Publicado por A. González en Orbe

Marzo 15 2008

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¿Intrusismo o mala práctica?

 

Semántica y pseudociencia

A. González Arias

 

 

La semántica lingüística estudia el significado de las expresiones del lenguaje.  Examina el modo en que los significados se atribuyen a las palabras, sus modificaciones a través del tiempo e incluso los cambios por nuevos significados. 

Nadie negará que es importantísimo poseer un lenguaje común, y quizás en la ciencia más que en cualquier otro lugar, pues cuando en una discusión científica hay ambigüedad en las definiciones, resulta muy difícil, por no decir imposible, llegar a algún entendimiento.  Dicho de otra forma; si dos personas tratan de intercambiar opiniones sobre tema científico determinado, pero por alguna razón una de ellas ha tergiversado el significado de algún concepto clave, no se podrá llegar a acuerdo alguno.

 

Cuando la tergiversación se sistematiza y se concentra de forma recurrente en un determinado grupo de personas, puede conducir a la falsa ciencia o pseudociencia, la media hermana bastarda de la ciencia.  Algo así como la Morgana -o Morgause- de la leyenda del rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, que nunca podría llegar a ser reina... ¡pero como jeringaba con sus hechizos! 

 

Por poner un ejemplo entre muchos posibles, tal tergiversación tiene lugar cuando, para justificar determinadas terapias, se habla de “canalizar la bioenergía”, sin especificar más detalles.  Expresiones como la anterior en realidad son sólo palabras vacías, pues no reflejan alguna propiedad física real.  Los equipos de electrodiagnóstico como el de la figura, basados en la supuesta “canalización de la energía”, están desde hace mucho prohibidos en los EE.UU,[1] por ser ajenos a la ciencia. Sin embargo, hay quienes aún hoy día los consideran “tecnología de punta”.[2]

 

En la ciencia, bioenergía se refiere a la energía renovable obtenida a partir de combustibles derivados de las plantas o residuos animales.  Los químico-físicos saben como medir la bioenergía con un calorímetro, y los valores numéricos de infinidad de sustancias están registrados desde hace muchos años.  Por ejemplo, para los alimentos se obtiene: hidratos de carbono ≈17 kJ/g; proteínas ≈17,5 kJ/g; grasas ≈39 kJ/g.[3]  Si en un intercambio de criterios un interlocutor considera que la “canalización de la bioenergía” en el organismo refleja algún proceso real y el otro pregunta: ¿por donde se “canaliza” esa energía? ¿en qué cantidades? ¿en que tiempo? ¿cómo lo midió? y no recibe una respuesta adecuada, será imposible llegar a algún acuerdo, pues no habrá forma de encontrar un lenguaje común.

 

Quizás sea ésta la principal razón de que las posiciones de la ciencia y la pseudociencia son irreconciliables.  Son antagónicas a partir de su más profunda esencia.  Y quizás también sea ésta la razón de que algunos de los más acérrimos defensores de la pseudociencia, en un alarde de ignorancia e irracionalidad, al no poder proporcionar respuestas racionales se atrevan a criticar el método científico, pretendiendo echar a un lado de un manotazo la historia universal del desarrollo de los conocimientos.

 

De aquí que la pseudociencia, en sus diversas manifestaciones, se convierte en una especie de subcultura marginal, que vira la espalda a la bibliografía científica, a la historia de la ciencia y a las evidencias que no le son convenientes, deforma los conceptos científicos, renuncia al espíritu crítico y autocrítico, adopta las creencias como evidencias y se esconde tras la terminología científica para tratar de lograr reconocimiento social.

 

Pero incluso a veces el desmadre anticientífico llega a extremos tales que se tergiversan términos que no son de uso exclusivo de la ciencia. El intrusismo profesional es, según el diccionario, el “ejercicio de actividades profesionales por persona no autorizada para ello” (por ej., hacerse pasar por abogado para dar asesoría legal, o recetar medicinas y aplicar terapias sin poseer un título profesional que lo avale).  La misma fuente añade que puede incluso llegar a constituir un delito.

 

Algo muy diferente es la mala práctica médica.  No fue posible encontrar en el diccionario castellano una palabra específica para designarla.  En inglés sí existe: malpractice.  Se aplica a todos aquellos que, en una posición profesional u oficial mantienen una conducta ilegal, no ética, negligente o inmoral que resulte en la imposibilidad de cumplir los deberes o responsabilidades asociados con esa posición.  En pocas palabras: un intruso es quien se toma atribuciones para las que no está autorizado, pero comete mala práctica aquel que, estando autorizado para ello, no hace las cosas correctamente.

 

A algunos no les cae nada bien que se critiquen sus acciones profesionales, y mostrando su escaso conocimiento de la lengua materna, califican como “intrusismo” la crítica a la mala práctica y a la pseudociencia.  Pero además, como si trataran de imitar a los tres monos sabios de la mitología japonesa, se cubren los ojos para no ver a los verdaderos intrusos; son de oídos sordos para escuchar a quienes denuncian la pseudociencia, y mucho menos son capaces de abrir la boca para denunciar ellos mismos la pseudociencia, los intrusos y la mala práctica.

 

 

[1] http://www.quackwatch.com/01QuackeryRelatedTopics/electro.html

[2] http://www.cnctv.cubasi.cu/noticia.php?idn=7601

[3] kJ/g = kilojoule/gramo en el Sistema Internacional de Unidades