Los hechos sobrepasan nuestra capacidad de percibir el entorno civilizacional, que cada vez se vuelve más complejo y, parafraseando a Ciro Alegría, más "ancho y ajeno". Nuestra individualidad se convierte, paulatinamente, en un refugio ante la automatización cibernética y la despersonalización, ya no en un factor de identidad, y la capacidad humana de maravillarse es una sensación perdida bajo un aluvión de nuevos ingenios que se suceden secuencial y monótonamente. El aprendizaje se ha convertido en una cuestión cada vez mas de tipo adiestrativa y menos formativa, y toda la expectativa onírica del hombre se vuelve básicamente escapista.

La civilización se ha hecho absolutamente dependiente de las comunicaciones, y las disponibilidades existentes apuntan a hacernos creer que podemos disponer de un caudal de información, que jamás antes tuvimos, y que un tejido de medios nos conecta a todos planetariamente. Así, estaríamos total e integralmente comunicados, a través de una infinita red de cables y ondas, que llevan los mensajes y la información para cada usuario o consumidor, no importando el lugar en que se encuentre, su condición social, nacional, religiosa, espiritual, etc. Una aldea global, que nos permite la oportunidad de tener la realidad misma ante nuestros ojos, en una pantalla; una suerte de bola de cristal, que nos muestra el mundo, el cotidiano acontecer, y todo lo que necesitamos o podemos saber.

Las nuevas tecnologías, esta especie de Arcadia que proponen las transnacionales de las comunicaciones, sin embargo, no son inocuas. Hay impactos profundos que tienen un alcance negativo, como también hay consecuencias positivas. Pero, por sobre todo, aceptémoslo, se está produciendo una transformación profunda de la sociedad, en la cual, las personas comunes y distantes del poder, no tienen ninguna participación ni incumbencia en las decisiones que le afectan o le afectarán a futuro.

El propósito de esta reflexión es analizar críticamente tal realidad, pero, metafóricamente, no para tratar la culpabilidad del cuchillo en la comisión de delitos con arma blanca, sino, con el afán de señalar algunos de los problemas que se producen en nuestra civilización, en este nuevo mundo de la postmodernidad, determinado por las transformaciones comunicacionales.

1. Noción general de la complejidad comunicativa.

La experiencia humana tiene lugar en el espacio del diálogo, es decir, tiene lugar en nuestra manera de relacionarnos. La cultura es "una red cerrada de conversaciones", la cual se sostiene y mantiene en la emocionalidad de sus componentes. Según la visión de Maturana, el lenguaje pertenece a la historia evolutiva de los seres humanos, correspondiendo a la explicación que el hombre puede hacer de su experiencia, estableciendo las categorías axiológicas y los conceptos que le permiten explicar, ordenar y conducir su vida. Es a través del lenguaje que el hombre puede explicar su experiencia en el vivir y coordinar su existencia con los demás: todo lo que ocurre y nos ocurre, entonces, tiene lugar en el lenguaje. "Somos una conversación", es la afirmación heideggeriana en el mismo sentido, explicando que el mundo es un límite y una duración determinados por el lenguaje.

La comunicación es, en consecuencia, el canal a través del cual el lenguaje se hace transmisible y receptible; así, todo el sistema social es una compleja madeja de comunicadores. La organización social se hace posible en la medida que la comunicación ocurre. Extensivamente, están quienes afirman que la acción comunicativa no es solo un componente del sistema social, sino del sistema mismo de la vida, que recurre al intercambio de información para regularse, es decir, ocurre desde los organismos unicelulares hasta los más complejos organismos multicelulares, entre los cuales está el hombre.

En un sentido clásico, la comunicación tiene varios significados, lo que demuestra cierta complejidad para definirla, pero, en general, todas éstas apuntan a la referencia de contacto que se produce entre un remitente y un destinatario, o mejor, entre un emisor y un receptor, para participar de una idea, de una noticia, de un sentimiento, de una sensación, etc. de un individuo a otro, de un individuo a un grupo o viceversa, o de un grupo a otro.

