Sebastián Jans |
¿ES POSIBLE UN AMBIENTE HUMANO? |
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LA IDEOLOGÍA DE LA GLOBALIZACIÓN.
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Una
de las características que la globalización ha desarrollado, es que,
como todos los procesos humanos, ha generado una ideología que
posibilite la interpretación de su rol en la sociedad humana. No es
errado hablar de un globalizacionismo, al observar que se han
creado constructos ideológicos perfectamente nítidos, que pretenden
darle un contenido, una formulación, en fin, una validación
contextual, sobre lo que sería posible de lograr, construir o aspirar
en un modelo ideal de globalización. Los
integrantes del "partido de la globalización" son los dueños
de las grandes empresas globales, la tecnocracia de esas empresas, los
economistas. Por cierto, ellos tienen motivos para ser
globalizacionistas. No ocurre lo mismo con un pequeño empresario del
calzado o con un modesto fabricante de telas. Menos, con el obrero o el
campesino que han perdido sus trabajos, como consecuencia de que sus
patrones no han podido competir con productores del hemisferio norte con
mayor capacidad tecnológica y financiera. El
Fondo Monetario Internacional (FMI), como expresión del poder económico
de las grandes potencias, que financia el potenciamiento de los mercados
sin fronteras, en tanto ello optimizará las condiciones de intercambio
y el beneficio de los grandes inversionistas, también tiene un
compromiso absoluto con el desarrollo de una ideología
globalizacionista, como los demuestran sus tecnócratas. No
obstante, el convento ideológico más importante del globalizacionismo,
se encuentra en Davos, donde todos los veranos boreales, se reúnen
empresarios, políticos, tecnócratas, e intelectuales, integrantes del
llamado Foro Económico Mundial (WEF), instancia promotora del
neoliberalismo y de la globalización. Este Foro es el lugar en que se
produce la legitimización ideológica que impone el Grupo de los 7, es
decir, el estado mayor de la globalización, integrado por las siete
grandes potencias tecnológicamente hegemónicas. Para
los contrarios al proceso de globalización y a la ideología del
globalizacionismo, Davos se ha convertido en un símbolo de reproducción
de estructuras insostenibles de gobierno global, donde sus reflexiones
se hacen en un ambiente desconectado de obligaciones terrenales como la
democracia y la responsabilidad social. Su objetivo apuntaría más bien
a obtener consenso dentro de las elites empresariales para obtener más
beneficios económicos y políticos, para influir en la opinión pública,
para concertar nuevos negocios y establecer influencias a puerta
cerrada. Como
ideología, el globalizacionismo ha logrado imponerse con tanta fuerza,
que ha producido el desplazamiento de la ideología del nacionalismo en
el concurso por el poder político en los Estados Nacionales. En los
hechos, al purgar al nacionalismo del poder político, la deja como una
ideología marginal, que se expresa en las instancias propias de minorías
refractarias al poder instituido. Tanto
así, que, quienes se enfrentan con poder a la globalización y al
discurso globalizacionista, no lo hacen desde los ámbitos de la
reivindicación nacional, sino que esencialmente, desde los ámbitos de
la identidad cultural. El polémico Samuel P. Huntington, hace casi una
década, hablaba sobre el choque de las civilizaciones, como la condición
característica de los conflictos del mundo de inicios del siglo XXI. Es
cierto que las consideraciones de Huntington son muy discutibles, pero,
tienen el mérito de poner el tema del choque cultural en el debate de
nuestro tiempo. Cuando
observamos, por ejemplo, las grandes tensiones que presenta el mundo
posterior a la guerra fría, podemos constatar que aquellas no se
manifiestan entre concepciones emanadas del poder nacional, sino en
concepciones basadas en el poder de la identidad. Bin Laden no busca
enfrentar Estados Nacionales entre sí, sino que busca enfrentar su
identidad musulmana, su condición cultural, su fe, contra la identidad
occidental, contra la cultura mercantilista, contra la fe cristiana.
Cuando Bush replica, también presenta un discurso que reivindica la
forma de vida y la cultura, y sus enemigos no son naciones sino
concepciones culturales que considera enemigas de la suya. Pero, veamos cuales son los conceptos que sustentan la ideología de la globalización y donde encuentra su nutriente. En
primer lugar, está la concepción neoliberal, que propone la exaltación
del mercado como regulador de toda la actividad humana, y ante el cual,
toda otra actividad de los hombres, debe subordinarse. En
segundo lugar, hay un abandono de la concepción capitalista clásica,
donde primaban las necesidades de la propiedad de los medios de producción,
del control de las fuentes generadoras de materias primas y la búsqueda
del monopolio en los mercados. La nueva concepción del capitalismo es
exclusivamente financiera, donde las capitales financieros han llegado a
superar en veinte veces el valor del comercio internacional. La clave
del capitalismo de la globalización reside en la oportunidad, la
movilidad y la competitividad. La
producción, objetivamente, dejó de depender de los recursos naturales,
y a los financistas no les preocupa quién tiene la propiedad de los
medios de producción. La gestión no está basada en instalaciones físicas,
maquinarias o equipos, sino que en el conocimiento y la organización.
Todos los esfuerzos de gestión hoy se vinculan a la capacidad de
mejoramiento de la organización, a fin de optimizar la eficiencia y
estimular la creatividad. Ese es el paradigma del capitalismo de inicios
del siglo XXI. En
tercer lugar, está el abandono a las limitaciones nacionales. En ese
sentido, ni siquiera podemos hablar de que prima un internacionalismo, o
sea, una relación entre naciones, sino un transnacionalismo, es decir,
una estrategia que traspasa los marcos nacionales. Toda cortapisa que
imponga cualquier Estado Nacional en términos políticos o culturales,
se convierte en obstáculo a la globalización, es decir, al nuevo orden
mundial, y, por lo tanto, materia de alguna forma de sanción.
* Sebastián Jans * ¿Es posible un ambiente humano?
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