La Universidad Autónoma de Aguascalientes, como la mayoría de nosotros debería de saber, nació hace aproximadamente 28 años. Producto de una transformación, de un cambio que era profundamente necesario, pues el antiguo Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología tenía un funcionamiento obsoleto para las cambiantes exigencias que los tiempos y la sociedad requerían. Los hombres que se dieron cuenta de esto, se unieron para organizar y darle vida a nuestra universidad. Y fueron precisamente ideales humanistas en los que se basaron estos hombres para cimentar y darle bases sólidas a esta casa de estudios; y son esos “ideales” los que se supone tienen como principal motivación los que han dirigido, a través de estos casi 28 años de vida, la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

Ahora, cabe preguntarnos, en este recién iniciado año 2001 ¿en verdad se han tomado en cuenta todas esas bellas frases de nuestros fundadores, como por ejemplo la que dijo Humberto Martínez de León en ocasión de la visita del presidente Echeverría a nuestra universidad en el año de 1976, de que “nosotros queremos una universidad para el pueblo y no para las masas irresponsables”, o solamente quedaron plasmadas en el papel, para cuando fueron leídas o pronunciadas nos acordáramos de lo precioso que es escuchar una frase elocuente y humanista? Pero entonces ¿para qué demonios sirvieron todas esas bases y cimientos, si no se toman en cuenta? No volvamos a repetir aquellos errores del Instituto: necesitamos evolucionar, necesitamos ir hacia delante, necesitamos prepararnos para ser competitivos, necesitamos ser seres humanos de nuestro tiempo, vivir la coyuntura histórica que nos tocó, aprender y practicar las enseñanzas de los que estuvieron antes que nosotros, tomar y hacer conciencia de todos los problemas que aquejan al ser humano.

Para lograr esto es necesario que hablemos, que nos expresemos, que exijamos respuestas, pero a la vez dar nosotros resultados, que seamos activos, que participemos; para así lograr trascender en el tiempo. Y si no lo logramos, tener, al menos, la satisfacción de que hicimos todo lo que estaba dentro de nuestras posibilidades para alcanzar esa utópica idea de nuestra universidad, o de la universidad pública en general.

A nosotros ya no nos tocó la época de los palos, ni de las piedras, ni las bombas molotov; puesto que gracias a aquellos que comenzaron luchando de esa manera, nos dimos cuenta de que no era la mejor; por lo que entendimos que hay maneras más civilizadas y elegantes de mostrar nuestras inconformidades: usando el cerebro y el lenguaje, tomando acciones tan o más violentas de las que consigues dando unas patadas o algunas pedradas.

Más sin embargo, nosotros creemos que podemos evitar todo esta parafernalia, si los jóvenes y los adultos conciliamos nuestras ideas sobre el mundo. ¿Quién sabe? Puede ser que nunca podamos lograr esto, pero al menos es divertido el trayecto para intentarlo.

 

 
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