La comunicación, dice Luhman, se produce a través de la síntesis de tres selecciones diferentes: la selección de la información a transmitir, la selección de la expresión de esta información, y la selección del entendimiento de esta expresión y su información. Para que exista comunicación, estos componentes deben actuar simultáneamente, dando paso a una transmisión exitosa de mensajes, información o expectativas de entendimiento. Comprende, pues, una distinción entre el valor informativo de su contenido, y las razones por las cuales el contenido es expresado. De allí la importancia del entendimiento, el cual no es una simple duplicación de una expresión de conciencia, sino una condición de conexión. En virtud de lo señalado, fuera de la comunicación no hay información, ni expresión, ni comprensión.

Siguiendo con la idea de Luhman, en muchos casos se asume que toda comunicación, entonces, busca el consenso, criterio que estaría representado por la teoría de la racionalidad comunicativa propuesta por Habermas. Este identifica la "acción comunicativa" como aquella orientada al consenso, donde dos sujetos establecen una relación interpersonal. No define el comunicarse como el acto de comunicación per se, sino cuando hay interlocución (una intención de diálogo), cuando se tiene parte en algo común. Por cierto, la comunicación es imposible sin algún tipo de consenso, sin embargo, ella es usada también para indicar discenso. En síntesis, conduce a una decisión sobre la información expresada y comprendida, la que puede ser aceptada o rechazada, o simplemente ignorada.

Las definiciones que hemos abordado hasta ahora, empero, deben ser sometidas a una revisión, a partir del fenómeno que se presenta con la masificación de los medios de comunicación contemporáneos, pues, como nunca antes, en un periodo tan corto de tiempo, el hombre, en los últimos 50 años, ha experimentado cambios, en ese ámbito, de manera tan vertiginosa y radical.

Si la revolución industrial permitió grandes transformaciones, entre el siglo XIX y parte del siglo XX, cambiando las bases de la civilización humana, la revolución tecnológica ha requerido de muy poco tiempo para cambiar todas las referencias de los procesos en que el hombre participa cotidianamente. Pero, sin lugar a dudas, el gran cambio advertible entre la revolución industrial y la revolución tecnológica, es que, en la primera, los medios – las máquinas – le permitían al hombre hacer, en tanto, en la segunda, los medios – los artefactos eléctricos – le permiten sentir. La tecnología no solo ha creado extensiones del cuerpo humano, sino también extensiones de sus sentidos.

Esto tiene mucha importancia para entender la actual realidad de las comunicaciones, ya que los profundos cambios en éstos medios, y por sobre todo en lo que dice relación con su velocidad, crean una condición en que ya no importa el contenido de lo que se transmite - si es o no comunicación en el sentido clásico del término, es decir, si esa comunicación transmite o no información, - sino lo que realmente importa es el medio comunicativo. Es lo que, el siempre referencial Mc Luhan, preveía con certeza: el medio es el mensaje. El hombre común, que lleva en su bolsillo el teléfono celular, o el internauta que navega en la supercarretera informática, por lo general, no requiere de esos medios por la imperiosa necesidad de comunicarse, sino porque requiere sentir el hecho comunicativo.

El hecho comunicacional, entonces, tiene una impronta que dimensiona de manera distinta los conceptos clásicos respecto de la transmisión de la información.

2. Los cambios en los medios de comunicación.

Hace 100 años el telégrafo y el teléfono alámbrico, eran los primeros medios eléctricos que habían logrado derrotar las barreras geográficas y habían generado un cambio fundamental en las técnicas comunicativas. Veinte años después, la comunicación radial produjo la segunda gran revolución, esta vez teniendo un alcance masivo, donde ya se incorporan a las posibilidades comunicacionales no solo los mensajes informativos, sino también la entretención y la difusión de las expresiones artísticas musicales y dramáticas, y un factor que será decisivo en las conductas humanas: la publicidad.

