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Ocultismo y cristianismo: Sublimidad del Cristo.

Extracto del "Tratado de filosofía oculta".

La pasión de Cristo.

Juan desarrolla el proceso a manos de Pilato con sumo detalle, y aunque no nos compete interpretar absolutamente cada versículo, sí habría que comentar cada una de las siete escenas, son siete pues es el número de la gloria de Dios, comenzando por la presentación de los judíos ante Pilato para exigir la muerte del Cristo. Es importante subrayar, como hace el evangelista, que los judíos no entraron al pretorio, pues era el comienzo de la pascua y no deseaban contaminarse entrando en casa de un gentil, sin embargo no tenían problema alguno en pedir la muerte de un hombre, esto implica dos cosas, primero que Pilato tuvo que salir al encuentro con los judíos, revelando la debilidad, hasta cierto punto, de Pilato, quien tenía que soportar las costumbres de los judíos, y en segundo lugar, el férreo legalismo, el pueblo y los sumos sacerdotes hacen uso de la Ley como un arma para sus berrinches, utilizan la Ley y la guardan sacra, pero mientras que sostienen a Geburah, la severidad, olvidan a Chesed, y bajo este ámbito de la Ley es donde Cristo triunfa sobre los fariseos, al demostrarles que la severidad no está peleada con la misericordia, que la Ley debe ser atemperada por la humanidad, y no la humanidad por la Ley.

En la siguiente escena Pilato interroga a Jesús, y el evangelista describe el suceso de la siguiente manera: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí." Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz." Le dice Pilato: “¿Qué es la verdad?”.”
Jesús disipa las inquietudes de Pilato al hacerle saber que no es un rey en el sentido en que le consideraba, es decir, no supone riesgo alguno para Roma, ni posee un reino en guerra con alguna provincia del imperio. Cristo revela su posición de realeza que no significa el dominio despótico de las tierras, sino por el contrario, el servicio. Jesús conecta a la realeza con la verdad, y más aún, indica que otros pueden participar de su realeza, pues ésta es una condición, y no una posesión. Es importante destacar que la verdad en los evangelios es, no solo una condición de realeza, sino de libertad, “y la verdad los hará libres”. “Si te sujetas a ti mismo serás libre para siempre” escribió Crowley, y se acercó al concepto cristiano más de lo que sus críticos quisieran admitir, e incluso más de lo que sus seguidores, o él mismo, hubiesen deseado, en efecto, Cristo nos dice que la verdad nos hace libres, y que para estar en la verdad hay que creer en Él, practicar la Ley del ágape, y que al hacer eso somos libres y gozamos de condición real. Sería posible aclarar esto haciendo uso de una alegoría conocida por todos que, aunque infantil, nos permitirá comprender la sentencia cristiana y la sentencia de Crowley. En la leyenda de Robin Hood, conocida por todos, Robin pierde su castillo por una injusticia, y por haberlo abandonado estando en tierra santa haciendo guerra a los musulmanes, cuando regresa se dispone a recobrar su castillo, para lo cual se dedica al pillaje, hasta ahora parece que no hay conexión alguna, sin embargo el pillaje a los ricos para darle a los pobres es una alegoría de la caridad, Robin no es un criminal pues emplea a la Ley católica (universal) de la caridad, y al hacerlo obtiene nuevamente su condición de noble, al amar al prójimo reclama la corona, en el servicio está la realeza, la Ley le otorga a Kether, a la corona.

Pilato regresa con los judíos, y les pide que escojan entre Cristo o Barrabás, y los judíos escogen al criminal confeso. Esta escena es tan dramática como es espiritual, y a diferencia de la anterior, ésta no se centra en Jesús, sino en Poncio Pilato. Pilato le preguntó a Cristo “¿Qué es la verdad?”, pero no ha querido escuchar, al negar la verdad comienza a descender a las tinieblas, es decir, entra en la mentira y en la contradicción consigo mismo. Pilato ya sabe, e incluso reconoce ante los judíos, que Jesús es inocente y se debate entre hacer lo correcto o dejarse dominar por el miedo. Como Pilato se ha retirado del ámbito de Jesús, nunca conocerá la respuesta, y por ende nunca será libre. Pilato por ello actúa, no de modo libre, sino dominado por el miedo, intentando salvar a Jesús por la vía del privilegio y no de la justicia, al final Pilato condenará a Cristo, llegando así a la máxima contradicción de un juez, la injusticia.

