Homilética
DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
( Ciclo B )
Este es un servicio que
ofrece la Renovación Carismática a los Sacerdotes y a todas las personas
que se dedican al servicio del Señor.
Primera Lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel 2, 2-5
En aquellos días:
Un espíritu entró en mí como se me había dicho y me hizo ponerme en pie; y oí a
Aquel que me hablaba. Y me dijo: 'Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas,
a la nación de los rebeldes, que se han rebelado contra mí. Ellos y sus padres
han pecado contra Mí, hasta este mismo día. Los hijos tienen la cabeza dura y el
corazón empedernido; hacia ellos te envío para decirles: 'Así habla el Señor'. Y
ellos, escuchen o no escuchen, ya que son una casa de rebeldía, sabrán que hay
un profeta en medio de ellos'.
Palabra de Dios.
Salmo 122, 1-2a. 2bcd.
3-4 (R: 2cd)
R.
Nuestros ojos miran al Señor, hasta que se
apiade de nosotros.
Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor.
R.
Como los ojos de la servidora
están en las manos de su dueña
así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios,
hasta que se apiade de nosotros. R.
¡Ten piedad, Señor,
ten piedad de nosotros,
porque estamos hartos de desprecios!
Nuestra alma está saturada
de la burla de los arrogantes,
del desprecio de los orgullosos. R.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto
12, 7-10
Hermanos:
Para que no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de
Satanás que me hiere.
Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: 'Te basta mi
gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad'.
Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el
poder de cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en
las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de
Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6a
En aquel tiempo:
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado,
comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba
asombrada y decía: '¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es ésa que le ha
sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el
carpintero, el hijo de María, pariente de Santiago, de José, de Judas y de
Simón? ¿Y sus parientas no viven aquí entre nosotros?' Y Jesús era para ellos
motivo de escándalo.
Por eso les dijo: 'Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su
familia y en su casa'. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a
unos pocos enfermos a los que curó imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de
su falta de fe.
Palabra del Señor.
JESÚS EN
NAZARET: SU FRACASO
ENTRE SUS PAISANOS
1.— ¿Por
qué razón dice el evangelista estas parábolas? —Porque aun tenía que decir otras
más. — ¿Por qué el Señor cambia de lugar? —Porque quería sembrar por todas
partes su doctrina. Y, viniendo a su propia patria, les enseñaba en la
sinagoga. — ¿A qué pueblo llama ahora el evangelista patria de Jesús? —A mi
parecer, a Nazaret, pues allí dice—no hizo muchos milagros, y en Cafarnaún sí
que los hizo. De ahí que Él mismo dijera: Y tú, Cafarnaún, que te has levantado
hasta el cielo, tú serás abatida hasta el infierno; porque si en Sodoma se
hubieran hecho los milagros que en ti se han realizado, Sodoma estaría en pie
hasta el día de hoy. Viniendo, pues, allí, se abstuvo de obrar milagros, a fin
de no encender más la envidia y tenerlos que condenar más duramente por su
incredulidad, que así hubiera aumentado. Sí, en cambio, les expone su doctrina,
que no era menos maravillosa que sus milagros. Porque aquellos insensatos—unos
completos insensatos—, cuando debieran admirarle y pasmarse de la virtud de sus
palabras, hacen lo contrario, que es vilipendiarle por la humildad del que
pasaba por padre suyo. Y, sin embargo, muchos ejemplos tenían en lo antiguo de
hijos ilustres nacidos de padres oscuros. Así, David, hijo fue de Jesse, que no
pasaba de humilde labrador, y Amós lo fue de un cabrero, y cabrero él mismo; y
Moisés, el famoso legislador, tuvo un padre muy inferior a lo que él mismo era.
Más bien, pues, debieran haber admirado al Señor de que, siendo de quienes se
imaginaban, hablaba tan maravillosamente, pues era evidente que ello no podía
ser obra de diligencia humana, sino de la gracia de Dios. Mas, por lo que
debieran admirarle, ellos le desprecian. Por otra parte, el Señor frecuenta su
sinagoga, pues de haber vivido constantemente en el desierto, hubieran tenido
pretexto para acusarle como a solitario y enemigo del trato humano.
Sorprendidos, pues, y perplejos, decían sus paisanos: ¿De dónde le viene a éste
esa sabiduría y esas virtudes? Virtudes llaman aquí o a sus milagros o a su
misma sabiduría. ¿No es éste el hijo del carpintero? Luego mayor es la maravilla
y mayor debiera ser vuestra admiración. ¿No se llama María su madre? ¿Y sus
hermanos no se llaman Santiago y José y Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están
todas entre nosotros? ¿De dónde le viene a éste eso? Y se escandalizaban en Él.
