23 de septiembre El Padre Pío se
definió a sí mismo como "un frate che prega", un fraile que
ora. A esta frase aludimos al decir de él hermano que ama y
ora. Pero el Padre Pío llevó por 50 años (1918-1958)
las llagas de Cristo y ésta es su verdadera efigie: clavado en
Cruz con Cristo. Fue, sobre todo, en la celebración del
Santo Sacrificio de la Misa donde él vivió la
Pasión del Señor. Por ello glorificamos los dones del Altísimo. El Padre Pío consumió su vida en el confesonario. A ello apunta la segunda estrofa del himno. Al contemplar a Cristo compasivo, transmite el perdón que Cristo nos da: y entrega absolviendo la gracia del bautismo. El cristiano queda de nuevo santificado por el Santo Jesucristo. Quien piensa en el Padre Pío piensa en la "Casa Sollievo della Sofferenza". Tú buscas y tú encuentras al Sufrimiento Alivio. Y siempre, detrás del humilde siervo, vemos a Jesús; aquí, detrás de aquel moderno hospital, al Médico divino. La iglesia donde celebraba misa, la antigua o la nueva, está dedicada a Santa María de las Gracias. La Madre de las Gracias te guarda a su cobijo. Y él respondía a esta ternura desgranando sin pausa muchos rosarios cada día. Ésta es la fe de los sencillos en la Iglesia. En la doxología, empezando por Cristo Redentor, nos elevamos al Padre y al Espíritu, que es el Aura del principio. A la santa Trinidad ascienda amor y gloria por siglos infinitos. |
Oficio de lectura
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Laudes "Un reclinatorio, un altar, un confesonario", ésta es la vida y carisma del Padre Pío (Alessandro da Ripabottoni). Para cantar a Cristo Redentor en los Laudes matutinos por su siervo Pío de Pietrelcina, miramos esas manos que un día fueron llagadas ante el crucifijo, orando en el reclinatorio, después de haber celebrado la Eucaristía (20 septiembre 1918), y que se hicieron fuente de gracia absolviendo en el confesonario. Desde entonces las llagas que llevaba por dentro, le acompañaron toda la vida, 50 años, hasta la víspera de su muerte (23 septiembre 1968). Todo arranca de la Cruz pascual, que ha hundido sus raíces en el fecundo huerto de la Iglesia. Esas llagas son la vida del Padre Pío. Él se sintió llamado a una "grandísima misión"; él, efigie de Jesús Crucificado, fue asociado a la obra redentora de Cristo. Por ello, en ti glorificamos al Amado, que a su misión de amor te abrió la puerta. El Padre Pío, con su diestra alzada en sacramento, ha dejado fluir el río vivo de la gracia, acogiendo y perdonando. Recordamos a Jesús que vio a los ángeles celebrando fiesta ante el trono de Dios por un pecador que se convierte. En la doxología nos atrevemos a llamar a Jesús Sangre de tu Padre, porque el amor infinito del Padre latía en la Sangre del Hijo. Glorificamos a Cristo Redentor, misericordia desbordada de Dios, que con sus llagas gloriosas de Pascua es la vida de la nueva creación. |
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En esta escena se anuncia ya el futuro. Ésta es la imagen del Señor en la que debemos encuadrar al Padre Pío al iniciar las Vísperas. Recordamos en este himno al Padre Pío como víctima de amor - así se había ofrecido al Señor - y recordamos aquellas expresiones suyas que lo definen en su misión de intercesor, unido a Jesús: "Puedo olvidarme de mí mismo, pero no de mis hijos espirituales. Incluso puedo asegurar que, cuando el Señor me llame, yo le diré: Señor, yo me quedo a la puerta del Paraíso; entraré cuando haya entrado mi último hijo". La hora de la tarde nos está evocando el cielo, pero el cielo que ha alcanzado la cruz de Jesucristo. |
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