El ofrecimiento, por parte del poder civil, así como la aceptación por parte del poder religioso, de Barrabás, arquetipo de la barbarie, de la injusticia y el caos, supone el simbolismo perfecto del mundo en la mentira. Barrabás es malo, pero el que se ofrezca a Barrabás en nombre de la justicia civil es peor, y el que se acepte a Barrabás en nombre de la fe es ya indecible, la tentación no es en sí mala, pues es necesaria para la existencia de la moral, sin embargo cuando la justicia intenta prevalecer ofreciendo privilegio sobre justicia, la justicia se elimina a sí misma, y cuando la fe intenta prevalecer aceptando la mentira sobre la verdad, igualmente se destruye a sí misma.

Luego de eso se presenta la coronación, Pilato manda azotar a Jesús, y los soldados le trenzan una corona de espinas para ponérsela en la cabeza, le visten de púrpura y le dicen “Salve, rey de los judíos” mientras le daban de bofetadas. Cabe señalar que es la única escena, durante el transcurso del proceso de Pilato, que no comienza con preposiciones de lugar “dentro” o “fuera”, y que Juan es el único evangelista que coloca la humillación del Mesías a la mitad del proceso, en vez del final, como los demás evangelistas, pues para Juan el sufrimiento, la humillación de Cristo no existe en un lugar-tiempo que está lejos y ya pasó, sino que es continuo e interno, la humillación del amor desinteresado es el amor a lo inhumano, la humillación de la verdad es la mentira y la humillación de la libertad es la esclavitud del error, que desencadena la violencia y el temor.
Los romanos (que simbolizan en el evangelio a los gentiles) y los judíos, le rechazan por igual, los judíos le mandan matar, los romanos se mofan de él, de este modo Juan, a igual que en el caso del Huerto, expande el rechazo, no solo por parte los judíos, sino por parte de los no-judíos (gentiles). La escena anterior pertenece a la proclamación de Jesús como rey, y ésta pertenece a la coronación, Juan nos describe al mismo tiempo dos mundos, el de Jesús, que es el reino de los cielos, es decir, de la misericordia, el ágape, la caridad, y por otro el de la mentira, el de la exaltación de lo efímero y el regodeo de las pasiones descontroladas, “dale a los tontos una verdad, y la verán como fábula” había escrito Leví, y con razón, según demuestra el genial evangelista, pues Jesús se presenta ante el imperio como rey, cuyo reino no es de este mundo, pero este mundo lo presenta como un bufón.

"Volvió a salir Pilato y les dijo: “Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él”. Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: “Aquí tenéis al Hombre”.
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” Les dice Pilato: “Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no encuentro en él ningún delito.” Los judíos le replicaron: “Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.” Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más.”

Juan es capaz de contar dos historias al mismo tiempo, la de Cristo, la verdad, y la del mundo de la mentira, y al margen de la tragedia se presenta una comedia, el rey se presenta ante el representante del emperador, éste le reconoce su condición real, lo manda coronar y finalmente lo presenta ante sus súbditos, quienes le aclaman a todo pulmón “¡crucifícale!”, la historia de la pasión revela el lado funesto de la revelación, pues representa la muerte del error, para unos es un rey, para otros es un bufón, por ello el mismo Juan, en el apocalipsis, hará salir de Jesús una espada de dos filos, que es a revelación, por un lado es la vida de la Verdad, por otro es la muerte de la mentira.

La expresión de Pilato: “Ecce homo”, ha sido el centro de muchas opiniones y variados debates, por un lado hay que entender que Pilato no le presenta como el prisionero o como “aquí tienen a su rey”, como en la escena del tribunal, cuando Pilato por fin entrega a Cristo, igualmente debemos continuar con la aproximación de la realeza, tópico que es constante durante el proceso de Pilato, al grado que en la escena siguiente éste le amenaza con su autoridad e inquiere sobre la de Jesús, y más aún manda escribir para su cruz: “Jesús el Nazareno, el rey de los judíos”, por lo que la expresión “aquí tenéis al Hombre”, viniendo de Pilato, debe comprenderse desde su rol de poder civil, de Estado. La gloria de Cristo sobrepasa a los cultos salvíficos, ya existentes con anterioridad, porque invita a los Hombres a ser partes de la realeza, y más aún por su acción niveladora, donde el Mesías del Hombre es el Hombre, a diferencia, por ejemplo de Mitra, donde el Hombre puede ser rey a través ya no de oscuros simbolismos y técnicas áridas, sino a través de la emoción más humana, el amor, en su expresión más perfecta, el amor desinteresado.
Frente al legalismo hebreo Cristo ofrece una Ley, misma que consuma todas las leyes, y es por ende católica (universal), para que el Hombre ascienda, de modo legal, a la filiación divina.

