Sebastián Jans |
¿ES POSIBLE UN AMBIENTE HUMANO? |
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LA GLOBALIZACIÓN Y SU CARÁCTER.
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La globalización, en lo fundamental, nace de la extensión de los mercados a una condición global, planetaria, que incorpora a los países, a las empresas y a las personas, dentro de relaciones de intercambio comunes, sin excepciones. El mercado se convierte, en ese supuesto, en el único regulador de la economía, implicando que las empresas, los grupos o las personas, se relacionan directamente, salvando toda intervención del / o los Estados. Sus alcances, sin embargo, no tienen que ver solo con el intercambio comercial, sino que han llegado a expandirse en todas las áreas de la actividad, y sus consecuencias ya se expresan con fuerza en distintos ámbitos. El
proceso de globalización debemos entenderlo como parte de un proceso
mayor, aún cuando algunos piensen que es algo particular, y distinto en
la historicidad humana. La globalización no es un cambio
revolucionario, aislado, desvinculado o superior, desligado de lo que el
hombre ha hecho en los siglos recientes. Pero, tampoco hay que pensarlo
como una continuidad de ciertos procesos de universalización o
internacionalización. Me refiero con esto último, a, que se escuchan
habitualmente, voces que infieren que la globalización siempre ha
estado en la mente humana, y vinculan este proceso con otras
pretensiones universalistas. No
tiene que ver con una pretensión ideológica, aunque se haya
constituido una ideología en torno a ella; no es una geopolítica,
aunque se haya construido una geopolítica en torno a ella. Tampoco es
fruto de una consecuencia mediática, como tiende a creerse, por el
hecho de que ésta constituye su cara más visible. No tiene sus raíces
en el desarrollo tecnológico de las comunicaciones, aún cuando este es
un fenómeno estrechamente relacionado con la globalización, en tanto
ha sido un mercado de vasta expansión y de mucho plusvalor, siendo el
formidable caballo de Troya en que cabalga el redimensionamiento de los
mercados a escala planetaria. Pero, obviamente, no es el único. De
manera desnuda, la globalización es una fase superior del capitalismo,
como ayer lo fuera el imperialismo y la transnacionalización del
capital. Y separo la transnacionalización de la globalización, porque
una responde a particularidades distintas a la otra, en el proceso de
internacionalización del plusvalor. Obviamente,
sin transnacionalización no habría globalización, como no habría
habido transnacionalización del capital si no se hubiera producido un
agotamiento de la fase imperialista del capital. Tampoco hubiera habido
imperialismo sin industrialización, ni industrialización sin formación
capitalista. Y, bueno, no habría habido formación capitalista sin
relaciones mercantiles que generaran plusvalor. ¿A que apunta recordar esta secuencia? A demostrar que la globalización responde intrínsecamente a un estadio de desarrollo del capitalismo a escala planetaria. Obviamente, se agotó el desarrollo capitalista que estudiaron los clásicos marxianos y todo el pensamiento socialista, hasta mediados del siglo XX. Se agotó el proceso posterior, la transnacionalización del capital, que buscó nuevos escenarios de inversión, sobre la base de la internacionalización del ciclo productivo, como última manifestación del proceso de industrialización. Es
decir, se agotó aquella fase que creó nuevos escenarios de inversión
dentro de países que aparecían como polos de desarrollo industrial,
cercanos a mercados potencialmente en expansión. Recordemos las vastas
inversiones del capital financiero en Argentina, Brasil, Sudáfrica,
Hong Kong, Singapur, Indonesia, México, etc. que se producen a partir
de los años 1960, como una forma de optimizar el plusvalor, en la búsqueda
de mejores condiciones de negocios, que aquellas que se obtenían
controlando el comportamiento de los mercados desde las metrópolis. El
agotamiento de aquella fórmula, llevará a un enorme replanteo de las
políticas transnacionalizadoras, producto de las limitaciones legales
de los países receptores de esa inversión, que bregaban por asegurar
