La teoría sociológica de Karl Marx.

IVÁN ÁLVAREZ

¿Qué sentido tiene hoy la pretensión de una ciencia dialéctica? Frente a la razón analítica, la razón dialéctica desarrolla sus planteamientos a partir de su postulada unidad entre la praxis y la teoría, lo cual implica la reconciliación de la razón teórica con la razón práctica. Pero esta explícita afirmación de reconciliación dialéctica ¿es algo más que una utopía? La dialéctica hoy, ¿es un camino científico o un puro callejón ideológico?

Carlos Moya, Sociólogos y sociología.


Empezaremos nuestras elucubraciones acerca de la propuesta teórica marxista con una muy breve respuesta al porqué dicha teoría es sociológica. Tal aspecto es importante, pues Marx nunca se propuso hacer sociología estrictamente. Sin embargo, la pregunta antes formulada puede ser contestada de manera sencilla: el filón sociológico de Marx deriva de su crítica inmanente a la economía política de su tiempo –crítica que hizo asiéndose a la vez, externamente, de la filosofía (véase El doble movimiento de la crítica de Marx, en Sánchez Vázquez, El joven Marx..., 2003). No es sino del determinismo económico, que Marx descifró en su incansable estudio sobre la economía política, desde donde surgió la veta que daría frutos a la sociología como ciencia –es decir, como explicación de los fenómenos de la sociedad-; empero, la propuesta marxista no se queda en mera explicación y contiene un detonante elemento ideológico.

Como dice el sociólogo catalán Salvador Giner, “con la llegada de la época posnapoleónica, es decir, con la consolidación de la hegemonía burguesa, empiezan a perfilarse dos grandes escuelas progresistas” (Giner, prólogo a la Sociología de Comte, Arnaud, 1986, 7) manadas de las contribuciones de Henri de Saint-Simón. Una es la escuela positivista de Comte que se bifurcaría en varias aplicaciones; la otra es la escuela socialista, de la que, una de sus ramas engendradas, sería el marxismo. Además de la influencia sansimoniana, Karl Marx retomaría de los revolucionarios franceses (verbigracia Montesquieu, Rousseau) la perfectibilidad del ser humano como uno de los fines últimos para erigir su prolija teoría. El columbramiento de la mencionada perfectibilidad, lo haría observando la iniquidad social que había sedimentado inveteradamente, después de la progresiva institucionalización del régimen burgués -las cada vez más depauperadas condiciones en las que los obreros vivían gracias al desarrollo racional-instrumental del capitalismo. Al igual que Comte, Marx va a erigir su teoría con base a una lectura histórica que ha devenido postulado capital del marxismo:

"La historia de todas las sociedades ha sido, hasta ahora, la historia de las lucha de clases. La burguesía reemplazó a la nobleza feudal. La burguesía ha creado fuerzas productivas más abundantes y colosales que todas las generaciones pasadas juntas. El papel de esta clase consiste en conquistar la naturaleza con el desarrollo continuo del capital. En el curso de este proceso, la burguesía crea el arma de su propia destrucción: el proletariado. A medida que avanza el industrialismo, aumentan el tamaño, la unidad y la fuerza del proletariado; y a la vez, aumenta su miseria. En definitiva, la existencia de la burguesía es incompatible con la sociedad, y esta clase acabará perdiendo el poder en beneficio de la fuerza revolucionaria del proletariado industrial" (Marx, 1998, 37).

Sin embargo, dicha lectura histórica la hará de manera muy distinta que Comte, con un método que, como vimos en el esbozo anterior, se opone radicalmente al del llamado “padre de la sociología”.

Tal método es el de la dialéctica hegeliana. Como muchos saben, Hegel construyó esa lógica filosófica del movimiento –de la mutación-, en la que, mediante el hurgamiento de lo verdadero se aprehendía la realidad en proceso. Como explica Herbert Marcuse en su detallado examen sobre la filosofía hegeliana: “Algo es verdadero si es lo que puede ser, cumpliendo todas sus posibilidades objetivas” (Marcuse, 1998, 30). Según Hegel, la manera en que una cosa se manifiesta directamente, no es todavía su forma verdadera, sino una condición negativa que será potencialmente superada una vez que se la confronte con su opuesto. Afirmación, negación y negación de la negación –o usando la terminología fichteana: tesis, antítesis y síntesis-: tales son las etapas por las que la lógica dialéctica hace pasar a lo dado para develar, durante su devenir, a lo verdadero: “Los hechos dados, tales como aparecen, nunca pueden ser más que una verdad temporaria y parcial, pues sólo representan una fase negativa en el desenvolvimiento de la verdad que se revela, precisamente, a través de la destrucción y la superación de esta fase” (Zeitling, 2000, 104).

Sopesando éstas consideraciones sobre la dialéctica con el postulado positivista de que lo dado, lo que es -el orden fáctico, pues-, es la piedra de toque para considerar como verdaderos los hechos en la manera inmediata en que se dan, podemos encontrar uno de los antagonismos capitales entre ambos enfoques y la consiguiente ruptura epistemológica que Marx hará –mediante la adaptación de la dialéctica hegeliana a su enfoque social- respecto al modelo de Comte.