En la actualidad se ha degradado a Cristo, a manos de algunos, a una deidad solar, pero aquello es erróneo, pues si bien es el progreso dentro de un ciclo, es la flecha dentro del círculo (ciclo) que es la teogonía judeo-cristiana, él es, en sí mismo, lunar, en efecto, desde la conceptualización que hemos estado manejando a lo largo de este capítulo, la luna es el astro que crece, decrece, desaparece y vuelve a aparecer, a diferencia del sol que es siempre idéntico a sí mismo, por ello nos remite a la vida-muerte-resurrección, Cristo crece, decrece, desaparece y renace, no es siempre idéntico a sí mismo, si bien su condición divina no es ganada, sino que nace siendo todo Dios y todo Hombre, su historia funciona como una especie de ciclo, y aquello se puede advertir incluso en el proceso de Pilato, pues comienza siendo un extraño, para luego ser proclamado rey por Pilato, símbolo del Estado, coronado, presentado a sus súbditos y finalmente rebajado a un criminal por los cuatro soldados que echan suertes para quedarse con su túnica, pero más tarde regresará a su condición de rey en la resurrección. Al mismo tiempo, en tanto que Dios, queda siempre idéntico a sí mismo, pues no deja de ser Dios en un momento dado, ni deja de serlo en otro, en ese sentido es solar, pues en su condición divina no hay historia, lo cual es distinto con su cualidad humana, aunque de ello ahondaremos más tarde, e igualmente es civilizador, revelador, como Hermes, Orfeo o Prometeo, desciende de los cielos para revelar la Verdad a la humanidad. Conciliando pues, y en ese sentido, lo solar con lo lunar, el Mágnum Opus de la Alquimia.

Por otro lado la oposición comunidad versus sociedad de las teofanías lunares y solares queda salvada por Cristo, la comunidad no acepta el progreso, y Cristo es progreso constante, pues la Ley perfecciona a la humanidad, la comunidad contiene roles inamovibles, pero Cristo toma a pescadores de peces (valga la redundancia), en pescadores de Hombres, y aquello altera sus roles comunitarios, la sociedad en cambio es civilización progresiva, expansiva, y Cristo expresamente ordena que las buenas nuevas sean esparcidas por el mundo, es más, Él busca que el mundo, y el Hombre, progresen a través de la caridad, ¿cómo pues puede haber cabida en Cristo, y en su misión, la comunidad y la sociedad?

Es visible en dos pasajes continuos, el primero es cuando los cuatro soldados echan suertes para ver quien se queda con su vestido, el cuatro es número de totalidad, de totalidad de humanidad, de totalidad de la Tierra, por los cuatro puntos cardinales, o totalidad de Dios, por el Tetragrámaton, cuando los cuatro soldados se roban su túnica de un modo burlesco, siendo que la túnica es representante de la condición real dada por los poderes civiles y religiosos, simboliza a la humanidad desprestigiando y mofándose de la realeza de la Verdad, en la escena siguiente, estando Cristo en la cruz, es visitado por cuatro mujeres, su madre, la hermana de su madre, María mujer de Clopás, y María Magdalena, las cuatro mujeres son la antítesis de los cuatro soldados, por un lado en su expresión más obvia, los soldados son masculinos, solares como hemos estado manejando el término hasta ahora, y las mujeres son femeninas, lunares. Bajo la cruz se encuentran los solados y las mujeres, los primeros simbolizan al mundo gentil, las segundas a los judíos, pues como hemos visto en el episodio de Caná, la Virgen en ocasiones puede simbolizar al Antiguo Testamento, no en el sentido de voz de los profetas como es el Bautista, sino como el remanente de judíos fieles a la revelación que comprenden que toda ella desemboca en Cristo. Cristo tiene a sus pies a toda la humanidad en el momento más importante de su historia.

