Salón de Notables
del Hospital Rivadavia:
Teodoro Álvarez.

TEODORO  ÁLVAREZ,

CIRUJANO DEL HOSPITAL RIVADAVIA

Por el Dr. Rodio Raíces

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    Hijo de don Gabriel Álvarez, y de doña María de la Paz Auli y Ocampo, Teodoro nació en Buenos Aires, el 9 de noviembre de 1818.

    En 1840 inició los estudios de Medicina, y durante los mismos actuó como practicante en el Hospital General de Hombres, hasta que se graduó, en 1843.
    Cuando murió el maestro José M. Gómez de Fonseca, en 1844, lo reemplazó como profesor de Nosografía y Clínica Quirúrgica, desempeñándose en tal cargo durante más de tres décadas.

    Al comienzo, la actuación de Álvarez -  a quien se consideraba un virtuoso del bisturí - sucedió en el Hospital de Hombres. Luego pasó a dirigir dos salas en el HOSPITAL DE MUJERES (actual HOSPITAL RIVADAVIA), durante un lapso de 40 años, hasta el momento de su jubilación, ocurrida poco antes de su fallecimiento (que tuvo lugar el 25 de agosto de 1889).

    De los cuatro médicos que atendían en el Hospital de Mujeres antes de su mudanza a Palermo - Nicanor Albarellos, Pedro Antonio Pardo, Samuel Molina y Teodoro Álvarez - fueron sólo estos os dos últimos quienes revistaron en el plantel del Hospital recién inaugurado.

    En 1844 había ya comenzado a realizar la extracción de piedras de la vejiga, mediante el método de Dupuytren (que emplearía durante treinta años).
    Hacia 1845 había practicado ya las más difíciles y exitosas operaciones quirúrgicas, varias de ellas por primera vez en el país.  Entre tales se contaron la ligadura de la arteria femoral y de la arteria iliaca aneurismáticas, la amputación del cuello uterino con procesos atípicos y la ligadura de la arteria humeral habida herida de la arteria palmar.

    No por nada figuró entre los veintitrés miembros con que se reinstaló la Academia de Medicina, según decreto del 29 de octubre de 1852 (tras la caída de la tiranía rosista). No por nada se lo llamó para operar al teniente general Emilio Mitre, uno de los tantos renombrados personajes a los que favoreció con su arte.
    Otro de ellos había sido el brigadier general Juan Manuel de Rosas, a quien mediante la operación de la talla vesical extrajo un cálculo del tamaño de un huevo de paloma, efectuando la operación sin resquemores, pese a su oposición al régimen (apenas expresada por el lucimiento de una barba en “U”, unitaria).  Este acto de socorrer aun al enemigo, que le significó la reprobación de algunos allegados, acabó por demostrar bien a las claras su inconmovible adhesión al  Código hipocrático.

    Así era este egregio profesional cuyo nombre lleva un Hospital general de agudos dependiente del Gobierno de la Ciudad.
    La copia de un retrato suyo, que luce en el Salón de Notables del Hospital Rivadavia, tiene su original en el Archivo General de la Nación.= 




 
 
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