Sebastián Jans

¿ES POSIBLE UN AMBIENTE HUMANO?

 

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LA PANTALLIZACIÓN DE LA REALIDAD.

 

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Hace 100 años el telégrafo y el teléfono alámbrico, eran los primeros medios eléctricos que habían logrado derrotar las barreras geográficas y habían generado un cambio fundamental en las técnicas comunicativas. Veinte años después, la comunicación radial produjo la segunda gran revolución, esta vez teniendo un alcance masivo, donde ya se incorporan a las posibilidades comunicacionales no solo los mensajes informativos, sino también la entretención y la difusión de las expresiones artísticas musicales y dramáticas, y un factor que será decisivo en las conductas humanas: la publicidad.

En los treinta años siguientes, vendría la revolución de la televisión, que provocaría profundas modificaciones en los hábitos de las personas. La televisión no solo modificó la cultura contemporánea, las relaciones familiares, la vida privada, etc. sino, además, todos los métodos de percepción de lo sensorial, pues, a partir de la pantalla de TV, el hombre común modificó las capacidades perceptivas propias de sus sentidos. Por ejemplo, sus ojos pudieron ver mas allá de sus capacidades físicas, y su comprensión de la realidad se volvió más versátil, ante la pluralidad de aconteceres que podía tener frente a sus ojos y oídos. Sin duda hubo una modificación de su forma de entender la realidad mediante la extensión audiovisual de sus sentidos, aunque para Mc Luhan, la TV es una extensión del tacto más que de la vista.

No hace más de dos décadas comienza la revolución del computador. De la mano del PC, del modem y del recurso rediático, ha quedado superada la tradicional comunicación telefónica y las limitaciones locales de la radioemisión y la televisación. La mentalidad que transmiten las nuevas tecnologías es una mentalidad rediática, donde todos se pueden ir conectando e integrando hacia una globalidad que puede absorberlos a todos y dar respuesta a todas las necesidades. Las redes no se comportan en forma excluyente, sino que, aparentemente, de una manera ampliamente integradora. No importa si se es negro o blanco, pacifista o violentista, musulmán o católico, en fin.

Ahora los usuarios tienen posibilidad de ser receptores y acceder a una vasta, ilimitable e inconmensurable cantidad de información, donde no solo pueden recibir, sino también responder, reaccionar, interactuar; de esta forma pueden ser actores y no meros espectadores de los mensajes. Las fronteras nacionales han dejado de existir en términos comunicacionales, imponiéndose lo que genéricamente llamamos globalización. Así, sabemos las cosas con más rapidez y las personas pueden sentirse más inter-relacionadas. La entretención adquiere nuevos horizontes y se vuelve mas personalizada. La cultura, por lo mismo, vive un profundo proceso transmutativo.

Pero, por sobre todo, en los últimos treinta años se ha venido imponiendo, de manera ascendente, el fenómeno de la pantallización de la realidad. Efectivamente, a través de una pantalla creemos ver el mundo, los hechos, los acontecimientos reales y virtuales. Este fenómeno se acentúa con la irrupción del PC y de Internet, y se vuelve más absoluto con la irrupción de la telefonía por microondas con conectividad web, y con los recursos rediáticos que se multiplican cotidianamente.

Esto provoca el fenómeno perceptivo, de que, si los hechos o las personas no aparecen en la pantalla, ellos parecen no existir. Todo suceso parece no cobrar realidad o trascendencia, si no ocurre en las disponibilidades que se expresan vía una pantalla. De la misma forma, en sentido inverso, eventos irreales se hacen reales, en la medida que aparecen en la pantalla.

Se dice a nivel de los expertos en el tema, que los lenguajes que imponen los medios electrónicos, rompen la temporalidad, la textualidad, y la percepción existente y predominante en la era escrita o de la imprenta, pues, en tanto las palabras escritas e impresas enfatizan las ideas, los medios electrónicos enfatizan sentimientos, apariencias, estados de ánimos, etc. Así, el efecto de una imagen, o la forma como concatenamos las imágenes, constituye un lenguaje que tiene modalidades muy distintas al lenguaje textual. Las imágenes son capaces de expresar ideas  de un modo más universal, que salvan el uso de la textualidad u oralidad.

Los medios de comunicación tienen, valga la redundancia, atributos comunicacionales. La prensa escrita tiene el atributo de la reflexión y del análisis: si alguien quiere informarse en profundidad, compra un diario, una revista, o acaso un libro. Si alguien quiere informarse instantáneamente, recurre a la radio, por lo tanto el atributo tiene que ver con una información más veloz y  variable. Vale preguntarse entonces, ¿qué buscan las personas a recurrir a la TV o Internet? Algunos especialistas afirman que, de alguna manera, el espectador cumple el rito de la apreciación de la realidad. A mi modo de ver, la TV produce la acreditación ritual; no muestra la realidad integralmente, pero, acredita que la información existe, aún cuando pueda tratarse de un sesgo de ella, una minúscula parte del sesgo de un editor.

Es interesante tener a la vista algunas visiones, que aporta la antropología, en el estudio de la comunicación masiva. En un trabajo sobre la antropología de los mass media, un autor señala que las escuelas a considerar son tres: la escuela del imperialismo cultural, la escuela hermenéutica y la escuela funcionalista. La primera sostiene que hay una poderosa influencia de la TV en las personas, donde el papel de ellas es ser un receptor pasivo. En este caso, se plantea que los cambios de hábitos de las personas y los cambios de roles en las sociedades tradicionales, obedecen al impacto inductivo de la TV. La segunda, sostiene que la TV refleja la cultura de las personas, a través de una doble hermenéutica: las personas producen cultura y la cultura define la conducta de las personas. Esto significaría que nos reconocemos mirando nuestra cara en un espejo. La tercera plantea la TV como un modo integrador de la sociedad. Si queremos entender a las personas o la cultura, tenemos que considerar a la TV.

Más allá del debate que estas visiones puedan provocar, en el intento de diagnosticar adecuadamente el efecto de la TV, es un hecho que ella plantea una parte considerable de los diálogos sociales contemporáneos, y que la pantalla no hace más que ser el vehículo de la transmisión de los intereses en la sociedad. Discutir sobre la calidad que la TV tendría que tener, debe considerar que ella hoy refleja lo que son los intereses y preferencias masivas. La calidad de los diálogos que ella refleja son los diálogos tangibles que presenta la realidad cotidiana de nuestra sociedad.

¿Corresponde solo a la TV inyectar o potenciar otros contenidos, o cabe igual o mayor responsabilidad a quienes buscan el rating como medio de cautivar el interés público para insertar los mensajes necesarios de índole publicitario o los mensajes que ayuden a despotenciar la conflictividad de los problemas cotidianos de una sociedad? La realidad muestra que, antes que saberes, los espectadores cotidianos buscan en la TV entretenimiento. Antes que ciudadanía, distracción. Los avisadores, que la sustentan, quieren un público cautivo, no un público activo. Así se construye el círculo vicioso de una TV que estará siempre determinada por lo masivo y por el merchadinsing. Si ello es bueno o malo, es un tema de opcionalidad ideológica.

 

Sebastián Jans * ¿Es posible un ambiente humano?

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