En los treinta años siguientes, vendría la revolución de la televisión, que provocaría profundas modificaciones en los hábitos de las personas. La televisión no solo modificó la cultura contemporánea, las relaciones familiares, la vida privada, etc. sino, además, todo los métodos de percepción de lo sensorial, pues, a partir de la pantalla de TV, el hombre común modificó las capacidades perceptivas propias de sus sentidos. Por ejemplo, sus ojos pudieron ver mas allá de sus capacidades físicas, y su comprensión de la realidad se volvió más versátil, ante la pluralidad de aconteceres que podía tener frente a sus ojos y oídos. Sin duda hubo una modificación de su forma de entender la realidad mediante la extensión audiovisual de sus sentidos, aunque para Mc Luhan, la TV es una extensión del tacto mas que de la vista.

No hace mas de dos décadas comienza la revolución del computador. De la mano del PC, del modem y del recurso rediático, ha quedado superada la tradicional comunicación telefónica y las limitaciones locales de la radioemisión y la televisación. La mentalidad que transmiten las nuevas tecnologías es una mentalidad rediática, donde todos se pueden ir conectando e integrando hacia una globalidad que puede absorberlos a todos y dar respuesta a todas las necesidades. Las redes no se comportan en forma excluyente, sino que, aparentemente, de una manera ampliamente integradora. No importa si eres negro o blanco, pacifista o violentista, musulmán o católico, en fin.

Ahora los usuarios tienen posibilidad de ser receptores y acceder a una vasta, ilimitable e inconmensurable cantidad de información, donde no solo pueden recibir, sino también responder, reaccionar, interactuar; de esta forma pueden ser actores y no meros espectadores de los mensajes. Las fronteras nacionales han dejado de existir en términos comunicacionales, imponiéndose lo que genéricamente llamamos globalización. Así, sabemos las cosas con mas rapidez y las personas pueden sentirse mas inter-relacionadas. La entretención adquiere nuevos horizontes y se vuelve mas personalizada. La cultura, por lo mismo, vive un profundo proceso transmutativo.

3. Los cambios en el lenguaje.

La palabra escrita, que durante la revolución industrial constituyó el modo principal para transmitir la información y el conocimiento, a través del libro y la prensa (diarios, revistas, etc.), a partir de la irrupción informático-computacional, han ido siendo sustituidos por la sintetización, donde cada día adquiere mas relevancia la imagen, y el abecedario tiende a ceder terreno ante los signos ideográficos, la iconografía, e incluso las señales sonoras. Este aspecto también ya lo abordaba Mc Luhan, cuando expresaba que "el lenguaje llega a un punto en que deja de serlo, para convertirse de nuevo en signos, señales". La transmisión de ideas y conceptos cada vez es menos textualizada, menos fraseada, para ser cada vez mas graficada, mas imagénica. Por sobre el estático medio impreso se impone la pantallización, es decir, el medio visual lumínico en movimiento.

A través de la imagen gana terreno el contenido más descriptivo, la mirada de un mismo objeto desde múltiples perspectivas, pero, a la vez, la pérdida de lo real como referente. Se aumenta la riqueza descriptiva, pues, las imágenes hablan por sí solas, pero, las imágenes tienden a introducir solo cierta parte de la realidad, o una importante cuota de irrealidad.

Constantemente se manifiesta la dicotomía entre la linealidad del perspectivismo cartesiano – a mejor punto de vista más conocimiento – con la multiplicidad que ofrece la imagen – a mas puntos de vistas, mas conocimiento. La memoria, producto de esta nueva forma de lenguaje, se funda en lo retiniano, es decir, en todo aquello que la retina del ojo puede percibir, en la concatenación constante de imágenes, produciendo una retención menor de datos, una asimilación menor de información, imponiéndose lo sensitivo por sobre la percepción intelectual.

4. El cambio en la velocidad de transmisión.

Los profundos cambios en la velocidad de la transmisión de los medios de comunicación, han posibilitado que, a través de las ondas, se logre una virtual simultaneidad entre quien emite y quien recibe el mensaje. En la actualidad la información puede obtenerse de manera prácticamente instantánea, muchas veces desde la misma fuente que la está produciendo, sin que el lugar donde esto ocurre sea un obstáculo. En ello han incidido fuertemente las redes mediáticas que han destruido la noción tradicional del espacio.

