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Cuando después de las seis de la mañana suelo escuchar las
noticias que pasan por ese diminuto radio que las agranda tanto, ya se
que el día será bueno, regular o malo según lo transmitido.
Pésimas noticias llegan de El Salvador. El terremoto (que no
es el primero) dejó un enorme saldo de muertos, heridos y pérdidas
materiales. A Dios gracias ha sido mucha la ayuda internacional pero todo
es poco ante tanta destrucción. Cómo se recuerda a Armenia,
acá en Colombia, que aún después de tres años
y un trabajo intenso de reconstrucción tiene muchas ruinas.
Nada comparable a Armero, esta población nuestra, de 24.000
habitantes, destruida irreparablemente por causa de la erupción
del volcán Arenas cuya lava se vino cordillera abajo arrasando todo
lo que encontró en su camino.
Menos mal que el colombiano olvida fácil y del dolor pasa a
la "parranda", jolgorio que tiene nombre propio en las regiones donde lo
hay. En diciembre, en Cali, la Feria de Toros. En enero es en Manizales,
la mejor. También en Pasto, el festival de "negros y blancos. En
febrero el carnaval de Barranquilla, la "cumbiambera", y así por
todo el país.
Ni la cruda violencia ha podido apagar ese espíritu alegre de
los colombianos, salvo, claro está, los que la
sufren en forma directa con muertos, secuestrados, desplazados y exiliados
dentro del país o fuera de él.
Cambio de comunicación radial a ver la TV. y me encuentro con
Roma al medio día de allá y el Santo Padre impartiendo su
bendición a los millares de peregrinos que acuden a ese acto los
miércoles. Le escucho hablar en español; quiere a estos países
latinoamericanos y ora por ellos.
Ya en esta tónica de oración paso de CNN
a la EWTN el canal de la madre Angélica
y escucho la Santa Misa de las 8 de la mañana. Conozco de vista
a los oficiantes y seglares que acuden a esa pequeña capillita en
Birmingham , Alabama . Es buen comienzo de un día que, seguro, no
tiene sino las molestias de la neuropatía.
Leonor Uribe de Villegas
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