EL CIUDADANO DE BIZANCIO

CARACTERISTICAS FUNDAMENTALES DE LOS HABITANTES DEL IMPERIO QUE SE MANTUVIERON A LO LARGO DE LOS SIGLOS Y QUE FUERON EL ORIGEN DE LA FUERZA INTERIOR QUE NECESITABA EL ESTADO BIZANTINO PARA RENACER CADA VEZ QUE PARECIA QUE IBA A CAER.

Icono de San Jorge. Siglo XII

Los dos grandes pilares

El primer gran pilar del hombre común de Bizancio era la noción de pertenecer al Imperio Romano, la conciencia de que era parte de un Imperio universal nacido cristiano, y así hallamos el segundo de sus pilares: justamente el cristianismo ortodoxo. 

Esta conciencia de pertenecer a un Imperio Romano Cristiano fue el motor de supervivencia porque no hacía falta ser de determinada raza, hablar un determinado idioma o algún otro requisito: la verdadera pertenencia al Imperio se manifestaba por la aceptación del Dios cristiano y la participación en la liturgia ortodoxa y la aceptación del emperador como representante de Dios sobre la tierra.

 Es más, podríamos afirmar que el hombre bizantino acepta que el Imperio es en la tierra lo que el Reino de Cristo es en el Cielo, con lo que se descarta cualquier caída o derrota a manos de los infieles o bárbaros; era normal que las "ocasionales batallas perdidas" fueran consideradas castigos de Dios por los pecados cometidos, dando paso a una de las aficiones más importantes del pueblo en general: los debates teológicos.

Casi podríamos afirmar que según el pensamiento de los bizantinos el fin del Imperio Romano, si lo hubiera, sería considerado el fin del mundo. 

Entonces, dos pilares: Imperio Romano y cristianismo ortodoxo, junto con la idea de que el Imperio era el centro del mundo y jamás sería vencido por representar el Reino de Cristo en la Tierra, obediencia ciega al emperador y a los preceptos religiosos, y la defensa de este modo de vida frente a los bárbaros infieles, eran la base del ciudadano bizantino, durante toda la existencia del Imperio.

Esto se manifiesta muy claramente a partir de la época del emperador Heraclio (610-641) y no tiene modificación hasta la caída de Constantinopla de 1453.

Solamente cuando se llega a este conocimiento es cuando se comprende verdaderamente la larga supervivencia del Estado Bizantino, los milagros que se sucedieron a través de los siglos y que impidieron su caída, y sus provocaron los posteriores "renacimientos".

La lealtad del hombre bizantino hacia su Dios y hacia su delegado en la Tierra, el emperador, estaba por encima de todo.  

 Educación y Lealtad

Por otra parte la educación de los hombres fue siempre muy similar a través de los siglos, con el estudio de los clásicos griegos sumado al de los Padres de la Iglesia, lo que aseguraba la continuidad de las formas de vida y pensamiento de estos hombres, verdaderos pilares de la supremacía bizantina en este campo sobre todo el occidente y gran parte de oriente durante la edad media.

Los autores clásicos han llegado en gran parte a nuestros días gracias a las copias de los monjes bizantinos de los siglos IX a XIV.

Moneda de oro de Justiniano.

Es por ello que se puede decir que se puede prescindir del tiempo en cuanto a la literatura bizantina se refiere, puesto que al estudiar a los clásicos fervientemente, los escritores bizantinos, laicos o religiosos, poetas o historiadores, escribían a la manera clásica también, mal, regular o bien, pero con un único estilo que los identificó permanentemente.

Pero no pensemos que esto era lo común en Bizancio: los eruditos o estudiosos eran una minoría generalmente perteneciente a una elite de las ciudades más grandes del Imperio.

Ahora bien, los que simplemente sabían leer y escribir, los soldados, campesinos, mercaderes, y un largo etcétera de hombres que tenían distintas ocupaciones y no eran cultos pero sí leían, ¿tenían el mismo sentimiento de lealtad?.

La respuesta es SI, porque en esa educación bizantina lo que está escrito es lo que ha de regular su vida, y esto para el hombre bizantino eran las Sagradas Escrituras y las Leyes, que es donde están representados Dios y su delegado el emperador, lo que está escrito es autoridad, tradición, y tiene para este hombre un valor absoluto.

