Mariposas de la sombra es la primera versi�n o una versi�n alterna del inicio del primer capitulo del libro �Historias de Agua�, quienes hayan le�do el libro ver�n las diferencias en cuanto a nombres y algunas situaciones que en el pasan.

El relato apareci� publicado en un n�mero especial de la Revista Revueltas para esp�ritus revoltosos, que edita la Agrupaci�n de colaboradores de Prensa Juana Bel�n A.C.

Gracias a Carlos Gonz�lez por facilitarme el texto. Saludos.


�Juan Matilde! �Juan Matilde!�Vengo a matarte! �Sal si eres hombre!.
Juan Matilde miraba como el agua se filtraba por entre las vigas del techo, gota por gota, y sinti� estremecimiento, crey� que no era cierto lo que en sus o�dos hab�a resonado.
�Debe ser una voz de adentro� � pens�.
Debes muchas Matilde �se dijo- es tu conciencia �pos que m�s!.
Volte� a mirar a encarnaci�n y la joven ind�gena estaba serena, abrazada de sus sue�os con la boca entreabierta. Juan mir� sus labios, record� que su abuela le dec�a que no durmieran con la boca abierta por que se les met�an los malos esp�ritus, y record� lo que su hermano El�as le hab�a dicho: �Yo digo que nom�s las moscas�, y se rieron.
La abuela les clavo los ojos y despu�s se fue a sus asuntos, pero en esa mirada les hab�a dicho: �ya ver�n por si mismos que es cierto lo que les digo�.
Juan bes� los labios de Encarnaci�n y ella movi� la nariz, quiso tocar sus senos cuando ella se movi�, d�ndole su perfil.
�Juan Matilde vengo a cobrarme! �Cobarde, sal o voy por ti!.
Las indias no acarician a su hombre nunca � pens� Juan- no s� por que, son como costales, se quedan calladitas nom�s, ni pujan cuando uno les mete el fierro; pero esta mujer me hace sentir seguro cuando estoy dentro de ella, y no le aunque afuera tambi�n me siento bien.
Es como de tierra, y yo una plantita chingada que quiere que la protejan. Hay mujeres y hay putas, las putas, putas son, y pos mujeres pocas, y de las pocas, esta, qu� otra cosa. Es la tierra, mi descanso. Vio que una mano de la mujer sal�a por encima del sarape y la acarici�.
Encarnaci�n�-dijo con voz queda- y luego dejo que el silencio siguiera siendo azotado por la lluvia de afuera.
�Trabajas mucho �pensaba Juan-, cortas le�a, siembras, levantas cercas de piedra, haces ma�z nixtamal, despu�s lo mortajas pa`que sea ortilla, pa`que comamos. Chingadas manos tan bonitas las tuyas, Encarnaci�n, las m�as son sangre nom�s; son puro trabajo, t� diuno yo diotro, y �ste m�o ta lejos de Dios. Si ese cabr�n existiera yo ser�a el primero en matarlo, nos hizo pa`su burladera, pa`mirarnos sufrir, pero pos conmigo ni juega. Yo no sufro, no tengo remordimientos, que es lo que ha de tragar. Dicen que me arrepienta, que cargo muchos pecados, yo digo que tra�mos los mismos, o si no, pos eso s� unos m�s que otros, y los que menos, pos esos que Dios los recoja y nos deje de chingar a los otros.
Debo muchas, mato por que quiero mucho mi vida, si no la quisiera ya estar�a muerto. Mato por que no me dejan de chingar a todas horas. Quesque si muy ching�n por tener ojos de gato, eso dicen, yo nome los he mirado. Quesque si muy ching�n por atravesar los desiertos con casi nada de agua. Quesque si muy ching�n con las serpientes, y pos s� me gusta su sabor, ansinita sin sal, asaditas y hasta crudas. Soy buen cazador, mejor que mi padre, todos lo saben, bueno, lo supieron, hoy Juan Matilde est� tan lejos que ya hasta y han de creer que estoy bien muerto.
Quesque si muy enamorado y ching�n pa`a las mujeres, y pos s�, es la verdad, bueno pa`las cabronas, pero eso ya fue de otro tiempo, de esos cabrones ayeres que nos persiguen sin sosiego.
Hoy nom�s soy de Encarnaci�n, desta india que nadie quiere, de esta mujer que me regalaron pa`completar el pago por irles a matar a ese ful�no que les estorbaba, si Encarnaci�n, eres mi mujer, la verdadera. Esto que siento por ust� nunca lo hab�a sentido y yo s�, algo dentrito de m� me lo dice, questas casas son las que no duran, aunque parezcan eternas. Quererla a ust� es llenarse de miedo, aunque yo de miedos no tengo ya recuerdos, perderla a ust�, Encarnaci�n, eso s� que me trai revuelta la barriga.
�Juan Matilde, vengo a matarte! �Voy a contar hasta �nde s� contar y voy a entrar por ti! �Por que t� ya no tienes huevos!.
Juan Matilde volte� de nuevo hacia la gotera y vio como la veladora parpadeaba en el techo, como si quisiera decirle algo. �Mariposas de fuego� � pens�-. As� le dec�a su hermana Juliana a las veladoras. F�jense- les dec�a a �l y a su hermano El�as- c�mo hay una luz que se ve y otra que no, la que no se ve es de las sombras, es la que hace que todo se mueva, sin las sombras no hay fuego ni luz; la mariposa de la sombra nunca se ve porque no quiere ser vista, pero el que la quiere ver la ve. Yo la veo. La mariposa de la noche, la del fuego nuevo, �sa soy yo. �Se los dec�a con tan queda voz que parec�a que brotaba del silencio y no de la boca de Juliana. La llama de la veladora sigui� danzando intermitentemente, y Juan se concentr� en las sombras. �Somos uno con las sombras, la luz nos arranca el coraz�n � pens�- la luz es la que nos mata pa` conocer la sombra, ser�a bueno no salirme de la sombra pa` que la luz nom�s no me halle��
�Juan Matilde! �Voy por ti hijo de la chingada!. �C�llate voz � pens� Juan- ya est�s muerto, ya no te quejes, acost�mbrate a las sombras, deja de rasgu�ar las tripas a la luz, ella ya te cag�, ya te est�s pudriendo en las tinieblas.
�D�jame de chingar!.
�Juan Matilde! �Aqu� chingaste a tu madre, cabr�n!.
Encarnaci�n se despert� de un solo golpe.
�Juan! � grito asustada-
Juan se volvi� a mirarla.
-Vienen por ust�- dijo la mujer con los ojos desorbitados, como si a�n mirara la escena.
-no viene naiden mujer, ande, du�rmase.
-los vi, los mir� de cerquita, los o�. Vienen por la barranca, son muchos.
-Ande du�rmase Encarnaci�n - y la acarici�-
-No mi se�or, me lo van a matar.
-Muchas veces me han matado, y si me matan, pos qu� le hace.
Sepa ust� que ha sido mi vida. Ande, du�rmase. Juan la acarici� suavemente y la mujer se quedo en silencio, oliendo a su hombre, mirando sobre su pecho, oyendo la lluvia. Juan volvi� a mirar la gotera y a reencontrarse con los esperpentos provocados por el vaiv�n tembloroso de la veladora.
Pero pasado un instante, la veladora se apag� y Juan sinti� que un fr�o le nac�a en el pecho y se le iba por todo el cuerpo, para acomod�rsele en la cabeza. Juan escuch� las gotas en el piso de tierra, como si el cielo de su casa se desangrara.
�Cuando uno ve, poco escucha, escuchar es de las sombras, la luz nos enga�a� � pens�- Tengo fr�o �dijo la mujer- y Juan Matilde se estremeci� al escucharla.
�Yo tambi�n mujer� � quiso decir Juan, pero se qued� callado, sintiendo su cuerpo helado y supo que la mujer ten�a ese fr�o por estar tan cerca de �l.
- �Juan Matilde! �Cont�stame desgraciado! �No te escondas entre las faldas de esa india tunera!
�Pinche cobarde! �O sales o voy por ti!
-Tengo fr�o � repiti� la mujer.
Ande, du�rmase, es el fr�o de la madrugada.
�y ust� por que no se duerme?.
- ya ve que a m� me da por pensar.
-ande no piense, queste fr�o ha de ser por sus pensares.
Juan sonri� para s�, la abraz� y cerr� sus ojos a la par que Encarnaci�n.
Afuera la lluvia segu�a cayendo y callando los gritos de aquel hombre.