Justo después de la introducción de las cuatro mujeres, Juan escribe: “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.”, aquí podemos entender la fricción comunidad versus sociedad que mencioné anteriormente. La Virgen es el arquetipo de dos cosas, por los paralelismos trazados a lo largo del evangelio de Juan, por un lado es el remanente, es decir, el Antiguo Pacto en su sentido verdadero, y no en el sentido que le daban los sumos sacerdotes y compañía, es la Sión ideal, y se convierte en madre del discípulo, que es la comunidad iniciada por Cristo, el discípulo debe acoger a lo más puro del Antiguo Testamento y acogerla como lo más preciado, ella es la fertilidad que da al mundo a el Mesías. Cristo no es la interrupción del Antiguo Testamento, sino su continuidad. La comunidad de Cristo se mantiene fiel a su tradición, pero a la vez busca el progreso, como una sociedad, sin pagar el precio de modificar la Verdad, los roles no cambian en la sociedad, y tampoco en la comunidad que Cristo inicia, pues son todos reyes unidos por una misma fe, una misma Ley.

En el evangelio de Juan Cristo no exclama “padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, sin embargo el acto de perdón es expuesto de un modo aún más espiritual, el soldado le da de beber vinagre, y Cristo a cambio “entregó su espíritu”, luego de que Judas lo entregara al juicio judío, los sumos sacerdotes lo entregaran al proceso romano y Pilato lo entregara para ser crucificado, Jesús entrega por su propia cuenta su espíritu, más tarde, cuando el soldado, el mundo, da una última muestra de odio, es decir, le clava una lanza en el costado, Jesús le entrega su sangre, que es en sí un símbolo muy profundo y espiritual. La sangre es vida, y más cuando Cristo es la vida misma, entrega la vida estando crucificado en el árbol de la vida. El brotar de la sangre, el manantial universal de la vida, nos remite al templo de Ezequiel, del cual brota el río de la salvación. La concepción de nueva creación en el acto de la crucifixión no es para nada descabellada, pues mientras que el fruto del árbol del huerto significó la muerte de Adán y Eva, el nacimiento del ego y la interrupción de la comunión con Dios, el fruto del árbol del calvario, que es el huerto del Edén, es la vida, la salvación, e incluso pudiésemos trazar un paralelo entre Adán y Cristo en este momento, pues cuando Cristo es traspasado, él se encuentra muerto, y de la costilla o costado de Adán sale Eva estando dormido. El calvario como huerto del Edén, además de servir como alegoría de la nueva creación, de la conclusión de la Historia del Génesis como debió ser, es decir, sin interrumpir la comunión con Dios, tiene una segunda función, como veremos más adelante, aunque ya hemos anticipado un poco de ello, los roles entre los lugares de vida y los lugares de muerte, templo y sepulcro, cambiarán con la resurrección, siendo una demostración de lo torcido que nos puede parecer la mentira una vez que la descubrimos como tal, ya que la Gólgota era el lugar donde se daba muerte a los condenados por el imperio, y donde muere Cristo nace la vida.

Finalmente, y para continuar con nuestra revisión de lo fundamental del evangelio de Cristo y su misión, sería prudente advertir el paralelismo simbólico entre la crucifixión y la boda de Caná, por dos razones, la primera es que ambas son bodas, la primera es un matrimonio simbólico, y la segunda es una boda en el sentido literal, la crucifixión es el matrimonio de Cristo y la cruz, que da a luz a la humanidad nueva; la segunda razón es que en el episodio de Caná encontramos el resumen de la misión de Cristo y por ende de la crucifixión como pináculo de ésta, en Caná Cristo llena a la ley con vino, que es sinónimo alegórico de la sangre, en la cruz llena al mundo con el manantial de su costado traspasado.

Cristo es perfumado y llevado a un sepulcro sin usar, el cual se encontraba en un huerto cercano a la cruz, por Nicodemo y José de Arimatea, y la descripción que hace Juan de los preparativos, el rociarle con perfumes, mirra y aloe no corresponde al de un funeral judío, cuando se enterró a Lázaro no vemos esta preparación por ejemplo, es la preparación del lecho nupcial. Si consideramos a la crucifixión, con los cuatro soldados y las cuatro marías, como a gentiles y judíos unidos a los pies de su rey, y simbolizamos el episodio como la boda entre Cristo y la humanidad, el pacto sellado con sangre, entonces el lecho nupcial donde es colocado por Nicodemo y José de Arimatea será la noche de bodas, de la que resultará la gloria de la resurrección, el triunfo de la esperanza.

