HERACLIO

Ante los actos de terror perpetrados por el tirano Focas, y ante los extensos territorios perdidos ante los persas, y los Balcanes ocupados por ávaros y eslavos, el exarca de Cartago, Heraclio, armó su flota y la puso rumbo a Egipto, donde se le unió la flota local.

Desde allí, su joven hijo, también llamado Heraclio, partió hacia Constantinopla, reclutando seguidores, especialmente del partido de los verdes que odiaban a Focas.

Una vez en Constantinopla, derrocaron a Focas, lo ejecutaron y cumplieron con la merecida damnatio memoriae, derrumbando la estatua del tirano en el Hipódromo.

Heraclio fue proclamado emperador en el momento más difícil del Imperio, cuando la situación en todos sus frentes era absolutamente desesperada.

Tan desesperada era la situación que en los primeros años el emperador llegó a considerar el traslado de la corte a Cartago, para tener desde allí la oportunidad de rehacerse y reconquistar lo perdido.

Sin embargo, el temor de los habitantes de la capital y sobre todo el pedido del patriarca Sergio, convencieron a Heraclio de quedarse en Constantinopla.

Administrativamente, Heraclio siguió el ejemplo de Mauricio y convirtió en themas (organización de una provincia militarizada al mando de un gobernador con poder civil y militar) toda la región del Asia menor, decisión importantísima y fundamental para el futuro del Imperio.

Esto dio más poder a los gobernantes y facilitó la defensa de cada uno de los territorios.

En los Balcanes y en Grecia no le fue posible aplicar esta estructura porque los eslavos habían devastado la región y la habían ocupado de forma estable.

La organización de los themas, que entregaba en forma de pago tierras a los soldados, facilitó la creación de un ejército autóctono en detrimento del ejército de mercenarios, más caro y menos leal.

Una vez organizado el territorio, y asegurada la fiel colaboración de la iglesia ortodoxa, con el patriarca Sergio al frente, Heraclio consolidó una paz con los ávaros, pagando un pesado tributo.

En 622 abandonó Constantinopla para pasar a Asia Menor y organizar su ejército.

Finalmente se dirigió a Armenia, y logró la victoria sobre los persas del general Sahr Barz, consiguiendo el completo dominio de Asia Menor.

Hasta 625 continuó la guerra con Persia, pero Heraclio no pudo conseguir invadir el vecino país.

Entonces, en 626 se produjo el ataque tan temido: los persas y los ávaros se unieron para asediar Constantinopla.

El general persa Sahr Barz y su aliado el kan ávaro además de incontables eslavos, búlgaros y gépidos atacaron las murallas, cuya defensa asumió el patriarca Sergio, en ausencia del emperador en campaña en Lazica.

Por suerte para Bizancio, su flota seguía siendo eficiente y poderosa, derrotando a las embarcaciones eslavas y provocando la huída de los ávaros, seguida por la de los persas que, luego de ser derrotados por Teodoro, hermano de Heraclio, huyeron a Siria.

Ahuyentado el peligro en Constantinopla, el emperador, mas tranquilo, se alió con los jázaros del Cáucaso y organizó en 627 una ofensiva al pleno corazón de Persia, Nínive y Dastagerd fueron conquistadas y una guerra civil depuso a Crosroes II.

El hijo de Crosroes, Kovrad Siroe, fue nombrado rey y firmó la paz con Bizancio devolviendo a este Siria, Armenia, Palestina, Egipto y la Mesopotamia romana.

La reliquia de la Vera Cruz robada por los persas fue devuelta solemnemente por el propio emperador a la ciudad de Jerusalén.

Los persas y los ávaros estaban definitivamente vencidos por el Imperio Bizantino.

Hay que destacar del gobierno de Heraclio, la creciente importancia de la iglesia en la vida de la gente, la gran religiosidad alcanzada por el pueblo, como nunca antes había sucedido, y que fue en gran parte causa de las victorias obtenidas.

Heraclio también helenizó gran parte de la administración, poniéndola a tono con el pueblo, que no hablaba latín, sino griego, ejemplo que fuera seguido por sus sucesores hasta la helenización de las leyes por León II, que finalizará en el siglo VIII.

Por ejemplo, rehusó el título romano de imperator, adoptando el título griego de basileus.

El gran problema que enfrentó finalmente Heraclio fue el monofisismo declarado de las provincias reconquistadas, y lo hizo a  través de los esfuerzos del patriarca Sergio, que trató de imponer soluciones de compromiso, como el monoenergismo o el monotelismo, acercando la posición de los ortodoxos a los monofisitas, soluciones que sin embargo parecieron incomodar a ambas partes.

Finalmente, todo el esfuerzo estratégico - político - militar del emperador fue destruído por la nueva potencia de la zona: el Islam.

Debido a la debilidad en que había quedado el Imperio luego de su lucha contra persas y ávaros, las provincias monofisitas, Siria, Palestina y Egipto cayeron fácilmente en manos de los árabes, luego de la importante victoria de estos a orillas del río Yarmuk en 636.

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