Ahora bien, para Marx –como adelantamos líneas arriba-, el orden fáctico existente tiene un carácter transitorio, es una negatividad o un momento negativo de un proceso histórico en continua mutación. Un análisis detallado de la estructura que determina la existencia de los individuos dentro de un sistema social, o, más en específico, una observación minuciosa del estado de las cosas que determina el capitalismo y, sobretodo, de las aporías en que deviene, es el paso decisivo para denunciar esas contradicciones y después insertarse dentro del estado de la Aufhebung (asunción y eliminación) del régimen burgués. Así pues, Marx retoma del pensamiento hegeliano el aspecto crítico-negativo y revolucionario y lo traslada al campo de lo social y más aún, de lo empírico. Lo hace viendo al progreso en términos de un conflicto -ya enunciamos, líneas arriba, uno de los postulados fundamentales de la teoría de la Klassenkampf (lucha de clases); así, además de la dialéctica de las clases, surgen varias dialécticas marxistas: infraestructura-superestructura, ideología-ciencia o clases dominantes (burguesía)-clases dominadas (proletariado) –entre otras-, siendo esta última el asidero inmediato para seguir con el curso de nuestra exposición.

Para Marx, grosso modo, el sistema dentro del que se insertan todas las actividades del hombre es lo que denomina modo de producción (social). Pues bien, el modo de producción social (que es la categoría analítica capital del estudio marxista de la sociedad, pues implica una totalidad: el capitalismo), consiste en la manera en que se obtienen los bienes materiales que los hombres necesitan para su subsistencia y su característica principal son las relaciones sociales históricamente determinadas.

De acuerdo con la lectura marxista que evocábamos líneas arriba, la historia conoce tres distintos modos de producción tecnológicos. En el período en que se trabajaba a mano (la era agrícola), vinculado a la utilización de instrumentos simplísimos, el hombre desempeñaba un papel de fuente de energía, de fuerza motriz y directriz (sus músculos, el cerebro, la energía de su cuerpo). Con la aparición de las máquinas –en la Revolución Industrial de 1770-, el hombre se convirtió, según Marx, en mero instrumento de un sistema técnico, “en parte de una máquina”.

Sin embargo, el modo de producción social es un concepto mucho más amplio que el modo de producción tecnológico: circunscribe dentro suyo, no sólo las fuerzas productivas, sino también las relaciones de producción.

El primero de dichos conceptos es el de fuerzas productivas, que según Marx es la actividad productiva de los individuos reales en sus relaciones de cooperación, evocada como fuerza social productiva: “Entendemos por social la cooperación de varios individuos, sean cuales fueren las condiciones, la manera y el fin de dicha cooperación. Se sigue de esto que un cierto modo de producción, o etapa industrial, se combina siempre con un cierto modo de cooperación, o etapa social, y este modo de cooperación es en sí mismo una fuerza productiva” (Karl Marx, Friedrich Engels, The German Ideology, p.18, citado por Zeitling, 2000, 114).

Por otro lado, el concepto de relaciones de producción se entiende mejor si se lo ve como relaciones de propiedad. En el proceso de producción, los hombres trabajan con otros hombres, pero sobretodo, trabajan para los dueños de los medios de producción (los capitalistas):

Bajo el capitalismo, los que poseen y controlan los medios de producción tienen gran poder sobre quienes no los poseen ni controlan; estos, que han sido separados de sus medios de producción y que –por ende- solo poseen su fuerza de trabajo, sirven y obedecen. Así, el concepto de relaciones de propiedad se convierte en el punto de partida de la teoría de las clases de Marx. Pero es también un concepto importante en su teoría del cambio social y de la revolución (Íbidem, 115).

Lo anterior se entenderá mejor si esbozamos brevemente la teoría de la alienación del trabajo. Como habíamos adelantado líneas arriba, Marx elabora su crítica del capitalismo –a la vez que internamente- asiéndose externamente de la filosofía. La categoría que utiliza en este movimiento en específico, es, para no variar, de raigambre hegeliana y se trata del ya anunciado concepto de la alienación.

 


FUENTES BIBLIOGRÁFICAS.

-Alexander, Jeffrey C., Las teorías sociológicas desde la segunda guerra mundial. Análisis
multidimensional, 1992, Gedisa, Barcelona.
- Bravo, Víctor, et al., Teoría y realidad en Marx, Durkheim y Weber, 1997, Juan Pablos, México.
- Giner, Salvador, Prólogo, en Arnaud, Pierre, Sociología de Auguste Comte, 1986, Península, Barcelona.
- Löwy, Michael, ¿Qué es la sociología del conocimiento?, 1991, Fontamara, México.
- Marcuse, Herbert, Razón y revolución, 1998, Altaya, Barcelona.
-Marx, Karl, Teoría económica, 1998, Altaya, Barcelona.
- Marx, Karl, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, 2003, Pluma y Papel, Buenos Aires.
- Moya Valgañón, Carlos, Sociólogos y sociología, 2003, Siglo XXI, México.
- Moya Valgañón, Carlos, Razón dialéctica y razón analítica, 1978, en Teoría sociológica contemporánea, José Jiménez Blanco, Carlos Moya Valgañón, et al., 1978, Tecnos, Madrid.
- Sánchez Vázquez, Adolfo, El joven Marx: Los manuscritos de 1844, 2003, UNAM/La Jornada/ITACA, México.
- Xirau, Ramón, Introducción a la historia de la filosofía, 1990, UNAM, México.
- Zeitling, Irving, Ideología y teoría sociológica, 2000, Amorrortu, Buenos Aires.

 

 

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