Juan ha estado manejando, a lo largo de su evangelio y a través del Bautista, el aspecto de novio de Jesús, y continuando con ello hace una serie de referencias al Cantar de los cantares, incluyendo al huerto o jardín de los amores, y cabe señalar que María Magdalena juega un rol fundamental.

La figura de María Magdalena ha suscitado controversias diversas, entre ellas el mito de su matrimonio con Jesús, el que haya habido descendencia, e incluso que ella sea el santo grial, pero dejando las fantasías a parte y centrándonos en las evidencias que tenemos, es decir, los evangelios, canónicos y no canónicos incluso, no podemos encontrar nada que remotamente indique que hayan tenido hijos o sostenido una relación amorosa en el sentido moderno de la palabra. Todo aquel maltrato de su figura ha hecho que siquiera mencionarla produjese un ámbito de escepticismo, por parte de los cristianos, y otro de fervor, por parte de los fantasiosos, sin embargo éste asunto se resuelve en una paradójica respuesta, pues tanto unos tienen razón como otros. María Magdalena es la esposa de Jesús y tuvieron descendencia de su sangre real. Todo ello en el nivel espiritual y alegórico, pues todo es simbólico y trascendental en esta gran epopeya de los destinos humanos. Juan hace alusiones continuas al cantar de los cantares, y María Magdalena es la amante de Cristo, ella simboliza a la comunidad, que es la Iglesia, quien se casa con Jesús y su descendencia es innumerable.

Cabe destacar que María la Virgen es también, en cierto sentido, símbolo de la santa Iglesia, pues ella, como el arca de la alianza, contiene en su vientre la Ley, la vara y el maná, que es Cristo, sin embargo, siendo Cristo la figura del novio su esposa no puede ser su madre, máxime de blasfemar contra el sentido común, las buenas costumbres y contra la maestría dramática de Sófocles. María Magdalena va al huerto de noche en busca de Cristo, el huerto es el del Cantar, el jardín de los amores, la noche, como decíamos anteriormente, designa en Juan un estado anímico de poca fe o peligro, y María es la comunidad.
A medida que transcurre la narración observamos que el sepulcro no es realmente un sepulcro, sino un lecho nupcial, pues ha sido ungido con cien libras de mirra y áloe, que son los perfumes del esposo según el salmo 45, y según Proverbios son los perfumes de la alcoba, más aún, la búsqueda de María a los amigos de Jesús nos recuerdan a la novia del Cantar que deambula por la ciudad preguntando por su amado. Una vez que María encuentra a Cristo, su esposo, nos encontramos con una situación distinta que en el Cantar, pues en el Cantar ella le retiene para irse a casa, sin embargo Cristo le detiene, pues no ha subido al Padre.

La doctrina de Cristo ha sido por siglos y en incontables ocasiones malentendida, e incluso manipulada, al grado que nunca falta quien opine que el cristianismo apoya una completa escisión del Hombre, una negación del placer y la noción de que, para ser feliz, se debe vivir, o en completo terror, o en la más absurda enajenación de la fe ciega y sin razón, siendo que aquello es completa y absolutamente falso. La doctrina de Cristo no conoce la muerte, pues su doctrina es la vida misma, es por ello que el templo se convierte en sepulcro y el sepulcro en lecho nupcial y es por ello que del calvario nace la vida del costado de su cuerpo, Cristo es un vitalista en el sentido más puro de la palabra, “que los muertos entierren a sus muertos”, ante la desesperación y el fatalismo Cristo ofrece esperanza, la muerte ha dejado de existir, solo basta amar para vivir para siempre, la ley es atemperada por la humanidad. La doctrina de Cristo no excluye a la pasión y el placer, tan solo pide prudencia, que sea uno quien domine el placer, y no que el placer lo domine a uno, Cristo ante todo representa al autodominio, ha vencido al diablo al no dejarse arrastrar por la demencia. No es necesario esperar a la muerte para conocer el reino de los cielos, pues como veremos más adelante, la religación puede ser conseguida en vida, como hace Jesús, y la muerte y resurrección de Cristo puede ser igualmente conquistada en vida, en la iniciación.

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