Mi  amigo  Avelino
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            Ramiro preguntaba a sus dem�s compa�eros si alguien hab�a visto a su amigo, comenzaron a gritar su nombre y solo recib�an la respuesta del eco. El profesor bastante preocupado les pidi� que se re�nan todos y que miren detenidamente el lugar donde pisaran. Se imaginaba lo peor, momentos antes les recomend�, les advirti� que el terreno era peligroso.
Metro por metro, pulgada por pulgada  ayudado por una vara comenz� a golpear y examinar el piso hasta que dio con el hueco que estaba camuflado con el ichu, cogi� una roca e inclin�ndose la solt� poniendo el o�do para escuchar el seco sonido de su ca�da en el fondo, despu�s de unos segundos se pudo o�r pero golpeando el agua.
Nuevamente cogi� una piedra mas grande y la ech� en el agujero, esta vez comenz� a contar llegando hasta el n�mero 9 antes de escuchar el impacto. Con esta prueba lo que trataba de averiguar es la profundidad del abismo, era imposible que la persona que all� cayera sobreviva, pero de todas maneras peinaron toda la zona hasta que comenz� a oscurecer.
No les qued� otra soluci�n que regresar antes de que les de la  noche, tratar�an de salir de esa zona peligrosa, as� fue, el viaje de retorno lo hicieron en silencio y cabizbajos.
Ramiro lloraba desconsoladamente, el profesor y su auxiliar llamaban de rato en rato  con las esperanzas de que Avelino responda.
"Que le dir�an a su pobre abuela, era su �nica familia, que explicaci�n dar�an a las autoridades del colegio"
Cuando entraron a la ciudad ya eran las 7 y 30 de la noche, en el colegio los padres esperaban a sus hijos, los de Ramiro lo recibieron con un efusivo abrazo, luego se enteraron de la tragedia, ir�an a casa de la mama Zoila llev�ndole la fat�dica noticia.
D�as despu�s una familia generosa recogi� a la anciana y la llev� al asilo del lugar, desconcertada y con los ojos muy abiertos recorr�a con la  miraba su desconocida y nueva casa, a las personas extra�as que habitaban all�, todas de avanzada edad como ella, ansiosa  preguntaba: "A que hora vendr�a su Avelino"
Ramiro y sus padres la visitaban los fines de semana, le llevaban sus dulces, jugosos duraznos, moras, los higos maduros que tanto le gustaban.
Los recib�a en silencio, no hablaba, con la vista dirigida al infinito su boca desdentada parec�a masticar su tristeza y su nostalgia.
Hasta que un domingo Ramiro acudi� solo, apenas entr� la busc� y ya no estaba, las monjas le comunicaron que ese martes amaneci� muerta, comunicaron a las autoridades y la llevaron a enterrarla de inmediato, no hubo velorio, no avisaron a nadie pues sab�an que no ten�a familia.

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YA ESTABA CON SU NIETO. DESCANSABA JUNTO A SU AVELINO"
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