No es una exageración. Padecemos una creciente violencia desde 1.948 que ha pasado de ser política, por enfrentamiento de los partidos tradicionales, liberal y conservador, a otra que esconde su cara narcoguerrillera tras la fachada comunistoide que les dio a las FARC su jefe, Manuel Marulanda, Alias "Tirofijo".

A él lo acompañan otros bandoleros o terroristas (como los acaba de definir el ex-presidente Alfonso López Michelsen), con alias como el "Mono Jojoy" y su hermano "Granobles", etc. Se comenta que hay más de 20.000 hombres combatiendo, ya sean de las FARC, el ELN (especializado en secuestros extorsivos y los grupos paramilitares que se dicen de derecha, pero matan a civiles como moscas, como lo hacen los de la izquierda.

Veintidós puntos de ésta geografía patria atacaron anoche (escribo el 11  de julio) en otros tantos sitios del país.

Se declaró restricción de la circulación en los ocho departamentos y diez municipios afectados. el ejército y la policía no se dan a vasto para responder esos ataques a poblaciones indefensas, que los violentos destruyen con el arma más mortífera: pipetas de gas metálicas, que contienen pólvora. Son verdaderas bombas explosivas.

Me ha escrito un amigo de España y me dice que parezco inclinada a los gobiernos fuertes: No. ¡Por Dios! me comprometí hasta el alma para tumbar al general Rojas Pinilla quien iba tomando ínfulas de dictador.

Otra cosa es aceptar, con dolor en el alma, que necesitamos la ayuda de una fuerza multinacional que a la vez que combata a la narcoguerrilla, acabe con los cultivos de coca, marihuana y amapola.

Los males socio-económicos de Colombia  no hacen sino crecer. Y esta bomba también ha de estallar.