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Sobre algunos prejuicios contra la religión.

Las cosas en su justa proporción: la religión.

Por: Sebastián Ohem.

¿Qué es la religión? Es una pregunta complicada, debido a que depende del ámbito en el cual lo discutamos, es decir, la religión como fenómeno social, la religión como reafirmación existencial íntima, la religión como verdad revelada, etc., y es importante, no solo tener en claro qué es la religión, sino colocarla en su justa proporción, eliminando los diversos prejuicios que se tienen con respecto a la religión por parte, no solo de agnósticos o ateos, sino incluso de creyentes que niegan ser parte de una religión, la palabra pareciese infundirles temor. Ciertamente se trata de una palabra que, debido a los diversos factores socio-culturales que se han suscitado desde el nacimiento del marxismo como movimiento de vindicación social, se ve siempre cargada de connotaciones emocionales para quien la escucha, para algunos es el sinónimo directo de un tirano intelectual, para otros es razón de vergüenza, pero para muy pocos es el sinónimo del bálsamo espiritual con el que lavamos nuestras heridas, la cual debería ser la connotación.

El término “religión” proviene del latín “religare”, de re-ligar o re-unir, a lo humano con lo divino, y se ha presentado de diversas maneras a lo largo de la Historia del Hombre, siempre conservando nociones de que existe algo distinto al Hombre, mejor o superior a él, y que es posible re-unirse a esa divinidad, sea en esta o en otra vida. La religión había sido, en realidad sigue siendo, la más pura expresión del Hombre, su reflejo más exacto, una muestra de su espíritu y carácter, es por ello que no son los mismos dioses los de los nórdicos toscos a los gráciles griegos, o a los místicos orientales, sin embargo aquello no indica la existencia o inexistencia de tal divinidad, se trata más bien del cómo se mira hacia la divinidad, los pueblos que sobrevivían bajo crueles inviernos y cortos veranos tenían una idea de la divinidad que se asemejaba a sus vidas, los griegos en cambio poseían un panteón de dioses de espíritus lúdicos, sutiles e indagantes, “y si los caballos tuviesen dioses, éstos serían equinos” como dijese el pensador. En esta era posmoderna, ya vencida la cortina de hierro y con la desesperanza tras la muerte de las utopías, es notorio observar la posición del Hombre con respecto a la religión, por supuesto que no me refiero al Hombre común que viaja a la deriva de sus torpes placeres, sino al intelectual, el filósofo o pensador, éstos son, en su mayoría, ateos, o al menos agnósticos. El ateísmo, que en su época fuese la declaración de intelectuales hambrientos por el conocimiento frío y metódico de la razón, se ha ido deformando, aunque por supuesto quedan grandes filósofos y pensadores ateos, en una vertiente conocida como el “materialismo cientificista”, es verdad que ya antes de la era posmoderna existía esta clase de seres, el positivismo y su visión simplista e infantil es el nacimiento de esta corriente, la diferencia es que, mientras que el positivismo era una doctrina filosófica, más o menos bien fundamentada, el materialismo cientificista se define por su carencia de argumentos estrictamente objetivos, y se basa en creencias y prejuicios, en la mayoría de las veces dañinos al pensamiento mismo. Me gustaría recapitular algunas de estas creencias:

La ciencia ha desplazado a la religión.

¿Puede la matemática desplazar a la gastronomía? Ciertamente sería ridículo, y objeto de burla si un matemático, por más brillante que este fuese, declarase alguna vez que él, o la matemática, ha derrotado a la gastronomía, y que ésta es el producto de mentes pre-matemáticas, pero que como se ha llegado a la era matemática será cuestión de tiempo antes de que la gastronomía sea objeto simplemente de coleccionistas de artículos raros y muestras de museos, junto con la alquimia, las ruinas del Egipto antiguo y la doctrina de Tales de Mileto. Sin embargo, cuando un científico anuncia, o pretende, que la ciencia ha desplazado a la religión, se le toma en serio, debido a que se tiene la idea que la religión es la explicación de “los antiguos” sobre el mundo, como si el propósito de la religión fuese lo que en algún momento fue el propósito de la cosmología aristotélica. Nada podría ser más falso, el ámbito en el cual se desenvuelve la ciencia es el de los hechos, el de los datos y la experiencia sensible, estudia un fenómeno, indaga en sus causas y hace todo lo posible por alterarlo, predecirlo o manipularlo.
La religión, por el otro lado, se desenvuelve en un plano íntimo al Hombre, lejano a la experiencia sensible más que en sus expresiones artísticas o rituales, y a la vez en un plano que supera al de los datos y fenómenos, claro, dando por supuesto la existencia objetiva de una realidad metafísica.

