Dord, editado por Gente de M�xico, 2002. Celestia.

Dedicatorias:

Anita, luz de mi ser.
Lidia, Vitalina, Jesusa: Nanas c�smicas.
Nora, compa�era.
Juan Honorio Andrade Torres.
Enrique Honorat.
Rodolfo Bucio.
Jos� Luis Fern�ndez Ledesma.
Julio Sandoval.
Octavio Blu Pati�o.
Juan Wolsgan (Wolfgang) Cruz.
Tzara.
Lieto.
Y tu m� querido Se�or Jansisa.

Sin ustedes esta muerte no sabr�a a tanta vida.


A Giel, compa�erito de mi alma.




��Qu� cosas puede so�ar un ni�o encerrado? Todo. Aunque ese todo fuese poco o nada para muchos. So�ar fue mi m�s grande descubrimiento desde ni�o. Saber que se sue�a, que somos capaces de entrar en esa onirioteca, �o c�mo llamarle? �Biblioteca? Mundo infinito de im�genes, de historias, de composiciones y descomposiciones org�nicas del universo. Darse cuenta del so�ar es como si un ciego recuperase de pronto la vista y conociese lo que es mirar: no s� si �l amar�a el encanto de mirar como yo am� ese encanto del so�ar. Estar donde no se est�. Entrar donde no se ha entrado. A cielos e infiernos; a vidas de otros, entender sus alegr�as y dolores; a tiempos remotos como le�dos en plasmas exactos con ojos de plasma tambi�n y con memoria lum�nica. Entrar en la vida y en su hermana la muerte. Estar vivos m�s all� de la muerte. En los sue�os la muerte no existe por lo tanto tampoco aqu�. Nadie ha muerto, como dir�a el abuelo, todos seguimos aqu�.�



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� 2000 Eduardo Rodriguez Esparza


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