Publicado en Orbe, Año XI, No. 9

 Por A. González Arias

 

 

 

 

Ciencia y escepticismo

  

Carlos Marx y Santo Tomás, para quienes el escepticismo era la base de la búsqueda del conocimiento.

 

En el mes de julio se cumplieron 99 años del nacimiento de Robert King Merton, uno de los clásicos de la escuela estadounidense de sociología, quien pensaba que ‘la ciencia hace del escepticismo una virtud’.  Muchas frases acuñadas por él son aún utilizadas habitualmente, tanto dentro como fuera de ese campo. Su libro The Normative Structure of Science, editado en 1942, introduce cuatro conceptos que consideró guías para la correcta actividad científica, conocidos actualmente como Normas Mertonianas.  Esas normas han ido ganando terreno en la comunidad científica como una forma de resumir lo que debe considerarse como ‘buena ciencia’.  Sus principios guías son los siguientes: comunalismo, universalismo, desinterés y escepticismo organizado.

Comunalismo significa que los resultados científicos deben ser propiedad común de toda la colectividad científica. 

Universalismo, que cualquier científico debe tener la posibilidad de contribuir a la ciencia sin importar raza, nacionalidad, cultura o sexo.

Desinterés significa que no se deben presentar resultados enlazándolos a creencias personales o al activismo por una causa.  Las simpatías deben mantenerse separadas de los resultados científicos.

Finalmente, escepticismo organizado significa que cualquier alegato o resultado científico debe ser expuesto al escrutinio crítico antes de ser reconocido como válido.

El escepticismo organizado se parece mucho, pero no es lo mismo, que el  escepticismo racional, corriente filosófica que cuestiona la veracidad de afirmaciones que carecen de suficiente evidencia empírica.  Este cuestionamiento no se refiere a las discusiones habituales entre científicos;  surge cuando se examinan supuestos resultados o teorías que van en contra de lo usualmente reconocido por la comunidad científica.  Las críticas más frecuentes de los escépticos racionales incluyen a los psíquicos, parapsicólogos, astrólogos y homeópatas, las cartas del tarot, las abducciones alienígenas y las percepciones extrasensoriales, aunque las modalidades pueden variar bastante de país a país.  En ocasiones se incluyen las curas milagrosas y algunos dogmas religiosos.  Tales creencias son calificadas por los escépticos como pseudociencia.

Hay quienes consideran el escepticismo como algo negativo, como una especie de mala palabra; sin embargo, la historia recoge un sin fin de escépticos notables. René Descartes,  filósofo y matemático francés del siglo XVII (¿recuerda Ud. las coordenadas cartesianas?) consideraba que ...‘para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas’. Dudar de todo era el lema preferido de Carlos Marx, e incluso en la religión han existido escépticos notorios como Tomás el apóstol.

El premio Nóbel Richard P. Feynman, considerado por muchos el padre de la Electrodinámica Cuántica, escribió lo siguiente: ‘El científico posee mucha experiencia sobre la ignorancia, la duda y la incertidumbre... Cuando un científico no conoce la respuesta a un problema, es ignorante.  Cuando tiene nociones acerca de lo que puede ser la respuesta y está indeciso, eso es incertidumbre.  Y aún cuando está condenadamente seguro de un resultado, en realidad tiene dudas.  Hemos encontrado de primordial importancia que, para progresar, debemos reconocer la ignorancia y dejar espacio para la duda. El conocimiento científico es un conjunto de afirmaciones con grados variables de certeza –algunas son muy poco confiables, otras bastante confiables, ninguna absolutamente definitiva’.[1]  De ahí que, por extraños o absurdos que nuevos fenómenos o hipótesis puedan parecer, el escepticismo en la ciencia no predica que se rechacen automáticamente;  sólo sostiene que deben ser sometidos a la crítica y estar debidamente fundamentados antes de ser aceptados como verdaderos.

 Sin embargo, es común que quienes critican el escepticismo tergiversen la realidad, acusando a los escépticos de sus propias faltas.  Como desean que sus propuestas –que consideran verdades absolutas- sean aceptadas por  todos sin mostrar suficientes evidencias, alegan que son los escépticos quienes se dedican sistemáticamente a negar sus afirmaciones sin aportar pruebas.

¿Y –preguntamos nosotros- cómo demostrar que no existe lo que es sólo fantasía? Imagine el lector lo que ocurriría si en un tribunal de grados científicos no fuera el doctorando quien debiera convencer al tribunal de la veracidad de sus afirmaciones, sino al revés.  Es decir, que fueran los miembros del tribunal quienes tuvieran que demostrar la imposibilidad de alguna afirmación ilusoria para impedir que el doctorando aprobara su tesis.

Pongamos un ejemplo. Consideremos los argumentos de un imaginario tribunal tratando de demostrar la falsedad de la siguiente afirmación: “A los marcianos les gusta el helado de chocolate”.

- Tribunal: Falso. No hay marcianos.

- Doctorando: Demuéstrelo.

- Tribunal: No hay oxígeno en Marte y así no es posible la vida.

- Doctorando: Los marcianos podrían vivir en cuevas herméticas del subsuelo donde sí hay oxígeno.  Y podrían respirar otra cosa, e incluso no respirar. No está demostrado que los marcianos no estén ahí. No está demostrado que no hay oxígeno en el subsuelo...  

Y así hasta el infinito.

Ante cada nuevo argumento, siempre aparecerá una nueva propuesta cuya falsedad es prácticamente indemostrable. No importa que el tribunal logre, con mucho esfuerzo, demostrar categóricamente la falsedad de una afirmación particular. Inmediatamente surgirán otras muchas propuestas igualmente indemostrables.

 Lo anterior es consecuencia de seguir una línea de pensamiento opuesta a la lógica, donde se invierte lo que en idioma inglés se denomina ‘the burden of proof’, que puede traducirse como ‘la responsabilidad de la demostración’. Tal responsabilidad es simpre de quien propone lo novedoso, no de quien lo juzga o critica. (Aunque los amantes de la pseudociencia insistan en afirmar lo contrario, y se empecinen en llamar ciencia a sus no demostradas creencias).


 

[1] The role of doubt in science; http://laserstars.org/bio/Feynman.html