En esta obra de teatro del maravilloso escritor cretense Nikos Kazantzakis se puede apreciar el dramatismo del perfil de una de las personas que más atractivo tiene en la historia del imperio: Nicéforo Focas, quien encarna el pensamiento más espiritual que haya tenido un emperador, y como consecuencia su dualidad guerrero - monje lo tortura hasta que pareciera estar próximo a tomar la decisión de dejar el trono.

Los ejércitos de Nicéforo en el siglo X eran absolutamente invencibles, él era el terror de árabes y búlgaros por igual, y por donde pasaba las filas contrarias huían desesperadas porque el emperador venía con la ira de su Dios a reconquistar los territorios perdidos.

Temible guerrero, hombre de Dios, sin embargo no pudo controlar nunca a la que era la verdadera eminencia gris del imperio. su esposa Teófano, quien lo manejaba con implacable seguridad en sí misma, además de burlarse de él al tener amoríos con el joven y apuesto guerrero, y también invencible, Juan Tzimiscés.

Por si fuera poco para el alma torturada de Nicéforo, sus guerras causaron tanto daño al pueblo, que era la persona mas impopular del imperio, porque a la felicidad de los territorios reconquistados se le oponía la miseria, los impuestos, la obligación de partir a la guerra una y otra vez, algo que terminó desgastando a sus súbditos.

Parece que Nicéforo estaba por decidirse a perdonar a sus enemigos y dedicarse a servir a Dios en una vida retirada cuando las conjuras de su mujer comienzan a manifestarse, y allí comienza esta obra genial que Kazantzakis cubre con un dramatismo que crece línea a línea, pasando por duras pruebas hasta llegar a precipitarse un final sangriento y escandaloso.