El materialismo cientificista redobla sus esfuerzos para cuando se trata del cristianismo, y tal práctica se debe a otra de las creencias que analizaré más adelante, que siendo una religión “revelada” se guarda en la Biblia todas las supuestas manifestaciones de Dios, una cosmovisión particular y la idea de un plan que es llevado a cabo, primero ante los judíos y más tarde en Jesús para toda la humanidad. La interpretación de la Biblia es un tema, de por si complejo, y que le ocupa a los exegetas, quienes se dedican a sacar las conclusiones más coherentes y racionales posibles sobre un texto que contiene infinidad de detalles contextuales y multitud de géneros literarios, el modo en que la Iglesia interpreta la Biblia el día de hoy, es distinto a como lo hacía hace mil años, y esos cambios en la interpretación se deben, en gran parte, a los avances de la ciencia, sin embargo el materialista cientificista tiene la noción de que la Biblia debe ser leída de modo literal, lo cual es ridículo pues sería contradictoria en si misma, y que esa interpretación literal ya ha sido refutada por la ciencia.
Por ejemplo la edad del Universo, que si tomásemos los libros canónicos y los leyésemos todos ellos del modo más literal posible, sumaría alrededor de seis mil años, de Adán a nuestros días, sin embargo nadie en sus cinco sentidos sería capaz de interpretar la Biblia de ese modo, aunque existen sus vergonzosas excepciones.

Por otro lado, “desplazado a la religión”, ¿en qué sentido? La religión, en especial las religiones que provienen de Abraham, cumplían un rol colectivo, es decir, forman comunidades, judías, cristianas o musulmanas, con sus propias reglas y sus propios fines, éstas aún existen, y la ciencia no genera ideologías, no le compete hacerlo, que pudiesen en dado caso generar una comunidad de tiempo completo, es decir, más allá de una comunidad de científicos, que es un grupo de personas que laboran en el ámbito de la ciencia. La religión es creencia, la ciencia es conocimiento, la diferencia es importante, la comunidad cristiana, judía o islámica, es una comunidad unida por creencias, no comprobables, mientras que las comunidades científicas son unidas por conocimientos en diversas áreas de la ciencia. Además del rol colectivo, cumplen un papel en el del sentido de la vida, el individuo cree en estas religiones y adquiere un sentido a su vida, y de nuevo, dado que la ciencia no se ocupa de generar ideologías o explicaciones existenciales de para qué estamos aquí, la ciencia no ha desplazado, ni podría, a la religión.

La ciencia es mejor que la fe.

Si no se admite la existencia de un ser absoluto, ¿cómo podemos saber que algo es mejor que otra cosa? Tendríamos que elaborar una serie de parámetros para decidirlo, y confiar en aquellos parámetros es fe, es decir, es creer que son los adecuados. La fe es creencia, y todo conocimiento parte de una creencia anterior, no necesariamente creencia en Dios, sino creer en X supuestos o axiomas que no se demuestran pero se aceptan para continuar con el discurso, por lo que la ciencia parte de la fe. Incluso si se redujese el concepto de “fe” a la fe religiosa, ¿en qué sentido la ciencia es mejor que la fe religiosa? Como comentaba anteriormente, la ciencia y la religión son dos cosas distintas cuyos objetivos son distintos y cuyos ámbitos de existencia son distintos, es decir, la religión no se inmiscuye en cuestiones científicas, no elabora programas de investigación o métodos experimentales, etc., es como preguntarse qué es mejor, si el ejercicio cardiovascular o la literatura rusa, es decir, sus objetivos, métodos y ámbitos son distintos. De modo que decir que la ciencia es mejor que la fe es absolutamente falaz.

La religión ha sido el lastre de la humanidad.

“Si la religión nunca hubiese existido, habrían colonias en la luna”, “la religión ha tenido consecuencias atroces, cientos de guerras y millones de muertos”, ésta clase de proposiciones, primero no son demostradas, en segundo son falsas o al menos infaltables, es decir, son creencias. Primero que nada no podemos saber “qué hubiese ocurrido si…”, dado que no podemos regresar en el tiempo y hacer la prueba. En segundo lugar, el pensamiento religioso es el origen de la filosofía y de la ciencia tal y como los conocemos hoy, es decir, es su causa. La filosofía nace de la búsqueda de la verdad y siempre se preguntó por la naturaleza de los dioses y de la divinidad, ya desde Egipto, de donde emigró a Grecia, donde conocería su esplendor. Platón por ejemplo, consideraba que la filosofía servía para conocer las cosas divinas, las ideas, y que era la tarea más sublime que podía hacer el Hombre, y no olvidemos la importancia fundamental del platonismo y neoplatonismo en el desarrollo histórico de las ciencias, la creencia pitagórica, religiosa por cierto, de que el Universo era un código matemático fue lo que separó la ciencias del pensamiento medieval aristotélico-ptolemaico. La ciencia, en el sentido que lo conocemos comúnmente, es decir, la búsqueda racional y objetiva, verificable, de la verdad acerca de la Naturaleza y sus leyes, es un producto netamente occidental, la filosofía oriental, y sus ideas místicas con respecto a la vida, al Universo y a la divinidad, hacían imposible que se colocara al mundo debajo del lente de la razón del Hombre, Buda instaba a sus seguidores a no preguntarse por la existencia, de haberla, de los dioses, pues era algo trascendente al Hombre, y por ende incognoscible, mientras que los griegos desafiaban la incogniscibilidad de las cuestiones trascendentales, dando nacimiento a la metafísica, de Parménides hasta su máxima gloria en Aristóteles.

