El Verdadero Guerrero 


Un guerrero legendario que había ganado muchas batallas contra tiranos y malhechores se retiró y se convirtió en un profeta que se dedicaba a predicar la paz. 
Los amigos y los desconocidos que le admiraban sufrieron una gran decepción y le tacharon de cobarde, de hipócrita y de loco entre otras cosas. 

Incluso para su propia familia aquello suponía una deshonra. Pero el profeta hizo caso omiso y siguió su camino, que le llevó a peregrinar por varios reinos. 

Un buen día se cruzó con un joven guerrero que había crecido admirando al ex-guerrero y sus batallas y tratando de imitarlo, convirtiéndose en un buen luchador. El joven le reconoció y, entusiasmado, le pidió que le contara algunas de sus más prodigiosas hazañas. El profeta le dijo: 

-Te contaré la mas grande y heróica de mis batallas. Un buen día un temible y poderoso enemigo que hacía tiempo que me perseguía me dio alcance y me desafió en combate. He de confesar que sentí miedo, mucho más miedo que en cualquiera de mis más osadas batallas. 

"Aquel era el más poderoso contrincante con el que me había enfrentado nunca. Pero me armé de valor y decidí luchar contra él. Aquella fue la batalla más dura y larga de toda mi vida. 

El profeta dejó de hablar, y el joven guerrero, expectante e impaciente, preguntó: -Bueno. ¿Pero qué pasó? 

-Que me hice profeta. 

-No entiendo, - balbuceó el joven desconcerrtado. -¿Venciste la batalla o fuiste derrotado? 

-Gané, si. 

-¿Y quién era aquel al que derrotaste? p;

-Yo mismo, - respondió el profeta. 
El joven no entendía nada. Miró al profeta con ojos interrogantes y éste le dijo sonriendo bondadosamente: -Es cierto que antaño luché contra guerreros y reyes malévolos para salvar a otros y los maté, pero mis manos estaban manchadas de sangre. 

Al segar sus vidas me puse a su nivel y me convertí por tanto, como ellos, en un asesino. 

-¿Es que acaso hay otra forma de librar al mundo de la maldad que destruyéndola? ¿No es combatiendo a los villanos como uno se convierte en un héroe? 

El profeta sonrió burlonamente y a continuación dijo: - Se puede combatir al enemigo sin derramar sangre. Yo sigo combatiendo, pero de forma pacífica e inteligente, usando la mente y las palabras. 

El joven se quedó pensativo. El profeta añadió: 

- No es más valiente el que se enfrenta y llucha contra el mal que hay en los demás, sino el que se enfrenta y lucha cada día contra el mal que hay en sí mismo, gane o pierda la batalla. El primer paso es aceptarlo; luego buscar su origen. Después deshacerlo con la luz del conocimiento y la comprensión, y finalmente aprender de la experiencia. 

A raíz de aquella conversación, el joven se replanteó sus ideas y, en lugar de luchar contra la maldad de los demás, se dedicó a luchar contra su propia maldad. 

De esta forma, se convirtió en un rey justo y bueno que se dedicó a liberar sus batallas contra sus enemigos desde la paz, la justicia y la disciplina, y no desde la muerte.

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