¿Veis cómo es Nazaret en donde hablaba? ¿No son—dicen—hermanos suyos fulano y
zutano? ¿Y qué tiene eso que ver? Ésa debiera ser para vosotros la mejor razón
para creer en El. Pero no. La envidia es cosa mala y muchas veces se contradice
a si misma. Lo que era sorprendente y maravilloso, lo mismo que debiera haber
bastado a arrastrarlos al Señor, eso les escandalizaba. ¿Qué les contesta, pues,
Cristo? Un profeta—les dice—no es despreciado sino en su propia patria
y en su propia casa. Y no hizo—prosigue el evangelista—muchos
milagros entre ellos por causa de su incredulidad. Lucas dice también: No
hizo allí muchos milagros. —Y, sin embargo—dirás—, era natural que los
hubiera hecho. Porque si todavía tenía éxito para ser admirado (y, en efecto,
también entonces se le admiraba), ¿por qué razón no los hizo? —Porque no miraba
a su propia ostentación, sino al provecho de ellos. Ahora bien, como éste no se
daba, prescindió también el Señor de su propia manifestación, a fin de no
aumentar el castigo de sus paisanos. Y, sin embargo, mirad después de cuánto
tiempo, después de cuántos milagros, volvió a ellos. Y ni aun así le soportaron,
sino que se encendió más vivamente su envidia. Mas ¿por qué, si no muchos,
todavía hizo algunos milagros? —Por que no le dijeran: Médico, cúrate a ti
mismo. Por que no dijeran tampoco: “Es nuestro enemigo, nos tiene declarada
la guerra, y desprecia a los de su propia casa”. Por que, en fin, no pudieran
decir: "Si hubiera hecho entre nosotros milagros, también nosotros hubiéramos
creído". De ahí que los hizo y se detuvo entre ellos: por una parte, para
cumplir lo que a El le tocaba; por otra, para no condenarlos a ellos con más
razón. Mas considerad la fuerza de sus palabras, cuando, aun dominados por la
envidia, todavía le admiraban. Sin embargo, así como en sus milagros no ponen
tacha en cuanto a los hechos, pero se inventan causas fantásticas, diciendo, por
ejemplo: En virtud de Belcebú, príncipe de los demonios, expulsa los demonios;
así ahora, no pudiendo poner tacha en su doctrina, le desprecian por lo humilde
de su origen. Mas considerad, os ruego, la modestia del maestro, que no los
vitupera, sino que con toda mansedumbre les responde: Un profeta no es
despreciado sino en su propia patria. Y no se detuvo aquí, sino que
prosiguió: Y en su propia casa. Con lo que, a mi parecer, aludía a sus
propios hermanos.
2. Por lo
demás, en el evangelio de Lucas el Señor aduce ejemplos semejantes y les dice
que tampoco Elías fue a los suyos, sino a una viuda extranjera; ni fue otro
leproso alguno curado por Eliseo, sino el extranjero Naamán. No fueron, pues,
los israelitas quienes recibieron los beneficios y quienes a ellos
correspondieron, sino los extraños. Al hablarles así no hace sino revelar su
mala costumbre de siempre y que no era nuevo lo que con Él hacían.
(San Juan
Crisóstomo, Obras de San Juan Crisóstomo, Tomo II, B.A.C., Madrid, 1956,
pg. 30-33)
Cristo en
Nazaret
La escena de Mc y MT responde a al primera parte del relato de Lc, pues en Mc y
Mt Cristo «curó» algunos enfermos. Si no hizo allí más curaciones es que «no
pudo hacer allí ningún (otro) milagro», cuya razón explicita Mt: «por su
incredulidad» en El.
v.1) Cristo sale probablemente de Cafarnaúm, y vino a «su patria». Esta es
Nazaret. (Mc 1,9.24; Lc 4,16).
v.2) «¿Cómo se hacen por su mano tales milagros?». Los nazarenos oyeron hablar
de lo milagros de Cristo, y reconocen que los realiza, pero como un simple
instrumento o intermediario. Po eso, la sabiduría que tiene «le ha sido dada», y
los «milagros se hacen por su mano». Esto mismo se dice de Moisés (2 Par 35,6).
