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Comentarios a los versos 8 y 9 del Libro de la Ley.

Por: Juan Sebastián Ohem.

Es interesante observar que en el primer capítulo del Libro de la Ley la sentencia “El amor es la Ley, amor bajo Voluntad” (I:57) no recibe su propio verso, en vez de eso se encuentra en un pasaje bastante largo. Las aserciones más directas con respecto a la Ley se encuentran en I:39 y III:60.

En cierto sentido la Ley de la Thelema enunciada en esos pasajes se puede comprender como un teorema o consecuencia del mensaje central del Libro de la Ley, es decir la revelación de Aiwass contenido en el octavo y noveno verso del Libro:
8. El Khabs está en el Khu, no el Khu en el Khabs.
9. ¡Adorad entonces el Khabs y ved mi luz arrojada sobre vosotros!

Estos dos versos son de los más oscuros en el Libro, y con razón pues el octavo se refiere a la ontología del Eon de Horus, el noveno a su teología. Esta divina revelación confundía al mismo Crowley quien en “The Law is for All” escribe: Why are we told that the Khabs is in the Khu, not the Khu in the Khabs? Did we then suppose the converse? I think that we are warned against the idea...

Para comprender estos pasajes debemos saber primero qué es Khabs y qué es Khu. Khu es “espíritu” en egipcio, en cuanto a Khabs puede tener muchos significados, entre ellos “luz interior”, “esencia divina” o “estrella”. La tercera sería, por su contexto, la más acertada. Sin embargo “la estrella está en el espíritu y no el espíritu en la estrella” no parece tener mayor importancia o significado, sin embargo el Libro mismo, capítulo primero, verso tercero dice:
3. Todo hombre y toda mujer es una estrella.

Para la Thelema toda persona era una estrella, posee su propio equilibrio y su propia órbita (Voluntad Verdadera), y en ese sentido, toda persona está en el espíritu, y no es el espíritu quien está en la persona. Ahora bien, ¿qué quiere decir exactamente eso? Crowley era un descendiente intelectual de Hegel, por lo que por espíritu podría estar haciendo referencia al Espíritu absoluto en su teofanía liberadora en la que se descubre a si mismo y pasa de alienarse (ser materia) hasta ser autoconsciente, en la absoluta subjetividad, esto por supuesto se relaciona con la frase “todas las cosas en Cristo” de San Pablo, que en opinión de Hegel es de los primeros en vislumbrar al espíritu, o bien se puede estar refiriendo a que el alma no está en el cuerpo, cuya consecuencia inmediata es concebirla como prisionera del cuerpo, sino que el cuerpo está en el alma. Ambas posibilidades se incluyen unas a otros, y ambas son dignas de reflexión.

En primer lugar, y partiendo de Crowley desde su herencia hegeliana puede significar el estadio del espíritu, dentro de su desenvolvimiento dialéctico, al nacimiento y estabilidad de su autoconciencia, que nace, según dice Hegel, con Cristo o quizás ya desde la segunda navegación de la filosofía nacida en Platón, el punto en el que el Espíritu se “funde” con la materia por así decirlo, y se irá desenvolviendo, es decir, la materia se “espiritualiza” por decirlo de algún modo. La referencia al Eón de Osiris no podría ser más clara. El mismo Hegel decía que él era la cumbre de la filosofía, no solo por haber descubierto al Espíritu como tal, sino por revelar su funcionamiento, fin, etc. Desde esta perspectiva el Eón de Horus, a diferencia del de Osiris, Dios ya no es algo dual al Hombre, distinto y alejado de él, sino que es Uno con él, es decir, Homo est Deus del Liber OZ, “todas las cosas en Cristo” se refiere a esto precisamente, a que el Espíritu se desenvuelve no por si mismo de modo abstracto y “desde lejos”, sino mediante del individuo, la referencia a Cristo debería ser notoria a esta altura, pues es el arquetipo del finito en el infinito, del Hombre en Dios, de la comunión por religación al Absoluto, al Espíritu, en cambio, en el Eon de Horus, cuando el Absoluto, infinito no es dual o lejano a lo particular, sino que se desenvuelve en el individuo, en su subjetividad, y ya no en la objetividad de la Naturaleza.

Para el cristianismo, como para cualquier otro credo del Eón de Osiris el Hombre debe alcanzar a lo divino, al Absoluto, porque éste es lejano a él, distante y absolutamente distinto de él, esto porque el Absoluto es infinito y el Hombre es finito, o más aún, es infinitamente finito, para el Eon de Horus el Hombre es infinito, precisamente por eso dice el versículo cuarto, justo después de anunciar que todo hombre y toda mujer es una estrella, que 4. “Todo número es infinito; no hay diferencia”, estamos rodeados de lo infinito, lo infinito no solo es causa de lo finito (Osiris), sino que lo finito está hecho de lo infinito, pues es todas las cosas en Cristo, el Espíritu de la Idea Absoluta infinito y se auto realiza en lo finito haciéndole infinito.

La segunda interpretación posible, que no es excluyente de la primera, sino más bien incluyente de la misma es que el alma no está en el cuerpo, tomando por “espíritu” al alma en el sentido más escolástico, sino que el cuerpo está en el alma. En efecto, no solo es incoherente pensar que el alma está en el cuerpo, sino que es atroz hacerlo, argumento ad hominem quizás pero importante de destacar. El alma no está en el cuerpo porque el alma es, por necesidad res cogitans, es decir “cosa pensante” en la filosofía de Descartes, y no es res extensa (cosa extensa), siendo res cogitans no es material, por lo tanto nada material puede aprisionarle, de modo que el cuerpo no podría aprisionar al alma de ningún modo como un frasco de vidrio no puede aprisionar una idea cualquiera o una caja de cerillos no puede enjaular un sueño.

Razón por la cual el cuerpo está en el alma, tesis por cierto de Thot, mejor conocido como Hermes el Tres Veces Más Grande (trismegisto) contenida en su corpus hermeticum, aunque también mencionada en el Kybalion. En cuanto al argumento adhominem vale la pena tomar en cuenta que la única conclusión posible de concebir al alma como dentro del cuerpo es el dualismo platónico según el cual el cuerpo es malo, es cárcel, dado que el alma es más importante que el cuerpo, dualismo que fue refutado por Aristóteles cuando aclara que el alma depende del cuerpo tanto como el cuerpo del alma y no pueden existir separadamente, si bien los medievales de la escolástica alta adoptaron este razonamiento aristotélico, por cuestiones de dogma religioso se aclaró que sí puede existir por si misma, lo cual solo agrava el problema, la mera idea de tener a la materia devorando o aprisionando al alma, que era para aquellos cristianos lo más bello del cosmos (en tanto que se parece más a Dios que ninguna otra cosa creada en el Universo) engendra solo odio al cuerpo, y por ello temor y reprobación de los placeres sensibles, con sus consiguientes traumas sexuales bien conocidas por todos.

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