DESCUBRIENDO LO QUE SUCEDE DENTRO DE UNO MISMO.
Del mismo modo que para poder amar a otro es preciso poder amarse a sí mismo, para poder relacionarnos sexualmente con otro, también es preciso poder encontrar el placer sexual por sí mismo. Como podrá descubrir todo aquel que busca mejorar su sexualidad y/o superar su problemática sexual mediante un profundo compromiso interno, el primer descubrimiento importante es que el placer está en amarse a uno mismo, en hacer el amor con sí mismo.

No podemos prestar atención al movimiento interno de las sensaciones si tenemos que prestar atención a otra persona, salvo que consideremos a la otra persona como un objeto. Esta instancia es el problema más grave de nuestra cultura actual, que nos ha conducido a las más diversas afecciones en nuestra sexualidad: no solo no nos consideramos con derecho al placer, sino que al compartirlo con otros, no los consideramos como personas que también tienen sentimientos y buscan placer. Así pues, en este descubrimiento de nuestra humanidad, será posible reconocer no solo el propio cuerpo y el placer que nos procura, sino además sensibilizarnos para percibir nuestro propio movimiento interno de las sensaciones. Recién a partir de este conocimiento, nos resultará posible tener una mejor u óptima relación con otra u otras personas. Solamente la sexualidad personal puede llevarnos a la sexualidad social.

De hecho, nuestro aprendizaje sexual ha sucedido inevitablemente a través del autoerotismo, esto es, las prácticas sexuales individuales, que comunmente han sido prácticas solitarias. El placer que recibimos de las miradas, besos y caricias de nuestros padres, del chupar el alimento del pezón de nuestra madre, del roce de las ropas con nuestro cuerpo de bebé, comienzan a abrir nuestra sensibilidad al placer. Luego, cuando adquirimos una cierta movilidad voluntaria, somos capaces de ir reproduciendo las sensaciones placenteras primarias y de ampliar su variedad e intensidad. Es precisamente cuando comienzan a aparecer notoriamente los mecanismos condicionantes y represivos que habrán de influirnos en adelante.

Re-descubrir nuestra sexualidad implicará pues un ineludible nuevo pasaje por el autoerotismo, no solamente para desarraigar los condicionamientos que produjeron las alteraciones que buscamos superar, sino por sobre todo, para reencontrarnos con nuestra capacidad de sentir lo que realmente sentimos en lugar de lo que ‘debemos sentir’. Nuestra vitalidad y pasión depende de cuanto nosotros  abramos las puertas de la sexualidad, aquella que alguien en algún momento de nuestra historia personal, nos convenció o nos impuso cerrar.

Dado que la sexualidad comienza por la mente, el re-aprendizaje de la sexualidad comenzará obviamente por nuestra mente. La función básica de la mente es conocer, identificar, relacionar. La base de la sexualidad es el sentir. Logrando darnos cuenta de lo que sentimos, podremos identificarlo, y en todo caso, orientar nuestra actividad a repetir la experiencia, perfeccionándola para que produzca un aún mayor y más completo sentir.

Comenzaremos pues por sentir nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, nuestras puertas al placer. Lo necesario en este viaje de descubrimiento, es habitar nuestro interior, estar realmente allí. Creemos saber lo que encontraremos pues nos hemos acostumbrado a que este es nuestro cuerpo, que usamos  todos los días, sin apercibirnos que somos este cuerpo. Por esta costumbre, ya casi no le prestamos la debida atención, y necesitamos sensaciones dolorosas para darnos cuenta que tenemos hambre, lesiones, enfermedades, cansancio, o sed. La constante defensa de nosotros mismos ejercida en nuestra vida cotidiana, modifica nuestra percepción mínima a un umbral más alto, alterando nuestro grado de sensibilidad. Entonces una caricia, un acomodar nuestro cabello pasa a ser un hecho mecánico, sin conexión consciente con nuestra fuerza de vida.