Pero su creencia en El, aun como taumaturgo, es muy rudimentaria. Por conocer a
sus familiares desestiman sus poderes y se «escandalizan» de El. Probablemente
desconfían del valor de sus obras, mientras no sean reconocidas por tales en
Jerusalén por los doctores (Jn 7,3-5). Es un caso de estrechez aldeana y
familiar.
v.3) A Cristo se le hace «artesano» (tékton). La palabra griega usada significa
un artesano que trabaja preferentemente en madera. Pero entonces, y en aquel
villorrio, los oficios de un artesano no podían extenderse a otros pequeños
menesteres. Se citan «hermanos» y «hermanas» de Cristo. Estos son «parientes» en
grado diverso del mismo. Precisamente en el mismo evangelio se da el nombre de
la madre de estos hermanos de Cristo. La razón de llamarlos «hermanos» y no
parientes, o específicamente con el grado de parentesco que tuviesen se debe a
que en hebreo no hay términos específicos para esto. Sólo se usa para todos los
grados de parentesco la palabra hermano (´ah).
v.4) no deja de extrañar el que Cristo diga aquí que sólo en su patria y
entre los suyos es desestimado un profeta, cuando precisamente viene de la
región de los gerasenos, de donde le rogaron se marchase. Acaso las escenas que
tienen esta contigüidad literaria no la tengan históricamente tan
inmediata. Mt lo pone en otra situación literaria, sin que la condicione su
sistema esquemático. La frase es un proverbio. En todo caso, Cristo en la región
de Gerasa se presentó como un desconocido, mientras que en Nazaret vino
precedido de la gran fama de los milagros.
v.6) Esta «admiración» verdadera que Cristo tiene a causa de la «incredulidad»
que tenían en El, en nada va contra la plena sabiduría que tiene por su ciencia
«beatífica» e infusa, ya que esto no es más que un caso del ejercicio de su
ciencia «experimental» como la teología enseña.
(Manuel de
Tuya, Biblia comentada, B.A.C., Madrid, 1964, pg. 670-671)
LA
IMPORTANCIA FUNDAMENTAL DE LA FE
Señores cardenales; venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado;
queridos hermanos y hermanas:
Me alegra reunirme, al final de su sesión plenaria, con la Congregación para la
doctrina de la fe, Congregación que tuve la alegría de presidir durante más de
veinte años, por mandato de mi predecesor, el venerado Papa Juan Pablo II.
Vuestros rostros me traen a la memoria también los de todos aquellos que durante
estos años han colaborado con el dicasterio: pienso en todos con gratitud y
afecto. No puedo menos de recordar, con cierta emoción, ese período tan intenso
y fecundo que pasé en la Congregación, que tiene la misión de promover y
defender la doctrina sobre la fe y las costumbres en toda la Iglesia católica (cf.
«Pastor bonus», 48).
En la vida de la Iglesia la fe tiene una importancia fundamental, porque es
fundamental el don que Dios hace de sí mismo en la Revelación, y esta
autodonación de Dios se acoge en la fe. Aparece aquí la relevancia de vuestra
Congregación que, en su servicio a toda la Iglesia, y en particular a los
obispos como maestros de la fe y pastores, está llamada, con espíritu de
colegialidad, a favorecer y recordar precisamente la centralidad de la fe
católica, en su expresión auténtica. Cuando se debilita la percepción de esta
centralidad, también el entramado de la vida eclesial pierde su vivacidad
original y se gasta, cayendo en un activismo estéril o reduciéndose a astucia
política de sabor mundano. En cambio, si la verdad de la fe se sitúa con
sencillez y determinación en el centro de la existencia cristiana, la vida del
hombre se renueva y reanima gracias a un amor que no conoce pausas ni confines,
como recordé también en mi reciente carta encíclica «Deus caritas est».
La caridad, desde el corazón de Dios, a través del corazón de Jesucristo, se
derrama mediante su Espíritu en el mundo, como amor que lo renueva todo. Este
amor nace del encuentro con Cristo en la fe: "No se comienza a ser cristiano por
una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva" («Deus caritas est», 1). Jesucristo es la Verdad hecha
Persona, que atrae hacia sí al mundo. La luz irradiada por Jesús es resplandor
de verdad. Cualquier otra verdad es un fragmento de la Verdad que es él y a él
remite. Jesús es la estrella polar de la libertad humana: sin él pierde su
orientación, puesto que sin el conocimiento de la verdad, la libertad se
desnaturaliza, se aísla y se reduce a arbitrio estéril. Con él, la libertad se
reencuentra, se reconoce creada para el bien y se expresa mediante acciones y
comportamientos de caridad.
Por eso Jesús dona al hombre la plena familiaridad con la verdad y lo invita
continuamente a vivir en ella. Es una verdad ofrecida como realidad que conforta
al hombre y, al mismo tiempo, lo supera y rebasa; como Misterio que acoge y
excede al mismo tiempo el impulso de su inteligencia. Y nada mejor que el amor a
la verdad logra impulsar la inteligencia humana hacia horizontes inexplorados.
