IDENTIDAD Y CULTURA
NACIONAL
Los individuos y los
pueblos crean el concepto de identidad para mirarse en el espejo, para
comprobarse así mismos la existencia de su conciencia por medio de su historia,
para vigilar, por así decirlo, su proceso cultural de humanización y
sublimación por encima del salvajismo.
De lo anterior se desprende que un
individuo, un pueblo sin identidad, sin historia, se mantiene en un estado de
salvajismo, no crea lo que se llama propiamente una cultura. Es decir no crea
formas de expresión para mantener un proyecto propio de superación y
mejoramiento de las condiciones de vida, de la calidad de vida de un individuo
y/o pueblo digno de llamarse humano. Las naciones sin historia ya sea las que
sucumben ante otras más beligerantes o enérgicas o las que se asumen como la
representación social eterna al estilo positivista, o según Webber
como “tipo ideal”, tienden a desaparecer o a ser sojuzgasdas
y dominadas por estados autoritarios.
Es decir, los individuos y los
pueblos tienen identidad porque son resultado de una historia conciente, Esa
identidad se comprueba día a día en el enriquecimiento de su ser (no
necesariamente teniendo más dinero o posesiones), dándole un curso a su
historia. ¿Hacia donde va la historia de los pueblos, hacia donde han dirigido
sus esfuerzos los pueblos y los
individuos del mundo? La respuesta a esta pregunta tiene una diversidad de
particularidades de acuerdo a los ideales nacidos por las condiciones
materiales en que han sufrido explotación los pueblos, de acuerdo a las
necesidades de una elite en el poder que se justifica a si misma por medio de
sus mitos y sus símbolos representativos de su conciencia.
Ahora bien, el desarrollo del
capitalismo en imperialismo han debilitado las barreras políticas nacionales y
se han supeditado principios fundamentales de las naciones en aras de lo que
hoy se conoce con el nombre de moda de la “globalización”. Aunque no es la
primera vez en la historia de la humanidad que una potencia imperialista rompe
todas las barreras políticas nacionales de otro u otros estados, si es la
primera vez que un modelo social amenaza con borrar del mapa incluso las
culturas que enarbolan valores diferentes, borrar del mapa - si en un “bizco”
lo considerá necesario el “Big-brother” Bush, todas las naciones
y todo rastro de vida en el planeta. Es por ello importante preguntarnos hoy,
qué identidad, qué cultura alternativa nos proponen las actuales elites en el
poder a cambio de abandonar, tal y como lo pretenden, una importantísima parte
de nuestra historia y nuestros valores.
La creación de cultura es el TRABAJO
heredado por generaciones, un valor sumamente abstracto, sin el cual sería
imposible explicar los avances más actuales en tecnología de todo tipo. La
calidad del trabajo es expresión de los rasgos humanizadotes. El trabajo
humaniza creando cultura. El trabajo enajena cuando esa cultura no enriquece al
ser humano, cuando lo destruye y destruye su habitat.
Es está otra razón de peso para valorar el “mundo feliz” que nos propone Mr. Bush y sus corifeos de la
excelencia y la calidad, regidos bajo la dictadura del número, del equilibrio,
de la estadística y de la guerra contra los (¿pueblos?) terroristas.
En la era moderna, la capacidad del
trabajo mecanizado y cibernético, toda aquella historia legendaria sobre la
capacidad de ciertos pueblos se van devaluando. El individuo se ve
esclavizado por el tiempo que le impide
reemprender su vida verdaderamente productiva y el tiempo que ahorra la
capacidad técnica moderna es ocupado por actividades sin identidad y sin
sentido en la medida en que se van adoptando las normas y clichés de lo que se
llama hoy mercado.
Los pueblos, las naciones, depositan
en el arte, las leyes y los símbolos las más altas cualidades o las cualidades
dominantes que como pueblo se han venido forjando.
México es pues heredero de
monstruosas culturas, de exquisitas y salvajes formas de trabajo que la marcan
indefectiblemente desde el esclavismo judío, pasando por el cristiano y su
posterior dominio sobre el poder y sobre el Estado feudal. En los últimos dos
siglos, la relación entre esté pueblo llamado Mexicano y la cultura oriental,
viene registrando cada vez mayor apertura, sobre todo, por el paralelismo
conceptual básico entre está y el sincretismo de las antiguas culturas
prehispánicas, quienes a su vez llevan en su seno el germen, las formas de
trabajo de las enormes culturas Olméca, Toltéca y Maya antiguo entre otras. Forjadoras de las
lenguas nahuatlaca y quechua.
La conquista, el intento abortado
por imponer valores culturales ajenos a la historia propia de nuestros pueblos,
más la lucha histórica contra el esclavismo y el feudalismo europeo, marcan la
lucha de un pueblo trabajador sojuzgado. Los guerreros míticos y los mitos de
liberación nutren las leyes que dan equilibrio al orden social de nuestro
pueblo. Hoy en la realidad, la posmodernidad,
neoliberal, el imperialismo monetario tiene el sueño húmedo de borrar el mapa
toda filosofía de justicia, toda historia de liberación, todo trabajo creador
de valor diferente al dinero, aunque este satisfaga las necesidades del ser
humano o responda a las necesidades espirituales de un pueblo. El capitalismo
moderno, la clase burguesa en el poder “global” –con sede en gringolandia- quiere y cada vez más tiene la necesidad de destruir
para hacer negocio, para acallar resistencias a sus voraces intereses.
Las leyes mexicanas son un ejemplo
de la racionalización de las luchas colectivas por una nación donde se
distribuya justamente el producto social. Contra la esclavitud, contra el
autoritarismo teológico católico y de cualquier otro tipo, contra el Estado
omnipotente y centífico porfirista,
por la libertad, la educación, la salud, la cultura, la vivienda y la vida
digna de los trabajadores. La inclusión de estos derechos básicos, así como el
derecho al disfrute colectivo de nuestros recursos naturales y los derechos de
petición, el amparo y el “inalienable derecho de alterar o modificar la forma
de su gobierno”, son básicos para entender la cultura nacional, quien no lográ entenderlo así, se opone a la milenaria historia que
da identidad a nuestro pueblo de trabajadores guerrer@s.
JLG