La destemporalización y la sensación de presente continuo, la simultaneidad e instantaneidad, la constante actualización, son expresiones de estos cambios, que van generando una nueva sensorialidad, donde la experiencia sensitiva conlleva una especie de seducción por el vértigo. Vertiginosidad, implicación sensorial, presentación inmediata, memoria retiniana, son evidentes implicancias de esta condición cultural y tecnológica, que nos obliga cada día a introducirnos en una carrera sin fin hacia la prontitud perenne. Esta seducción cruza todo el espectro cultural del hombre y su sociedad, creando la avidez por lo inmediato y por las emociones que se desencadenan con lo vertiginoso. Al respecto, resulta muy sintomático lo que ocurre con el cine, donde el factor escénico de la persecución constituye el núcleo vital de un desarrollo narrativo. Lo propio ocurre con los videos-games de entretención, donde los juegos potencian la velocidad como objetivo central.

La velocidad se convierte en un factor fundamental para determinar la competitividad en todos los ámbitos de la actividad humana (social, comercial, cultural, etc). Una velocidad que debe permitir, en una condición mínima de tiempo y espacio, difundir una mayor cantidad de información, la que debe ser recibida por la mayor cantidad posible de destinatarios. Es así como, a principios de la década de los 90, la velocidad de transmisión bordeaba los 2.400 baudios. Cinco años después se había estandarizado en los 14.400 baudios. Ahora ya comienza a ser anticuado una velocidad de 28.800, y se impone una de 56.000, y se supone que muy pronto se podrá acceder a los 116.000 baudios.

5. El impacto de la globalización.

La globalización, que ha reformulado las relaciones del mundo postmoderno, es una directa consecuencia de los profundos cambios en las comunicaciones a escala planetaria. El Club de Roma, en su informe del año 1991, hacía especial hincapié en lo que llamaba "terremotos geoestratégicos" y la combinación sin precedentes de factores sociales, económicos, tecnológicos, culturales y éticos, que conducen a "situaciones impredecibles".

Evidentemente, estas situaciones impredecibles están produciendo un conjunto de contradicciones, que tienen que ver con el impacto cultural que este fenómeno provoca, y donde las costumbres experimentan bruscos y dolorosos acercamientos, así como violentas desintegraciones. Lejos de ser un fenómeno que tienda exclusivamente a la uniformidad, también tiene un gran efecto particularizador.

Por cierto, hay quienes destacan que la globalización favorece la homogenización, donde las especificidades desaparecen y todo tiende a igualarse en los distintos ámbitos del sistema, imponiéndose comportamientos únicos en todas las categorías y rangos del funcionamiento mundial. A esta visión se enfrenta la de aquellos que, válidamente, señalan que, en oposición a esa tendencia, se impone la desigualdad en el desarrollo tecnológico-económico-social.

Parece ser cierto que la globalización lo abarca todo, pero, acentuando lo dramático de la diversidad: está en todas partes y cada parte está en el todo, pero, al estar cada parte en el todo, no cambia su condición específica dentro del ordenamiento establecido, en su relación con quienes tienen el poder en la revolución global. En consecuencia, mientras más integral es la globalización, mas diferencias hay sin una solución posible.

Por otro lado, en el ámbito cultural, la homogenización implica, por sobre todo, contaminación. No una que se manifieste por la mezcla de elementos, sino que se caracteriza por la dominación o la hegemonía cultural de quienes poseen la capacidad de transmitir los mensajes o contenidos. Tomemos, por ejemplo, el caso de la televisión por aire en América Latina, que ha sido una tradicional portadora de la cultura norteamericana hacia el subcontinente. Esta situación se exacerba con la TV por cable y la TV satelital. Sin embargo, el nivel de penetración de las culturas del Sur hacia el Hemisferio Norte no tiene la misma magnitud, ni siquiera en un contexto aproximativo. No por haber una cadena de tacos chatarra en EE.UU. debemos decir que existe una mezcla cultural mexicana con la cultura estadounidense.