Jesucristo, que es la plenitud de la verdad, atrae hacia sí el corazón de todo
hombre, lo dilata y lo colma de alegría. En efecto, sólo la verdad es capaz de
invadir la mente y hacerla gozar en plenitud. Esta alegría ensancha las
dimensiones del alma humana, librándola de las estrecheces del egoísmo y
capacitándola para un amor auténtico. La experiencia de esta alegría conmueve,
atrae al hombre a una adoración libre, no a un postrarse servil, sino a inclinar
su corazón ante la Verdad que ha encontrado. Por eso el servicio a la fe, que es
testimonio de Aquel que es la Verdad total, es también un servicio a la alegría,
y esta es la alegría que Cristo quiere difundir en el mundo: es la alegría de la
fe en él, de la verdad que se comunica por medio de él, de la salvación que
viene de él. Esta es la alegría que experimenta el corazón cuando nos
arrodillamos para adorar a Jesús en la fe. Este amor a la verdad inspira y
orienta también el acercamiento cristiano al mundo contemporáneo y el compromiso
evangelizador de la Iglesia, temas que habéis estudiado durante los trabajos de
la plenaria. La Iglesia acoge con alegría las auténticas conquistas del
conocimiento humano y reconoce que la evangelización exige también afrontar
realmente los horizontes y los desafíos que plantea el saber moderno. En
realidad, los grandes progresos del saber científico realizados en el siglo
pasado han ayudado a comprender mejor el misterio de la creación, marcando
profundamente la conciencia de todos los pueblos. Sin embargo, los progresos de
la ciencia han sido a veces tan rápidos que ha sido bastante complejo descubrir
si eran compatibles con las verdades reveladas por Dios sobre el hombre y sobre
el mundo. A veces, algunas afirmaciones del saber científico se han contrapuesto
incluso a estas verdades. Esto ha podido provocar cierta confusión en los fieles
y también ha constituido una dificultad para el anuncio y la recepción del
Evangelio. Por eso, es de vital importancia todo estudio que se proponga
profundizar el conocimiento de las verdades descubiertas por la razón, con la
certeza de que no existe "competitividad alguna entre la razón y la fe" («Fides
et ratio», 17).
No debemos tener ningún temor de afrontar este desafío: en efecto, Jesucristo es
el Señor de toda la creación y de toda la historia. El creyente sabe bien que
"todo fue creado por él y para él, (...) y todo tiene en él su consistencia"
(Col 1, 16. 17). Profundizando continuamente el conocimiento de Cristo, centro
del cosmos y de la historia, podemos mostrar a los hombres y a las mujeres de
nuestro tiempo que la fe en Él tiene relevancia para el destino de la humanidad:
más aún, es la realización de todo lo que es auténticamente humano. Sólo desde
esta perspectiva podremos dar respuestas convincentes al hombre que busca. Este
compromiso es de importancia decisiva para el anuncio y la transmisión de la fe
en el mundo contemporáneo. En realidad, ese compromiso constituye una prioridad
urgente en la misión de evangelizar. El diálogo entre la fe y la razón, entre la
religión y la ciencia, no sólo ofrece la posibilidad de mostrar al hombre de
hoy, de modo más eficaz y convincente, la racionalidad de la fe en Dios, sino
también la de mostrar que en Jesucristo reside la realización definitiva de toda
auténtica aspiración humana. En este sentido, un serio esfuerzo evangelizador no
puede ignorar los interrogantes que plantean también los descubrimientos
científicos y las cuestiones filosóficas actuales.
El deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre, y toda la
creación es una inmensa invitación a buscar las respuestas que abren la razón
humana a la gran respuesta que desde siempre busca y espera: "La verdad de la
revelación cristiana, que se manifiesta en Jesús de Nazaret, permite a todos
acoger el "misterio" de la propia vida. Como verdad suprema, a la vez que
respeta la autonomía de la criatura y su libertad, la obliga a abrirse a la
trascendencia. Aquí la relación entre libertad y verdad llega al máximo y se
comprende en su totalidad la palabra del Señor: "Conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres" (Jn 8, 32)" («Fides et ratio», 15).
La Congregación encuentra aquí el motivo de su compromiso y el horizonte de su
servicio. Vuestro servicio a la plenitud de la fe es un servicio a la verdad y,
por eso, a la alegría, una alegría que proviene de lo más íntimo del corazón y
brota de los abismos de amor que Cristo ha abierto de par en par con su corazón
traspasado en la cruz y que su Espíritu difunde con inagotable generosidad en el
mundo. Desde este punto de vista, vuestro ministerio doctrinal puede definirse,
de modo apropiado, "pastoral". En efecto, vuestro servicio es un servicio a la
plena difusión de la luz de Dios en el mundo. Que la luz de la fe, expresada en
su plenitud e integridad, ilumine siempre vuestro trabajo y sea la "estrella"
que os guíe y os ayude a dirigir el corazón de los hombres a Cristo. Este es el
difícil y fascinante compromiso que compete a la misión del Sucesor de Pedro, en
la cual estáis llamados a colaborar. Gracias por vuestro trabajo y por vuestro
servicio. Con estos sentimientos, os imparto a todos mi bendición.
