Nazif
el turco de Oania
Vassilis
Gkourogiannis
El
último coche -llamémosla
el guía -brilló
los faros, y la señal se transmitió desde un coche
a otro hasta llegar a la primera fila, que fue
responsable por encontrar veloz un lugar adecuado
para estacionarse.
La
caravana de coches lujosos, se deslizó a propósito
en la pista, las ruedas estremeciéndose por la
gravilla hasta detenerse, puestas al azar como
sombras que se cruzan dispersas. Los chóferes
salieron y se dirigieron hacia el último coche para
ver qué era exactamente lo que acontecía. Uno de
ellos, miró con una mueca de exasperación en el
rostro, tenía un complicado reloj de buzo que se veía
como un peso en su brazo izquierdo.
Pasó
casi una hora y cuarto desde que los inmigrantes
turcos desembarcaron del inmenso ferry, y sin perder
un segundo, salieron corriendo dejando en
Igoumenitsa sólo los gases de escape de los motores
diesel, alemanes. Estaban empeñados en adelantar rápidamente
la mayor brevedad sus dieciocho ruedas como si fuera
posible que si quedaban atrapados detrás de ellos,
hasta el ascenso serpenteante de Oania, perderían
como veinte minutos por no hablar de los peligros a
que los exponía su inevitable e ilegal intento de
pasar por el tránsito contrario que se aproximaba.
Aquel camino abismal estaba sembrado a cada lado con
juguetes de niños, frecuentemente se puede espiar
un granizado de vidrio roto por los parabrisas y los
faros destrozados.
Este
fue el tercer verano consecutivo en el que la guerra
en Yugoslavia los había obligado a coger el barco
en Brindis, para desembarcar en Igumenitsa,
atravesar todo el norte de Yunanistan*
todo el tiempo hasta el Evro, todo este plan de
juego sorbiendo tres días enteros de vacaciones.
Había rumores de que hay cierta gran vía en
construcción, la llamada Egnatia Odos, según
oyeron, y cada verano, creen que esta será su ruta
por seis horas de Igoumenitsa a Evro; y cada
septiembre hacen el camino de vuelta por la misma
senda asesina. De vez en cuando, espían en la
distancia gruñidos de palas mecánicas que juegan
dentro de las cajas de arena en las colinas. Han
perdido la esperanza de volver a conducir por esa
carretera; es más probable que todos los yugoslavos
terminen unos a otros vaciando sus tierras para que
se excave una nueva carretera, sin protestas de los
habitantes locales, que pase por la salida de las
ciudades y los pueblos y les lleve en línea recta
de Alemania a Austria y de Tracia a Estambul.
Algo
grave debe de haber provocado este extraordinario
embotellamiento que se toma mucho tiempo de parada;
debido a que la parada próxima está programada
después en Metsovo, a la sombra fresca de los
manantiales naturales de la Pass Katara. En la
tranquilidad de sus claros de hierba, compondrían
sus alimentos sobre mantas, y comerían y fumarían
y harían sus necesidades bajo los abetos, a fin de
reunir fuerzas hasta su próxima parada en Xanthi.
Una
multitud de pasajeros emergió de los automóviles
para estirar las piernas; mujeres con velo, niños
pequeños de coloridos pantalones cortos, hombres
bigotudos, viejas, hombres envejecidos en la tierra.
¿En qué lugar cabrían? Obviamente, los turcos son
expertos en embalar gente, no hay otra explicación.
Al
otro lado de Oania, se encuentra el camino a
Mitsikeli. Desde el último BMW 730, el coche del líder,
Nazif de mediana edad, saltó primero y, corrió
veloz abajo de la pendiente de maleza con una bolsa
de plástico negro y una botella de agua en mano.
Todos entendieron la razón por la extraordinaria
parada: Nazif estaba de carreras. Otros aprovecharon
la oportunidad para quedarse dormidos. Fuera de la vía,
mujeres con velo hacían pis, rodeadas en un anillo
por otras mujeres como si estuvieran dando a luz; un
turbante se sumergía en tanto otro tomaba su lugar
alzándose. Una turbia y delgada corriente se
derramaba entre sus zapatillas y se abría camino
hasta mezclarse con las aguas del Lago Pamvotidas.
Miraron
a través la ciudad. Podían ver los minaretes
gemelos y en sus corazones se levantaba un poco
porque les hacía sentirse como en casa; como si se
tratara de su ciudad y se dieron cuenta de la
grandeza de los otomanos, que hace siglos vienen a
este mismo rincón del mundo. Vivieron aquí hasta
el 22, cuando la tempestad del intercambio de
población, los envió hasta Anatolia de refugiados.
