Domingo 18 de septiembre de 2005
Lamento no poder asistir a la última reunión preparatoria de la otra
campaña y, por lo tanto, perderme las especiales deferencias que, dicen, se
brindarán a quienes, como yo, somos de talla generosa. De todos modos mando por
este medio mi intervención que, leída, no supera los cinco minutos, aceptando,
a pesar de eso, que pueda ser abucheada. Reitero que lo fundamental no deben
ser los "peros" al tiempo y al modo en que se proclamó esa otra
campaña, aunque haya un buen margen para las críticas, entre otras cosas a
los epítetos y abucheos a la gente que practica honestamente la "bigamia
política" y apoya simultáneamente a los zapatistas y al candidato del PRD.
Es que no se puede reducir el zapatismo al protagonismo de Marcos (lo
que cuenta es el apoyo indígena a la otra campaña y el comienzo de una
importante apertura política) y lo fundamental es darle cuerpo y forma a la
política de izquierda y anticapitalista que el EZLN ha decidido seguir,
discutiendo fundamentalmente cómo, con quién y con cuáles objetivos inmediatos
y mediatos llevar a cabo esa campaña y qué composición y cuáles fines podría
tener el plan de lucha implícito en los esfuerzos del diálogo nacional y en el
Programa de Querétaro. Como decía Perón, que era un vivillo pero no un tonto,
"mejor que decir es hacer".
Creo en primer lugar que, a pesar de su nombre, que hace referencia a la
campaña electoral, la otra campaña debe hacer abstracción de las
elecciones y centrar su acción sobre los problemas que los candidatos y sus
programas ignoran y formar parte de la organización del plan de lucha, con el
Programa de Querétaro como bandera (perfeccionado, si se quiere, de común
acuerdo con los aliados). Votar, no votar y por quién votar debe ser una
decisión individual, en el momento de apertura de las urnas, de quienes, junto
a los zapatistas y otras fuerzas de izquierda y anticapitalistas, participen en
la otra campaña, y el centro de ésta no debe ser el combate contra
ninguna candidatura sino la autorganización independiente de cada pueblo, cada
barrio, cada región, para que los que hoy son sólo clientela electoral puedan
imponer sus decisiones o exigir, con su fuerza organizada, que las promesas de
los salvadores se cumplan. El zapatismo no puede reducirse, por lo tanto, a
salir para escuchar propuestas sino que debe elaborar conjuntamente medidas
concretas de lucha o de propaganda para ésta con aliados que respondan a
principios compartidos por todos. Como no hay un solo México sino que existen
muchos, dadas las diferencias étnicas, sociales, culturales, económicas entre
las diferentes regiones, no es posible querer imponer a todos, metiéndolos en
un solo molde, ni formas organizativas ni precedencias en los objetivos
comunes, y las alianzas deben por eso ser también locales, con las fuerzas
organizadas o "silvestres", para hacer un censo de las necesidades
también locales, darles la prioridad que les dan sus habitantes y buscar soluciones
territoriales y regionales en el contexto de las luchas por los grandes
problemas nacionales, que serán la base, como en el Programa de Querétaro, para
las alianzas en el ámbito nacional.
Es evidente que la lucha, "hoy, hoy, hoy", por un México que no
deprede los recursos naturales, donde impere el estado de derecho, donde la
justicia merezca ese nombre, donde no hayan más miseria, ignorancia,
enfermedades curables, discriminación salvaje contra las mujeres y gigantescas
desigualdades sociales, de un México con una democracia radical y con una
Constitución progresista propia de un país soberano (y conste que no hablo del
México socialista por el cual lucho, sino solamente y ahora, de lo
inmediatamente posible), no incorporará sólo al puñado de anticapitalistas conscientes
que todavía sobreviven en nuestro territorio. Zapatistas que no están sólo en
el EZLN se unirán en las luchas como se unen ya en los movimientos sociales en
torno de objetivos comunes. No se puede requerir un análisis de sangre a nadie
para certificar su pureza política (¿quién podría juzgarla, con las tradiciones
de la izquierda?), y hay que caminar junto al que quiera seguir la otra
campaña aunque sólo sea cien metros. No es necesario ser del EZLN para
luchar contra el Plan Puebla-Panamá (algunos de los peores puntos de éste, dice
López Obrador que los llevará a la práctica en contra de los pueblos del
istmo), para luchar por agua para los campesinos y los pobres urbanos, no
solamente para la industria o los ricos, para combatir contra lo que impulsa a
emigrar y deshace enteras etnias y regiones, para imponer los derechos de los
indígenas, el fin del feminicidio y de la discriminación contra las
mujeres, incluso en las comunidades indígenas, para preservar el ambiente, para
mantener bajo propiedad estatal los recursos fundamentales para el desarrollo
nacional, para acabar con la violencia del aparato estatal (y con la imposición
charril en los sindicatos), por una educación gratuita, laica y avanzada
para todos. Todo aquel que comparta estos objetivos es un aliado, aunque sea
militante de un partido con registro. Y un frente nacional social para
organizar la campaña y las acciones (paros, manifestaciones, declaraciones,
propaganda oral) que de ella se desprendan por fuerza debe construirse con las
organizaciones y direcciones tales como son hoy, esperando que la acción misma
y la discusión las mejoren.