(Discurso que dirigió Benedicto XVI a los participantes en la Asamblea Plenaria
de la Congregación para la Doctrina de la Fe el 10 de febrero de 2006. Entre
líneas se puede percibir la experiencia del cardenal Joseph Ratzinger durante
más de dos décadas de prefecto de ese dicasterio vaticano).
http://www.mscperu.org/biblioteca/1fe/fe_fundamenBenXVI.htm
Explicación. — Ya se ha dicho en otra parte que no son pocos que identifican
este viaje de Jesús a Nazareth con el que Lucas refiere en su cap. 4, 16-30. No
parece difícil reducir las tres narraciones a un mismo momento histórico; Lc.,
coloca la suya en los comienzos de la vida pública de Jesús, y es el que se
propone seguir el orden cronológico de los hechos; en cambio, Mt. y Mc.
convienen en situar las suyas al fin del segundo año de la predicación del
Señor, después de la serie de parábolas. Además, tiene la narración de Lc.
características que no consienten su identificación con las de los otros dos
sinópticos: en éstos no se habla de los conatos de los nazarenos para perder a
Jesús, siendo cosa tan importante; y en Lc. nada se dice de los milagros a que
aluden Mt. y Mc. Además, si la frase de Mt. 4, 13, «y dejada la ciudad de
Nazaret», se interpreta, como parece más obvio, en el sentido de que «salió» de
Nazaret, el primer evangelista mencionaría dos visitas de Jesús a esta ciudad.
Desdoblamos, pues, los hechos, siguiendo a la mayor parte de los intérpretes
modernos.
Y habiendo salido de allí, de la ciudad de Cafarnaúm, no se indica de un modo
preciso el tiempo, se fue a su patria, Nazareth, así llamada porque en ella se
había criado (Lc. 4, 16). Para que aprendiesen los apóstoles que no siempre
acompaña el éxito a la predicación, y que a veces la rechazan aquellos que nos
son más allegados, quiso que fuesen testigos de su aparente fracaso: Y le
seguían sus discípulos.
Entró el primer día de fiesta en la sinagoga de Nazaret para asistir con sus
paisanos a los oficios sabáticos y dirigió la palabra a la concurrencia, como
solían hacerlo aquellos a quienes invitaba el presidente y los que tenían
prestigio para ello: Y llegando a su patria, cuando fue sábado, comenzó a
enseñar en la sinagoga. El texto de la Vulgata de Mt. dice «en sus
sinagogas»; el griego esta en singular, como en Mc. El efecto de la predicación
del Señor fue de estupefacción en la asamblea: Y muchos que le oían se
maravillaban de su doctrina, diciendo: ¿De dónde a este- no sin menos
desprecio-, a este hombre de familia pobre y que ha llevado entre nosotros una
vida vulgar, todas estas cosas? Con todo, no podían dejar de ponderar su
gran sabiduría y los prodigios que con la imposición de sus manos obraba: Y ¿que
sabiduría es esta que se le ha dado, y tales milagros que por sus manos se
obran?
Y, como pasmados por el contraste que ofrecía la persona de «este» hombre con la
alteza de sus enseñanzas y su fuerza de taumaturgo, analizaban los oyentes todas
y cada una de las circunstancias de la vida humana de aquel su paisano. Su
profesión, de simple artesano Bien conocido de todos, probablemente carpintero:
¿No es este el artesano...?; la profesión de su padre putativo: ¿Hijo de
artesano?; el nombre de su madre: ¿El hijo de Maria?; sus parientes: ¿Hermano de
Santiago, y de José, y de Judas, y de Simón? Ya se ha dicho que es la
significación de «hermano» en el lenguaje ordinario de los hebreos: puede
significar un sobrino, un primo, el mismo marido, un aliado, un amigo, etc.: Y
todas sus hermanas ¿no están también aquí con nosotros? El hecho de que no se
nombre tampoco aquí a José, el santo esposo de Maria, confirma la presunción de
que habría ya fallecido por este tiempo. El efecto de sus consideraciones fue el
escándalo, no pudiendo comprender como hombre conocidísimo por su humilde
profesión y origen, igual a la mayoría de ellos, quisiese levantarse sobre los
demás, por su doctrina y sus obras: Y se escandalizaban en él.