El fenómeno que hemos indicado trae profundos efectos en las condiciones culturales, imponiéndose modismos y estilos de vida que van fragmentando bruscamente los factores de identidad de los hegemonizados. Se impone el reino de las impurezas, donde el efecto de la penetración exógena y el esfuerzo de sobrevivencia de lo endógeno, tiende a generar una condición híbrida, que calificamos de homogeneización, que se acepta con complacencia o que lleva a refugiarse en pequeños bastiones tremendamente refractarios, sectarios, o individualistas.

Un crítico de la globalización y de las nuevas tecnologías comunicativas, Theodore Roszak, señala que, por muy alta que sea la promesa de la Edad de la Información, el precio que se paga por sus ventajas es menor que el que pagaremos por sus consecuencias. Este autor no vacila en poner en alerta sobre la ilusión de una información compartida a nivel global, a pesar del beneficio de la masificación de los medios, pues, en el fondo, los objetivos reales de esta globalización han sido diseñados y son manejados por quienes han desarrollado las tecnologías para que ella sea posible, y cuyo objetivo y razón de ser es el dominio corporativo.

Se echa por tierra, entonces, la falacia de que el proceso de comunicación es un estado ideal, donde todos los actores tienen el mismo poder. Concretamente, el poder de quien digita en un teclado, desplaza un mouse, pulsa un botón, o hace zaping con el control remoto, no es el mismo del que controla el medio que emite, ordena o almacena la información.

6. La necesidad cognitiva.

A medida que los medios se han ido sofisticando y la información se vuelve la mercancía mas transada, emerge el cuestionamiento sobre lo que realmente necesita el hombre cognitivamente y la relación existente entre comunicación y conocimiento.

El conocimiento es la suma de información humana que resulta de su experiencia histórica – individual y colectiva, pasada y presente -, que le permite al hombre enfrentar su posibilidad de vida y relacionarla con el ámbito social en que se desenvuelve (como familia, como sociedad, como nación, en fin, como especie). Mas, no toda la información que el hombre recolecta, es contribuyente a ese propósito, es decir, no toda información crea conocimiento. De la misma forma, hay mucho conocimiento que no necesariamente tiene un efecto contribuyente para la vida humana, pues, hay una parte del conocimiento que conspira contra ese fin.

Si analizamos lo que ocurre con el ilimitado nivel de conocimiento disponible en el mundo de hoy, dicotómicamente, comprobaremos que el hombre común ha ido reduciendo drásticamente su bagaje de conocimientos y se hace cada vez mas ignorante; que cuanta mayor cantidad de información hay disponible, menor es la capacidad de asimilación, menor es el grado de conocimiento proporcional que el hombre común puede poseer; que cuanto más denso es el contenido de la información disponible, la información transmisible con destino masivo se hace cada vez más superficial. En definitiva, no por haber mas información aumenta el nivel de conocimiento, y no siempre la información que ofrecen los medios de comunicación, implican conocimiento.

Es posible que el conocimiento que requiere un jornalero que vive en una población de La Pintana, le baste para su sobrevivencia y para cumplir su rol en el proceso productivo. No necesitaría del conocimiento como vehículo de esclarecimiento. Pero, la pregunta que cabe hacerse, es si esa posibilidad fue su elección o solo consecuencia de estar marginado por la era de información, porque no es un consumidor debidamente calificado. ¿Es que el esclarecimiento es solo un privilegio de los esclarecidos, o de quienes están en condiciones de pagar esa disponibilidad? Esto tiene mucha importancia, ya que las comunicaciones en la era informática, tienen destinatarios específicos, no genéricos, y son aquellos que están habilitados económica y culturalmente para ser consumidores de los medios de comunicación. Si un individuo no está debidamente adiestrado, ni tiene el equipamiento, o si no puede actualizarlo permanentemente, está destinado a quedar al margen del proceso. Es el destino que condena a gran parte de los habitantes del llamado "mundo en desarrollo". De este modo, la globalización producida por la era informática no permite un conocimiento generosamente compartido, sino que solo respecto de "cierto" conocimiento.

