Salón de Notables
del Hospital Rivadavia:
Juan Antonio Fernández.
 

JUAN  ANTONIO  FERNÁNDEZ,

MÉDICO CLÍNICO DEL HOSPITAL RIVADAVIA

Por el Dr. Rodio Raíces

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    Nació en Salta, el 1° de diciembre de 1786.
    Su tío político, el general Juan Antonio Álvarez de Arenales, lo envió a la Universidad de Chuquisaca (Alto Perú) y ulteriormente a la Real y Pontificia Universidad de San Marcos (Lima).

   Aún no acabados sus estudios se le confió la cátedra de Fisiología, en la Universidad de San Fernando. Luego de  concluidos aquellos, emprendió un viaje a España para perfeccionarlos.

    Con la expedición del general Gaspar de Vigodet llegó a Montevideo, siendo nombrado cirujano auxiliar del Ejército de Operaciones,  por el Director de las Provincias Unidas Gervasio Antonio de Posadas(4 de noviembre de 1814).

    El 8 de abril del siguiente año el Director Alvear lo designó cirujano del Regimiento N° 2 de Infantería, y el 8 de agosto, el fugaz Director Álvarez Thomas lo hizo profesor en el Instituto Médico Militar, hasta que el 13 de febrero de 1821 el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Gral. Martín Rodríguez, lo convirtió en su director.

    El 17 de abril de 1822 inauguró el sitial N° 3 de la Academia de Medicina, corporación inspirada por Rivadavia desde su rol de ministro-secretario de Gobierno, de Rodríguez.
    En tiempos posteriores prestigiarían su escaño Juan José Montes de Oca y Pedro Antonio Pardo (éste último pionero - junto a Muñiz - de la primera Maternidad del país, nacida en el seno del Hospital de Mujeres).

    Ese año, además, el Gobierno lo puso al frente de la Cátedra de Patología y Clínica Médica, con sede en el HOSPITAL DE MUJERES (llamado HOSPITAL RIVADAVIA luego de  su mudanza a Palermo).
    De entonces data la actuación de Fernández, también en la tarea asistencial, junto a la del Dr. Mariano Vico, discípulo de Quirón.  Ambos ganaban doce onzas de oro anualmente,  en 1822, y doscientos cuatro pesos en 1823.

    En virtud de sus empleos como médicos del estado provincial, uno y otro debían cumplir el Reglamento dado el 9 de abril de 1822, del que transcribo la parte atinente.
 

Título Sexto

MÉDICOS DE HOSPITALES

“75.- Todos los médicos de hospitales serán nombrados por el gobierno por sólo el período de tres años.
“76.- Siempre que se estime justo y conveniente deberá proponerse y nombrarse de nuevo a uno o más de los que han servido en el período que termina.
“77.- Las obligaciones de los médicos de hospitales serán, a más de las que expresen sus títulos, las siguientes:
“ 1°. Visitar y curar a los enfermos en horas fijamente designadas.
“ 2°. Inspeccionar el estado de las medicinas y alimentos
“ 3°. Celar el que á los enfermos se asista con lo ordenado.
“ 4°. Velar sobre el aseo y las demás causas que pueden influir en la salubridad del hospital.
“ 5°. Participar a los administradores las faltas de los empleados subalternos, y proponerles los medios de proporcionar mayor comodidad, ó remover cualquier causa de insalubridad.
“ 6°. Dar parte al tribunal de Medicina para que lo eleve al conocimiento del gobierno, de cualquier inobservancia, ó descuido notable de los administradores”.
 

    El tiempo pasó, cargado de acontecimientos, y el Congreso llevó a Rivadavia al podio presidencial, a fines de 1826, para realizar el loable y fracasado intento de hacer una Patria unida y moderna. Mas todos en el Hospital continuaron impertérritos con su repetida y dilatada labor cotidiana.

    Al siguiente año de 1827 - no obstante - un acontecimiento inusual estremecía al nosocomio: la  Cátedra de Patología y Clínica Médica del Dr. Fernández se trasladaría al Hospital de Hombres, según  decreto del 25 de octubre. A los dos días la noticia se ampliaba con la aparición de otro decreto: a Fernández lo reemplazaría el Dr. Matías Rivero, un renombrado profesor que cumpliría sólo tareas asistenciales. Estos documentos estaban firmados por el coronel Manuel Dorrego, ahora  gobernador de Buenos Aires, una de las tantas provincias de la Patria nuevamente desintegrada tras la caída de Rivadavia.

    No obstante Fernández, por una se esas rémoras sólo explicadas por la molicie, quedó momentáneamente  en el Hospital de Mujeres, y Rivero fue a parar al de Hombres, lo que sucedió hasta el 24 de octubre de 1828, en que un decreto del gobernador Gral. Juan José Viamonte, produjo el “enroque”, poniendo las cosas en los sitios estipulados antes.

    Las aducidas causas de la mudanza se hallan contenidas en el decreto del 23 de octubre de 1827:
    “Considerando el gobierno que la enseñanza de la patología y clínica  médica que se hace en el hospital de mugeres (sic) causa graves perjuicios en el servicio y orden moral del establecimiento, cuando por el contrario trasladar aquella cátedra al hospital general de hombres producirá mayores ventajas á la enseñanza; pues él es el punto céntrico de la escuela de medicina y donde con propiedad puede darse la instrucción práctica de esta ciencia”...

    Personalmente estimo que las verdaderas razones del traslado no fueron los perjuicios habidos, sino los prejuicios costumbristas, frecuentes en una época en que los sexos estaban separados “por un muro” tanto en el campo de la enseñanza como en la Medicina. Por lo cual debiera considerarse como un gran adelanto que, aunque sea provisoriamente, hubieran habido practicantes (varones, desde luego) en nuestro Hospital de Mujeres.

    El resto es lo que sigue.
    A 20 de abril de 1835 el gobernador Juan Manuel de Rosas separó a Fernández de todos sus empleos por el delito de no profesar la santa causa de la Federación, y como su vida peligraba buscó el exilio en Montevideo, donde se le autorizó el ejercicio profesional.

    Luego de Caseros (año 1852) Fernández retornó a Buenos Aires, donde el flamante gobernador Vicente López y Planes lo nombró Presidente de la Escuela de Medicina, rango equivalente a Decano, que conservó al transformarse este centro en la Facultad de Medicina.
    La muerte lo sorprendió dictando Cátedra, el 24 de septiembre de 1855.

    Para finalizar, cúmpleme informar que al cirujano Vico lo sucedió un tal doctor Francisco Almeida, hacia 1830, y que Rivero había prestado servicios hasta su fallecimiento, ocurrido en 1849.

    El Salón de Notables del Hospital Rivadavia, honra la memoria de tan egregia personalidad con un retrato suyo, copiado del original guardado en el Archivo General de la Nación (entidad ésta cuyos orígenes obedecen también a una iniciativa de Rivadavia).
    El Hospital Fernández - de su lado - se enorgullece de llevar el nombre del afamado clínico en el frontispicio, y de mostrar un busto suyo en el jardín de la entrada principal (Leone, 1958), tal vez inspirado en idéntica fuente iconográfica.=




 
 
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