ENRIQUE ABERG,
EL ARQUITECTO
DEL HOSPITAL RIVADAVIA
Por el Dr. Rodio Raíces
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Desde noviembre de 1774, fecha
oficial de su fundación - y aún antes - las enfermas de Buenos
Aires pudieron ser internadas por sus médicos en un establecimiento
asistencial ubicado en la “manzana de San Miguel”, del Centro tradicional,
llamado Hospital de Mujeres.
Pero el normal crecimiento demográfico
- acrecentado por la inmigración eurropea tras las batallas de Caseros
y de Pavón - determinó que el local resultara insuficiente,
evidenciándose la necesidad de tener uno nuevo.
Entonces comenzó lo que he
dado en llamar “la tarea de búsqueda de terrenos”, que culminaría
el 1° de febrero de 1876 con la compra del actual predio de Bustamante
y Las Heras, en el barrio de Palermo. El mismo había sido heredado
de su padre, don Francisco del Sar, por la señora Mercedes del Sar,
viuda de Terry.
Los próximos pasos serían:
la colocación de la piedra fundamental el 6 de diciembre de 1880,
y la edificación del nosocomio, comenzada el 1° de mayo de 1881
y finalizada el 28 de abril de 1887, en que se libró al uso.
Y ahora entra en escena la figura
de un conocido profesional, autor de los planos y director de la obra,
ejecutada casi en su totalidad durante la primera presidencia del general
Roca (1880-1886).
Henrik Aberg nació en
Linköping, reino de Suecia, en 1841.
A los 14 años de edad,
mientras cursaba el secundario, murió su padre, y partió
al mar.
Tras esta experiencia se desempeñó, en 1858, como tenedor de libros en Värmland, y dos años después regresó a su ciudad y reanudó los estudios en la Escuela Técnica de Norrkoping, ingresando en 1863 a la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo, donde se recibió de arquitecto (1869). Durante ese intervalo realizó un viaje de estudios por Alemania y Francia (1866).
En demanda del trabajo que no hallaba
en su país -sumido en un período de apocamiento- puso proa
a Buenos Aires, junto a su amigo Carlos Kihlberg, posiblemente aconsejados
ambos por el ingeniero Kurt Lindmark, integrante de la flamante Oficina
de Ingenieros Nacionales, creada ese año de 1869 bajo la dirección
del italiano Pompeyo Moneta (que actuó como tal hasta fines de 1874).
Junto al ex condiscípulo y
compañero de travesía, participó del concurso
para la realización de una cárcel, que no tuvo premio.
Volvieron a Suecia, y a poco tornaron
de nuevo a ésta, proyectando el Palacio de Correos, del que Aberg
en persona hizo las pinturas del vestíbulo.
Tiempo después ocupó
el puesto de Arquitecto Nacional, creado dentro del referido ente estatal
(desde 1874 hasta febrero de 1884). Desde ahí realizó un
buen número de obras como el palacio neo-renacentista de la Academia
Nacional de Ciencias de Córdoba (1874-84), la Capitanía General
del Puerto de Buenos Aires (1874-76), el Hotel de Inmigrantes en Retiro
(1876), la Aduana de Rosario (1876), la iglesia de Domselaar en el cercano
pueblo de San Vicente (1876), las estaciones ferroviarias de Rosario, y
de Tucumán (1877), la Capilla-mausoleo del General San Martín
en la Catedral Metropolitana (1879), la unión entre la Casa Gubernamental
y el Correo (1882) y la ampliación del Hospicio de las Mercedes
(1882) diseñado por Hunt y Schneider seis años atrás;
habiendo en su haber la erección de varias escuelas y el proyecto
del Club Social de Córdoba (1883). En medio de estas tareas revalidó
su título, para cumplimentar los
requisitos legales (1879).
Con ayuda del arquitecto Carlos Haynemann fundó una empresa llamada “La Edificadora” -a la que se dedicó de lleno cuando dejó la función pública- presentando ambos el proyecto del Museo de La Plata (1884).
En julio de 1886, molesto evidentemente por las repetidas demoras del Gobierno en girar los fondos necesarios para la construcción de nuestro Hospital, vendió sus propiedades y marchó a París, donde se dedicó a la pintura y casó con Olga Sinnerbarg, estableciéndose en San Remo - ciudad turística de la Riviera italiana cercana de Francia - donde edificó su casa. Pero jamás pudo olvidar a la Argentina -donde desarrollara su arte y lograra su fortuna- como lo sugieren las reiteradas visitas que nos hizo.
Falleció de muy avanzada edad
en 1922, un año antes que la esposa, quedando sus bienes a
nombre del Museo del pueblo que lo viera nacer.
Muy de mí,
creo que la tarea de Aberg, respecto de los edificios y jardines
del Hospital General de Mujeres Rivadavia, fue la culminación de
una dilatada y brillante carrera.
Surge esta afirmación
del simple trajinar por las calles del nosocomio, cotejando con los planos
algunos logros aún en pie, como son cuatro de los cinco primeros
pabellones y la Capilla, idea corroborada por la lectura de tantos documentos
que dicen del tesón y de la idoneidad de este extranjero que, como
tantos otros, trabajó para su bienestar e hizo grande al país.
Merecidamente he colocado el retrato de Aberg en el Salón de Notables del Hospital Rivadavia, en julio de 2001.=