Publicado en Orbe, año 8, No. 10, 2006
Por Alfo José Batista Leyva*
El último viaje…
El último de los viajes de Gulliver, quizás
el menos conocido, lo llevó a un país más asombroso que los anteriores. Esta
tierra era gobernada por una raza de caballos inteligentes, practicantes de la
nobleza a ultranza: los joinjoin. En las palabras de Gulliver “había aprendido,
gracias a los joinjoin, a detestar la mentira y el disimulo, y la verdad me
pareció, al fin, tan digna de ser amada, que decidí sacrificarlo todo antes de
vivir en la mentira”.
El
viaje al país de los justos es, sin dudas, el más importante de los viajes que
ha de emprender la ciencia, en su afán de conocer la realidad, ya que sin aplicar
los principios de la ética, los resultados científicos estarán ensombrecidos por
la desconfianza. Muchos se sorprenden al saber que los científicos son capaces
de cometer fraude: se ha creado por los medios la imagen del “Noble
Científico”, caballero anciano que lucha por la verdad en el silencio de los
laboratorios, lejos de las tentaciones del mundo. Y, aunque en efecto, es duro
el trabajo del científico, y requiere la unión de un gran número de cualidades
humanas, además de la inteligencia, los científicos son también seres humanos,
sometidos a distintas presiones, sociales e individuales.
Quizás el primer gran fraude científico de
la historia fue el relacionado con el “hombre de Piltdown”: los supuestos
restos de un hombre primitivo encontrados en esa localidad de Inglaterra, que
situaba ahí el origen del hombre. Luego de varios años, y de descubrimientos
contradictorios, el hallazgo fue rechazado. La causa que motivó el fraude era
tan conspicua como la propia mentira: reivindicar el origen del hombre, y que
no fuera a quedar en las llanuras “atrasadas” de África. Este ejemplo, de un
fraude intencionado, es poco frecuente, sin embargo. Lo más común es que se
alteren métodos o procedimientos de investigación, lo que se denomina
actualmente “conducta científica impropia”.
¿Cuáles son las causas fundamentales de esta
conducta? La primera de las causas está condicionada por las grandes presiones
que sienten los científicos en el ejercicio de su profesión. La necesidad de
obtener resultados de punta para lograr ocupar posiciones académicas e investigativas,
y obtener recursos para las investigaciones, hace que en algunos casos se
falseen los resultados, se sobrestime su importancia o se publiquen datos no
confirmados a cabalidad.
Otra causa que puede llevar a la conducta impropia está en la creencia
por el científico de que conoce cuál debe ser el resultado de una investigación
en curso, aunque los experimentos no sean conclusivos. En este caso no es
extraño que se suponga como cierto lo deseado. Esto puede hacerse sobre todo en
campos donde la variabilidad del material experimental es tan grande que es
difícil repetir los experimentos individuales. En vez de buscar protocolos con
diseños más perfeccionados (que son más caros, prolongados y difíciles de realizar),
se publican resultados no comprobados realmente. La dificultad al repetir los
experimentos hace que esta alteración sea difícil de descubrir. En el campo de
las ciencias biológicas, biomédicas y de la conducta es donde más ocurre, y
todos los años se descubren varios casos de distinto nivel.
Curiosamente el descubrimiento de un resultado
falso se logra no por la repetición de los experimentos, lo cual no se hace con
frecuencia, sino porque nuevos resultados, consecuencia lógica del anterior, no
dan como se suponía. En el caso de la síntesis de un compuesto nuevo o de propiedades
novedosas de un material, sí que se trata de repetir lo alcanzado. Este fue el
caso de los muchos descubrimientos que en el lapso de pocos años logró publicar
el joven investigador de los Laboratorios Bell J. Hendrik Schön, en el campo de
A veces se siente la tentación de violar los
estándares de investigación establecidos. ¡Es que se tiene una idea tan clara
de lo que se debe obtener! Se olvida que es la realidad quien tiene la última
palabra. Otras veces se duda del método. Claro que es fácil decir que el método
científico no es infalible (cosa seguramente cierta), que está anticuado (lo
cual se debía demostrar), o que es sesgado (afirmación imposible de demostrar,
pues significaría que se conoce a priori la realidad que se investiga). Pero si
se va a abandonar el método científico, será por otro más perfeccionado, que lo
contenga, y no por la imposición de la voluntad de una persona que dice a sus
lectores: “esto es así, tienen que
creerme, y no me hablen del método científico, en este campo no se aplica”.
Eso es, cuando menos, una muestra de infantilismo. Si se quiere pertenecer al
mundo de los joinjoin, si se quiere trabajar dentro de altos estándares éticos,
se debe demostrar lo que se afirma, como hizo Galileo cuando en su Diálogo y,
más aún, en su Discursos y Demostraciones Matemáticas destruye la escolástica y
crea una comprensión dialéctica del movimiento, como base de la nueva ciencia y
el nuevo método que nacían. Es así, con rigor, como se avanza en la ciencia,
sacrificándolo todo, “provando e
riprovando” como diría Galileo, en un camino doloroso, sometiendo a juicio
crítico todo lo que se obtenga, pues es este el único camino que conduce a la
verdad científica y, más aún, a la verdad ética.
* Doctor en Ciencias
Físicas. Departamento de Física General y Matemáticas. Instituto Superior de Tecnologías
y Ciencias Aplicadas