Salvio, que fue famoso por sus milagros, sucedi� a Ado en la sede de
Amiens, durante el reinado de Teodorico II. Sus reliquias fueron
primeramente veneradas en la abad�a benedictina de su nombres, en
Montreuil de Picard�a, a donde hab�an sido trasladas de la catedral de
Amiens, algunos a�os despu�s de su muerte. Estos datos provienen de
una vida an�nima, sin ning�n valor cr�tico, que como lo demuestra
Duchesne, no es m�s que una copia de la biograf�a de otro San Salvio
de Albi, escrita por Gregorio de Tours. Antiguamente se conservaba en la
catedral de Canterbury una reliquia del santo. No hay que confundir a
este obispo de Amiens con el San Salvio de Albini, con el santo africano
del mismo nombre, en cuya festividad San Agust�n pronunci� un serm�n.
El Martirologio Romano pone a nuestro santo en la lista de los
m�rtires, pero no hay ninguna raz�n para hacerlo as�, como lo
demostr� hace casi tres siglos el P. Bolando.
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