TRAYECTORIA DE DOCTOR
ADOLFO E. RAÍCES
Por el Dr. Rodio Raíces
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Hijo de un acaudalado comerciante español,
don José Raíces y Caxaraville, y de doña Manuela Díaz,
que venía de una tradicional familia de Montevideo, Adolfo
Elías Raíces nació en la Ciudad de Buenos Aires, el
8 de agosto de 1898.
En la Escuela Normal de Profesores
“Mariano Acosta”, vecina de la casa-quinta que habitaba, cursó el
primario y obtuvo los títulos de Maestro Normal Nacional y de Profesor
Normal en Ciencias, con los que se desempeñaría en el Colegio
Nacional de Buenos Aires y en el magisterio (donde alcanzaría el
grado de Director Superior de Escuelas).
Tras afanosos estudios en la Facultad
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, ubicada en la “manzana
de las luces”, egresó como Doctor en Química.
Entonces comenzó su actuación
“ad honorem” en el Laboratorio del Hospital Ramos Mejía (llamado
antes San Roque), pasando a revistar después en el moderno Instituto
de Maternidad de la Sociedad de Beneficencia, mejor conocido como “Maternidad
del HOSPITAL RIVADAVIA”, que dirigía el profesor Alberto Peralta
Ramos.
Su trabajo sobre “Los pigmentos biliares
en la sangre y en la orina”, que reunió la bibliografía mundial
más extensa sobre el tema (consultada gracias a su dominio de cinco
idiomas) le valió la felicitación personal del Prof. Bernardo
A. Houssay (futuro Premio Nobel de Medicina y Fisiología) y sirvió
de espaldarazo a su nombramiento de Subjefe Sección Química,
en el nuevo Laboratorio Central que comandaba el “maestro” Dr. Domingo
Colillas.
Años más tarde efectuó
en ese pabellón las primeras determinaciones de hormonas esteroides
de Sudamérica, lo que motivó el inusitado acontecimiento
que la Sociedad de Beneficencia construyera, con su consejo y según
las necesidades específicas, una sección especial de Endocrinología
(en la terraza de ese Pabellón), para facilitar sus labores,
que comprendían dos aspectos fundamentales: el ensayo en la
probeta y la investigación en el animal.
La puesta en acción de “Un
nuevo dispositivo para la extracción de estrógenos y andrógenos
de la orina”, posteriormente bautizado con su nombre (1942); sus numerosas
publicaciones y las frecuentes clases y conferencias -dictadas con maestría
gracias a sus personales dotes de orador y a su entrenamiento docente-
lo hicieron famoso en el ámbito científico de la época,
al que asombró por su prodigiosa memoria acerca de los temas expuestos
y de las citas bibliográficas, sobre las que no faltó quien
tomara debida nota y comprobara su veracidad.
Esta reputación venía
a sumarse a la hazaña de haber peligrosamente fabricado durante
la Segunda Guerra Mundial, allí en el Hospital, las drogas que se
necesitaban y ya no podían importarse a raíz de la contienda.
Pero el mayor mérito que le
asistió fue, indudablemente, el de establecer - en una época
en que la Endocrinología sólo se manejaba con parámetros
semiológicos elementales- la base científica cuantitativa
que le sirviera de soporte y la prestigiara como rama de la ciencia.
Para realizar la tarea que se propuso,
Raíces debió emprender el estudio de la Fisiología,
la Patología y la Clínica comparadas, tanto en el libro como
al lado del cobayo de Indias y al pie de la cama del enfermo, para lo que
asistía con entusiasta frecuencia a las “recorridas de Salsa” y
a los “Ateneos” del Servicio creado por el Profesor del Castillo, quien
retribuía sus visitas concurriendo casi a diario al Laboratorio,
en búsqueda de las cifras y para efectuar experimentos en ratas
albinas y en palomas.
Testimonio de lo actuado por Raíces
fueron sus valiosos escritos, de redacción impecable, entre otros:
“Las hormonas sexuales y su valoración” (1941), “Los 17- cetoesteroides
y la virilización de la mujer adulta” (1945), “Los valores normales
de los 17-cetoesteroides y algunas consideraciones”(1948), “Los 17 cetoesteroides
y la significación de sus valores”, “Interpretación
de los valores de los 17- cetoesteroides por la orina” (1951), “Los 17-cetoesteroides
y algunos aspectos en el síndrome de virilización” (1955),
así como estudios de igual intención en las edades tempranas,
realizados en el Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”.
Falleció en su ciudad natal
el 3 de febrero de 1979 (a los 80 años de edad), de una insuficiencia
renal crónica cuya evolución siguió, estoicamente,
mediante las análisis clínicos que él mismo efectuaba.
La dilatada y apasionada labor de
Raíces, se prolongó en su Laboratorio particular, luego de
más de 40 años de concurrencia hospitalaria, permaneciendo
en actividad hasta pocos días antes de morir.
Actualmente sus restos descansan en
la bóveda familiar del
Cementerio de la Chacarita.
Fue prototipo de sapiencia, humildad,
seriedad, orden, dedicación y esfuerzo, virtudes sin las cuales
la ciencia decae y no es posible el progreso.
Existe un retrato suyo en el Salón de Notables del Hospital Rivadavia.=