Masturbación es un término técnico para designar las prácticas autoeróticas. No utilizamos aquí la palabra masturbación, precisamente en razón de la fría connotación de lo técnico de esa palabra, que puede conducirnos a considerar que lo autoerótico debe hacerse ‘sin habitarnos’, sin sentir, cuando en realidad el placer surge por el contacto consciente con nosotros mismos. Otra razón de peso, es que esa palabra es vulgarmente utilizada por quienes nos han inculcado las creencias erroneas que han generado nuestras alteraciones.

Saber que podemos llegar al placer del orgasmo por nosotros mismos, independientemente de otra persona, es un poderoso descubrimiento para nuestra vida. La erronea elaboración de la dependencia infantil conduce a ser un adulto dependiente; cualquier situación que signifique pérdida o fracaso implicará entonces que los demás tienen la culpa. Si en su lugar, aprendemos que podemos hacer las cosas dependiendo de nosotros mismos, solamente nosotros seremos los responsables de las cosas que no salen bien. Y como dependerá de nosotros, podremos cambiar, corregirnos, mejorarnos. Somos seres perfectos, y a la vez perfectibles. Nuestra vida no va a cambiar por encontrar a un príncipe azul o una princesa encantada, aun cuando el principe o la princesa dominen a la perfección las 64 artes del amor de las que hablan los textos hindues del tema.

El autoerotismo nos permite descubrir que el placer y el orgasmo no dependen de otra persona sino de uno mismo. Es uno quien entrega esa energía a otro por amor. Sin embargo es saludable no caer en el error de creer que el otro es un objeto con el cual es posible 'autoerotizarse', pues de ese modo no hay entrega, no hay un compartir de esa energía, y probablemente no exista amor real.
El sexo es un juego donde uno realmente gana cuando tiene la actitud de jugar, es decir, atentos, con la percepción interna completamente abierta, sabiendo donde estamos y lo que hacemos. Nadie puede -ni debe permitir- ser llevado a ninguna parte, a la que no sepa como ir por sí mismo.

UNA EJERCITACIÓN BÁSICA... Y PREVIA.
La plenitud del funcionamiento genital, como también el recuperar la potencia fisiológica, en muchísimos casos pasa por un ejercicio elemental, demasiadas veces descuidado. Se trata de ejercitar un músculo que forma la división izquierda y derecha de los glúteos. Llamamos a esta división con el nombre de ‘raya’, y en realidad es una serie de músculos que unen el coxis con el pubis. Su falta o exceso de tensión es causa de múltiples problemas: desde las hemorroides hasta la incontinencia urinaria.

El entrenamiento del músculo pubo-coxigeo -P.C.- es como el desarrollar cualquier otro músculo voluntario. Entrenar el P.C. implica realizar contracciones del mismo, como puede verse al querer detener la orina cuando se está orinando. Descubra cómo controlarlo cuando está orinando o defecando. Luego estará en condiciones de ejercitar la potencia de este músculo realizando rondas de 54 contracciones y relajaciones, que cómodamente puede realizar cuando se está duchando. Con ello, posteriormente el varón alcanzará el poder de detener la salida del semen; y para ambos sexos, obtendrán un modo de estimulación de su vitalidad de un modo que era desconocido.

LA PRACTICA AUTOEROTICA
Buscaremos entonces vivir dentro  de nosotros, sintiendo todo lo que sucede. Habitándonos podemos iniciar nuestro viaje, por ejemplo palpando amorosamente toda nuestra geografía. Sin prisas, dándonos tiempo para sentir las sensaciones que nos produce el tocar suavemente cada parte de nosotros mismos. recorremos nuestra piel desde la cabeza a los pies. Volvemos a hacerlo con un poco más de fuerza para lograr entrar más profundamente en los músculos, órganos y partes de nuestra anatomía.