La religión provee de una razón de ser de la existencia humana, y si bien es cierto que la filosofía ocupaba aquel cargo en ocasiones, debemos aceptar que la filosofía contemporánea poca luz arroja sobre el porqué seguir con vida o sobre el propósito de la existencia del Hombre o del cosmos. Tales soluciones existenciales, proveen de esperanza al Hombre, y no podrían ser un lastre.

Por último, las “consecuencias de la religión” como guerras y desastres, es un argumento falaz, debido a que las ideas no matan, ni declaran guerras, es el Hombre mismo quien declara las guerras, concluir que las cruzadas se debieron al cristianismo es obviar al factor humano.

El dogma es una barrera intelectual.

Esta es una muy común, la noción de que el dogma es una pared, un muro para la razón, que no puede ir más allá del dogma y que queda reducida a un muy reducido campo de acción. El materialismo cientificista mantiene el prejuicio de que el dogma es pernicioso para la razón, pues la coarta de su propia libertad por juicios o sentencias promulgados por un completo extraño, los cuales no pueden ser dudados. Pero a todo esto, ¿qué es un dogma? Los dogmas son fundamentos o puntos cardinales de todo sistema de pensamiento, una proposición que se asienta por firme, cierta e innegable.

Una proposición dada como cierta, de la cual no se puede dudar, ¿aquello coarta a la razón?, ¿es una perniciosa barrera para el intelecto? En realidad es todo lo contrario, todo conocimiento se basa en creencias, dado que todo sistema de conocimientos da por supuestas afirmaciones que no puede dudar, pues de lo contrario su sistema se derrumbaría. Por ejemplo, tomemos a Descartes, el filósofo de la duda que termina con el optimismo intelectual que venía de los griegos, Descartes duda de todo, pero dice: “No puedo dudar de que estoy dudando, por lo que cogito ergo sum”, pienso y por lo tanto soy (existo), ¿verdaderamente ha partido de cero? No, de ninguna manera, aún mantiene proposiciones dadas como ciertas de las cuales no duda, pues si lo hiciera no podría soportar a su sistema, por ejemplo, “cogito ergo sum”, ¿”cogito”? es decir, ¿pienso?, da por supuesto que existe el pensamiento, es decir, no llega a un escepticismo brutal que dude de estar dudando, ¿”ergo”? He aquí la más importante de sus supuestos, ¿los mecanismos de la lógica son fiables?, duda de todo, menos de que el pensamiento está erigido sobre poderosos pilares, alrededor de los cuales se construye la lógica, y finalmente ¿“sum”?, en ningún momento define o dice qué es el “ser”, no duda que el “ser” sea cognoscible, en vez de considerarle el indeterminable absoluto.

Se tiene la idea que si dejamos algo por supuesto, que si tenemos dogmas, el pensamiento no es libre y se reduce a un pequeño ámbito de discurso, se trata de su opuesto precisamente, dado que si verdaderamente elimináramos todos los supuestos nos quedaríamos reducidos a un escepticismo más brutal que el de Pirrón el griego, habría que demostrar que existimos, que la palabra “existir” tiene sentido, que podemos conocer algo, lo que sea, lo cual es dado como supuesto por ejemplo en Aristóteles de modo más dramático pero aún se conserva en la filosofía moderna, que no somos el sueño de otra persona, que existe la realidad externa al sujeto, que las leyes de la lógica son ciertas y que los razonamientos son posibles, etc., y el campo de discurso de la razón sería mínimo, si es que pudiese existir, es decir, no se puede partir de la nada para crear un sistema de pensamiento, se necesita de proposiciones supuestas como ciertas, dogmas, o de lo contrario se comete un agravio a la razón, el supuesto no coarta o devalúa a la razón, por el contrario, le permite pensar en nuevas cosas desde una perspectiva novedosa.

La ciencia misma posee sus supuestos, por ejemplo los supuestos necesarios en gnoseología e incluso ontología como para poder desarrollarse. Es una falsedad colocar al dogma como barrera intelectual.

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