Privatización, Reforma en el ISSSTE y Depauperación de la Clase Trabajadora.

Por José Luis González Glez.

 

Como parte del famoso proceso de “reformas estructurales”  “para hacer más competitivo al país”, los diputados y senadores acaban de aprobar una nueva ley para normar las relaciones obrero-patronales en el ISSSTE, situación que afecta a los trabajadores al servicio del  Estado como profesores, doctores, enfermeras, burócratas, etc.

 

Con la reforma los trabajadores perderán su derecho a una pensión para que en su lugar se contrate un servicio de ahorro para el retiro. Se extienden además los periodos de la vida laboral eliminando los años de servicio y extendiendo la edad e jubilación hasta por más de los 60 años. Dicha reforma es toda una obra de reingeniería para adecuar las leyes laborales a las exigencias del futuro mercado, donde –de hacerse realidad los objetivos capitalistas- no existirán más los trabajadores de por vida, por lo que no serán más necesarios los derechos de antigüedad, ya que los contratos temporales en una oferta abundante de fuerza de trabajo y una gran simplificación tecnológica, serán la norma. Las denuncias en contra de las empresas “outsourcing” que hacen contrataciones indirectas violando la constitución serán cosa de risa en unos años

 

En esta reforma el régimen se deslinda totalmente de la línea histórica de la revolución mexicana desmantelando de facto al “Estado Benefactor” y sin rasgarnos las vestiduras, los hechos muestran un profundo cambio reaccionario en las relaciones sociales de producción –con ayuda por supuesto de más policías, mejor armamento y herramientas legales y el ejercito en las calles. Los beneficios se cargan a favor del capital no para generar una mayor riqueza social, sino precisamente en su detrimento y en detrimento directo de la fuerza de trabajo viva, de la humanidad, de la naturaleza y del espíritu libre.

 

El capital en manos de grandes consorcios trasnacionales ha llegado a su límite histórico y hoy, hablando estrictamente desde el punto de vista del trabajo no se genera y acumula riqueza, sino que solo se concentra y centraliza por medio de un proceso de destrucción de valores en distintos niveles que van de la destrucción de “usos y costumbres” en los pueblos indígenas a la guerra de devastación directa como la adoptada en el medio oriente por Israel, Estados Unidos y los potencias europeas. Este absolutismo económico se muestra en el mundo del trabajo como una perdida permanente de recursos y de la administración de los mismos. Paulatinamente, el trabajador pierden derechos, se incrementa la extensión e intensidad de su jornada laboral y paga cada vez más de su salario los impuestos y luego por partida doble los servicios que antes estaba obligado a darle el Estado.

 

La operación matemática es sencilla –más tiempo de trabajo y más costos de subsistencia para el trabajador, menos costos laborales para la burguesía y el Estado- pero sus implicaciones son complejas: La famosa competitividad es más explotación y la ansiada “atracción de capitales” es una vulgar abdicación que oculta la quiebra de las burguesías locales, quienes no dudan premiados como “funcionarios públicos” en ir a “vender” pedazos de patria.

 

Cuando quienes aún preservan algunos de los derechos ya mutilados se jubilen el seguro social será totalmente diferente, será una opción más en el mercado –la más barata y básica como el nefasto seguro popular. De tal forma que el jubilado tendrá que comprar un seguro privado con los ahorros depositado en las llamadas AFORES. Por supuesto las AFORES no son gratuitas, ni mucho menos hermanas de la caridad, sino banqueros y especuladores que cobran una comisión por administrar  a su arbitrio el dinero de los trabajadores. De esto se desprende que tampoco es seguro entonces que le devuelvan al trabajador lo ahorrado, pues el capital se pone en riesgo y se corre por supuesto el riesgo de perder los ahorros en la especulación financiera. Esto no solo es una posibilidad, sino el único destino posible de los ahorros de los trabajadores en el nuevo sistema financiero global adoptado con las reformas.

 

La argumentación del gobierno y de burócratas de la academia de que se salva a la nación de una gran crisis financiera a futuro no es más que una gran hipocresía que legitima el interés del Estado en favor del capital. El trabajador se ve obligado a pagar cada vez con más impuestos las deudas mega-millonarias de la burguesía como en el FOBAPROA o los salarios insultantes de funcionarios públicos, pero no tiene derecho siquiera a la vejez, pues ya no es considerado útil para obtener de él una ganancia. Es una gran hipocresía también porque quienes apoyaron en su momento el FOBAPROA política y mediáticamente, son quienes ahora escatiman recursos para la vejez de los trabajadores al estilo de los “cuenta chiles”.

 

El hecho, repito, es histórico porque se transforman completamente las relaciones sociales de producción. Sin embargo tales hechos son hechos esencialmente subjetivos. Carlos Marx conceptualizó precisamente al recurso utilizado para pagar los salarios como capital variable por que su valor depende de la subjetividad combativa de la clase trabajadora en la lucha de clases. Depende de su voluntad de aceptar o no las nuevas y leoninas condiciones.

 

6 de junio de 2007

 

 

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