sus propios modelos de desarrollo, imponiendo políticas proteccionistas
para lograr un adecuado equilibrio en el manejo de sus divisas. De
este modo los grandes capitales internacionales impusieron la estrategia
mundial del libre comercio. La tecnocracia de los organismos
internacionales dio el fundamento científico-económico, y la clase política
de las grandes potencias el apoyo político, dando curso a la idea de un
mercado global. La muerte de los mercados regionales, que pretendía la
transnacionalización, llegó de manera natural. Si se mira en perspectiva, el desarrollo del capitalismo en el mundo, la globalización es una consecuencia lógica del necesario dimensionamiento de los mercados. El proceso de gestación de las relaciones de intercambio capitalistas, se inician con la era pre-industrial, hasta alcanzar su máxima expresión con la globalización. Bajo
la condición pre-industrial, el mercado estaba determinado
esencialmente por el escenario de la ciudad y su entorno inmediato. Con
el advenimiento de la industrialización, los mercados se amplían a
espacios regionales, muchas veces de carácter nacional, o bien de carácter
internacional, hasta abarcar un comercio transoceánico, en la medida
que la producción industrial estuvo relacionada con las vías marítimas
y el desarrollo naviero (Inglaterra, Alemania, etc.). Pero,
la característica de ambos estadios de desarrollo del intercambio, se
basó en la naturaleza eminentemente nacional de los capitales. Las
diputas de mercados y de las zonas de influencia en aquellas regiones
productoras de materias primas, producirá el fenómeno del
imperialismo, es decir, cuando los capitales radicados en las naciones
industrializadas exigen políticas que permitan asegurar mercados y
controlar la extracción de materias primas para su industria. Es
lo que predomina a fines del siglo XIX y principios del siglo XX,
determinando la partición de África y parte de Asia, por las potencias
euro-centrales, teniendo su gran momento de crisis con la Gran Guerra de
1914-1918. Geopolíticamente, esta crisis no se resolverá hasta la
Segunda Guerra Mundial, cuando surgen dos potencias que recomponen el
escenario mundial. El
derrumbe del mundo bi-polar, posterior a aquella guerra mundial, se
produce cuando las corporaciones nacionales del mundo capitalista,
nucleadas en el Grupo de los 7, habían dejado ya de responder a los parámetros
nacionales de acción, y actuaban en una modalidad absolutamente
transnacional. De allí que para esos grandes capitales, que escapó de
las limitaciones de sus países de origen, apareció la oportunidad de
re-diseñar el marco de las relaciones de intercambio, propugnando una
economía abierta, en todas las regiones del globo. Una
de las estrategias seguidas por las grandes corporaciones
multinacionales, consistió, precisamente, en estimular uno de los
sectores más dinámicos en la difusión del modelo: las comunicaciones.
Las enormes ventajas tecnológicas disponibles facilitaron notablemente
la expansión de éstas, simultáneamente que se pusieron a disposición
del consumo herramientas de gran tecnología, que previamente pertenecían
al aparato militar (por ej. Internet). De
éste modo, se ha producido la confusión de considerar que la
globalización es un fenómeno de las comunicaciones, en circunstancias
que se trata de un fenómeno situado básicamente en los mercados, donde
las empresas multinacionales están siendo el principal conducto de
desarrollo del proceso globalizador. Lo lógico es que, conforme el
proceso de globalización avance, el tamaño de las empresas que actúan
de modo pre-eminente, tienda a ser más grande, hasta un techo que no
todos los especialistas pueden definir. Adam
Smith, hace ya algunos siglos, sugirió que el tamaño de una empresa
estaba relacionado con el tamaño del mercado. Las condiciones de la
crisis asiática han señalado que los mercados no son ilimitados, por
lo tanto, ese espacio global, que aparece como incomensurable, tiene
limites concretos, por lo cual, como todo espacio geográfico económico
está sometido a disputas, donde solo pueden imponerse los más
poderosos.
* Sebastián Jans * ¿Es posible un ambiente humano?
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