Jesús da a sus paisanos la razón del ánimo hostil que le manifiestan: Y Jesús
les decía: No hay profeta sin honor sino en su patria, y en su casa, y entre
sus parientes. Y ello por dos principales razones: la primera por cierta
natural envidia entre los conciudadanos, que hace se lleven a mal los honores
tributados a un igual, y más a un inferior; y luego porque la familiaridad
engendra fácilmente menosprecio.
Consecuencia de esta actitud de recelosa envidia fue el escaso número de
milagros, sobre todo de los más estupendos, que realizó Jesús entre sus
paisanos: Y por la incredulidad de ellos no podía hacer allí milagro alguno: no
por falta de poder, sino por falta de colaboración espiritual de los nazarenos;
porque Dios quiere que el hombre acepte voluntariamente la gracia que se le
ofrece para darle otras mayores. Solo obró algunas curaciones, equivalentes, por
decirlo así, a la escasa fe de los que se las pedían: Sino solamente sanó
algunos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Jesús, que conoce los secretos de los corazones y a quien no se ocultan los
motivos de la incredulidad de sus paisanos, demostró su admiración por la
ciencia experimental que en aquel momento adquiría de la rebeldía de aquellos
espíritus: Y estaba maravillado de la incredulidad de ellos. Les había ofrecido
la gracia, como a tantos otros, que tenían menos títulos de conversión que
ellos, y la desprecian. Efecto de la esterilidad de su misión en su ciudad, es
que Jesús sale de ella: Y andaba predicando por todas las aldeas del contorno.
Lecciones morales. —
A) v. 1.—Se fue a su patria... —Es indudable que Jesús tuvo un amor especial
para la ciudad en que pasó la mayor parte de su vida, y en la que El, Verbo de
Dios, se hizo carne: allí se celebraron los desposorios del Hijo de Dios con la
humanidad. Con el corazón henchido de amor, iría por segunda vez el Hijo de
María a predicar la buena nueva a sus paisanos. No ignoraba su fracaso; y, a
pesar de ello, tuvo la abnegaci6n de ofrecer de nuevo a los nazarenos su gracia.
Para que aprendamos que el amor de patria es legitimo; que el que no la ama es,
hasta cierto punto, un desnaturalizado; y que este amor reclama de nosotros a
veces costosos sacrificios y particularmente nos exige especiales obras de
apostolado.
a) v. 3.— ¿No es este el artesano...?— Es hecho absolutamente histórico que
Jesús ejerció un oficio mecánico. La tradición cree que el de carpintero; solo
San Ambrosio y San Hilario creen que pudo ser trabajador del hierro. Artesano e
hijo putativo de artesano. La dignidad personal, y menos la santidad, no están
ligadas a una noble prosapia ni a una noble profesión. En esto ha subvertido el
cristianismo el concepto mundano de la grandeza. Está ésta en la propia persona
y no en los adyacentes de sangre, de profesión, de fortuna, etc. Nacidos todos
para ser grandes, con la grandeza de hijo de Dios, ha puesto Dios la grandeza al
alcance de todos y cada uno de nosotros, porque desde cualquier estado y
profesión y linaje podemos conquistarla, ya que depende solamente de nuestro
esfuerzo, colaborando con la gracia de Dios.
c) v. 3. — ¿El hijo de Maria...? — Es de dulce y profundo sentido este apelativo
que dan los nazarenos a su paisano Jesús. Demuestra que Jesús y Maria estaban
unidos por vinculo especial no solo en el orden espiritual, sino hasta en el
ciudadano, apareciendo a los ojos de todos como viviendo el uno para el otro.
Jesús era el Hijo santísimo de Maria, como Maria era la amantísima Madre de
Jesús. Es el ejemplo que deben dar todo hijo y toda madre de familia: porque
estos íntimos y sagrados amores son como el núcleo de la vida social. El amor de
madre e hijo es el más profundamente humano y el más regalado y fecundo: quiso
Jesús consagrarlo con un amor ternísimo a su Madre. Como aparecieron en Nazaret
ambos unidos, para ejemplo de sus conciudadanos, así aparecen en el plan de la
redención y en la vida de la Iglesia, para consuelo y esperanza de cristianos.
d) v. 4. — No hay profeta sin honor sino en su patria... — Como es natural el
amor patrio, y los hijos de una misma ciudad o patria se sienten como atados por
vínculo especial, así viene a ser natural, dice San Beda, que los ciudadanos
miren mal a sus ciudadanos: así ha sucedido no solo con el Señor de los
profetas, sino con todos ellos, Elías, Jeremías y los demás. Es porque no miran
los ciudadanos las obras grandes del varón maduro, sino las fragilidades de su
infancia. Por ello es que debemos dar en nuestra consideración a cada uno lo que
en justicia le corresponde, para no esterilizar prendas y ministerios de
nuestros paisanos, no sea que, como los nazarenos, y en otro plano y proporción,
nos veamos privados de las gracias que generosamente se han concedido a los
demás.