Y si hablamos de los hombres analfabetos, ¿consideraban darle valor a todo esto?

La respuesta también es afirmativa, no importaba el grado de instrucción del pueblo en general, incluso los hombres que no sabían leer y escribir eran educados en la misma línea de obediencia a la ley escrita (los libros sagrados y los decretos del basileus.)

Era esta la mayor fuerza generadora que existía en el Imperio, esta lealtad de la gente provocaba que una y otra vez se pudieran levantar ejércitos enteros en relativamente poco tiempo después de una batalla fatalmente perdida, y era decisiva en la recaudación de impuestos, que por otra parte era considerado en Bizancio un deber sagrado, por un lado, el deber de pagar el tributo para los ciudadanos, y el deber de alimentar al pueblo y combatir a los bárbaros por el lado del emperador; el que así no lo hiciera....

Eran muy graves las penas en Bizancio como para arriesgarse a no pagar el tributo (que por otra parte a veces era casi confiscatorio) y fueron varios los emperadores que sufrieron por no tener en cuenta al pueblo.

 

Si bien cuando uno dice Imperio Bizantino piensa en Constantinopla, Tesalónica, Nicea, Antioquía, Alejandría, Atenas, hay que hacer la aclaración que si bien estas ciudades eran muy populosas e importantes, el Imperio fue a través de toda su historia básicamente rural, la población campesina era muy superior a la de las ciudades, el campo era el motor de la economía bizantina, de la misma manera que lo fue en todos los estados de la edad media.

Los campesinos bizantinos eran una clase con grandes diferencias que va de la extrema pobreza a los potentados, y que fue de vital importancia para el Imperio, como lo reconocieron muchos de los emperadores que dictaron leyes para proteger a los pequeños terratenientes, pieza fundamental de la economía imperial.  

 El individualismo

Una de las características fundamentales del hombre del Imperio, que se vio muy acentuada a partir del final del trágico gobierno de Heraclio (610-641), cuando se pierden grandes territorios que caen en manos del Islam, se da cuando sobreviene el terrible derrumbe de la vida de las ciudades con la consecuente crisis de la sociedad bizantina que lleva al ciudadano del Imperio a límites desconocidos hasta entonces; los campesinos se encuentran solos frente a los recaudadores imperiales, los funcionarios de la administración se encuentran solos frente a un sistema jerárquico implacable que les exige obediencia a ciegas a sus superiores, los soldados responden a un sistema jerárquico aún mas acentuado, y también se encuentran solos, los monjes se alejan del mundo y sus tentaciones, marcando su soledad para encontrarse con una vida ajena a la sociedad común, el emperador mismo está solo, rodeado de gente que puede traicionarlo y arrojarlo al pueblo que, cuando está enojado, es mucho mas cruel que la peor de las personas.

El resultado de todo esto es que en general el hombre, ciudadano de un Imperio de glorias presentes, pasadas y futuras, sin distinción de la forma de vida y ocupación que tenga, se ve desbordado por esta situación, y responde con una herramienta que encuentra y atesora a través de los siglos: el individualismo, que se entiende también como aislamiento.

Es el individualismo lo que permite al hombre en Bizancio sobrevivir a las peores condiciones de vida, ya sea en la corte, rodeado de conjurados y traidores, en el campo, acosado por los crueles recaudadores, o en un monasterio, en la dura vida aislada y ascética del monje.

Si lo pensamos bien, veremos que esta es una nueva condición del ser romano, que rompe con toda la tradición de la vida en sociedad en los siglos anteriores.

Al mismo tiempo, la familia, el pilar más sólido de la sociedad del Imperio, reafirma ese individualismo, puesto que se transforma en el refugio que encuentra el hombre común, de la misma manera que el monasterio es el refugio de los monjes.

Individualismo, soledad, aislamiento e inseguridad, y la constante búsqueda de refugio, es una carácterística que distinguirá al hombre de Bizancio del hombre occidental, que fue llevado por otros caminos en otras sociedades bien distintas.

El emperador Basilio II es un buen ejemplo de esto, pues lleva al extremo su individualismo, su desconfianza en el prójimo y su soledad, gobernando solo y aislado durante muchos años.

Rolando Castillo.

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