MAURICIO

Cáliz, Antioquía, siglo VI

El emperador Mauricio era, antes de ser consagrado, un excelente General del ejército romano, que luchó incansablemente para conjurar el peligro inminente de un Imperio persa que se hallaba en expansión.

 

Su decisión de apoyar como rey de Persia a Crosroes II Parviz, nieto del gran Crosroes, le dejó en la posición de amigo de la gran Persia sasánida, con un tratado de paz ampliamente favorable que le deparó a Bizancio una gran parte de la Armenia Persa, con la importancia que tenía este territorio productor de grandes y numerosos guerreros, entre otras muchas cosas.

 

Su política frente al problema de occidente fue de gran pragmatismo: debido a que Italia estaba siendo invadida por los lombardos, salvajes bárbaros que no dejaban de saquear la península, le dio al Exarcado de Rávena una estructura que luego sería imitada por varios emperadores hasta terminar en el gran Bizancio de los themas de los siglos IX, X y XI.

 

El exarcado estaría gobernado por el exarca, que tendría plenos poderes de administración civil y militar, militarizando la zona.

 

Exactamente la misma situación se produciría en Cartago.

 

Con ello, Mauricio logró conservar amplias zonas en occidente, que de otra manera habría perdido irremediablemente, se podría decir que con estas medidas aseguró la influencia sobre occidente por aproximadamente doscientos años más.

 

Sin embargo, la vida del Imperio miraba más y más hacia oriente.

 

Obtenida la mencionada paz con Persia, Mauricio decidió avanzar sobre eslavos y ávaros, que desde la época de Justiniano venían invadiendo los Balcanes, y a los que nadie había prestado demasiada atención.

 

A pesar de varios éxitos iniciales, la gran masa de los pueblos eslavos, que no solo se conformaban con saquear, sino que comenzaron a asentarse sobre el suelo romano, hizo que esos éxitos no fueran suficientes y obligaron al ejército a mantenerse permanentemente en campaña, lo que supuso un agotamiento importante de la moral de los soldados agotados, hambrientos y debiendo soportar el frío mucho mayor en la zona del Danubio que en Tracia.

 

Ante la negativa del emperador al pedido de dejar volver a las tropas a Tracia para un descanso de invierno (también hay historiadores que indican que Mauricio se negó a pagar rescate para liberar a soldados bizantinos capturados por los ávaros, los que fueron degollados), un centurión medio romano y medio bárbaro, Focas, fue proclamado emperador y marchó sobre Constantinopla.

 

Tomado el poder, Focas mandó degollar a los hijos de un indefenso Mauricio ante sus propios ojos, y luego degolló también al emperador.

 

Fue la desgracia para el Imperio Romano, el asesinato de un emperador muy inteligente, innovador y buen administrador, que sin embargo no supo manejar la delicada situación por la que pasaban sus soldados en los Balcanes.

 

El abandono de los Balcanes en manos de eslavos y ávaros cada vez más peligrosos y la guerra civil se apoderarían del Imperio por unos ocho años desastrosos.

 

R.C.

 

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