(Cardenal
Gomá, El Evangelio Explicado, Acervo, Tomo I, 6ª ed., Barcelona 1966;
pp. 630-631)
El
escándalo de los suyos
«Se partió de allí»: a la región de los Gerasenos, donde ocurrió lo ya referido
anteriormente (8, 28-34).
«Y venido a su patria», Nazaret: después de la resurrección de la hija de
Jairo, ya antes referida.
«Sus hermanos»: según el uso semítico equivale a «primos» o «parientes
próximos». De dos de ellos, Santiago «el menor» y José, conocemos la madre, una
de las piadosas mu jeres llamada María (Mt. 27, 56; Mc. 15, 40). No consta que
«Santiago, José, Simón y Judás», «hermanos» de Jesús en sentido semítico o
impropio, lo fueran entre sí en sentido estricto. Lo mismo hay que decir de las
«hermanas» mencionadas en el vers. 56. Tampoco consta con seguridad el grado de
parentesco que todos estos «hermanos» tuvieran con el Salvador. Más interesante
es saber si los «hermanos Santiago,... Simón y Judás» son los tres que con el
mismo nombre aparecen juntos en la tercera cuaterna de la lista de los Doce. De
Santiago no puede dudarse razonablemente: lo afirma San Pablo escribiendo a los
Gálatas: «A otro de los demás Apóstoles no vi, a no ser a Santiago, el hermano
del Señor» (Gal. 1, 19). Además la tradición cristiana consideró siempre como
escrita por un Apóstol la Epístola católica escrita por Santiago el Menor (Denz.
84 y 784). Consiguientemente también Judas es el Apóstol Judas Tadeo o Lebbeo,
que en su Epístola canónica, considerada por la tradición como apostólica (Denz.
784), se apellida a sí mismo «hermano de Santiago» (Jud. 1, 1). Ya no es tan
segura, aunque no improbable, la identidad entre Simón el «hermano» del Señor y
el Apóstol Simón Cananeo o Zelotes.
«Y se escandalizaban en él»: el origen (humana y aparentemente) humilde de
Jesús neutralizaba en estos Nazaretanos el efecto de la sabiduría y de los
milagros por él obrados. Este escándalo es la más elocuente justificación de la
parábola del granito de Mostaza: así de la verdad en ella encerrada como de la
necesidad de envolverla discretamente con el velo de la parábola.
La «incredulidad» humana si no mengua la omnipotencia divina, le ata en cierto
modo las manos.
(José M.
Bover, El Evangelio de San Mateo, Ed. Balmes, Barcelona, 1946, pg.
298-299)
1) En el
colegio de San Carlos: Milagro de Pio IX
El 25 de
agosto de 1878 se inauguró el Colegio Pio IX de “Artes y Oficios” en Almagro;
puesto bajo la protección de aquel Papa angelical, el primer protector
domboscano mientras vivió. Y continuó dispensándole gracias después de su
muerte.
Diez meses después ocurrió un hecho milagroso: Lorenzo Escaso, alumno artesano
de trece años, haciendo volar un barrilete en la azotea, perdió pie y cayó al
patio de cabeza. Sin sentido llevado a la enfermería, le administraron los S.
Óleos.
Vespignani, viendo la gravedad del caso, invocó a Pío IX rezando al pie de la
cama cinco padrenuestros. Refiere él mismo en su “Cronología de S. Carlos”, que
el jovencito empezó a moverse; entró en calor. Y, a la mañana siguiente,
despertó como de un profundo letargo. A los diez días, sano y vigoroso, volvió a
tocar su instrumento en la banda colegial, siguiendo su vida regular en el
taller y clase. Qué agradecidos quedaron al santo Papa.
(Rosalio
Rey Garrido, Anécdotas y Reflexiones, Editorial Don Bosco, Buenos Aires,
1962, pg. 86)
2) Milagro
inédito de D. Bosco en París con una paralítica>
En su
libro: “Un gran Educador”, narra Aufray: “En el expreso Milán-Burdeos encontré
al célebre escritor Frank Brentano; ya le conocía. Luego de saludarnos dijo:
“Padre, si hubiera sabido que escribía la vida de don Bosco, hubiera colaborado
en una página; una sola. Hubiérame causado sumo placer, pues constituye uno de
los gratos recuerdos de mi vida estudiantil.