La disparidad que existe en el mundo desde la emergencia de la sociedad industrial, entonces, se repite y acentúa en la actual sociedad. En consecuencia, la sociedad de la información, mas que una realidad parece ser una gran aspiración: aquella en donde los conocimientos humanos y su propagación a través de los medios que la tecnología pone a nuestra disposición, sea un elemento articulador de nuevas relaciones entre los individuos y entre los diversos sectores de la comunidad, sea este local, nacional o internacional. De hecho, aquel ideal en cuanto a que " las sociedades de la información se caracterizan por basarse en el conocimiento y en los esfuerzos por convertir la información en conocimiento" es una afirmación muy discutible fuera del Grupo de los 8, es decir, de las grandes potencias.

7. Aspectos sobre la información.

La información, mucho se ha dicho, es un componente indispensable en nuestra civilización, y resulta obvio aceptar aquella premisa de que, en la medida que una sociedad esté mas informada, estará mas capacitada para desplegar sus potencialidades. Sin embargo, ante la enorme cantidad de información disponible en el mundo de hoy, nadie puede saber con certeza como puede ella contribuir, por sí misma, a solucionar los problemas de las personas y de las sociedades de las que son parte. De allí que, es conveniente, efectuar un análisis crítico de la realidad que presenta la transmisión de la información, y los factores que deben ponderarse en su evolución, en la perspectiva de visualizar con exactitud si ello implica un cambio favorable en la vida y en el destino de las personas.

Dentro de los múltiples problemas que se presentan, como consecuencia de la transmisión de la información, hay cuatro aspectos que, en esta perspectiva de reflexión, son convenientes de señalar, en el sentido de su necesidad, utilidad y aprovechamiento.

El primero, busca recoger la crítica a la vasta información disponible a través de los medios actuales, y que, evidentemente, tenderá a aumentar en los años venideros. Esa cantidad, incuantificable de datos, para algunos resulta absolutamente inconducente para los fines de la Humanidad, por su vasta proporcionalidad. Poseer esa cantidad de información puede ser un gran logro, pero, también surge la interrogante respecto de que hacer con ella. En ese contexto, uno de los filósofos del postmodernismo, Jean Braudillard, señalaba en una entrevista a un medio argentino, hace algún tiempo, que "un poco de información nos permite actuar, pero, mucha información nos paraliza".

El segundo, plantea la interrogante de cómo aprovechar de mejor manera esa disponibilidad, en el proceso educacional de las nuevas generaciones. De hecho, ya es posible percibir una profunda crisis producto de la contradicción entre el proceso de globalización y el proceso adaptativo que deben vivir los sistemas educacionales de los países tecnológicamente mas atrasados. Profundiza esta contradicción el hecho que el proceso de globalización y el avance de las tecnologías comunicacionales no están en manos de los gobiernos, sino de los mercados, y a través de éste de las corporaciones transnacionales, que no tienen como preocupación, precisamente, el problema de la equidad. Resulta obvio que, cuanto más bagaje educativo tiene un usuario de los medios de comunicación de punta, mas provecho puede sacar de ellos. Así como, resulta también obvio, que las horas de usuario de un individuo del hemisferio norte, respecto de uno del hemisferio sur, son evidentemente muy superiores, producto de la misma histórica desigualdad que ha marcado el desequilibrio Norte-Sur.

El tercero, dice relación con que, progresivamente, se ha ido expresando una contradicción valórica entre lo que conceptualmente entendemos como comunicación y el medio para efectuar la comunicación. Por ejemplo, a través del llamado ciberespacio, circula una ilimitada cantidad de información, que no tiene un destinatario definido, parte de la cual jamás tendrá un destinatario real, aunque pueda tenerlo en un sentido figurado. El valor de esa información se relativiza, y hasta puede perderse, al carecer de interesados. De allí que lo único que adquiere importancia es que existe el medio y el hecho comunicativo. El hecho comunicativo o la acción de comunicarse, pasa a ser el leit motiv del proceso comunicacional, donde un usuario o consumidor, no valora sustancialmente lo que se dice, sino que el medio a través del cual se dice, no el contenido, sino, el canal comunicativo utilizado. De la misma forma, para las corporaciones que controlan la generación y operación de los medios, la importancia reside en los medios, no en la información que éstos puedan transmitir, pues, son aquellos los que generan el plusvalor.