No hay nada de pecaminoso en el tocarse. En realidad no existe nada que pueda llamarse pecado, algo que ofenda a ese Dios que supuestamente nos hizo con este cuerpo que es ‘a su imagen y semejanza’, pero no vamosa extendernos aquí en filosofías o creencias.

A lo largo de este recorido habremos de encontrar diferentes calidades de sensaciones: placenteras, dolorosas, una mezcla de ambas, o bien lugares donde encontramos que surge ansiedad -en estos puntos ansiosos trataremos de profundizar-. Procuramos recordar cada sensación y su correspondiente lugar de asentamiento.

Ahora, en un tercer recorrido, procuramos acariciar de diversas maneras aquellos lugares que hemos descubierto que producen placer. Nos detenemos largamente en esos lugares, permitiendo que el placer que sentimos se mantenga o incremente cada vez más, sin que esa sensación se focalize en un lugar único, sino experimentándolo con todo el cuerpo. Permitamos que la sensación placentera, si bien comienza estimulando un punto, pueda extenderse al resto del cuerpo. Si estamos trabajando en la zona genital, procuramos que no se concentre en nuestro genital, lo cual podría conducirnos a un orgasmo o descarga del exceso de tensión placentera, sino que, al aproximarnos al punto de orgasmo nos detenemos, o pasamos a estimular otro lugar, descansando la zona del estímulo anterior para lograr que la sensación placentera se difunda por el resto del cuerpo. Si no obstante, siente que necesita un orgasmo, téngalo: el piso no se abrirá haciéndole caer al infierno. Sumérjase en las olas de placer que liberan a su cuerpo de las tensiones. Sienta profundamente la descarga, y luego de unos minutos de relajación, recomienze su exploración.

El objetivo de darnos placer es sentir ese placer y no tener un orgasmo. El orgasmo nos anestesia durante un cierto período de tiempo, no permite continuar sintiendo la carga de energía placentera, y sin embargo en algún momento resultará importante tenerlo para darnos cuenta de lo que se trata. El orgasmo sucede cuando el placer ha alcanzado un nivel que nuestro cuerpo ya no sabe ni puede soportar. En realidad es posible soportar niveles de placer mucho más intensos, pero no tenemos ni la costumbre, ni hemos superado el temor a ‘estallar’de placer. Hemos perdido o desaprendido tal potencialidad.

Continuamos pues con la estimulación, recobrando todos y cada uno de los placeres que están guardados en todo nuestro cuerpo. Repasamos aquellos puntos que en un principio nos habían resultado no placenteros, y probablemente encontraremos que ya no nos resultan tan desagradables. Con una práctica continuada en el tiempo, podremos incluso llegar a sanar el dolor guardado en el cuerpo. Utilize todos los recursos que se le ocurran o que sucedan en su fantasía: músicas, perfumes, aceites corporales, fotos y/o películas, en el comedor, en la bañera, frente a un espejo, al aire libre, a solas. Descubra sus puntos de placer, las formas de estimularlos, lo que siente al amar el placer de su propio cuerpo. Descubra también el Punto de No Retorno, momento ese donde si continúa estimulando su placer terminará en orgasmo. Aprenda a llegar hasta allí y detenerse, observando como el placer se acumula en su interior, quedando más accesible en cuanto lo ‘llame’.

En este observar, se pasará seguramente del Punto de No Retorno y tendrá un orgasmo. Disfrútelo. Siéntalo profundamente. Descubra lo que sucede con su placer, cómo queda su cuerpo, su energía, su sensibilidad. Mírese al espejo y vea como lucen sus ojos, su piel, su tensión muscular, sus movimientos. Admírese y disfrute del placer que siente: usted mismo lo provoca. Sienta como caen los obstáculos internos que le impedían sentir más placer, sienta derrumbarse el mito de que el placer depende de la otra persona con quien usted sostiene encuentros sexuales: el placer es suyo, es lo que cada uno siente dentro de sí, incluso estando acompañados. Ahora ya está preparado para cultivar con su pareja el arte de Cabalgar la Ola.

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