La Lechuza 


Llega una extranjera a trabajar en nuestro país y se muda aquí. Le comenta a una compañera de trabajo sobre lo sola que se siente al llegar a su casa. A pesar de tener televisor, radio, vhs, teléfono y todo lo que se puede tener en la casa para “supuestamente” no sentirse solo, ella se sentía muy sola. 
La compañera le recomienda comprar una cotorra, como ustedes saben la cotorra es un ave parlanchina. 

Tomando como válida la sugerencia, la Sra. extranjera se dirige a uno de estos lugares donde venden aves. Le pide al dependiente una cotorra y alimento para un mes. El dependiente factura y cobra la cotorra, le indica a la sra. de donde tomar la jaula de la cotorra. La Sra. se dirige a ese espacio y en vez de tomar la cotorra, toma la jaula de una lechuza, el dependiente en ese momento estaba atendiendo a otro cliente y no se da cuenta del error. 

La Sra. se va hasta su casa con su lechuza (para ella una cotorra) y pasa un mes. Va a la tienda donde le vendieron el animal para comprar alimento. El dependiente que recuerda a la sra. le pregunta. 

- Como le ha ido con su cotorra?
- Muy bien le responde la sra.
- Y ya habla? –pregunta el dependiente--
- a lo que la sra. responde:
- No, no habla, pero cuando le hablo mee pone una atención que usted no imagina. 

Las lechuzas cuando escuchan algún sonido abren sus ojos bastante. Esto se debe a que sus oidos están justamente al lado de los ojos y tienen que abrir grandemente los ojos para también abrir sus oidos que normalmente están tapados como si fueran ojos de gallina. 

La moraleja de esta historia es la siguiente:
Los seres humanos en muchas ocasiones no queremos conversar, más que escuchar a otros hablar, queremos sentirnos escuchados.

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