El cuarto problema, tiene que ver con las comunicaciones que se sustentan en un ambiente rediático, el que es extraordinariamente inestable y vulnerable, a pesar de sus enormes ventajas, pues, el riesgo de una interrupción por cualquier factor, puede traer consecuencias mucho más grave para el manejo de la información que mediante los anteriores medios comunicacionales. Demás está recordar los riesgos que implican los virus que, diariamente en el ámbito mundial, destruyen documentos y datos. A ello debe sumarse la acción de los hackers, que penetran en las más protegidas bases de datos, deformando contenidos, que inducen a errores o desinformación, o alterando los procesos computacionales. Los hackers, expertos computacionales capaces de vulnerar los mas sofisticados sistemas, son tenidos por algunos como unos verdaderos "terroristas de la informática", mientras que, para otros, son los "Robin Hood cibernéticos" que se enfrentan con las grandes transnacionales de los softwares. A ello hay que agregar la influencia que tienen las catástrofes de la naturaleza en la interrupción de las comunicaciones, produciéndose graves perturbaciones en el procesamiento de datos y en la disponibilidad oportuna de la información.

8. La crisis de la información.

La constatación de que estamos conectados a las redes informáticas y a la transmisión vía satélite, relacionándonos directamente con los acontecimientos que están ocurriendo contemporáneamente en el mundo, nos crea la sensación de que la realidad global está mas cerca de nuestros sentidos, para ser percibida en toda su integridad. Ante la pantalla aparece lo que puede ser interpretado como la realidad y, en cierto modo, ni más ni menos, que la verdad misma. Según lo convencionalmente aceptado, los medios "nos están reflejando la realidad", "lo que está ocurriendo", lo que las personas desean conocer "en vivo, en directo y con transparencia".

Así, los medios de comunicación van presentando ante nuestros ojos, una aparente descripción de la realidad – de hechos – sobre la base de una lista de temas, aspectos o tópicos, en torno a los cuales el público debe tener una opinión. Esto lleva implícito una agenda temática que se determina por "tendencias de interés", y que responden, por lo general, a una capacidad de consumo del usuario (por ej.: cuanto tiempo de espectador tiene una persona en un noticiario).

El factor determinante de esa tematización es la encuesta o las diversas mediciones de tendencias de los usuarios o consumidores ( por ej.: en la TV es el people meter). Estas herramientas crean las condiciones para un modelo artificial, donde se establece una representación adulterada de la realidad, una superposición entre lo que es el mundo real y el mundo virtual, determinado éste último por la tematización de los editores de los medios. Así, en lugar de que éstos medios presenten el estado de cosas y los hechos, nos presentan lo que aparentemente sería del interés del usuario o consumidor. En consecuencia, la superposición entre la realidad y la virtualidad, permiten que la verdad sea sustituida por el simulacro, las ideas por los ídolos, y el mensaje por el medio, encubriendo los hechos que realmente pretenden mostrar.

En ese contexto, desaparece aquello que conocemos como opinión pública, pues, el usuario, consumidor o espectador ya no requiere conocer profundamente un tema – analizarlo, discutirlo, profundizarlo -, para llegar a una conclusión. Solo le basta la opinión sintetizada del medio para asumir esa respuesta. Ya no tiene expresión real, sino que debe adscribirse a los modelos de simulación que establecen las encuestas, las que, objetivamente, conducen de modo irremediable hacia la desaparición de las instancias deliberativas. Para Baudrillard, esta es la causa de la crisis actual de la democracia y de la apatía de los ciudadanos por ejercer sus derechos. En el mismo sentido crítico, se planteaba Bruno Bettelheim, cuando señalaba que el efecto más nocivo de la TV, es que aporta respuestas demasiado simples a cuestiones demasiado complejas, y en la vida real las soluciones simples no existen.

