Martes 5 de julio de 2005
Un buen samaritano de izquierda dice hoy: "mi historia política,
principios y congruencia, con Cárdenas; mi corazón y utopía, con los
zapatistas; la posibilidad de ganar, con López Obrador".
El problema para el buen samaritano es que estas tres expresiones no tienden
a la unidad ni a la confluencia, sino a la contradicción. Es el resultado de
viejos y nuevos errores, de la negación a reconocerlos, de los límites del
pragmatismo y de la pulverización de la izquierda mexicana.
El elector progresista, de tendencias de izquierda, quisiera y reclama, como
el buen samaritano, que todos se unieran y unificaran su voto. Sin embargo, hoy
la situación para el buen samaritano de izquierda es más difícil, pues el
contenido del voto está en crisis y no existe posibilidad de integrar una
visión unitaria de las izquierdas como en 1988.
Tres son los componentes de la perspectiva que involucra a sectores de
izquierda, tres:
Uno: la del lopezobradorismo que el 24 de abril consumó su ruptura con el
movimiento que le dio origen, cortando con la raíz de 88 y quedando solo, como
rama a los vientos. Imperceptible, pero importante, es la utilización del
espacio de la izquierda en el espectro electoral, pero en un giro decidido
hacia la derecha en la composición de su dirección, sus alianzas estratégicas y
el contenido de su propuesta. El lopezobradorismo es la experiencia brasileña
antes del poder. Esta expresión, con rasgos autoritarios, vertical, de pequeñas
metas y doble discurso, alianzas turbias y confuso programa, tiene como
principal patrimonio las encuestas y la evolución del voto útil al voto
"por el menos peor". El lopezobradorsimo en su alianza con el
camachismo y el zedillismo unifica al PRI en torno a Roberto Madrazo.
Dos: con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona hay un lazo fundamental
con la primera: marchar hacia la capital y enfrentar la realidad del país. Con
la sexta declaración hay una definición y un reconocimiento al riesgo que
significa la política: el riesgo de unificar y establecer alianzas sin
intermediaciones. Hay una definición latinoamericanista clara que da
pertenencia como parte de las luchas continentales del sur y se deslinda de
todos los partidos que aceptaron ya ser parte de América del Norte. En la sexta
declaración hay una ruptura con las corrientes anarquistas mundiales que
conectaron al zapatismo no con las luchas de los de abajo, sino con las
visiones más reduccionistas y marginales. Tras la sexta declaración habrá una
referencia que agrupe a sectores sociales y de la izquierda. Su presencia es
una visión de largo plazo, más allá de 2006 y, por tanto, difiere de que toda la suerte de las luchas sociales y políticas
esté determinada por las próximas elecciones. Hacer campaña en el país, sin
rematar en la disyuntiva del "menos peor", será desde el debate una
contribución. El zapatismo será semilla en la realidad actual y muchos irán a
regarla para que germine.
Tres: en torno al cardenismo; su fuerza son sus raíces. Con una concepción
del Estado mexicano, de la economía y la soberanía se mantiene como referencia
y confiabilidad para sectores progresistas, democráticos y de izquierda. El
cardenismo, en su táctica y expresiones, nunca ha sido estridente, lo cual
ahora, bajo la táctica de las formas conflictivas, ha sido presentado como
defecto y "haberse rajado en 88". En el contexto actual, marcado no
por el pensamiento ni el debate de alternativas, sino por el escándalo, el
formato de espots y el consumo, tanto el lopezobradorismo como el zapatismo se
han deslindado de esta fuerza que fue solidaria en los momentos determinantes
de la insurrección con los primeros y significó el origen de los segundos.
El cardenismo sin campaña es una corriente ideológica y política éticamente
estable. Hizo avanzar en la idea del poder a la izquierda y unió los lazos de
su concepción nacionalista con las luchas sociales de la izquierda marxista,
con congruencia. Cárdenas no cambió, la izquierda sí. El cardenismo no hace recordar
al maderismo, sino el cumplimiento de los compromisos sociales y
constitucionales. Es combatido porque políticamente es posible. No sólo es
factor contra la desunión en la izquierda, sino factor real e histórico de
reconciliación nacional, integrar mayoría política y unificar en torno a un
programa de reformas verdaderas. Su debilidad fue confiar y confundir a leales
con cortesanos. El cardenismo tiene, gracias a sus orígenes, una visión más
allá de 2006 y alianzas profundas, como sus raíces. A diferencia de las otras
referencias, el cardenismo habla con todos, divide al PRI y deja sin sustento
la oferta del cambio panista. El cardenismo es el compromiso del cambio y la
modernización del país desde abajo y con todos.
El lopezobradorismo y el zapatismo subestiman incorrectamente la fuerza
electoral y la importancia del cardenismo; de su deslinde se obstruyen ellos
mismos.
Estas tres referencias de hoy no tienden a la unidad; ¿cómo resolverá el
buen samaritano de izquierda su voto?