Revueltas para esp�ritus revoltosos
Edici�n Especial
Revoltosos somos y en Revueltas Andamos.

MARIPOSAS DE FUEGO

(Poema inspirado en el cuento �Mariposas de la Sombra�)
por : Ranchito (Carlos Gonz�lez)

Mariposas de alas rotas
Mira mi hambre tiene sed
Quiero sentir el miedo que siento
Me gusta morir por ti
Para volver a nacer en ti.

Mariposa, coraz�n de fuego
Escucha los gritos
Que son los gritos de la muerte
Que viene por m�
Duerme
Y si quieres so�ar, sue�a
Al cabo y que.

Mariposa del silencio
Por tu zumbido me he dado cuenta
Que nunca he estado solo
Me has estado esperando
Con tus alas abiertas
En el tiempo
Con el viento.

Mariposa inquieta
Llevame a volar contigo
A nada le tengo miedo
Ni a caer de entre tus alas
Dice dios
Hijo m�o,
Para eso tienes patas.
Mariposa de las sombras dime tu nombre
Y curar� tus ansias de besos
Si�nteme en tu rededor
Dibujando lo que siento
Para ponerlo en tus colores.

Mariposa noct�mbula
Mira mis ojos
Que piden que duermas
Antes de que se apague la lluvia
Y la lluvia ya no quiera
Apagar mis miedos.


Ranchito.


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� 2000 Eduardo Rodriguez Esparza


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