Pero,
¡suficiente es suficiente! No podían darse el lujo
de perder ni un precioso minuto más. Hubo un tiempo
en el alboroto en el reloj complicado de Güney,
blandiendo las manos como espadas y amenazando a sus
vacaciones. Ya era hora que Nazif regresara. Después
de todo, la diarrea de sus intestinos debía haberse
vaciado y ya estar limpio, listo incluso para
algunos kokoretsi.** Siguieron
mirando con caras largas en sus relojes. Los niños
comenzaron sus juegos, pero aún no Nazif no aparecía.
Los minutos fueron escapando y el tiempo invertido
inútilmente aquí, era tiempo muerto empleado entre
el punto bajo el árbol de mora la familia ya de
vuelta a la tierra; era tiempo perdido de natación
a lo largo de las costas de Jonia; o de juegos de
cartas con los ancianos en la aldea. Estos últimos
comenzaron a gritar en dirección adonde se suponía
que Nazif estuviera de cuclillas. ¡
-¡Nazif!,
eh, eh, ya tú has cagado suficiente en el
Yunancalar. ¡Je! –Se burlaban. Pero no aparecía.
Trataron con sus silbatos de ganadería, tocando la
bocina de manera insistente. Los pasajeros ya habían
empacado por sí mismos en los coches y todos
estaban esperando la señal de salida en algún
momento. Prendieron los motores para tener el aire
acondicionado en marcha.
Al
líder le preocupaba que tal vez algo grave le habría
sucedido a Nazif.
–Vamos,
–dijo a los demás, –nos pondremos al día con
ustedes.
Decidió
empezar la pendiente. Caminó hacia abajo
intencionalmente, ruidosamente, con claros de
precaución en la garganta, levantando grava a cada
paso. De pronto vio a Nazif disparar nerviosamente
por entre los arbustos y lanzar rápidamente sus
prismáticos y algo así como unas fotografías,
soplado hacia arriba en la bolsa negra de plástico.
Estaba completamente vestido. Fuera de sí, y se
quedó mirando al líder. Estuvo de pie, como si se
hubiera convertido en piedra, por unos segundos, y
luego corrió con la velocidad de una bestia salvaje
que se precipita hacia el lago. El jefe miró hasta
al otro lado, hacia los minaretes y gritó:
–¡Amán,
Alá, se ha vuelto loco!
Y
lo siguió a toda velocidad, porque se dio cuenta de
que con el impulso que llevaba Nazif, de seguro
terminaría en el agua. Trató de detenerlo, pero no
lo hizo. Nazif se metió hasta el pecho en el lago y
chapoteaba histéricamente, como un ganso salvaje
herido. Las aguas frías lo trajeron un poco de
vuelta a sus sentidos. Comenzó vadeando, vacilante,
como una tortuga de agua. Sus ropas estaban
empapadas de algas y musgo. La bolsa con las
fotografías y los mapas se hundió en el fango. Su
barbilla temblaba. Estaba balbuceando frases
incomprensibles, delirando con alguien, al parecer
su abuelo:
–Abuelo
Nazif, ¿dónde está nuestra casa? ¿Dónde está
nuestro barrio? ¿Dónde está nuestra Bizani?***
¡Alá! Todo ha cambiado, todo ha cambiado, ¡excepto
por el agua!
Lo
ayudaron a recomponerse. Ellos verían qué se había
apoderado de él, más tarde.
Tenían
que darse prisa para salir de aquella tierra hostil,
en once horas a lo sumo. Para cruzar los Evros y
descender a Eolia y a Jonia, tendrían que seguir el
avance de la carretera de Estambul, Esmirna, Éfeso,
Aidín y terminar en sus aldeas, en la región de
Usak, la noche del 27 de julio, la misma hora en que,
en lo alto de las cimas de las montañas, los huesos
de los soldados griegos exudan el olor de las flores
de canela, que se vuelve rancio con la edad.
De la Traducción inglesa de Patricia
Felisa Barbeito
___
*Yunanistan
es la palabra turca para Grecia.
**
pedazos de tripas de cordero (hígado, corazón,
pulmones, bazo, riñón y grasa) perforados en un
asador y cubiertos por el intestino delgado lavado
enrollado alrededor de una forma similar a un tubo.
El kokoretsi se tuesta y luego al carbón. Batalla
***El
de Bizani (febrero de 1913) lucha entre los ejércitos
helénicos y otomanos que llevó a la derrota a los
otomanos y la captura de Oania, en Epiro.
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