Volvimos, pues a tomar nuestros caballos de aluminio, montamos, dijimos adiós al convento, y cogiendo el amarilloso sendero que conducía a Sáchica, pronto no quedó nada a nuestras espaldas. Varias veces volvimos atrás los ojos y no vimos sino un hacinamiento de cerros desnudos. No soplaban las brisas de ningún lado; las aves no alegraban con su presencia ni con sus cantos esos sitios muertos, en cambio el cielo se ostentaba magnífico, revestido de un turquí brillante y con una inmensidad de senos grandiosa. Encontramos varios "Oasis", sólo habíamos visto una que otra cabaña, triste como la suerte de sus dueños, y alzada sobre una cumbre o escondida tras el talud de una altura. Luego de tres horas y esperar que Julio despinchara su BTT, llegamos a Sáchica, donde almorzamos, y emprendimos la Ruta de regreso por carretera, pues no había tiempo para encontrar una ruta alterna por el desierto, además de la rodilla de Julio!! |