Esta misma tendencia a la simplificación, es la que se puede comprobar con las modalidades optativas que presentan los buscadores o servidores de las redes mediáticas, sobre la base de un criterio "amigable", fundado en iconografía y opciones que podríamos considerar "utilitarias o de entretenimiento" (interesante ejemplo es lo que se puede observar con las "páginas de inicio" de las empresas que nos dan el servicio de Internet, donde abunda lo misceláneo y la puerilidad).

9. Una cierta conclusión.

La aceptación de que la información es un componente insustituible, indispensable e impostergable de nuestra civilización, es un requisito para poder comprender el mundo en que vivimos, y en el que viviremos las próximas décadas. Es, efectivamente, la materia prima y el bien esencial marca la pauta de la evolución humana actual y de los años venideros. Como señala Ortiz Chaparro, de manera indiscutible, la sociedad de la información ha triunfado.

Pero, lo que se está haciendo mas patente, de manera tangible, en el mundo dominado por los medios de comunicación, es que los pobres seguirán siendo más pobres, y los ricos seguirán siendo más ricos, y que los poseedores del desarrollo tecnológico de punta, seguirán siéndolo en el futuro, y quienes estén rezagados respecto de la "Arcadia comunicacional" estarán mas rezagados en tanto ésta siga su frenética evolución.

Ergo, el hombre no será mas libre porque haya mas información disponible, ni las sociedades serán mas justas, ni el conocimiento estará disponible para todos. La vida no será mejor por el solo hecho de que las comunicaciones sean aún más rápidas o los medios tengan un alcance más masivo. Por el contrario, pareciera que las contradicciones que afectan al hombre se hacen más patéticas, cuanto más complejas sean las alternativas tecnológicas.

Conductualmente nos hacemos cada vez menos reactivos frente a los acontecimientos, más insensibles frente a aquello que antes podía asombrarnos y movilizarnos. La pasividad se ha enseñoreado como una condición natural en nuestra forma de ser. Podemos ver la guerra a través de la pantalla, en todo su patetismo, pero, vemos pasar las imágenes con la misma actitud con que vemos la derrota de un club deportivo o la desolación de una modelo de TV por una frustración amorosa. Recibimos mucha información, pero, no somos capaces de reaccionar frente a ella o producto de ella. Cada día somos más pasivos frente a los hechos. No somos capaces de indagar sobre la veracidad de la información que recibimos, y nos confiamos en lo que ha sido puesto frente a nuestros ojos como "lo verdadero". Nuestro conocimiento se va modelando sobre la base del criterio de un editor sometido a la impronta de un "people meter" o de una encuesta.

Si el conocimiento es la conjunción de la experiencia humana, que le permite al hombre enfrentar el transcurrir de su vida, aquel está cada día mas supeditado a la deformación y a la suplantación. El conocimiento deja de ser, de tal modo, la herramienta del esclarecimiento. Es cierto que, el jornalero, el técnico, la dueña de casa, o el profesional, no requieren tener la respuesta de la Vida para cumplir su cotidiano transcurrir. Pero, cada espíritu humano debe tener la posibilidad de aceptar o rechazar la opción del conocimiento, para modelar su vida en pleno ejercicio de su libre albedrío, y en pleno uso de sus capacidades

Los medios de comunicación de que dispone el hombre del 2.000, constituyen un avance extraordinario para hacer posibles muchas de sus metas. Los beneficios que nos aportan son un gran logro de la tecnología. Sin embargo, es fundamental que esas tecnologías se compatibilicen con un proyecto de Humanidad, es decir, con la perspectiva de que el Hombre crezca integralmente, en términos materiales y espirituales, superando los males que le afecten, haciendo de las disponibilidades mediáticas un factor coadyuvante a esa meta.

Corresponde que, las herramientas que tenga en su mano, sean contribuyentes a ese propósito, y no a su conculcación. La vida humana es un privilegio que poseemos cada uno, y cada cual tiene derecho a autodeterminarla. La manipulación y la dominación, en la postmodernidad, a través de las comunicaciones, son los factores mas graves que ponen en riesgo la posibilidad humana de ejercer su libertad de espíritu en plenitud.

 

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