“Hay tiempo aún, repuse; acaba de tirarse el trigésimo millar; en el trigésimo
primero irá sin falta su página”. “Entonces aquí va el hecho. Subráyelo: es un
testigo ocular quien lo narra. En 1883 vivía con mis padres en la casa Nº5 de la
calle Baroulliere”. “La conozco por la calle Sevres”, repuse. “Precisamente; dos
pisos más arriba, vea cómo particularizo, vivía una pobre mujer. Inmóvil y como
embutida en una poltrona desde hacía años.
“Ignoro la naturaleza de sus achaques. Solo recuerdo que estos la tenían
implacablemente en su sillón. Mi madre, siguió Brentano, era mujer llena de fe y
compasión. Supo por los diarios la llegada de don Bosco a París. Enseguida pensó
en la pobre tullida. La persuadió a confiar en el poder del hombre de Dios. Más,
¿cómo hallarlo?
“Felizmente unos vecinos informaron que al día siguiente el santo iría a la
capilla de las Sevres. Pero se requerían los medios para transportar a la
paralítica. Mi madre quiso utilizar mis servicios, y alquilamos un sillón con
dos ruedas. Desde casa hasta la capilla hay un kilómetro. Con grandes
precauciones, ayudado por amigos, ubicamos a la paciente en el sillón. Con sumo
cuidado, en especial en las bocacalles, la llevé por la acera.
“En la capilla esperamos que acabase la función. Finalmente compareció el santo;
lo recuerdo bien; su paso era más bien lento; los años ya parecían pesar sobre
sus espaldas. Acercóse a madame Gerard que, en dos palabras contó sus esperanzas
y su enfermedad. “Tened confianza en Dios”, repuso el santo sacerdote. Una breve
plegaria y bendijo a la enferma. Al momento, la vimos alzarse muy alegre. Al
principio, como puede comprenderse, caminó con dificultad. Loca de contento dio
gracias a Dios y al santo, dirigiéndose a pie al domicilio.
“Su curación nos afectó más de lo que se puede decir. Yo quedé como aturdido;
aun permanecía al lado de mi sillón, y don Bosco había partido ya, madame Gerard
salía del templo. Volví a la calle de Barrouilliere muy contento y con el
vehículo vacío. “¿Y no tuvo recaída la enferma”, pregunté. “Tan completa fue su
curación que, a las pocas semanas, se empleó en Gragne-Petit, la gran tienda de
novedades en la orilla derecha del Sena. Y por muchos años la he visto dirigirse
allí”…
“¿Puedo decir en el libro que esta relación, señor Brentano, es de Ud.?” “Sí,
señor; y estoy dispuesto a afirmarla en todas partes, pues es la pura verdad”.
(Rosalio
Rey Garrido, Anécdotas y Reflexiones, Editorial Don Bosco, Buenos Aires,
1962, pg. 104-105)
3)Fundador
de los Escolapios
Entre los suyos hubo un "trepa", sí uno de esos que hay en todas las épocas y en
todos los estamentos que van medrando para conseguir triunfar y subir a costa de
adular a los grandes o poderosos y de pisar a los pequeños o impotentes; esos
que frecuentemente son gente de poca valía personal, envidiosos y carentes de
escrúpulos morales que gozan adornándose con joyas ajenas. Comienzan por poco y
terminan con traición. En este caso, dentro de la familia escolapia, se llamaba
el P. Mario Sozzi. Se hizo amigo de los del Santo Oficio y consiguió con
malentendidos, intrigas y calumnias la deposición del cargo de General a José
Calazancio. Lo humilló hasta conseguir trasladarlo a él y a su Curia entre
guardias a los tribunales como espía y malhechor y a desposeerlo de todo
gobierno en la orden. Y con el agravante de tener ochenta años el fundador,
usurpando él mismo el cargo de General. Cuando muere el papa Urbano VIII, una
Comisión de cardenales, revisa el asunto y viendo la fragante injusticia
cometida con el anciano fundador y con la Orden, se decide la reposición en su
función y el restablecimiento de su fama. Pero las cosas habían llegado tan alto
que eso supone la difamación del Santo Oficio y la puesta en ridículo de los que
intervinieron en el asunto; total, que se queda la cuestión in statu quo
prolongando la injusticia por tiempo indefinido hasta que el papa Inocencio X
opta por la destrucción de la obra calasancia por aquello de que "muerto el
perro se acabó la rabia"; aquella decisión papal del 1646 era la ruina y suponía
la definitiva destitución del General. Lo verdaderamente admirable es que en
todo este negro negocio de injusticia José permaneció en el ejercicio sublime de
la paciencia, humildad, obediencia, sufriendo la calumnia y la desunión de los
suyos, al tiempo que animaba como podía a los más próximos a la perseverancia,
prometiéndoles una futura restauración.
¿Quieres saber cómo terminó? El P. Sozzi de marras murió de una horripilante
sífilis…
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